NOVENA A SAN ÁLVARO DE CÓRDOBA
Postradas
ante una imagen del Santo las personas que hubiesen de hacer su novena,
principiarán persignándose, diciendo el acto de contrición devotamente, y luego
proseguirán:
Creo en Dios, espero en Dios, amo á Dios sobre todas las
cosas, pésame de haberle ofendido por ser quien es; propongo nunca ofenderle.
Madre admirable, abogada de pecadores, por Jesucristo crucificado que nos
alcances perdón, y gracia eficaz para no caer en pecado.
de
este modo se comenzará diariamente la novena.
DIA PRIMERO
CONSIDERACIÓN.
Representémonos a S. Álvaro en este dia como
ejemplar de despego del mundo.
Considera que el despego de las cosas del mundo es la
próxima disposición para la pureza del alma; porqué así como los Vapores de la
tierra son los que quitan su pureza y diafanidad al aire el cual es tanto más
puro cuanto más se acerca al cielo así las aficiones á las cosas del mundo^ y
el apego a ellas son los que ofuscan la pureza del entendimiento, y empañan el
candor del alma, la cual será tanto más hermosa cuanto más se alejare del
siglo, y se uniere á Dios» Reflexiona pues cuanto se alejó nuestro S. Álvaro
del mundo; pues no contento con haber renunciado cuanto este tiene de sensible
y transitorio, profesando el instituto dominicano, quiso abstraerse aún más de
él, retirándose á su desierto de Scala coeli. Si tú por el contrario, te dejas
llevar por el deseo de la vanidad, y te tiran las cosas del mundo; es porque
tienes tu corazón muy pegado á las cosas de la tierra^ y por eso tan pesado é
inclinado á ellas. Pregúntate á tí mismo con el Profeta: ¿Hasta cuándo ha de
durar la pesadez de mi corazón? ¿por ventura hasta la muerte? ¿qué acaso
merecen estos caducos bienes que solo son vanidad y mentira, mi amor? Vanidad,
porque nada son en si mismos; y mentira, porque siendo en sí tales, hacen creer
que son una gran cosa. Míralo bien, y resuélvete abrazar la realidad
desasiéndote de vanas y mentirosas ilusiones.
ORACIÓN
Amabilísimo abogado mío S. Álvaro, si os dignáis poner los
ojos en vuestro siervo os admirareis, y doleréis de verme tan desemejante á
vos. Vos tan desasido del mundo, y yo tan metido en él: ¡vos tan dado á Dios, y
mi corazón tan lejos de su infinita amabilidad ¡Ah! y cuanto esto me confunde, y me avergüenza en
vuestra presencia. Veo que todo mi mal proviene de no acordarme de Dios: y por
eso os suplico, me alcanzáis una estrecha unión con Él, que es el sumo bien, y
con quien vos la tuvisteis tan familiar. Haced, Santo mío, que yo lije mis
pensamientos todos solo en las cosas eternas; de manera, que logre no ser uno
de aquellos que se dejan llevar ciegamente de las cosas del siglo, sino que
siga la luz de la verdad. Amen.
