jueves, 15 de marzo de 2018

NOVENA A LA VIRGEN DE LOS DESAMPARADOS







NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE LOS DESAMPARADOS
BARCELONA, ESPAÑA 1857

Puesto de rodillas delante del altar ó imagen de nuestra señora, y hecha la señal de la cruz, se empezará todos los días con el siguiente:

ACTO DE CONTRICION.
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Criador, Padre y Redentor mío, Dios de las misericordias y de toda consolación, que por un efecto de vuestra infinita bondad me librasteis de la condenación eterna, preparando un antídoto eficaz para remedio de todos mis males; porque sois tan bueno y tan amable os amo más que á mí mismo y sobre todas las cosas. Penetrado de vuestro infinito amor y confuso por mi ingratitud, os digo, Señor, que me pesa el haberos ofendido, quisiera se me rompiese el corazón de dolor por haber pecado, me arrepiento de mis culpas, y propongo firmemente no volver a cometerlas, huir las ocasiones de ofenderos y buscar todos los medios de serviros en cuanto sepa y pueda, mediante los auxilios de vuestra divina gracia. Amen.
Aquí esforzando la devoción, se pedirá todos los días el auxilio y amparo de la soberana Virgen, ofreciéndola los pensamientos, obras y afectos con la siguiente:

DEPRECACIÓN
Clementísima Señora, cuyo sagrado atributo de Madre de los Desamparados es vuestra mayor gloria y singular aliento de los pecadores que por la culpa viven enemigos de Jesús y privados de su gracia, atended propicia a mis súplicas, haced con la eficacia de vuestro patrocinio que se enfervorice mi tibieza para acertar en esta sagrada, novena á pedíroslo que más me convenga. ¡O Madre mía! ¿cuándo podré usar dignamente este dulce título, acreditando con mis obras, que soy verdadero hijo vuestro? Hacedlo vos misma; acogedme bajo el piadoso manto de vuestro amparo, y rogad por mí a vuestro hijo, a fin de que, compadecido de mi flaqueza, no atienda a lo que yo le pida, sino a lo que más convenga para su gloria, y salvación de mi alma. Amen.



DIA PRIMERO
MEDITACIÓN

Considera, o cristiano, a la soberana Madre de los Desamparados como á verdadera Reinado cielos y tierra. Desde luego conocerás su grandeza y majestad superior a toda criatura, y solo inferior al mismo Dios. Templo y sagrario de la beatísima Trinidad, su imperio es universal, y no hay quien quede privado de su patrocinio, sino el que voluntariamente lo desecha. Confúndete reconociendo las muchas veces que has procurado substraerte de su benigno imperio, haciéndote sordo a los divinos preceptos. Resuelve vivir en adelante inseparablemente unido a su amor, y adicto a sus leyes.
Contempla á la augusta Reina de cielos y tierra. Mira de que glorioso timbre la condecoró la Trinidad beatísima, eligiéndola entre todas las mujeres por verdadera madre del Unigénito del Dios Padre, nuestro soberano Rey, colocándola y ensalzándola sobre todos los coros de los ángeles en el reino celestial y eterno; adórala y venérala por tal y procura tributarla el más rendido vasallaje de reconocimiento y entera sumisión á las leyes y consejos de su divino Hijo. Ya sabes que ella secundará tus deseos, para que nunca jamás te separes por el pecado de tan suave y benéfico imperio, auxiliándole á este fin con su amparo, para resistir a la tiranía de tus pasiones, y sacudir el yugo de las vanidades y engaños de este mundo.

ORACIÓN
¡Oh soberana Reina! cuanto se complace mi alma en la grandeza de vuestro poder y elevación! Aunque indigno vasallo vuestro por haber tantas veces con mis culpas merecido la indignación de vuestro hijo mi Redentor, recibidme bajo vuestro amparo, que este es la firme áncora de mi esperanza en los peligrosos escollos de la vida. Alcanzadme gracia, para que en adelante mi corazón os rinda tan perfecto vasallaje que atento y puntual en la observancia de las divinas leyes, se borren las culpas pasadas, y consiga lo que más convenga para la felicidad eterna de mi alma. Amen.
Ahora se rezará cada día tres veces la salutación del Ave María, en memoria de las tres horas que estuvo la soberana Madre al pie de la cruz, en el desamparo que padecía su precioso Hijo, para que se digne asistirnos en todo y principalmente en la hora de nuestra muerte.


