NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE LA
SALUD DE PÁTZCUAROREINA Y MADRE DE MICHOACÁN, MÉXICO
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío
Jesucristo, santuario, admirable de amor para con los pecadores. ¿Cómo podremos
jamás llorar la gravedad de los pecados con que os hemos ofendido? ¡Oh Dios
mío! Vos nos habéis amado desde la eternidad, nos habéis criado á vuestra
imagen y no nos habéis comunicado el ser, sino para derramar sobre nosotros los
bienes espirituales y temporales de que Vos mismo sois la fuente perenne,
dejando así plenamente satisfecho vuestro amor, por lo que esperamos ser
eternamente felices. Pero nosotros haciéndonos criminales desconocimos vuestro
amor, entonces más misericordioso que nunca y más liberal que antes, os habéis
dignado por nuestra salud anonadaros tomando la forma de siervo; os habéis
dignado aparecer sobre la tierra como el más despreciable de los hombres, y
habéis tomado un corazon como el nuestro para obligar nuestros corazones á
amaros. Dulcísimo Jesús, abrasado de las más vivas llamas de caridad, Vos
habéis querido revestiros de nuestras miserias y de nuestros dolores. Jesús
infinitamente santo, manantial purísimo de justicia e inocencia, Vos os
dignasteis llevar sobre vuestros hombros las iniquidades del mundo, Vos
fuisteis clavado en una cruz parare medio de nuestros crímenes y para que con
vuestra sangre adorable derramada sobre la tierra, tuviésemos las bendiciones
que nos consuelan y las gracias que nos purifican. La grandeza de vuestra
caridad se nos ha manifestado desde el pesebre y en los sufrimientos y trabajos
de toda vuestra vida, hasta por nuestra salud anonadaros tomando la forma de
siervo; os habéis dignado aparecer sobre la tierra como el más despreciable de
los hombres, y habéis tomado un corazon como el nuestro para obligar nuestros
corazones á amaros. Dulcísimo Jesús, abrasado de las más vivas llamas de
caridad, Vos habéis querido revestiros de nuestras miserias y de nuestros
dolores. Jesús infinitamente santo, manantial purísimo de justicia é inocencia,
Vos os dignasteis llevar sobre vuestros hombros las iniquidades del mundo, Vos
fuisteis clavado en una cruz para remedio de nuestros crímenes y para que, con
vuestra sangre adorable derramada sobre la tierra, tuviésemos las bendiciones
que nos consuelan y las gracias que nos purifican. La grandeza de vuestra
caridad se nos ha manifestado desde el pesebre y en los sufrimientos y trabajos
de toda vuestra vida, hasta el calvario en medio de los dolores más intensos é
ignominias indecibles, donde para colmo de tantas maravillas, estando para
exhalar el último aliento por nuestra salud eterna, nos dejasteis para nuestro
consuelo á vuestra Madre por Madre nuestra, y nosotros, Señor, solo hemos
opuesto crímenes sobre crímenes á tanto amor. Nosotros, ingratos os hemos
olvidado y no cesamos con nuestros repetidos ultrajes de ponernos en peligro de
llenar la medida de nuestras iniquidades; pero no sucederá así, de aquí en
adelante os amaremos dulcísimo Jesús. Nos pesa de haberos ofendido; dignaos
Dios de amor, dirigir una mirada benigna sobre esta porción de vuestros hijos, a
quienes el dolor, el reconocimiento y el amor han conducido á vuestros pies, y
á los de vuestra Santa Madre. ¡Ah! cómo quisiéramos nosotros recuperar todo el
mal que hicimos con nuestros crímenes traspasando vuestro corazón y el de
vuestra Madre, mas recibid el sincero deseo que tenemos de lavar con nuestra
sangre, si fuere posible, nuestras ingratitudes. Lanzad, oh dulcísimo Jesús,
sobre nosotros las saetas de vuestro amor, para que amándoos en este mundo
vayamos á continuar este amor en la eternidad.
