martes, 13 de marzo de 2018

SEPTENARIO A LA VIRGEN DE ZAPOPAN







SEPTENARIO A NUESTRA SEÑORA DE ZAPOPAN


ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, que, compadecido de mi infeliz suerte, bajasteis del eterno pecho de vuestro Padre al purísimo vientre de una casta doncella, para recibir de ella aquella santísima humanidad con cuya sangre me redimisteis: siento en lo más vivo de mi corazón todas las culpas con que he ultrajado á vuestra infinita bondad, pagando con la ingratitud mas grosera el inefable beneficio de haberos humanado por mí. ¡Ojalá en este momento se me quebranta se mi duro corazón al golpe de la contricción más vehemente! ¡Ojalá pudiese borrar con lágrimas nunca interrumpidas mis infames ingratitudes! ¡Y ojalá, mi Dios amable, fuesen de sangre pura mis lágrimas! No más, Redentor mío, no más agraviaros ya, como firmemente propongo, ayudado de vuestra gracia. Esta gracia espero muy segura, si Vos, ó Madre dulcísima de la Expectación, María, Os interesáis con viveza en mi favor con aquel divino Hijo que sostuvisteis nueve meses en el sagrario de vuestro inmaculado vientre, y que fué siempre el único objeto de vuestros amorosos anhelos. Por este Hijo, pues, fruto de vuestro puro corazón, os suplico la gracia para arrepentirme, y lograr con esto lo que pido en este septenario. Amen.

DIA PRIMERO
CONSIDERAC1ON
 Consideremos en este día las fervorosas ansias con que la celestial princesa María, vecina ya al feliz alumbramiento, suspiraría por ver ya y tener en sus brazos al Verbo encarnado, considerado en calidad de Dios. ¡Qué eco tan dulce y armonioso no había de hacer en su tiernísima alma la viva certeza, de que dentro breves días había de estrechar en el pequeño ámbito de sus brazos al que no cabe en los cielos de los cielos: sostener con unas flacas manos al que sustenta con tres dedos a toda la máquina del universo: mirar vestido con la nueva librea de nuestra carne al que repugna toda mutacion y la sombra misma de la vicisitud: al Eterno, infante del día; en suma, a Dios-Hombre! ¿No es cierto que la profunda comprensión de tan divinos sacramentos causaría en su dulce corazón las más ansiosas convulsiones y los deseos mas ardientes de verse ya con tal ventura? ¿No le imprimiría la más alta reverencia, la humillación más profunda y el amor más inflamado?¡0 alma mía! intérnate tú también en este mar de las grandezas del Dios Hombre; revístete de los afectos de su santa Madre, y serás participante de la dicha que ella esperaba en estos días.

EXCLAMACIÓN
 Doncella Madre, fecunda sin menos cabo de vuestra entereza, y entera sin el oprobio de la esterilidad: ¡quién fuese ca paz de sondear la profundidad de los intensos actos de vuestra hermosa alma en los tiempos cercanos al nacimiento de vuestro hijo Dios! ¡Oh, quién fuese tan feliz que los imitase! Mas ¡ay Señora mía! que hombre tan animal como yo, no es capaz de percibir dignamente cosas de tan sublime espíritu. ¡Sintiese a lo menos, Madre amada, la poca preparación é indignidad con que he esperado el momento de recibir sacramentado en mi pecho a aquel mismo gran Dios, que Vos con tan heroica disposición anhelabais recibir en vuestros brazos! Pero mi rebelde corazón ha sido un insensible risco, y ha podido mirar con frialdad el inmenso beneficio de ser visitado personalmente por el Dios criador del cielo y tierra. ¡Corazón inflamado de María! ¡ó Vesubio de llamas inefables! tocad, tocad por fin este mi yelmo, y no sea ya más indolente á tan excesivas finezas del Hombre-Dios. Amen.

Ahora se rezará tres veces la salutación angélica, diciendo:

Soberana Virgen santísima de la Expectación, yo os saludo como hija de Dios Padre, y le doy gracias por el poder que os ha dado. Ave María.
Soberana Virgen María de la Expectación, yo os saludo como Madre de Dios Hijo, y le doy gracias por la sabiduría que os ha infundido. Ave María.
Soberana Virgen María de la Expectación, yo os saludo como Esposa del Espíritu santo, y le doy gracias por el ardiente amor con que os ha inflamado. Ave María.
Finalmente os saludo, Señora, por ser Vos templo y sagrario de la santísima Trinidad, reina y emperatriz de cielo y tierra. Salve Regina.