GOZOS
Ya que a vuestra gran piedad
Acudimos confiados,
Madre de Desamparados
Á todos nos amparad.

Por la pura Concepción
Que en Vos firmes adoramos,
Y en la cual os confesamos
Libre de todo borrón,
Logrando tal excepción
Con singular dignidad

Por el feliz nacimiento
Con que disteis, ó María,
Al cielo tanta alegría
Y al mundo tan gran contento,
Admirándose el portento
De vuestra natividad.

Por la embajada gloriosa
Con que el nuncio os saludó
Llena de gracia os llamó
 Del Verbo divino Esposa;
A la que muy respetuosa
Rendísteis la voluntad.

Por el mas dichoso bien
Que os debemos Virgen madre,
Dando del eterno Padre
El Hijo a luz en Belén,
No pudiendo haber, no, quien
Dude tal felicidad.

Por el celo con que al templo
Lleváis al Hijo de Dios,
Con que sumisa dais Vos
El más elevado ejemplo,
En cual misterio contemplo
La más sublime humildad.

Por la humillación, María,
De vuestra purificación,
Ocultando la excepción
Que de aquel acto os cabía.
Puesto que en Vos no existía
La común maternidad.

Por la presurosa huida
Que en Egipto ejecutáis,
Con que de Herodes libráis
Del Hijo tierno la vida,
Y del cielo protegida
Lográis su seguridad.

Por la pena que pasasteis
Cuando al niño Dios perdisteis,
Y por el gozo tuvisteis
Cuando en el templo lo hallasteis,
Pena y gozo que aceptasteis
Con santa conformidad.

Por la excesiva ternura
De Jesús en la pasión
En que vuestro corazón
Suportó un mar de amargura,
Siendo un áncora segura
En la mayor tempestad.

Doncellas necesitadas
Bajo vuestra protección
Están de dote amparadas
Para su colocación,
En cuya recta elección
Brilla más la caridad.

En toda necesidad
Consuelo de atribulados
Madre de Desamparados
Á todos nos amparad.

L/: Ruega por nosotros ¡Oh Consuelo de los Afligidos!
R/: Para que seamos dignos de las promesas de nuestro Señor Jesucristo


SÚPLICA
Virgen santísima de los Desamparados, ya que este glorioso atributo es de clemencia, no se aparten de nosotros vuestros ojos misericordiosos. Amparad, Señora, nuestra flaqueza, alentad nuestra miserable debilidad, para no sucumbir a las astucias del demonio y engaños de las pasiones. En vuestra preciosísima imagen advierto inclinada la cabeza en señal de escuchar mis súplicas, y esto me anima á esperar el feliz éxito de mis plegarias. Más si lo que pretendo alcanzar no ha de ser para la mayor gloria de Dios, o fuere en peligro de la salvación de mi alma, os suplico no me alcancéis otra cosa que una firme y perfecta resignación á la divina voluntad, una vida ejemplar y santa muerte para bendeciros y alabaros por toda la eternidad. Amen.




DIA SEGUNDO
MEDITACIÓN

Considera a María nuestra cariñosa Madre que como á hijos de dolor nos parió al pie de la cruz. Agonizando Jesucristo la da por hijo a san Juan, y en su persona recibe a todos los hombres hermanos de Jesús, para cubrirnos con el poderoso manto de su poder. ¡O alma mía! ¿Cómo has correspondido a los cariños y finezas de tan tierna madre? ¿Con qué respeto y veneración las has honrado, sobre todo imitando sus virtudes? Confúndete de tu ingratitud, y resuelve eficazmente adorarla con profundo respeto, y saludarla con afectuosa devoción para merecer sus maternales cariños.
 ¡Qué palabra tan dulce y consolante para el linaje humano, fue la que dirigió a María su hijo agonizante en la cruz, diciéndola en la persona del evangelista san Juan, y con él a todos los cristianos: ¡Mujer, ahí tienes a tu hijo! ¡Pero cuan doloroso fue para ella conocer que en cambio del divino hijo que perdió, iba a adquirir en la mayor parte de los hombres unos hijos desnaturalizados, desobedientes y rebeldes, indignos sobremanera de los cariños y ternuras de tan buena Madre! Tal he sido yo, dulcísima Madre mía, y por lo mismo apenas me atrevo a llamarme hijo Vuestro. Haced que en adelante me acredite de tal, obsequiándoos con una afectuosa devoción y con la imitación práctica de vuestras virtudes. 

