NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE LOS DESAMPARADOS
BARCELONA, ESPAÑA 1857
Puesto de rodillas delante del altar ó
imagen de nuestra señora, y hecha la señal de la cruz, se empezará todos los
días con el siguiente:
ACTO
DE CONTRICION.
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Criador,
Padre y Redentor mío, Dios de las misericordias y de toda consolación, que por
un efecto de vuestra infinita bondad me librasteis de la condenación eterna,
preparando un antídoto eficaz para remedio de todos mis males; porque sois tan
bueno y tan amable os amo más que á mí mismo y sobre todas las cosas. Penetrado
de vuestro infinito amor y confuso por mi ingratitud, os digo, Señor, que me
pesa el haberos ofendido, quisiera se me rompiese el corazón de dolor por haber
pecado, me arrepiento de mis culpas, y propongo firmemente no volver a
cometerlas, huir las ocasiones de ofenderos y buscar todos los medios de
serviros en cuanto sepa y pueda, mediante los auxilios de vuestra divina
gracia. Amen.
Aquí esforzando la devoción, se pedirá todos
los días el auxilio y amparo de la soberana Virgen, ofreciéndola los
pensamientos, obras y afectos con la siguiente:
DEPRECACIÓN
Clementísima Señora, cuyo
sagrado atributo de Madre de los Desamparados es vuestra mayor gloria y
singular aliento de los pecadores que por la culpa viven enemigos de Jesús y
privados de su gracia, atended propicia a mis súplicas, haced con la eficacia
de vuestro patrocinio que se enfervorice mi tibieza para acertar en esta
sagrada, novena á pedíroslo que más me convenga. ¡O Madre mía!
¿cuándo podré usar dignamente este dulce título, acreditando con mis obras, que
soy verdadero hijo vuestro? Hacedlo vos misma; acogedme bajo el piadoso manto
de vuestro amparo, y rogad por mí a vuestro hijo, a fin de que, compadecido de
mi flaqueza, no atienda a lo que yo le pida, sino a lo que más convenga para su
gloria, y salvación de mi alma. Amen.
DIA PRIMERO
MEDITACIÓN
Considera, o cristiano, a la soberana Madre de los
Desamparados como á verdadera Reinado cielos y tierra. Desde luego conocerás su
grandeza y majestad superior a toda criatura, y solo inferior al mismo Dios.
Templo y sagrario de la beatísima Trinidad, su imperio es universal, y no hay
quien quede privado de su patrocinio, sino el que voluntariamente lo desecha.
Confúndete reconociendo las muchas veces que has procurado substraerte de su
benigno imperio, haciéndote sordo a los divinos preceptos. Resuelve vivir en
adelante inseparablemente unido a su amor, y adicto a sus leyes.
Contempla á la augusta Reina de cielos y tierra. Mira de
que glorioso timbre la condecoró la Trinidad beatísima, eligiéndola entre todas
las mujeres por verdadera madre del Unigénito del Dios Padre, nuestro soberano
Rey, colocándola y ensalzándola sobre todos los coros de los ángeles en el
reino celestial y eterno; adórala y venérala por tal y procura tributarla el
más rendido vasallaje de reconocimiento y entera sumisión á las leyes y
consejos de su divino Hijo. Ya sabes que ella secundará tus deseos, para que
nunca jamás te separes por el pecado de tan suave y benéfico imperio,
auxiliándole á este fin con su amparo, para resistir a la tiranía de tus
pasiones, y sacudir el yugo de las vanidades y engaños de este mundo.
ORACIÓN
¡Oh soberana Reina!
cuanto se complace mi alma en la grandeza de vuestro poder y elevación! Aunque
indigno vasallo vuestro por haber tantas veces con mis culpas merecido la
indignación de vuestro hijo mi Redentor, recibidme bajo vuestro amparo, que
este es la firme áncora de mi esperanza en los peligrosos escollos de la vida.
Alcanzadme gracia, para que en adelante mi corazón os rinda tan perfecto
vasallaje que atento y puntual en la observancia de las divinas leyes, se
borren las culpas pasadas, y consiga lo que más convenga para la felicidad
eterna de mi alma. Amen.
