SEMANA DE LAS MARAVILLAS
EN HONOR DE MARÍA SANTÍSIMA DE GUADALUPE
L/: Señor, abrirás mis
labios,
R/: Y
mi boca anunciará tus alabanzas.
L/: Oh Dios, atiende en
mi ayuda,
R/: Apresúrate, Señor, a
socorrerme. Gloria al Padre…
ACTO DE CONTRICIÓN
¡Oh
dulcísimo Jesús, dueño adorado de mi corazón y de mi alma! ¿cómo he podido ofenderte
siendo tú tan bueno y digno de
ser amado? ¿Por qué, Señor, mi vida no ha sido sino una cadena continuada de
pecados, como si sólo hubiera sido creado para ofenderte? Perdóname, Señor,
pues te prometo de hoy en adelante vivir sólo para amarte y servirte. Y por los
méritos de mi dulce Madre María de Guadalupe, dame tu gracia para cumplirlo,
pues sin ella todos mis propósitos serían inútiles. Muera yo, Señor, muera yo
mil veces antes que volver a ofenderte. Amén.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Virgen Santísima, amadísima Madre mía de Guadalupe,
permíteme, Señora, contemplar tu Imagen peregrina. ¡Qué hermosa eres, Madre
mía! ¡qué amable! ¡qué graciosa! Yo no sé explicar lo que siento siempre que me
pongo a mirarte: tu virginal semblante respira dulzura, tus graciosísimos ojos
inclinados parece que se fijan en mí, y me hacen esperar todo bien, porque una
sola de tus miradas atrae las gracias y colma de bienes al que la
diriges; y por eso, así como a la Lunamitis, rogaban los hebreos que les
mirase, así yo no dejaré de suplicarte aquí postrado, que me mires y que no
apartes de mí tus preciosos ojos. ¡Oh Virgen de Guadalupe! vuelve, vuelve a mí
esos tus ojos misericordiosos, y con sólo esto vendrán a mi alma todas las
gracias que necesito. Mas no sólo para mí pido esta gracia, sino para el Pastor
supremo, para los superiores y toda la eclesiástica jerarquía, dígnate ¡oh
Madre! volver hacia ellos tus ojos y remediar sus necesidades, y para las almas
que gimen en el lugar de expiación, míranos a todos, sednos propicia y llévanos
un día a contemplar arrobados tu celestial belleza en el cielo. Amén.
PRIMER DÍA
La
primera maravilla es la tosquedad del lienzo; los que lo han examinado por ambas
caras, aseguran que es muy tosco por la cara posterior, y siendo uno solo, lo
mismo debería ser por la anterior, aunque parece más suave. Concuerdan los
testimonios en que se ven de algún modo los objetos al través del lienzo de la
pintura, aunque esto propiamente es otra circunstancia no menos admirable: la
raleza
del tejido, que deja entre sus hilos intersticios bastantes para poder mirar
los objetos que están al lado opuesto, ocultándolos el lienzo. Claro está, que
ni una superficie áspera, ni unos hilos tan separados, son a propósito para
pintar, y que quien tal tela escogiera para el efecto, o no haría nada, o produciría
una desgraciadísima pintura. Nuestros corazones son como esa tela áspera que no
se deja adornar, y rala o abierta, que no contiene el agua de la gracia, sino
que la deja escapar por sus claros; pidamos no obstante a la Virgen Santísima,
que por el milagro de su Imagen, estampada en cosa tan áspera y abierta, se
digne grabar en nosotros su Imagen con las flores de sus virtudes, sin que sea
un estorbo a la obra de la gracia, ni la aspereza de nuestro natural, ni el
derramamiento y disipación de nuestros sentidos.
Siete Aves Marías.
ORACIÓN
Virgen
Santísima de Guadalupe, que en esa tosca tela quisiste dejar tu hermosa Imagen,
yo te ofrezco mi duro corazón que es como una tela grosera donde han estado
hasta ahora impresas las criaturas, y te ruego, madre mía, te dignes borrarlas
y grabar en ella tu peregrina belleza, para que en mí permanezca siempre; y pues
la separación de los hilos no fue obstáculo para que tu Imagen quedase perfecta
y hermosa, así espero que, aunque mi corazón haya estado hasta aquí dividido en
diversos objetos, tú concentres y unas todos sus afectos, a fin de que todos
sean para Dios y para ti, y de este modo por la unidad del amor llegue algún
día a la eterna Bienaventuranza. Amén.