ORACIÓN
¡Oh amantísima Madre! que siéndolo del divino amor y santa esperanza, me la infundís, para que me dirija a vos en todas mis necesidades, perdonad mi mala correspondencia á tan singular fineza de vuestro amor. Alcanzadme gracia, para que, cumpliendo fielmente con las obsequiosas veneraciones de hijo, merezca de vuestra misericordia las bendiciones de madre, y logre el favor que pido en esta novena, si me conviene para alcanzar la eterna bienaventuranza. Amén.



DIA TERCERO
CONSIDERACIÓN
 Considera a María como maestra, bajo cuyo título con los soberanos ejemplos de su perfectísima virtud, e inocencia, nos instruye en la verdadera sabiduría que es el santo temor de Dios. Ella con sus sagrados influjos hace conocer a quien los extiende el horror del vicio, y descubre la hermosura de la virtud. ¿Cómo has atendido y practicado las saludables lecciones de tan sabia y amorosa maestra, siempre solícita de tu salvación? Confúndete de tu ceguedad y olvido de sus preceptos, siguiendo en adelante sus ejemplos hasta alcanzar la virtud y perfección cristiana.
¡Qué sublime y celestial sabiduría es la que ocupó a nuestra maestra divina! Llena enteramente del temor de Dios, poseyó no solo el principio, sino toda la plenitud de la verdadera sabiduría. Y en efecto, que lecciones tan sublimes de ella nos dio en toda su vida, que no fue más que una escuela continuada de caridad la más ardiente, de humildad la más profunda, y de todas las virtudes en el grado más heroico. ¡Oh! ¡si nosotros estudiásemos de continuo en esta divina escuela, como llegaríamos en breve a adquirir y poseer la ciencia de la santidad! Disipad, o Madre de la luz, en nosotros con las lecciones de vuestra vida y con la luz de la divina gracia y de vuestra mediación las tinieblas de la ignorancia y del pecado, para que, instruidos en la virtud, la abrasemos y sigamos constantemente.

ORACIÓN
¡O sapientísima maestra! ciego mi entendimiento por el alboroto de las pasiones, ¿hasta cuándo he de seguir los caminos de perdición? Concededme un vivo y eficaz conocimiento de vuestra celestial doctrina, alcanzadme por la eficacia de vuestro amparo la ciencia de los santos, con la que, ilustrada mi alma y enfervorizado mi corazón, se instruya mi ignorancia, huya yo de todo lo malo, siga constantemente lo bueno, y sea la divina contemplación de vuestras soberanas lecciones el principio y dirección de conseguid mis deseos en esta novena, y de toda mi felicidad. Amen.




DIA CUARTO
MEDITACIÓN
Considera, o cristiano, que María es tu especial abogada. Si tus culpas merecen la indignación y castigo de su divino hijo, ella abriendo sus entrañas de misericordia, y extendiendo el manto de su protección intercede por tí y se presenta ante el trono de la divina majestad para alcanzarte la corona de la gloria. ¡Oh! ¡y cuanto debes á su soberana dignación por haberte de tantos modos favorecido, y procurado tu verdadera felicidad! Resuelve vivir siempre humillado bajo el poderoso manto de su protección, reconociendo y confesando que no la mereces, atendida tu ingratitud a los beneficios de su misericordia.
¿Qué hubiera sido de tí, ó cristiano, si esta poderosísima abogada no hubiese ejercido contigo tantas veces. este noble oficio? Mucho más poderosa que las potestades celestiales en sentir de los santos Padres, te ampara y defiende en el tribunal del supremo y justísimo juez de vivos y muertos. Con su mediación, dice su devotísimo siervo san Bernardo, nadie desespera, con su sostén nadie cae, con su protección nadie teme. Siguiendo, pues, el consejo de este santo doctor, si te hayas turbado por la enormidad de tus delitos, confundido por la fealdad de tu conciencia, aterrorizado por el horror del juicio, a ella acudirás como a una abogada, que tan eficaz y prontamente puede interceder por los miserables pecadores.