Ahora se rezará cada día
tres veces la salutación del Ave María, en
memoria de las tres horas que estuvo la soberana Madre al pie de la cruz, en el
desamparo que padecía su precioso Hijo, para que se digne asistirnos en todo y
principalmente en la hora de nuestra muerte.
GOZOS
Ya
que a vuestra gran piedad
Acudimos
confiados,
Madre de Desamparados
Á todos nos amparad.
Por
la pura Concepción
Que
en Vos firmes adoramos,
Y
en la cual os confesamos
Libre
de todo borrón,
Logrando
tal excepción
Con singular dignidad
Por
el feliz nacimiento
Con
que disteis, ó María,
Al
cielo tanta alegría
Y
al mundo tan gran contento,
Admirándose
el portento
De vuestra
natividad.
Por
la embajada gloriosa
Con
que el nuncio os saludó
Llena
de gracia os llamó
Del Verbo divino Esposa;
A
la que muy respetuosa
Rendísteis
la voluntad.
Por
el mas dichoso bien
Que
os debemos Virgen madre,
Dando
del eterno Padre
El
Hijo a luz en Belén,
No
pudiendo haber, no, quien
Dude
tal felicidad.
Por
el celo con que al templo
Lleváis
al Hijo de Dios,
Con
que sumisa dais Vos
El
más elevado ejemplo,
En
cual misterio contemplo
La
más sublime humildad.
Por
la humillación, María,
De
vuestra purificación,
Ocultando
la excepción
Que
de aquel acto os cabía.
Puesto
que en Vos no existía
La
común maternidad.
Por
la presurosa huida
Que
en Egipto ejecutáis,
Con
que de Herodes libráis
Del
Hijo tierno la vida,
Y
del cielo protegida
Lográis
su seguridad.
Por
la pena que pasasteis
Cuando
al niño Dios perdisteis,
Y
por el gozo tuvisteis
Cuando
en el templo lo hallasteis,
Pena
y gozo que aceptasteis
Con
santa conformidad.
Por
la excesiva ternura
De
Jesús en la pasión
En
que vuestro corazón
Suportó
un mar de amargura,
Siendo
un áncora segura
En
la mayor tempestad.
Doncellas
necesitadas
Bajo
vuestra protección
Están
de dote amparadas
Para
su colocación,
En
cuya recta elección
Brilla
más la caridad.
En
toda necesidad
Consuelo
de atribulados
Madre de Desamparados
Á todos nos amparad.
L/: Ruega por nosotros
¡Oh Consuelo de los Afligidos!
R/:
Para que seamos dignos de las promesas de nuestro Señor Jesucristo
SÚPLICA
Virgen santísima de los
Desamparados, ya que este glorioso atributo es de clemencia, no se aparten de
nosotros vuestros ojos misericordiosos. Amparad, Señora, nuestra flaqueza,
alentad nuestra miserable debilidad, para no sucumbir a las astucias del
demonio y engaños de las pasiones. En vuestra preciosísima imagen advierto
inclinada la cabeza en señal de escuchar mis súplicas, y esto me anima á
esperar el feliz éxito de mis plegarias. Más si lo que pretendo alcanzar no ha
de ser para la mayor gloria de Dios, o fuere en peligro de la salvación de mi
alma, os suplico no me alcancéis otra cosa que una firme y perfecta resignación
á la divina voluntad, una vida ejemplar y santa muerte para bendeciros y
alabaros por toda la eternidad. Amen.
DIA SEGUNDO
MEDITACIÓN
Considera a María nuestra cariñosa Madre que como á hijos
de dolor nos parió al pie de la cruz. Agonizando Jesucristo la da por hijo a
san Juan, y en su persona recibe a todos los hombres hermanos de Jesús, para
cubrirnos con el poderoso manto de su poder. ¡O alma mía! ¿Cómo has
correspondido a los cariños y finezas de tan tierna madre? ¿Con qué respeto y
veneración las has honrado, sobre todo imitando sus virtudes? Confúndete de tu
ingratitud, y resuelve eficazmente adorarla con profundo respeto, y saludarla
con afectuosa devoción para merecer sus maternales cariños.