GOZOS DE LAS MARAVILLAS
Tus maravillas no olvido,
Dulcísima Madre mía:
Alcánzame en este día
La maravilla que pido.
Y
muy fina la pintura,
Ni
hace daño a su hermosura
La
raleza que revela,
Tu
semblante, tu vestido,
Toda
eres bella ¡oh María!
Pintar
sin imprimación
Es
imposible lograr
Y
tú te logras pintar,
Sin
previa disposición;
Y
aunque parezca descuido,
No
es sino excelsa maestría.
Tan
perfecta y agraciada
Quedaste
en tu Imagen bella,
Que
la pintura destella
No
sé qué unción ignorada;
¿Quién
al verla no ha sentido
Una
celeste alegría?
En
cuatro varias maneras
Tu
Imagen está pintada,
O
más bien está estampada
Con
la luz de altas lumbreras;
En
mi pecho empobrecido,
Hay
de bienes carestía.
Tu
traje ostentas dorado,
Dorados
rayos y estrellas,
Tan
brillantes y tan bellas
Como
el oro es admirado;
De
oro anunció tu vestido
David
en su profecía.
Si
te pintan serafines
Que
te obsequien a tu lado,
Se
cae lo nuevo pintado
De
tu lienzo en los confines;
Lo
divino no ha querido
Con
lo humano compañía.
Como
cuatro siglos ha
Que
tu Imagen vive y dura
Tan
fresca, firme y segura
Que
el tiempo nada te da;
Haz
que yo dure cumplido
En
tu servicio ¡oh María!
Tus maravillas he oído
Y me he pasmado ¡oh María!
Alcánzame en este día
La maravilla que pido.
SEGUNDO DÍA
La
segunda circunstancia maravillosa de la Imagen guadalupana es, el carecer el
lienzo donde está pintada, de imprimación preparatoria. A los ojos se viene el
reflexionar, que, para pintar en una tela, es necesario preparar su superficie,
para que quede tersa y capaz de que corran en ella y se fijen los colores; sin
esta preparación, sería imposible la pintura, o quedaría sumamente desairada y
grosera. Pues bien, los famosos pintores que en varias ocasiones han visto y
examinado espaciosamente la Imagen de Guadalupe, están acordes en asegurar que
el lienzo carece de la necesaria preparación, y que es inexplicable la belleza
de la pintura en esas condiciones. Como se ve distintamente pintada al través
de la tela, y pasan los colores de una cara a otra, es evidente que no hubo
sustancia anterior a ellos que dispusiera y atezara el lienzo, pues si la
hubiera, cubriría sus poros y no dejaría ver los colores sobrepuestos.
ORACIÓN
Cuán
grande es tu poder y tu bondad, ¡oh amada Madre mía de Guadalupe! Yo me
complazco al considerar que las reglas del arte son inútiles y desaparecen ante
la formación de tu Imagen primorosa; pues si para formar una pintura, según el
estilo ordinario, es necesario preparar antes el lienzo; tú, Madre mía, para
hacer pintar tu linda Imagen no necesitas preparación ninguna, y sin ella quedó
primorosamente estampada. ¡Gloria al Señor que te hizo tan grande y te concedió
tan copiosas gracias! Confiado en tu poder y bondad, te ruego, Madre mía, que,
aunque en mi alma hasta ahora no se encuentre disposición ninguna para la
perfección y santidad, tú, con tu poder, hagas que, convertida sinceramente,
comience desde luego una vida perfecta; y que mi corazón venga a ser como un
lienzo cándido y puro, en el cual se grabe tu hermosísima Imagen, y en él
permanezca y en él quede y viva para siempre. Amén.
TERCER DÍA
La tercera circunstancia
maravillosa, es la perfección y hermosura del dibujo, el cual, en opinión del célebre
Cabrera, es singular, tan perfectamente acabado, y tan manifiestamente maravilloso,
que todo el que tenga los principios del arte de la pintura, al verle se
difundiría en expresiones de alabanza. Y creemos que no se necesita ser pintor,
basta tener ojos, y no ser incrédulo rematado, para admirar la belleza de la
Imagen; sobre todo, al contemplar el rostro, al fijarse en los ojos, se
experimenta un no sé qué, que nos dice que estamos ante una obra que no es de
la tierra; que algo sobrehumano transpira de aquel lienzo bendito. Esto se oye
decir a toda clase de personas, no sólo a la gente piadosa y devota, sino aun a
gente despreocupada, a hombres de negocios, comerciantes y viajeros, que,
siendo católicos, nunca van a México sin que una de sus visitas, y para muchos
la primera, sea a la Villa y el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe. Todos
dicen que les admira, que les arrebata, que no aciertan a separarse de ella, y
que salen con nuevos deseos de volver más y más a contemplarla. Tengamos
siempre su Imagen con nosotros, decoremos con ella nuestras habitaciones, y protejamos
con ella nuestro lecho; y pidámosle por México, por sus Obispos y Pastores, y
también por aquellos desgraciados que no la aman ni la creen.