Se concluirá la novena diariamente del modo
que sigue. Ahora récese un Padre-nuestro, Ave María, y Gloria Patri.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Amable protector mío, y poderosísimo abogado S. Álvaro, yo
indigno siervo y devoto vuestro reconociendo la mucha privanza, en que estáis
delante de Dios, postrado humildemente ante el trono de vuestra gloria, os
adoro con la más profunda veneración, y me gozo de que hayáis sido colocado en
el sublime grado, que corresponde a vuestros grandes merecimientos; y también
de que vuestro nombre se haga cada día más glorioso en la tierra con tantos y
tan estupendos milagros como obráis. Ruegoos rendidamente por tantos dones
sobrenaturales, con que os enriqueció el sumo Bien; por aquella caridad y
penitencia, que en vos fueron tan admirables por aquel amor intensísimo que
tuvisteis á Dios, me concedáis una verdadera contrición de mis pecados, con que
quede mi corazón limpio, y para siempre unido con mi Dios. Suplicoos seáis mi
protector en todas las acciones de mi vida, y que no me desamparéis en la hora
de mi muerte. Finalmente, os pido la gracia particular, que por vuestra
mediación espero me impetréis de la misericordia divina en esta novena, y
es.... (aquí pida cada uno la gracia que desee alcanzar del Señor.) Y
vos Reina del cielo, María, á quien tanto amó mi protector S. Álvaro,
interponed por mí el gran poder que para con Dios tenéis, para que sean
eficaces estas mis suplicas. Oídlas vos Señora, amorosísima Madre mía, no por
mis méritos, sino por los de vuestro Hijo divino, y por los de vuestro
afectuoso siervo S. Álvaro. Conozcan todos que le amáis glorificado, y que
amparáis á los que recurren á él para que crezca el número de vuestros devotos
y suyos, á él y á vos os alaben ahora en la tierra, y por toda una eternidad en
la gloria. Amen.
DIA SEGUNDO
CONSIDERACIÓN.
Representémonos
a S. Álvaro en este día como ejemplar de compunción y humildad.
Considera que el
principio de una vida cristiana y devota es un corazón compungido y humillado,
así como un espíritu altivo y derramado suele serlo de una vida libre y disoluta.
Esta compunción en S. Álvaro fue admirable si se atiende á lo inocente de su
vida; y a pesar de ella llamabas el mayor pecador del mundo. Si sobrevenía
algún castigo del cielo á los lugares de su residencia, se compungía y humillaba
atribuyéndolo á sus culpas. ¡Que confusión es la para los que con tantos y tan
graves pecados no sabemos compungirnos! Toda culpa nos parece pequeña y nos
amarga poco, porque no ponderamos la dignidad de un Dios ofendido, ni lo
apreciable de un paraíso que se pierde, ni lo terrible de un fuego que se
merece por el pecado. Hacemos con nuestros pecados, lo que solemos hacer con
las cosas amargas; que dejan de mascarse, para que no amarguen el paladar.
Medita, pues, un poco con atenta consideración la gravedad de sus culpas, y así
no te será difícil sacar de ellas la compunción, que les corresponde.
ORACIÓN
¡Oh grande y amable
abogado mío S. Álvaro! Vos que teniendo tan poco que llorar con todo eso
llorasteis tan continua y amargamente; aquí tenéis á vuestros pies un alma,
que, teniendo tanto que llorar, no sabe arrepentirse: dadle, os ruego, á este
mi sensible corazón un poco de aquella vuestra contrición que lo hiera, y de
una vez lo derribe á los pies de Jesucristo crucificado. Si no lo merezco yo,
lo merece un Dios por mí ofendido, el cual pide la satisfacción por lo menos de
mi llanto. Haced, Santo bendito, que yo tenga siempre delante de los ojos mis
muchas culpas, y en mi corazón un vivo y verdadero dolor de haberlas cometido,
de tal manera, que sea digno de vivir con la esperanza de haber sido
enteramente perdonado, como se promete á un corazón penitente y compungido
verdaderamente. Amen.
DIA TERCERO
CONSIDERACION.
Representémonos
en este día a S. Álvaro como ejemplar de penitencia.
