TRIDUO AL SACROSANTO ROSTRO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
DÉCIMA
La
calle de la amargura
Que
a serlo en todo conspira
En
Jesús llora y admira
Fea
la mayor hermosura
Más
la Verónica apura
En
una heroica piedad
Contrarresto
a la crueldad
Limpiando
el Rostro, que atinta
De
sangre y sudor le pinta
La
más hermosa fealdad.
DÍA
PRIMERO
ORACIÓN
Pacientísimo
Jesús, Redentor y amor mío, me humillo y me cubro de penitente confusión al
hacerme presente ante vuestro Divino Rostro en la calle de Amargura,
ensangrentado, destrozado, afeado, y, lo que, es más, sucio de las groserías
más sacrílegas de los impíos soldados cuya vista penetro aun sobre las piadosas
mujeres que le lloraban, la tierna piedad de la Verónica, ¡Oh mi Jesús, cuanto
me duele haber dado en mis culpas el motivo a cubrir de confusión y de
ignominia! El me valga, oh Redentor mío, con vuestro Eterno Padre, a quien se
lo presento para que a su vista se mueva a perdonarme, y a protegerme en su
gracia, para detestar, enmendar y satisfacer mis ingratitudes. Amen.
Aquí
se rezan tres credos, intercalando entre cada uno:
L/: Adoro y reverencio el
pacientísimo Rostro de Jesús, Dios y Salvador mío.
R/:
Los Ángeles y Santos del cielo lo adoren y glorifiquen eternamente.
Después de rezados los
tres credos se dirán:
ORACIÓN
Dolorosísima
Madre de Jesús, María Santísima mi Señora, ¡con cuan intima gratitud, visteis,
a enterneceros más la generosa intrepidez de la Verónica, que herida de la
presencia lastimosa de vuestro preciosísimo Hijo, se dejó arrebatar a
socorrerlo en su fatiga y aliviar su ahogo para perpetua emulación de todos los
cristianos, que, instruidos en la fe, no recordamos tal hecho sin alabanza, y
sin estímulo a venerar el Rostro sacrosanto, y compadecer vuestro tierno dolor
en aquel trance. Lo que tan dichosa mujer se gangreno para vuestra protección,
lo admiran en el cielo los bienaventurados. En la tierra os pedimos nos
inspiréis los más tiernos compasivos afectos a los de vuestro pacientísimo
hijo, y a la veneración de su preciosismo Rostro, a imitación de ella, en
obsequio vuestro, gloria de Dios Padre y provecho de nuestras almas. Amen. Ave María
DÍA
SEGUNDO
ORACIÓN
Pacientísimo
Jesús, Redentor y amor mío, me enternezco de lo íntimo del alma al presentarme
vuestro Divino Rostro, cubierto de sudor y de fatiga en la calle de la
amargura, por ir a redimirme, cuyo lastimoso espectáculo saco de si, a la
piadosa y dichosa Verónica, que se lanzó sin reparo a daros un alivio tan
tenue, pero tan tierno, como limpiaros con un lienzo. ¡Oh mi Jesús! Quien se
hubiera hallado a imitar una piadosa y valiente acción de quien no podía más.
Yo Señor, os ofrezco acreditar este suspiro mío, este mi afectuoso deseo, con
esmerarme en venerar, amar y adorar vuestro pacientísimo Rostro, e inspirar
como pueda en otros, su tierno culto y desagravio. Amen.
DÍA
TERCERO
ORACIÓN
Pacientísimo
Jesús, Redentor y amor mío, solo el exceso de vuestra dignación en querer para
vos y pedirme mi corazón, puede haberlo dicho digno a refinar sus telas en su
ternura para limpiar con ellas vuestro Divino Rostro, como si lo estuviera
viendo, compadeciendo y adorando en la calle de la Amargura, deseando con ansia
allí aun mejorar el lienzo tresdoblado con que lo alivio la dichosa Verónica, ¡Oh
mi Jesús! Deseo ser merecedor de que imprimáis en mi corazón, vuestro Rostro
tiernísimo, y que jamás se borre, para estar siempre amándolo y contemplándolo,
anticipándome la gloria que los Ángeles tienen en mirarlo, sin hartarse de
verlo, pues siempre lo desean. Yo deseo verlo y mirarme en él, amándole
eternamente. Amen.
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