GOZOS A LA EXPECTACIÓN DE MARÍA

¡Oh Princesa! en quien descansa
hecho niño el Criador:
Halle en ti nuestra esperanza
la posesión del Señor.

¡Oh Virgen, aun eres moza,
y ya te vemos en cinta!
Mas esto nada despinta
de tu pureza la rosa:
En ti (¡cosa prodigiosa!)
el fruto aumenta a la flor:

¡Oh José! fuera recelos;
no te han hecho traición:
del santo Espíritu don
es la causa de tus celos:
Téngalos de ti los cielos,
al verte con tal favor:

¡Oh milagro sin segundo!
pues una doncella es madre,
y madre del propio Padre,
que está en su vientre fecundo:
Calla y encórvate, mundo,
poseído de estupor:

¡Oh Mujer de culpa exenta!
¿cómo en pie puedes estar,
habiendo de sustentar
al que todo lo sustenta?
¡Oh, cuán grande en ti se ostenta
el poder de tu Hacedor!

¡Oh qué bella compareces,
Virgen, con esta librea!
Tu preñez nada te afea,
antes da a tu beldad creces:
Mas densa, más resplandeces,
y el peso da más vigor:

¡Oh qué luz tan singular
en tus ojos resplandece!
feliz aquel que merece
de tus miradas gozar:
Como eres del Sol hogar,
¡qué mucho de luz y ardor!

¡Oh vientre puro y hermoso,
lecho de flores sembrado,
reclinatorio dorado,
vaso de Maná sabroso!
Sé ya de mi alma reposo
y de mis glorias Tabor:

¡O nube sin sombra! ¡oh cielo!
rásgate ya, y da el rocío;
llueve al Justo, da desvío
á esas aguas hacia al suelo:
Sin tal riego todo es duelo,
todo es seco, todo horror:

¡Oh Madre! ¿Y cuándo será
que tus claros ojos vean
al que las gentes desean?
¿Cuándo el momento vendrá?
¿Cuándo el Esposo saldrá
de su tálamo de honor?

¡Oh boca! prepara el beso:
¡oh brazos! dulce apretura:
¡oh pechos! la leche pura:
¡oh amor! todo tu exceso:
Vea ya el mundo el egreso
de su nuevo Conductor:

¡Oh árbol santo y de vida!
alarga, que ya es maduro,
de tu vientre el fruto puro,
y a todos con él convida:
Repare este la caída
de Adán prevaricador:

¡Oh tú empero, Niño amable!
sal ya, que, si ahí estás bien,
el pobre mundo también
está sin ti miserable:
Rompa su suerte llorable
las entrañas de tu amor:

¡O mortales! acudid,
que la Aurora en arrebol
está para dar su Sol,
y así de sombras huid:
¡O anuncios de paz! venid;
fuera ya el marcial furor:

VUELTA.
Oh nueva Arca de alianza
en que está el Legislador:
Halle en ti nuestra esperanza
la posesión del Señor.




DIA SEGUNDO
CONSIDERACIÓN
Miremos hoy los afectos de la divina Madre hacia el Hijo próximo a salir del tálamo de su vientre, considerado como Redentor. El tierno, el incomparable amor con que siempre amó esta Madre de pecadores a sus hermanos los hombres, era un vehemente estímulo, que le hacía anhelar con eficacia, apareciese ya en la tierra el único que podía remediarla. El pecado, que inficionó primero al tronco y raíz del linaje humano, había extendido su contagio a todas sus miserables ramas: y solo podía curar esta infección el Salvador que abrigaba Maria en sus entrañas. Esto lo penetraba la sapientísima Señora con más comprensión que los querubines: y como por otra parte estaba en su lengua la ley de la clemencia, la desplegaba con palabras las más enérgicas, conjurando la bendita tierra de su vientre se abriese ya finalmente, y brotase al Salvador de los hombres. Agradece, corazón mío, estas copiosas efusiones de la caridad de María, y recibe con ánimo puro y agradecido al Redentor que ella quiere ofrecerte generosa.