ORACIÓN PARA TODOS
LOS DÍAS
Oh
Santísima Madre de la Salud cuyo tierno corazón puede decirnos mucho mejor que
el grande Apóstol ¿quién sufre sin que yo lo compadezca? glorificada seáis
porque tan a menudo y tan admirablemente hacéis brillar vuestra poderosa
intercesión, para alivio y curación de nuestros dolores corporales. Vos sois
para nosotros todos y para todas nuestras enfermedades un remedio vivo y
continuado al paso que la piscina probática de Jerusalén, no ofrecía la salud
sino de tarde en tarde y solo á aquel que tenía la fortuna de bajar el primero
cuando el ángel del Señor había agitado el agua. Bendecimos mil y más veces a
vuestro divino Hijo que hace manar de Vos, como en otro tiempo de su divina
persona, durante su vida mortal, una virtud secreta que remedia todos los
males, y le pedimos que esa virtud nos la haga especialmente conocer en los
males que afligirán á nuestra alma en la hora decisiva en que tocaremos la
eternidad. ¡Oh dulce Virgen de la Salud, con maternal bondad dignaos recoger el
último suspiro del que se encomienda á Vos con confianza, haciendo que en el
momento supremo, gustemos en toda su extensión la eficacia de tu patrocinio,
Salud de los enfermos, rogad por nosotros.
Luego
se dicen tres Ave Marías en esta forma:
Dios
te salve María, poderosísima Hija de Dios Padre, Virgen purísima antes del
parto, en tus manos encomiendo mi fé para que la alumbres. Dios te salve, María
etc.
Dios te salve María, santísima Madre de Dios
Hijo, Virgen purísima en el parto, en tus manos encomiendo mi esperanza para
que la alientes. Dios te salve, María, etc.
Dios
te salve María, amorosísima Esposa de Dios Espíritu Santo, Virgen purísima después
del parto, en tus manos encomiendo mi caridad para que la inflames. Dios te
salve María, etc.
Dios
te salve María Santísima, templo y sagrario de la Santísima Trinidad, Virgen
concebida sin la culpa original.
PRIMER DIA
¡Oh María,
Madre de la Salud eterna! ¿Quién podrá medir "la longitud, latitud, altura
y profundidad de vuestra misericordiosa bondad?" vuestra compasión para
nosotros parece aumentar de siglo en siglo, habiéndose manifestado en el
principio de la Iglesia, como la estrella de la mañana, en medio de las nubes: después
como la luna en todo su esplendor y al presente, brillante con toda la claridad
del astro del día. Oh, Vos á quien llamamos con inefable agrado, consuelo de
nuestra vida, y nuestra esperanza en las penas; Vos de quien el Señor se vale
para cambiar en alegría nuestras tristezas y pesares, como en otro tiempo se
valió de la piadosa Esther, para consolar y socorrer á su pueblo, socorrednos
siempre en nuestras aflicciones y penas ¡acoged favorablemente á vuestros
verdaderos servidores, que con sincera piedad y viva fé, imploran vuestro
auxilio! y haced que las lágrimas, penas, tribulaciones y dolores se conviertan
en provecho de los que con toda la efusión de un corazon filial, te invocan
bajo el glorioso título de Madre de la Salud.
La petición, y se concluye con la siguiente
ORACIÓN
Acordaos
oh piadosísima Virgen María, que no se ha oído jamás que alguno que recurriese
á vuestro patrocinio, implorase vuestro auxilio y pidiese vuestro socorro, haya
sido abandonado de Vos: nosotros animados de esta confianza á Vos venimos, en
Vos nos refugiamos, delante de Vos gemimos pecadores; no queráis oh Madre de la
Palabra eterna despreciar nuestras súplicas sino oídlas propicia y escuchadlas
benignamente.