Considera que, así como es propio de todo cristiano seguir
las huellas de Cristo, así también lo es participar de la amargura de su cáliz
y austeridad de su Cruz. S. Álvaro se mostró abrazado á ella en la corte, en el
claustro, y en el desierto. Por experimentar sus rigores le condujo el amor de padecer
á disciplinaria hasta derramar sangre: á dormir sobre el frío pavimento del
templo; a llevar siempre ceñido su cuerpo de silicio; y á ejercer tan inauditas
maceraciones, que llegó á ser un verdadero varón de dolores, y uno de los más
penitentes Santos; ¡Oh Santo mío! ¿qué diré yo á eso? j Cómo no me confundo á
la vista de tan rígido penitente! ¿Me servirá de escusa la edad, la inocencia,
la complexión, ó la falta de tiempo? ¡Más ay, que no! Pues no pocas veces por
cumplir un deseo, sufro in - comodidades, que me parecerían insufribles si las
hubiese de padecer por Dios y por mi alma. Saber debo, pues, que el espíritu de
santa austeridad es una de las más ciertas señales de predestinación.
ORACION
¡Oh penitentísimo
abogado mío S. Álvaro! ¡cuán confuso quedo al contemplaros tan austero contra
vos mismo, y á mí tan lejos de imitar vuestros ejemplos! ¡Cuánta más razón que
yo hubiese usado en mi cuerpo esos rigores; pues han sido tanto mayor mis
pecados! í Oh Santo mío vos lo entendisteis en macerar con tanto rigor vuestras
inocentes carnes Y yo soy el necio, que no atendiendo á otro que á mi gusto,
soy tan condescendiente con mis brutales apetitos Concededme, os ruego,
ejemplar insigne de penitencia, un odio santo contra mí mismo, domando de
continuo mis apetitos, y mortificando mis pasiones con vuestra ayuda y ejemplo,
con que merezca caminar por la senda estrecha, que conduce al cielo. Amen.
DIA CUARTO
CONSIDERACION.
Representémonos
a S. Álvaro en este día como ejemplar de oración.
Considera que S. Álvaro concibió una idea elevadísima de
la divinidad por la oración: por ella conoció la hermosura de la gracia y
fealdad del pecado ¿con qué otra arma peleó S. Álvaro, y triunfó de sus
espirituales enemigos sino con las armas de la oración? ¿de qué medio se valió
para practicar tan heroicas virtudes, y obrar tan estupendas maravillas? de la
oración. Medita el alto grado á que en esta llegó, que le proporcionó la unión
íntima con Dios. Se derretía su alma con esta íntima unión como la cera se
derrite con la proximidad del fuego. Con tan buen ejemplar aprende el aprecio
que debes hacer de la meditación de las eternas verdades^ cujas máximas deben
ser la regla de nuestra \ida^ sin olvidar lo que dice el Espíritu Santo:
acuérdate de tus postrimerías y nunca pecarás. Aquellas se aprenden
meditándolas diariamente.
ORACION
!Oh Álvaro bendito!
inclinad el reino de los cielos todos mis pensamientos y afectos: despertad en
mí la memoria de la eternidad; y haced, que acabe de una vez de conocer la
diferencia grande que hay entre un bien infinito^ y lo que solo tiene su
apariencia para que después llegue á poseer á Dios que solamente es el sumo
bien, y á acompañaros á vos en la eterna bienaventuranza. Amen.
DIA QUINTO
CONSIDERACION
Representémonos
a S. Álvaro en este día como ejemplar de castidad.
Considera cuanto el
angélico S. Álvaro amó la angelical virtud, cuando siendo aún tierno niño hizo
voto de virginidad. Procuró conservarla macerando sus carnes, y mortificando
sus sentidos. Toma tú para ello a María Santísima por protectora de tu pureza,
y ruégala diariamente que te la conceda; pues esta Señora ama con especialidad
á las almas castas. Concibe altamente de esta virtud, y ámala con ternura y
afecto fervoroso. Es tan grande su aprecio, que no puede perfectamente
conocerse en esta vida; pues acá en la tierra no se encuentra valor que le
iguale. Es tan bella, que como dice S. Gerónimo, nos hace semejantes, y casi
nos iguala con los Ángeles. ¡Dichoso el que sabe guardarla; y miserable el que
la pierda!