¡Qué palabra tan
dulce y consolante para el linaje humano, fue la que dirigió a María su hijo
agonizante en la cruz, diciéndola en la persona del evangelista san Juan, y con
él a todos los cristianos: ¡Mujer, ahí tienes a tu hijo! ¡Pero cuan doloroso
fue para ella conocer que en cambio del divino hijo que perdió, iba a adquirir
en la mayor parte de los hombres unos hijos desnaturalizados, desobedientes y
rebeldes, indignos sobremanera de los cariños y ternuras de tan buena Madre!
Tal he sido yo, dulcísima Madre mía, y por lo mismo apenas me atrevo a llamarme
hijo Vuestro. Haced que en adelante me acredite de tal, obsequiándoos con una
afectuosa devoción y con la imitación práctica de vuestras virtudes.
ORACIÓN
¡Oh amantísima Madre! que
siéndolo del divino amor y santa esperanza, me la infundís, para que me dirija a
vos en todas mis necesidades, perdonad mi mala correspondencia á tan singular
fineza de vuestro amor. Alcanzadme gracia, para que, cumpliendo fielmente con
las obsequiosas veneraciones de hijo, merezca de vuestra misericordia las
bendiciones de madre, y logre el favor que pido en esta novena, si me
conviene para alcanzar la eterna bienaventuranza. Amén.
DIA
TERCERO
CONSIDERACIÓN
Considera a María como maestra, bajo cuyo título con
los soberanos ejemplos de su perfectísima virtud, e inocencia, nos instruye
en la verdadera sabiduría que es el santo temor de Dios. Ella con sus
sagrados influjos hace conocer a quien los extiende el horror del vicio, y
descubre la hermosura de la virtud. ¿Cómo has atendido y practicado las
saludables lecciones de tan sabia y amorosa maestra, siempre solícita de tu
salvación? Confúndete de tu ceguedad y olvido de sus preceptos, siguiendo en
adelante sus ejemplos hasta alcanzar la virtud y perfección cristiana.
¡Qué sublime y celestial
sabiduría es la que ocupó a nuestra maestra divina! Llena enteramente del temor
de Dios, poseyó no solo el principio, sino toda la plenitud de la verdadera
sabiduría. Y en efecto, que lecciones tan sublimes de ella nos dio en toda su
vida, que no fue más que una escuela continuada de caridad la más ardiente, de
humildad la más profunda, y de todas las virtudes en el grado más heroico. ¡Oh!
¡si nosotros estudiásemos de continuo en esta divina escuela, como llegaríamos
en breve a adquirir y poseer la ciencia de la santidad! Disipad, o Madre de la luz,
en nosotros con las lecciones de vuestra vida y con la luz de la divina gracia
y de vuestra mediación las tinieblas de la ignorancia y del pecado, para que,
instruidos en la virtud, la abrasemos y sigamos constantemente.
ORACIÓN
¡O sapientísima maestra!
ciego mi entendimiento por el alboroto de las pasiones, ¿hasta cuándo he de
seguir los caminos de perdición? Concededme un vivo y eficaz conocimiento de
vuestra celestial doctrina, alcanzadme por la eficacia de vuestro amparo la
ciencia de los santos, con la que, ilustrada mi alma y enfervorizado mi
corazón, se instruya mi ignorancia, huya yo de todo lo malo, siga
constantemente lo bueno, y sea la divina contemplación de vuestras soberanas
lecciones el principio y dirección de conseguid mis deseos en esta novena, y
de toda mi felicidad. Amen.
DIA
CUARTO
MEDITACIÓN
Considera, o cristiano,
que María es tu especial abogada. Si tus culpas merecen la indignación y
castigo de su divino hijo, ella abriendo sus entrañas de misericordia, y
extendiendo el manto de su protección intercede por tí y se presenta ante el
trono de la divina majestad para alcanzarte la corona de la gloria. ¡Oh! ¡y
cuanto debes á su soberana dignación por haberte de tantos modos favorecido, y
procurado tu verdadera felicidad! Resuelve vivir siempre humillado bajo el
poderoso manto de su protección, reconociendo y confesando que no la mereces,
atendida tu ingratitud a los beneficios de su misericordia.