EXCLAMACIÓN
Abogada clemente de los hombres: ¿es posible que los amáis en tanto exceso, que por ellos queréis dar a vuestro Unigénito, suspirando por el instante de parirle y ofrecerle a su vista y abrazo? ¡Oh, cuanto más regalado, ¡Virgen bella, cuanto más bien tratado está ese Cordero de Dios sobre el altar de vuestro vientre, donde continuamente percibe los olorosos perfumes de vuestro amor y gratitud, que no estará metido entre los hombres! ¡Ah! que apenas se desprenderá de vuestro seno, cuando un rey infanticida armará lazos a su inocente vida; y Vos para salvarla, andaréis fugitiva por los montes, y sufriréis un largo destierro entre gentes bárbaras. El mundo, amorosa Madre, no querrá conocer a su Autor, y lavará al fin sus sacrílegas manos con la sangre misma de su Reparador. ¡Oh caridad sin medida la vuestra! No se esconden a vuestra penetración estos tristes sucesos, y sin embargo, queréis dará los hombres al más amado objeto de vuestro corazón. ¿Y no se quebrantará por fin el mío con este golpe de inmensa caridad? ¿No recibirá al Redentor con mas respeto? Sí, Virgen agraciada, dádmele ya, que yo le regalaré en lo más íntimo y dulce de mi pecho, y le defenderé de los tiros de la ingratitud humana. Esta sea mi dicha.
Amen.


DIA TERCERO
CONSIDERAC1ON
¡Qué grandes y activas no serían las ansias de María santísima en las cercanías del parto, de que recibiese ya el mundo a su Luz y Maestro! Las tinieblas de los más absurdos errores yacían, digámoslo así, sobre la cara del abismo (que no era otra cosa el mundo que un abismo de males). María por otra parte era el oriente, de donde, como el amante esposo de su tálamo, había de proceder el Sol de justicia, para iluminar a los que estaban sentados en aquellas tinieblas y sombra de la muerte, y enseñarles el camino de la verdad y de la felicidad. El concurso, pues, de esta extrema necesidad de un mundo ciego, iluso y tenebroso (que solo la incomparable capacidad de María pudo dignamente pesar) con la indecible finura de sus dulces maternales entrañas, ¿qué expresiones tan sublimes, tan tiernas, tan vencedoras no pondrían en su boca, para llamar al divino Maestro y Luz del mundo a salir de lo oculto de su vientre para sacar á los mortales de su criminal ignorancia? ¡oh almas amadoras de tan amable doncella! unid vuestros votos y súplicas con las suyas, suspirad por la luz de la verdad y santidad, con que, iluminando también a los demás hombres, sea glorificado vuestro Padre que está en los cielos.

EXCLAMACIÓN
¡Oh trono de la Luz increada, y oriente feliz del mejor Sol, virgen María! ¿Qué sois Vos sino un cristal el más terso y trasparente, en cuyo fondo está engastado el Sol criador de las estrellas, que difunde por toda Vos sus resplandores, parándoos más bella, brillante y agraciada, que el más precioso y refulgente de los cielos? Salga, salga ya (pues tan vivo es vuestro anhelo de iluminar las gentes), salga en fin esa Luz indeficiente a iluminar mis tinieblas y voluntarios errores. ¡Oh, si en adelante no me dejase ya regir sino por esa luz de sabiduría, que recibisteis Vos, no convicción, sino en su misma sustancia y verdad; y que con el más sincero deseo queréis comunicar a todos sin envidia! Maestra de mi alma, renuncie yo eternamente las máximas de un mundo seductor; y extinguido del todo en mi corazón el falso amor de la vanidad, del deleite y bienes aparentes, solo aspire a las máximas de humillación, mortificación y cruz, que viene a inculcar el divino Maestro, que nos queréis dar para hacernos eternamente felices. Amen.


DIA CUARTO
CONSIDERACIÓN
Grandes motivos ofrecían a la divina preñada María el título de Pastor, que miraba en su Hijo, para dar nuevas llamas al fuego de sus encendidos deseos, de que saliese ya a buscar las ovejas dispersas. Por entre espinales, malezas y precipicios consideraba ella a los hombres sin más yerba que la vanidad, ni mas pasto que la satisfacción de unos brutales apetitos, ni más compañía que la de unos lobos devoradores. ¿Cómo había de sufrir su corazón, un corazón todo amasado de ternuras, ver en tan cierto peligro aquellas tristes reses? Antes bien clamaría enternecida y llorosa: venid, errantes ovejuelas, a mi sombra, que yo os daré un Pastor según el corazón de Dios, que os apacentará con verdadera ciencia y doctrina: un Pastor que conocerá sus ovejas, y ellas le conocerán a él: un Pastor bueno, que no desamparará el rebaño, al ver venir al lobo; sino que peleará a brazo partido con aquella fiera, aunque sea poner su alma por las ovejas. Venid, que es todo manso, y de la sangre de mis venas le he tejido la ropa pastoril. ¡oh alma mía! si tan dulce reclamo no te atrae, di que eres algún tigre de la Hircana, o que, de tanto andar con los lobos, has contraído su dura condición.