ORACION
Purísimo abogado mío S. Álvaro ¡cuánto me confundo al verme
delante de una azucena tan hermosa! ¡Y cuanto temo, que por mis culpas pareceré
abominable en vuestra presencia! Yos, Santo prodigioso, podéis alcanzarme
gracia para curar de todas ellas; pues me arrepiento de haberlas cometido. Alcanzadme
de Dios y de su purísima Madre, una perfecta pureza, así en el cuerpo como en
el alma; y así en la voluntad como en el entendimiento. Haced, que conciba yo
un odio capital contra el vicio contrario; de modo, que no solo lo abomine,
sino que le tenga cerrados todos los caminos por donde pudiese tener entrada en
mi alma; pues de mi parte estoy resuelto á practicarlo con la gracia de vuestra
protección. Amen.
DIA SEXTO
CONSIDERACION
Representémonos
a S, Álvaro en este día como ejemplar de una fe viva
. Considera cuan viva fue la fé que comenzó á rayar desde
la razón, y cuan fructuosa; que siendo aún niño era ya un varón perfecto. Álvaro
vivía de la fé, y esta virtud conducía todos los pasos de Álvaro en presencia
de su Dios y Señor. Medita en la intensión de ella y hallarás que fue tan viva,
tan vehemente y tan eficaz que derretía su corazón y enardecía su entendimiento
la presencia del Santísimo Sacramento la vista de la Sta. Cruz ó cualquiera
criatura que le recordase su Criador. Ésta le obligaba á no poder apartar el
pensamiento ni el afecto de un Ser supremo, en quien creía y á quien conocía
por su viva fe. Detén tú un poco el pensamiento en contemplar tan grande fe, y
resuélvete á excitarla por actos repetidos de ella, y la constante meditación
de las verdades eternas; para que lijando esta virtud su morada en tu corazón,
todas tus obras sean hijas de la fé.
ORACION
¡Oh Santo mío! animado de tan viva fé caminasteis siempre
en la presencia de Dios. Imprimid en mi corazón altamente una profunda fé, y un
reverente y santo temor de Dios; para que, no apartándome jamás de su presencia,
camine por el camino de sus mandamientos; y que penetrado por una meditación
continua de las verdades divinas^ y unido siempre con Dios por una no
interrumpida oración^ merezca^ siendo imitador de las obras de tu fé en esta
\ida^ gozar de Dios en vuestra compañía en la gloria. Amen.
DIA SEPTIMO
CONSIDERACION.
Representémonos
en este día á S. Álvaro como ejemplar de una esperanza admirable.
Considera cuantas colosales y arriesgadas empresas le
impulsó á acometer su esperanza: estribado en ella únicamente^ emprendió la
fundación de su monasterio; puesta solo en Dios su confianza descansaba su alma
de los medios de conservar su obra. ¡Cuán maravilloso efecto no causó esta
virtud! Entregado en manos de la Providencia menospreció todo el apoyo y
confianza que pudiera prestarle el mundo. Esta esperanza le hizo ejercer tan
rígidas penitencias. ¡De cuanto consuelo le serviríais estas en la hora de la
muerte! En Dios esperó siempre^ y por eso le recomendó su última voluntad; y
Dios que siempre cuida á quien en él confía hace que esta se verifique.
ORACION
¡Oh esperanza madre
de las virtudes! ¡Cuán dulces sois á la hora de la muerte! ¡De qué consuelo no
se sentirá Heno el corazón del que supo practicarlas en la vida! ¡Qué
seguridades no le prometerán de ver á Dios, y gozarle eternamente! Pasó el dolor,
dirá el alma, y te queda, oh cuerpo una recompensa eterna y un gozo
interminable. Pues si esto es así, oh Santo mío bendito, impétrame del Señor
una muy grande esperanza, que me haga que sujetando la carne á la razón y esta
á Dios desprecie las falaces máximas del mundo y de la carne, y violentándome
por arrebatar el reino de los cielos, entone un cántico de gloria en su
compañía. Amen
DIA OCTAVO
CONSIDERACION.