¿Qué hubiera sido de tí,
ó cristiano, si esta poderosísima abogada no hubiese ejercido contigo tantas
veces. este noble oficio? Mucho más poderosa que las potestades celestiales en
sentir de los santos Padres, te ampara y defiende en el tribunal del supremo y
justísimo juez de vivos y muertos. Con su mediación, dice su devotísimo siervo
san Bernardo, nadie desespera, con su sostén nadie cae, con su protección nadie
teme. Siguiendo, pues, el consejo de este santo doctor, si te hayas turbado por
la enormidad de tus delitos, confundido por la fealdad de tu conciencia,
aterrorizado por el horror del juicio, a ella acudirás como a una abogada, que
tan eficaz y prontamente puede interceder por los miserables pecadores.
ORACIÓN
¡O clementísima abogada
mía! ¿Quién masque yo necesita de vuestro amoroso amparo? ¿Y en quien mejor que
en Vos puedo buscarlo con total seguridad de hallarlo? Navegando en este
proceloso mar de inquietudes, me dirijo al puerto de la gloria, pero con la
incertitud de hallar el rumbo que debo seguir. Señaládmelo Vos, que sois mi
estrella, y deba a vuestra clemencia, que en el divino tribunal entre los
rigores del juicio sea mi alma del número de los felices escogidos, para reinar
con Vos en la gloria. Sed también ahora mi abogada para alcanzar lo que en
esta novena pido, si conviene á mi salvación eterna. Amen.
DIA QUINTO
MEDITACIÓN
De tal modo puede y dice María llamarse nuestra
bienhechora, que, según afirma san Bernardo, Dios no concede gracia alguna sino
por María. Reflexiona atentamente, o cristiano, que todos los bienes de cuerpo
y alma, las santas inspiraciones, castos deseos, gracias y auxilios, todo lo
debes a la benéfica mediación de esta soberana Madre de los Desamparados;
confúndete de lo poco que has agradecido tantos beneficios de su misericordia,
y resuelve firmemente obrar en adelante en todo conforme a su voluntad, y
seguir constantemente sus influjos soberanos.
Contempla á esta
magnífica bienhechora y depositaría nobilísima del inestimable tesoro de todos
los dones y gracias divinas; observa cuan generosamente los comunica á todos sus
fieles devotos, de su seno donde entró la naturaleza divina, el poder,
sabiduría y voluntad de Dios, de su seno, repito con san Bernardo, como de un
océano de la divinidad que en sí tema, ríos caudalosos de todas las gracias. ¡Y
con cuanta mayor excelencia goza esta misma dignidad en el cielo, teniendo
presentes todas nuestras necesidades para socorrerlas! Ea, pues, amantísima
bienhechora, desatad los vínculos del pecado á los reos del mismo, dad á
conocer la verdadera luz á los ciegos en la infidelidad y en sus vicios,
remediad nuestros males, pedid y alcanzadnos todos los bienes!
ORACIÓN
¡O liberalísima
bienhechora! ¿Qué sería de mí si Vos apartaseis vuestros ojos compasivos, como
lo merecen mis culpas é ingratitudes? Este es el origen del mayor desamparo de
mi alma, á cuyo remedio os empeña vuestro liberal y generoso amor. Las miserias
y debilidades que me circuyen, deben moveros á ser mi especial bienhechora.
Sedlo, madre mía, para que, conociendo mi natural flaqueza, me apoye solo en
los auxilios de vuestra gracia, que espero también para alcanzar lo que en
esta novena suplico, si me conviene para la consecución de la eterna
bienaventuranza. Amen.
DIA
SEXTO
CONSIDERACION
Considera, o cristiano, á María como libertadora de tu
alma, a cuyo fin para romper las cadenas de tu miserable esclavitud, dio a su
unigénito Hijo conformándose con la voluntad del eterno Padre, ofreció gustosa
para tu libertad y redención aquella divina sangre, que formada en sus entrañas
recibió un valor infinito por la unión del divino Verbo. ¡Oh! ¡y como debes
ponderar lo que padeció esta tierna madre en el calvario para acogerte bajo el
piadoso manto de su amparo! Imítala en tus penas, en los trabajos y
adversidades de esta vida, resignándote á su ejemplo en todo con la voluntad de
Dios.
Contémplala hoy como generosa libertadora de los infelices
hijos de Adán; ¡que favorable dignidad para estos, pero cuán penetrante a su
tierno corazón! ella acudió con su hijo a la libertad y redención del mundo.