EXCLAMACION
¡Qué cosas tan admirables, Virgen fecunda, qué paradojas tan hermosas presentáis Vos, dulcemente cargada del Dios Hombre! ¡oh prodigios! ¡oh sacramentos! ¡oh espantos! ¡Sois oveja de un Pastor, que es corderito vuestro! ¡Vos con la pura sangre de vuestras venas apacentáis y dais vida al que os da la vida a Vos! ¡Vos llamáis a las ovejas vuestras y suyas; y para pasto les dais al mismo pastor! ¿Qué maravillas son estas, gran Señora? ¿Cómo no ocupan ellas el corazón, el entendimiento y la lengua de todos los habitantes del orbe? ¿Quién podrá reusar la ofrenda de tal Pastora, y el abrigo y sustento de tal Pastor? Sin embargo, Madre de mi vida, yo he podido tan atroz crueldad contra mí mismo, y he preferido al regalo del buen Pastor el ser sangriento despojo del lobo infernal. Mas no ha de ser así en adelante. He errado, sí, como oveja que perece; más Vos, Señora, buscad a vuestro siervo, que, si hasta aquí ha olvidado del todo los mandamientos de vuestro Hijo y su Pastor, en lo sucesivo seguirá constante sus huellas por las veredas que guían a la gloria. Amen.


DIA QUINTO
CONSIDERACION
Como por el pecado habían perdido los hombres el honor de hijos de Dios, y pasado a ser esclavos del demonio, la clementísima entre las criaturas, María, no sabía mirar con indiferencia tanta orfandad en sus hermanos; y así en los últimos días de su preñado se deshacía toda para dar a los hombres aquel buen Padre, que venía a buscar los hijos pródigos, y regar con dulces lágrimas su cuello. Acudan, pues, los hijos enajenados á María, que, aunque hasta aquí hayan disipado los bienes de naturaleza y gracia que les había entregado su Padre, ella cuidará de entablar las paces entre un Padre injustamente ofendido y unos hijos ingratamente rebeldes. En el retrete de su vientre se han salido al encuentro la misericordia y la verdad; y la justicia y la paz se han dado un beso de reconciliación. Ya cuando salga del materno vientre, no se presentará el Señor con el terrible aspecto de Dios de las venganzas, sino con el suave título de Padre, que quiere dar a los hijos sus brazos y su amor; y dará por primicias de su paternal misericordia una intimación de paz a los hombres que la quieran.

EXCLAMACION
Madre tiernísima de nuestro amante Padre, ¿qué podrán retribuiros los hombres por las ardientes ansias con que deseabais darnos a este Padre? Pupilos éramos hechos y sin padre, y nos nos sacasteis compasiva de nuestra orfandad y desamparo. ¡Oh, feliz mil veces el vientre que nos lo condujo! ¡Benditas sean eternamente las castas entrañas que lo abrigaron, y para siempre adorado el puro
corazón que quiso fuese nuestro! ¡Oh ingratos hombres, si tuvieseis después de
tan inmenso beneficio valor para desconocerá vuestro Padre! Mas ¡ay de mí! Que yo soy este ingrato, y uno de aquellos de quienes puede él decir por Isaías: Hijos he alimentado y ensalzado; pero ellos me han hecho un objeto de desprecio. ¡Oh entrañas mías! ¿Cómo no salís de vuestros quicios, al ver que he yo vilipendiado a un Dios Padre, y pagado tan vilmente el encendido amor con que me le dio su Madre? Pero ¡oh Esperanza única de mi alma! ya detesto más que el infierno mis delitos; presentadme otra vez a tan buen Padre; que, poseído en su presencia de un rubor humilde, y sin osar levantar los ojos: Padre, le diré con el hijo pródigo, he pecado contra el cielo y contra Vos; ya no soy digno del nombre de hijo vuestro. Sí, Señora, esto diré; y no dudo que me admitirá a su gracia y a su gloria. Amen.


DIA SEXTO
CONSIDERACION
Si los títulos de Jesús, que comprenden a todos los hombres, encendían tan ardientemente en María el deseo de verle ya nacido, ¿cuántos mayores incendios concebiría por el título de Hijo, de que solo ella puede gloriarse? Para formar de esto algún concepto, basta reflexionar, que María era madre suya sola y sin concurso de padre; que el Hijo por quien suspiraba era Dios; que, en fin, así por la finura de su corazón y capacidad de su alma, como por los dones inmensos de la gracia, vencía en la facultad de amar a todo el resto de las criaturas. Con tantas disposiciones, pues, para el amor, ¿qué querubín tan sutil será capaz de penetrar toda la fuerza de amor con que deseaba ver ya y abrazar el fruto de su casta fecundidad? ¡Con qué anhelo no suspiraría por el suavísimo momento de verle pendiente de sus pechos! ¡de envolverle entre pañales! ¡de mirarle y ser mirada de sus columbinos ojos! ¡de apretarle dulcemente sobre su puro y amoroso corazón! ¡de percibir los infantiles vajidos, índices de su doloroso amor! Enmudezca aquí la torpe lengua de los hombres, y quede sobre
cogida de un profundo pasmo la más ilustrada razón.