ORACIÓN
¡O clementísima abogada mía! ¿Quién masque yo necesita de vuestro amoroso amparo? ¿Y en quien mejor que en Vos puedo buscarlo con total seguridad de hallarlo? Navegando en este proceloso mar de inquietudes, me dirijo al puerto de la gloria, pero con la incertitud de hallar el rumbo que debo seguir. Señaládmelo Vos, que sois mi estrella, y deba a vuestra clemencia, que en el divino tribunal entre los rigores del juicio sea mi alma del número de los felices escogidos, para reinar con Vos en la gloria. Sed también ahora mi abogada para alcanzar lo que en esta novena pido, si conviene á mi salvación eterna. Amen.





DIA QUINTO
MEDITACIÓN

 De tal modo puede y dice María llamarse nuestra bienhechora, que, según afirma san Bernardo, Dios no concede gracia alguna sino por María. Reflexiona atentamente, o cristiano, que todos los bienes de cuerpo y alma, las santas inspiraciones, castos deseos, gracias y auxilios, todo lo debes a la benéfica mediación de esta soberana Madre de los Desamparados; confúndete de lo poco que has agradecido tantos beneficios de su misericordia, y resuelve firmemente obrar en adelante en todo conforme a su voluntad, y seguir constantemente sus influjos soberanos.
Contempla á esta magnífica bienhechora y depositaría nobilísima del inestimable tesoro de todos los dones y gracias divinas; observa cuan generosamente los comunica á todos sus fieles devotos, de su seno donde entró la naturaleza divina, el poder, sabiduría y voluntad de Dios, de su seno, repito con san Bernardo, como de un océano de la divinidad que en sí tema, ríos caudalosos de todas las gracias. ¡Y con cuanta mayor excelencia goza esta misma dignidad en el cielo, teniendo presentes todas nuestras necesidades para socorrerlas! Ea, pues, amantísima bienhechora, desatad los vínculos del pecado á los reos del mismo, dad á conocer la verdadera luz á los ciegos en la infidelidad y en sus vicios, remediad nuestros males, pedid y alcanzadnos todos los bienes!

ORACIÓN
¡O liberalísima bienhechora! ¿Qué sería de mí si Vos apartaseis vuestros ojos compasivos, como lo merecen mis culpas é ingratitudes? Este es el origen del mayor desamparo de mi alma, á cuyo remedio os empeña vuestro liberal y generoso amor. Las miserias y debilidades que me circuyen, deben moveros á ser mi especial bienhechora. Sedlo, madre mía, para que, conociendo mi natural flaqueza, me apoye solo en los auxilios de vuestra gracia, que espero también para alcanzar lo que en esta novena suplico, si me conviene para la consecución de la eterna bienaventuranza. Amen. 



DIA SEXTO
CONSIDERACION
Considera, o cristiano, á María como libertadora de tu alma, a cuyo fin para romper las cadenas de tu miserable esclavitud, dio a su unigénito Hijo conformándose con la voluntad del eterno Padre, ofreció gustosa para tu libertad y redención aquella divina sangre, que formada en sus entrañas recibió un valor infinito por la unión del divino Verbo. ¡Oh! ¡y como debes ponderar lo que padeció esta tierna madre en el calvario para acogerte bajo el piadoso manto de su amparo! Imítala en tus penas, en los trabajos y adversidades de esta vida, resignándote á su ejemplo en todo con la voluntad de Dios.
Contémplala hoy como generosa libertadora de los infelices hijos de Adán; ¡que favorable dignidad para estos, pero cuán penetrante a su tierno corazón! ella acudió con su hijo a la libertad y redención del mundo. Ella y Cristo ofrecieron a Dios Padre en la cruz un mismo holocausto, como dice un contemplativo: Cristo en la sangre de sus venas, y María en la sangre del corazón, ofreciendo gustosa la víctima divina de su Hijo, cooperando así mucho para aplacar con su afecto maternal la justicia de] Padre eterno. A los méritos de su ternura con Jesucristo debemos en parte el fruto de su pasión, el que por los nuestros propios somos indignos de merecerlo. ¡Qué grande beneficio! Corresponde, pues, dignamente a él, no cruzando el padecer con ella y con su divino Hijo.