Ella y Cristo ofrecieron a Dios Padre en la cruz un mismo holocausto, como dice
un contemplativo: Cristo en la sangre de sus venas, y María en la sangre del
corazón, ofreciendo gustosa la víctima divina de su Hijo, cooperando así mucho
para aplacar con su afecto maternal la justicia de] Padre
eterno. A los méritos de su ternura con Jesucristo debemos en parte
el fruto de su pasión, el que por los nuestros propios somos indignos de
merecerlo. ¡Qué grande beneficio! Corresponde, pues, dignamente a él, no
cruzando el padecer con ella y con su divino Hijo.
ORACIÓN
¡O singularísima
libertadora! bajo cuyos auspicios por medio de esta antiquísima cofradía hasta
los cadáveres de los pobres ajusticiados logran libertarse del olvido de los
hombres por la eclesiástica sepultura, librad mi alma de la tiranía de los
vicios en que miserablemente yace sepultada con total olvido de la virtud. ¡O
madre mía! me hallo sin vida y sin aliento para solicitar lo que me convenga en
tal desamparo ¿no merecerá mi alma vuestra singular protección? concedédmela
por vuestro amor, para que sea el fruto de esta novena verse ahora
adornada con la estola de la gracia, y llegar después á la inmortalidad de la
gloria. Amen.
DIA SEPTIMO
MEDITACIÓN
Entra, o cristiano, en tí
mismo, y no podrás dudar, que María es tu eficaz consoladora. Si, Madre del
divino amor, lleno su corazón de ternura hacia los hombres sus hijos, alivia y
ampara indefectiblemente a cuantos con viva confianza acuden a ella, endulza y
llena de suaves consolaciones todas nuestras penas y trabajos. ¿Qué consuelo
has hallado jamás entre los hombres y sus halagüeños placeres? Sin embargo, te
apartas de aquel pozo de agua viva, para beber en las cenagosas fuentes que no
podrán ser el consuelo de tu alma. Confúndete de tu ciega temeridad, y busca
solo en María tu verdadera consolación.
Ya ves con cuanta
propiedad es llamada María consoladora de afligidos. Ella por los dulces
títulos de Madre y abogada de los hombres es en sentencia unánime de los santos
Padres redentora de los cautivos, salud de los enfermos, alegría de los
atribulados, fortaleza de los débiles, y consuelo tan universal del mundo, que,
como dijo un prelado de la Iglesia, de la manera que en nuestro cuerpo es la
respiración señal de vida temporal, así la invocación á esta buena madre es
señal de vida eterna y de socorro en las necesidades. Acude, pues, a ella en
las tribulaciones que la divina providencia te enviare con la segura confianza
de hallar en la santísima Virgen un verdadero amparo y consuelo y haz propósito
de acudir solo a ella, renunciando enteramente á las falsas consolaciones
de los hombres.
ORACIÓN
¡O clementísima
consoladora! ¿Quién sino Vos podrá dulcificar las amarguras de mi alma en el
desamparo de este destierro? Vos como madre universal consoláis á los reos en
las ignominias de su muerte, a los inocentes en sus calumnias, y hasta a las
almas del purgatorio en su olvido. ¿Y será mi alma privada del torrente de
consolaciones que mana de vuestra gracia? No lo permitáis, Señora; antes bien
concededla misericordiosamente el consuelo que necesita. Haced que merezca
vuestra protección y soberana asistencia en las infelicidades de este
destierro, en las agonías de mi muerte y finalmente vuestro favor para lograr lo
que pido en esta novena, si conviene a mi salud eterna. Amen.
DIA OCTAVO
MEDITACIÓN
Considera, o cristiano,
cuan justamente sé debe a María, y cuan glorioso es el soberano título de
remedio. Escogida para madre del Redentor de los hombres, nos dio una medicina más
eficaz que la de Galaad para curar nuestras dolencias, y reparar los males que
en el vaso quebradizo de nuestra naturaleza causó la culpa. Ella mejor que los
santos apóstoles recibió poder para desvanecer toda enfermedad, siendo
conveniente a la gloria de Dios y bien de las almas. ¡Que ciego has vivido sin
acordarte en tus enfermedades, principalmente espirituales, de buscar y
aplicarte este remedio indefectible! Búscalo animoso en el tiempo de la
tribulación, y encontrarás remedio.