Siete Aves Marías
ORACIÓN
Si es de tanto consuelo para
un hijo amante el poseer en la ausencia el retrato de su madre para poder contemplarlo
a cada instante, ¡cuánto más debe serlo para los mexicanos que como hijos
fieles tenemos por Madre a la Virgen Inmaculada el poseer y poder contemplar su
precioso retrato en la preciosa Imagen de Guadalupe! Sí, Virgen Santísima;
nosotros te amamos y nos deleitamos al ver esa admirable y prodigiosa pintura que
excede a cuantas pueden pintar los artistas, y que nadie ha podido imitar en el
semblante, sino la pura luz del sol que la retrata. Gracias, Madre mía, gracias
mil por la fineza de dejarnos tu Imagen que nos consuele en este destierro.
¿Cuándo llegará el dichoso día en que podamos contemplarte cara a cara en tu persona
virginal? ¿Cuándo podremos gozar de tu dulcísima presencia? Haz que llegue,
Señora, ese día tan deseado, y llévanos pronto a gozar del Señor y a alabarle
contigo en las eternas claridades de la Gloria. Amén.
CUARTO DÍA
La cuarta circunstancia
admirable de la pintura de la Imagen de Guadalupe, es que no pertenece a una sola
especie, sino a varias, allí maravillosamente reunidas. Según parece, dice el
célebre pintor Cabrera, la cabeza y las manos de la santa Imagen están pintadas
al óleo, la túnica y el ángel, con las nubes que le sirven de orla, al temple;
el manto es de aguazo; y el campo sobre que caen y terminan los
rayos, se percibe como de pintura labrada al temple. Como cada una de estas
cuatro especies de pintura, necesita distinta imprimación, nadie piensa en
reunirías en una sola superficie, pues fracasaría por completo.
ORACIÓN
Admirable es ciertamente,
Madre mía de Guadalupe, la variedad de pinturas que se reconocen en tu
prodigiosa Imagen, y más admirable aun el que siendo tan opuestas entre sí, al
unirse para formarla, hayan producido una pintura tan hermosa y tan perfecta.
Mas ¿qué hay que admirar si tu sabiduría y tu poder son tan grandes y todas las
cosas ha sujetado el Señor a tu imperio? Pues si tú todo lo puedes y el Señor
nada te niega, ¿cómo no me has de conceder cuanto te pida? Oye pues, Madre
benignísima, mis ruegos: alcánzame una conversión perfecta, y todas las gracias
espirituales y temporales que necesito para mi salvación, que la humildad y la
obediencia, la caridad y la pureza como cuatro hermosísimas pinturas, tracen en
mi alma tu Imagen deliciosa, para que semejante a ti, merezca un día contemplar
en el cielo el soberano semblante cuyo trasunto me embelesaba acá en la tierra.
Amén.
QUINTO DÍA
La quinta circunstancia es el
preciosísimo oro, y exquisito dorado de la Imagen, porque este oro, dice el mismo
pintor, sorprende a los más peritos artífices, porque es tan especial, de tan
peregrina extrañeza, y de tan rara apacibilidad, que parece que está en polvo
sobrepuesto a la pintura, y que un ligero soplo lo habrá de levantar en menudos
ápices; mas no está sino bien adherido, y aun como incorporado con la trama, de
suerte que parece que se doró al tiempo de tejerla, sin hallarse en todo el
lienzo sisa, u otro material propio para pegarle; circunstancias (añade), que
sólo pueden ser de una pintura sobrenatural. El oro, rey de los metales,
significa la caridad, reina de las virtudes; pidamos a la Virgen de Guadalupe
nos revista de este oro precioso, sin el cual no estará perfecta la vestidura de
bodas, y no podremos ser admitidos a la cena o convite nupcial de que habla
Jesucristo.
Siete Aves
Marías.
ORACIÓN
Virgen Santísima de Guadalupe,
al ver tu dorada túnica recuerdo luego aquello del real profeta: «Estaba la Reina
a la derecha del Rey eterno, con un vestido dorado embellecido.» (salmo. 44.)