Representemos
á S. Álvaro en este dice como ejemplar de una ardiente caridad para con los
prójimos.
Considera que la caridad es industriosa en bien de su
prójimo: así como el amor propio suele serlo para sí mismo. No dejó S. Álvaro
modo alguno de ayudar á sus prójimos en cuanto le fue posible, y tuvo entrañas
muy tiernas para socorrer á los pobres, y ayudarlos. Su celo por el bien de las
almas le condujo á pasar los mejores días de su \ida, dedicado á los trabajos
de una tarea evangélica. Su caridad para con los necesitados basta ver como se
la premió el Señor, convirtiendo medio siguieron la virtud. ¿Qué cuenta no
darás á Dios si por incuria ó vanos respetos hubieres dejado tanto bien?
ORACION
¡Oh amantísimo Santo mío S. Álvaro recurro á vos lleno de
confianza rogándoos me concedáis la verdadera caridad para con el prójimo; pues
siendo como soy cristiano no sé amarlo como Dios quiere y únicamente por Dios;
sino que mis pasiones son la reglado mis afectos! Enderezad pues, en mí el amor
para que sea amor santo y conforme al que ardía en tu corazón. Y si por él
alcanzasteis tanta gracia ante la divina aceptación; ordenad os ruego, mis
acciones de tal suerte, que sea para mi dichoso aquel trance último de donde
empieza y depende la. eternidad, para alabaros y daros las gracias en el cielo.
Amen.
DIA NOVENO
CONSIDERACIÓN.
Representémonos á S. Álvaro en este día
como ejemplar de una heroica caridad para con Dios.
Considera que si en las demás virtudes fue S. Álvaro gran
Santo, en su amor para con Dios fue serafín; tan abrasado estuvo en el fuego
del Espíritu Santo, pue con solo pensar u oír hablar de la bondad Divina
quedaba abstraído en estático rapto. Pero como en Jesús crucificado reluce más
que en otra cosa alguna la bondad divina; así en el crucifijo tenía S. Álvaro
el incentivo de sus amores. No sabía apartar de él su corazón: su meditación
diaria eran los dolores, llagas, amarguras y afrentas que Cristo padeció en la
Cruz, y de aquí sacaba tan vivos deseos de padecer con Cristo, que este amoroso
anhelo le impulsaba á emprender atroces é inauditas penitencias. Bien le
recompensó el Señor este amor á Cristo en la cruz transformando el pobre
ulceroso, que conducía en sus hombros, en el devoto Crucifijo de S. Álvaro,
venerado en Scala-coeli. Resuélvete pues a pensar á menudo en la cruz de
Cristo, y en aquel amor que le obligó á padecer tanto por tí, y estos recuerdos
te obligarán al agradecimiento, y á sufrir con paciencia los trabajos; viendo
que Cristo va delante con tan pesada cruz: que es monstruosidad insufrible, que
quien piensa en Jesús crucificado, no enderece hacia él sus afectos á imitación
de su fiel siervo S. Álvaro.
ORACIÓN
¡Oh prodigio de amor grande amigo de Dios S. Álvaro! Veo cuán
lejos estoy de la perfección, mas por eso mismo tengo por más necesario poner
delante de Vos; que sois un serafín de caridad, este mi corazón frío hasta
ahora y el que deseo encendáis en el fuego del divino amor. Téngale para
criaturas vilísima, y no le tengo para mí Criador, para mi Redentor, para mi
Padre, y. para mi Dios. Lleno de confusión pues os ruego, Santo mío, por aquel
amor que le tuvisteis, y deseasteis en todo, que lo encendáis en mí, y me
alcancéis gracia, para que todos mis alientos sean amor de Dios, y que yo viva,
y muera amando al sumo Bien, que es el mayor don que puedo pedir, y alcanzar de
vos. Amen.
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