ORACIÓN
¡O singularísima libertadora! bajo cuyos auspicios por medio de esta antiquísima cofradía hasta los cadáveres de los pobres ajusticiados logran libertarse del olvido de los hombres por la eclesiástica sepultura, librad mi alma de la tiranía de los vicios en que miserablemente yace sepultada con total olvido de la virtud. ¡O madre mía! me hallo sin vida y sin aliento para solicitar lo que me convenga en tal desamparo ¿no merecerá mi alma vuestra singular protección? concedédmela por vuestro amor, para que sea el fruto de esta novena verse ahora adornada con la estola de la gracia, y llegar después á la inmortalidad de la gloria. Amen.




DIA SEPTIMO
MEDITACIÓN
Entra, o cristiano, en tí mismo, y no podrás dudar, que María es tu eficaz consoladora. Si, Madre del divino amor, lleno su corazón de ternura hacia los hombres sus hijos, alivia y ampara indefectiblemente a cuantos con viva confianza acuden a ella, endulza y llena de suaves consolaciones todas nuestras penas y trabajos. ¿Qué consuelo has hallado jamás entre los hombres y sus halagüeños placeres? Sin embargo, te apartas de aquel pozo de agua viva, para beber en las cenagosas fuentes que no podrán ser el consuelo de tu alma. Confúndete de tu ciega temeridad, y busca solo en María tu verdadera consolación.
 Ya ves con cuanta propiedad es llamada María consoladora de afligidos. Ella por los dulces títulos de Madre y abogada de los hombres es en sentencia unánime de los santos Padres redentora de los cautivos, salud de los enfermos, alegría de los atribulados, fortaleza de los débiles, y consuelo tan universal del mundo, que, como dijo un prelado de la Iglesia, de la manera que en nuestro cuerpo es la respiración señal de vida temporal, así la invocación á esta buena madre es señal de vida eterna y de socorro en las necesidades. Acude, pues, a ella en las tribulaciones que la divina providencia te enviare con la segura confianza de hallar en la santísima Virgen un verdadero amparo y consuelo y haz propósito de acudir solo a ella, renunciando enteramente á las falsas consolaciones de los hombres.

ORACIÓN
¡O clementísima consoladora! ¿Quién sino Vos podrá dulcificar las amarguras de mi alma en el desamparo de este destierro? Vos como madre universal consoláis á los reos en las ignominias de su muerte, a los inocentes en sus calumnias, y hasta a las almas del purgatorio en su olvido. ¿Y será mi alma privada del torrente de consolaciones que mana de vuestra gracia? No lo permitáis, Señora; antes bien concededla misericordiosamente el consuelo que necesita. Haced que merezca vuestra protección y soberana asistencia en las infelicidades de este destierro, en las agonías de mi muerte y finalmente vuestro favor para lograr lo que pido en esta novena, si conviene a mi salud eterna. Amen.




DIA OCTAVO
MEDITACIÓN
Considera, o cristiano, cuan justamente sé debe a María, y cuan glorioso es el soberano título de remedio. Escogida para madre del Redentor de los hombres, nos dio una medicina más eficaz que la de Galaad para curar nuestras dolencias, y reparar los males que en el vaso quebradizo de nuestra naturaleza causó la culpa. Ella mejor que los santos apóstoles recibió poder para desvanecer toda enfermedad, siendo conveniente a la gloria de Dios y bien de las almas. ¡Que ciego has vivido sin acordarte en tus enfermedades, principalmente espirituales, de buscar y aplicarte este remedio indefectible! Búscalo animoso en el tiempo de la tribulación, y encontrarás remedio.
Remedio seguro de todos nuestros males, causa de la salud del género humano, canal como es de la divina gracia la santísima Virgen por ser madre del autor de ella Jesucristo, dio con él el verdadero remedio a las dolencias de los miserables hijos de Adán; depositaría de todas las gracias y dones celestiales, Madre de misericordia, nuestra vida, nuestra dulzura y nuestra esperanza, a ella debemos acudir como a una fuente de salud la más segura para recibir el verdadero y universal remedio de todas nuestras enfermedades, así espirituales como temporales. ¿Quién jamás a ella ha acudido y no ha hallado al mismo tiempo la vida y no ha conseguido su salud? Ea, pues, a ella acude en las inveteradas y mortíferas enfermedades de tu alma, pues solo ella puede ser tu remedio.