EXCLAMACION
Madre incomparable de todos modos, ¡oh cuán justos son vuestros suspiros por
ver ya en vuestro pecho y brazos al Dios infante, que abriga vuestro vientre! ¡Oh boca virginal de migran Reina! Prepara ya la expresión del casto beso. ¡Pechos purísimos y celestiales! llenaos ya del licor puro, que ha de ser alimento de aquel Dios, que alimenta próvido a las avecillas del aire. ¡Ojos modestos de paloma cerrados hasta aquí para todos los objetos del mundo! abríos ya sin reparo, y disponeos para dar y recibir aquellas santas miradas, que son capaces de trasformar por su pureza los hombres terrenos en ángeles. Madre toda del Dios párvulo, id ya a regalaros con un Hijo que os ama más que a todo el resto de las cosas: y mientras pasan entre los dos todos los santos secretos de los Cantares, yo convidaré a toda la armonía de los cielos, que celebre con música divina vuestra dicha. Pero mientras rebose vuestra alma en tan santas delicias, haced que comprenda alguna gota a esta pobre criatura, para que confortada con ella para el bien, merezca saber completamente las dulzuras del divino amor en la región de los felices eternos enamorados. Amen.


DIA SEPTIMO Y ULTIMO
CONSIDERACION
¡Cuán triste, lloroso y solitario estaba todo el universo antes que naciese del vientre de María el que es la alegría de los ángeles y hombres! Lloraba a su manera el cielo, porque no había quien llenase los vacíos que dejaron los ángeles rebeldes: lloraba el limbo, por no hallarse todavía quien rompiese sus puertas de bronce, y trasladase sus moradores a la región de la luz: lloraba la tierra toda, cuyos habitantes arrastrando el fierro de esclavitud, no conocían más alivio que el llanto, ni más desahogo que unos tristes suspiros. Todo en fin lloraba, y no se veía en parte alguna sino la fisonomía de la tristeza. Esto es lo que, por una parte, atravesaba el corazón de la Doncella-Madre vecina al parto, y por otra la hacía prorrumpir en las más delicadas expresiones. Salid (le diría al Hijo de su amor), salid ya de mis entrañas, o alegría del mundo: salid, que sin vos todo solloza. La hija de Sion está llorosa y cautiva; y solo vos sois capaz de romper las cadenas de su cuello, y despojándola de los vestidos fúnebres de su luto, vestirla con los atavíos de gloria y alegría. Salid, y puesto entre mis brazos, difundiréis desde allí el júbilo a todo el mundo. Hijos tristes de Adán, acercaos sin demora, que yo voy a anunciar, y voy a dar también el gozo al universo mundo.

EXCLAMACIÓN
Risueña Aurora del Sol de mi alegría, atraído del agradable eco de vuestra dulce voz, vengo al fin a recibir de vuestro seno al que únicamente puede expeler de mi alma la tristeza y el disgusto. ¿Qué gozo podría haber para mí, si quedase sentado siempre en tinieblas, sin ver jamás esa luz del cielo que encerráis? Cielos de las entrañas de mi Madre, rasgaos ya sin partiros, y dad aquel rocío precioso, que, empapado en mi alma por amor, le hará sentir la más íntima y sabrosa alegría. Nube brillante y sin sombras, llueve por fin al Justo, que sin él siempre quedaría mi alma en la funesta y triste soledad del cruel delito. Vamos, Doncella hermosa, á Belén, y desprended de Vos la dulce carga; que sin esto no bajarán los cielos a la tierra, ni será evangelizado el gozo grande que necesita el orbe. Si se os repele, Virgen pura, de las posadas, ved, que yo os doy para ella el más amoroso y dulce retrete de mi alma; que, aunque no es la que merecéis, al fin cual es os la doy. Pero si a esto os negáis, no me neguéis siquiera el consuelo de serviros constantemente toda mi vida, y el gozar después del bendito Fruto de vuestro vientre en las alegrías interminables de la gloria. Amen.


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