Remedio seguro de todos
nuestros males, causa de la salud del género humano, canal como es de la divina
gracia la santísima Virgen por ser madre del autor de ella Jesucristo,
dio con él el verdadero remedio a las dolencias de los miserables hijos de
Adán; depositaría de todas las gracias y dones celestiales, Madre de
misericordia, nuestra vida, nuestra dulzura y nuestra esperanza, a ella debemos
acudir como a una fuente de salud la más segura para recibir el verdadero y
universal remedio de todas nuestras enfermedades, así espirituales como
temporales. ¿Quién jamás a ella ha acudido y no ha hallado al mismo tiempo la
vida y no ha conseguido su salud? Ea, pues, a ella acude en las inveteradas y
mortíferas enfermedades de tu alma, pues solo ella puede ser tu remedio.
ORACIÓN
¡O poderoso y eficaz
remedio de todo el linaje humano! Vos que fuisteis el piadoso instrumento de
nuestra redención, y sois por lo mismo el verdadero remedio de nuestras
enfermedades, mirad con ojos compasivos las de mi alma. Compadeceos de las profundas
llagas que en ella abrieron las culpas y, dignaos aplicar el bálsamo de la
gracia para curarlas. Haced, o santísima madre, que se cicatricen las heridas
de mi endurecido corazón, y que se fortalezca mi debilidad. En el amparo y en
los auxilios de vuestra misericordia está todo el remedio de mis necesidades,
pues sois Vos la inagotable fuente de su salud. Vuestra sola clemencia me
infunde la animosa esperanza de conseguirlo, y también lo que en
esta novena suplico, si fuere conducente á la salvación de mi
alma. Amen.
DIA
NOVENO
MEDITACION
Debes en este día reconocer a la soberana madre de
los Desamparados como a luz que resplandece en todo el mundo, y con
especialidad en las almas de los pecadores que no la desdeñan. Ciega la
posteridad de Adán por las sombras que la ofuscaron en su primer principio,
vivía sumergida en un confuso caos de tinieblas y errores. Pero María brillante
estrella de la mañana ilumina a los que quieren seguir su indefectible luz, y
los dirige con seguridad, haciéndoles evitar los escollos de perdición. ¡Cuánto
debes meditar tu ceguedad y confundirte por no haber seguido esta hermosa luz,
antes bien haber andado las sendas de la muerte! Medítalo seriamente, y
resuelve vivir siempre como á hijo de tan tierna madre, seguir sus pasos para
no andar entre tinieblas, y merecer su amparo en la hora de la muerte.
¡O luz esplendidísima del
mundo! ¡ O estrella clarísima y favorable, os diré con san Bernardo, levantada
necesariamente sobre el anchuroso mar de este mundo para resplandecer con
méritos y alumbrar con ejemplos! ¡O noble estrella de Jacob, cuyos rayos
alumbran todo el orbe, cuyos resplandores lucen en los cielos, deslumbrando la
tierra, y regalando con su calor más las almas que los cuerpos, aumenta las
virtudes y aparta los vicios! ¿Es posible que yo hasta ahora haya amado, más
las tinieblas que la luz, esto es, que no mirando y siguiendo la luz de
vuestros ejemplos, haya querido envolverme entre las sombras del pecado, y
andar los caminos de eterna perdición? No sea así en adelante, antes bien
enviadme la luz de vuestros socorros para no sumergirme eternamente entre las
tempestades y abismos del mar turbulento de este mundo.
ORACIÓN
¡O resplandeciente y
hermosa luz! Ya que nacisteis para ser la guía y norte de los que viven entre.
las obscuridades y peligros de este mundo, señaladme el rumbo que debo seguir
en tan peligrosa navegación. Aun en las tinieblas del nacimiento fuisteis luz
privilegiada y soberana, a cuyo celestial impulso se desvanecieron las sombras
de la culpa; alumbrad. Señora, mi ceguedad, para que despreciando lo perecedero
siga Constante las luces dé la virtud. Sed, o dulce madre, la brillante aurora
de mi alma, para que con su ardoroso calor sea iluminado mi entendimiento é
inflamada mi voluntad. Haced que por vuestra misericordia me amanezca el alba
de la gracia para alcanzar ahora, si me conviene, lo que en
esta novena he suplicado, y forme después el día claro de mi
verdadera y eterna felicidad. Amen.
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