SEGUNDO DIA
Oh María Madre de
nuestra Salud ¡qué presente tan agradable sois para nosotros que ya agotamos
las lágrimas y los gemidos! Madre amantísima, vuestro solo recuerdo alivia el
peso que oprime nuestro corazón, dulcifica la amargura, cura los males, y
cicatriza las crueles llagas que le devoran. ¡Tan excesivamente afligida os
habéis visto Vos misma.... Vos tan santa, Vos Madre augusta de nuestro Dios,
¿no habéis tenido que beber un cáliz de amargura capaz de atormentar toda
fuerza humana? ¿no os visteis sumergida en un océano profundo de dolor, el más
agudo? Y en esta situación sin ejemplo ¿quién no se admira de vuestra
resignación, de vuestra bondad, y de vuestro asombroso abandono á la voluntad
divina? ¿Cuál es el pecador que no se siente consolado en sus aflicciones al
ver que no obstante vuestra inocencia habéis apurado el cáliz ofrecido en
tantas amarguras, para asemejaros mejor á vuestro Santísimo Hijo inocente? Oh
Madre de nuestra Salud, aquí nos tenéis postrados atraídos de tu bondad,
experimentando un piadoso consuelo al pensar en el tierno interés, viva
simpatía y compasiva como benéfica caridad de vuestro maternal corazón. A Vos
pues recurrimos oh María para pediros el consuelo en nuestras penas, seguros de
que no quedará defraudada nuestra confianza alcanzando el remedio de nuestras
necesidades.
TERCER DIA
¡Oh Madre de nuestra Salud, llena de clemencia y de
ternura! Con cuánta razón se puede decir de Vos, como del Salvador, que vuestra
misericordia iguala al poder de vuestro patrocinio, vuestra bondad es tan
eficaz, que sobremanera excede á las exquisitas atenciones de Rebeca para con
Eliezer, pues ella os indujo á pedir espontáneamente á vuestro Santísimo Hijo
el milagro de las bodas de Caná, donde el agua fue convertida en vino, y si tal
fue vuestra solicitud cuando os hallabais en este valle de lágrimas, ¿cuál será
ahora que ya reináis con Dios en el cielo, ahora cuando nosotros tus hijos
atribulados, del fondo de nuestro corazón os rogamos humildemente que vengáis
en nuestro auxilio para remedio de nuestros males espirituales y temporales? oh
Vos cuyos sagrados labios guardan la ley de la clemencia, Vos en quien esta
noble virtud es semejante para nosotros al rocío del fin del otoño que
desciende a refrescar la tierra; Vos que os mostráis propicia á cuantos os
invocan, olvidad nuestra indignidad y dignaos sernos favorable hasta el último
suspiro.
CUARTO DIA
¡Oh María Madre de nuestra Salud ¿quién puede dudar que
sois para los mas grandes pecadores un asilo de salud, mucho más seguro que en
tiempos antiguos la ciudad de Beth sura para los que habían abandonado la ley
del Señor, y que el altar que Adonías tenía abrazado para librarse del enojo
del rey Salomón! oh y cuántas veces desarmado el Juez divino por vuestra
favorable mediación, ha podido decirnos como David á Abigail "á no ser por
vos hoy es el día que hubiera castigado de muerte á esos culpables,"
cuántas veces os habéis dignado acordaros del débil tributo de los homenajes
que os habían ofrecido unos corazones que con sobrada razón podían compararse á
la pecadora Rahab, ó á los hijos de Babilonia, y los habéis salvado no solo de
sus enfermedades corporales sino también de caer en el abismo eterno.
Multiplicad, oh Madre de la Salud, los rasgos de vuestra bondad admirable para
con tantos ciegos insensatos, como corren á su desgracia eterna, que siendo por
los estrechos vínculos de la fé cristiana, miembros como nosotros del cuerpo
místico de la Iglesia te pedimos por su salud eterna como Madre que sois del
Redentor del género humano.
QUINT O DIA
¡Oh María! Madre de nuestra Salud, Vos cuya sola palabra
bastó en otro tiempo para hacer saltar de alegría al Santo Precursor en el
vientre de vuestra Santa prima á quien saludabais, Vos que sabéis convertir en
gozo las tristezas dando salud á nuestras almas enfermas: Vos que después de
Jesús sois nuestra esperanza, permitid que sin cesar nos acordemos de vuestras
virtudes y publiquemos el encanto de vuestros privilegios, hasta que con los Ángeles
y Santos podamos poseer en el cielo la dicha de contemplaros. ¡Oh amorosa
Madre, no sin grande complacencia exclamamos aquí del fondo de nuestras almas
conmovidas de gratitud y ternura, que nuestra mano derecha caiga en olvido si
alguna vez olvidamos, dulce Virgen, ¡los sagrados derechos que tenéis á
nuestros corazones, que nuestra lengua se seque si después de vuestro adorable
Hijo no sois Vos la primera á quien alabemos! Ojalá que, acordándonos
continuamente de vuestros beneficios, repitamos con confianza: Vos que sois la
Salud de los enfermos, rogad por nosotros.