Ciertamente que, de ti, Reina poderosísima, hablan esas palabras, pues tu rica
vestidura, prodigiosamente dorada, y los rayos del sol que te rodean, y las
estrellas que bordan tu real manto, y la luna en que descansan tus pies, te
ostentan como Reina inmortal de los cielos y la tierra. ¡Cuánto me complazco al
verte tan rica, tan grande y poderosa! Y por eso, como á Reina hoy pediré a tu
magnificencia grandes dones. Dame, Señora, el oro puro del amor divino; que ame
yo al Señor cuanto pueda y deba amarle, que le ame como tú le amas y que ame a
mis hermanos por los que el Señor derramó su sangre preciosa. Y así revestido con
la ropa nupcial de la caridad, no seré desechado del celestial banquete, en el
que gozoso te mire, y agradecido te alabe para siempre. Amén.
SEXTO
DÍA
Se sabe por fidedignos testimonios, que muy a los
principios, la sencilla devoción de nuestros padres, quiso decorar el lienzo
guadalupano, haciendo pintar al derredor de la Imagen unos serafines, como para
acompañarla y obsequiarla. Mas a poco tiempo aquella pintura comenzó a deformarse
y agrietarse, hasta que al fin se afeó de tal manera, que fue preciso borrarla,
de lo cual quedaron en el lienzo algunas señales. Y esto recuerda lo que
aconteció con la Santa Casa de Loreto, pues queriendo sostener las humildes
paredes de adobe de la casita de la Virgen, con paredes más sólidas y costosas,
éstas llegaron a desprenderse quedando las de adobe en pie o intactas. Que
donde Dios pone la mano no ha menester la mano del hombre que sostenga o
mejore.
Siete Aves Marías.
ORACIÓN
Admirable Virgen de Guadalupe,
que para darnos a conocer lo prodigioso de tu Imagen no sufriste al derredor de
ella los serafines con que al principio quisieron adornarla, pues á poco tiempo
aparecieron feamente descompuestos y fué preciso acabar de borrarlos. Y ¿cómo
había de igualar el tosco pincel de los hombres la obra exquisita de mano de
los ángeles? ¡Oh dulce Madre! yo te doy en este día mi corazón para que pintes en
él virtudes perfectas y afectos celestiales y borres del todo los vicios y
pasiones que le afean, a fin de que pueda así ser agradable a Dios y a ti,
dulcísima Madre y Señora mía. Amén.
SÉPTIMO DÍA
La séptima circunstancia
maravillosa de la Imagen guadalupana es su duración. Siendo la tela frágil; el
hilo que une sus dos piezas, de algodón y delgado; la luz que han soportado los
colores tan intensa; el maltrato de la tela tan grande por los centenares de
millares de objetos que a ella se han tocado; su exposición al aire libre, de
muchos años, antes que fuese protegida con cristales; las exhalaciones nitrosas
del lago cercano tan corrosivas que acaban aún los metales: ¿cómo ha podido
conservarse intacta por casi cuatrocientos años?... Un sabio, llevado de no sé
qué espíritu, mandó hacer una pintura guadalupana en un ayate de la misma materia,
y la expuso en la capilla del pocito. A los pocos años los colores bajaron,
poco después casi se borraron; a otros años más transcurridos, fué preciso
quitar aquello de los ojos, porque no podía mirarse ya de afeado y envejecido.
Esta contraprueba hace evidente el milagro de la conservación de la Imagen.
Siete Aves Marías.
ORACIÓN
Madre
Santísima de Guadalupe, si al hacer estampar en el lienzo tu Imagen peregrina
hubiese subsistido solamente por cierto tiempo en medio de tu pueblo, aun así,
tendríamos harto que agradecerte, pues sería no pequeña fineza; pero lo es
mucho mayor el que persevere por cerca de cuatrocientos años sin sufrir alguna alteración
a pesar de las causas que en los principios podrían influir en su deterioro y
destrucción. Esa constancia en permanecer con nosotros me confunde, Virgen
Santa, cuando veo la triste inconstancia de mi espíritu en las prácticas
piadosas, y mi tibieza en amarte y en servirte. Fija, pues, Madre mía, mi
voluble corazón en el bien verdadero; que sea fervoroso y constante en todo lo
que emprenda en tu honor y en tu culto; alcánzame la perseverancia en tu amor y
en el divino servicio; pues si logro ser fiel en honrarte y servirte, tendré al
fin la dicha de verte y alabarte eternamente. Amén.
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