ORACIÓN
¡O poderoso y eficaz remedio de todo el linaje humano! Vos que fuisteis el piadoso instrumento de nuestra redención, y sois por lo mismo el verdadero remedio de nuestras enfermedades, mirad con ojos compasivos las de mi alma. Compadeceos de las profundas llagas que en ella abrieron las culpas y, dignaos aplicar el bálsamo de la gracia para curarlas. Haced, o santísima madre, que se cicatricen las heridas de mi endurecido corazón, y que se fortalezca mi debilidad. En el amparo y en los auxilios de vuestra misericordia está todo el remedio de mis necesidades, pues sois Vos la inagotable fuente de su salud. Vuestra sola clemencia me infunde la animosa esperanza de conseguirlo, y también lo que en esta novena suplico, si fuere conducente á la salvación de mi alma. Amen.




DIA NOVENO
MEDITACION
 Debes en este día reconocer a la soberana madre de los Desamparados como a luz que resplandece en todo el mundo, y con especialidad en las almas de los pecadores que no la desdeñan. Ciega la posteridad de Adán por las sombras que la ofuscaron en su primer principio, vivía sumergida en un confuso caos de tinieblas y errores. Pero María brillante estrella de la mañana ilumina a los que quieren seguir su indefectible luz, y los dirige con seguridad, haciéndoles evitar los escollos de perdición. ¡Cuánto debes meditar tu ceguedad y confundirte por no haber seguido esta hermosa luz, antes bien haber andado las sendas de la muerte! Medítalo seriamente, y resuelve vivir siempre como á hijo de tan tierna madre, seguir sus pasos para no andar entre tinieblas, y merecer su amparo en la hora de la muerte.
¡O luz esplendidísima del mundo! ¡ O estrella clarísima y favorable, os diré con san Bernardo, levantada necesariamente sobre el anchuroso mar de este mundo para resplandecer con méritos y alumbrar con ejemplos! ¡O noble estrella de Jacob, cuyos rayos alumbran todo el orbe, cuyos resplandores lucen en los cielos, deslumbrando la tierra, y regalando con su calor más las almas que los cuerpos, aumenta las virtudes y aparta los vicios! ¿Es posible que yo hasta ahora haya amado, más las tinieblas que la luz, esto es, que no mirando y siguiendo la luz de vuestros ejemplos, haya querido envolverme entre las sombras del pecado, y andar los caminos de eterna perdición? No sea así en adelante, antes bien enviadme la luz de vuestros socorros para no sumergirme eternamente entre las tempestades y abismos del mar turbulento de este mundo.

ORACIÓN
¡O resplandeciente y hermosa luz! Ya que nacisteis para ser la guía y norte de los que viven entre. las obscuridades y peligros de este mundo, señaladme el rumbo que debo seguir en tan peligrosa navegación. Aun en las tinieblas del nacimiento fuisteis luz privilegiada y soberana, a cuyo celestial impulso se desvanecieron las sombras de la culpa; alumbrad. Señora, mi ceguedad, para que despreciando lo perecedero siga Constante las luces dé la virtud. Sed, o dulce madre, la brillante aurora de mi alma, para que con su ardoroso calor sea iluminado mi entendimiento é inflamada mi voluntad. Haced que por vuestra misericordia me amanezca el alba de la gracia para alcanzar ahora, si me conviene, lo que en esta novena he suplicado, y forme después el día claro de mi verdadera y eterna felicidad. Amen.






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