SEXTO DIA
Oh María Madre de nuestra Salud, á Vos recurrimos en todas
nuestras penas, peligros y necesidades, reconociendo un piadoso deber de
ensalzar en todo tiempo vuestro poder. Sí, augusta soberana del universo,
nuestra complacencia ser a siempre la de proclamar que el brazo del Señor ha
hecho que resplandezca en Vos su poder, que su fuerza y su imperio residen en
vuestra mano, que todo lo podéis en El, y que la gloria de las Jael y las
Judith, triunfando de los enemigos del pueblo de Dios, es apenas la figura de
la que en Vos resplandece. ¡Oh poderosa Madre, dignaos recibir constantemente
bajo vuestra protección á los que desean invocaros sin descanso! Y, sobre todo,
cuando llegue el momento decisivo, cuando aterrorizada nuestra alma se halle á
punto de presentarse ante su Juez ¡oh entonces Madre nuestra no dejéis de
defenderla contra sus enemigos alentarla, fortalecerla y recibirla, en vuestras
manos maternales, al entrar en la eternidad, para que la presentéis á vuestro
Hijo con quien seremos enteramente felices.
SEPTIMO DIA
Oh María Madre de la Salud, ensalzada como el rosal de
Jericó habéis florecido como la rosa en una fresca margen, vuestro lustre es
puro como el lirio y vivo como el de la reina de la primavera. Mas ¿quién nos
dará una idea de la fragancia de Jesús que en todas partes exhaláis? ¿quién nos
hará conocer cuanto excede el perfume de vuestras virtudes al aroma de la mirra
más exquisita, y á la del incienso más agradable? Sí, Vos sola sois la flor
escogida que, en él árido valle de este mundo habéis atraído á Vos el divino
rocío, al Justo por excelencia, al que es la Salud del mundo. Flor bendita,
Flor maravillosa, Flor medicinal, cuyo solo perfume hace que se calmen las
dolencias de nuestra alma; haced que lo aspiremos para conseguir la salud que
tanto ambicionamos: haced que corramos por el camino puro é inmaculado de los
verdaderos hijos de Dios, para tener algún día la dicha de veros en el cielo y
glorificar á vuestro Hijo por todos los favores con que habéis sido colmada.
OCTAVO DIA
Oh María
Madre de nuestra Salud, qué encantadora es vuestra hermosura á los ojos de la
fé, verdaderamente sois digna de ser llamada por excelencia la Madre del Señor;
pues estáis adornada de todas las virtudes y perfecciones que pueden hacer
amable á una criatura! ¡Qué placentero es para nosotros el poder decir con uno
de vuestros servidores, que arrebatáis los corazones que os contemplan, y
curáis las dolencias que nos afligen! ¡Qué grato nos es también expresaros el
deseo sincero que tenemos de amaros constantemente, según lo merecéis, de
preferir como Vos la belleza del alma á todo lo demás y de trabajar sin
descanso para aumentarla con el fervor de vuestra caridad! Recibid este deseo,
divina María, para alcanzarnos el cumplimiento de él. Así sea.
NOVENO DIA
Oh Madre
del Verbo eterno hecho carne para nuestra salud, os saludamos como el arcángel
"llena de gracia;" vuestro Hijo es la fuente inagotable de toda
gracia, quien fijando en Vos su primera morada, cuando vino á habitar entre los
hombres, os dio derecho para decir con toda verdad "en mí reside toda gracia,"
por lo cual vuestras benditas manos, son como un canal amplísimo por donde se
comunica toda la tierra este divino tesoro, vivificando todo lo que es árido y
haciendo que el desierto mismo florezca como un nuevo Edén. A Vos pues
recurrimos en nuestras necesidades; en Vos ponemos siempre nuestra confianza después
de Jesús; puesto que por Vos esperamos de Él aunque lo desmerezcamos por
nuestra pasada ingratitud el perdón de nuestras innumerables culpas, el remedio
y auxilio de que tanto necesita nuestra flaqueza y la perseverancia final.
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