TRIDUO DEVOTO A SANTA MARIA DE GUADALUPE
DIA PRIMERO
ACTO DE CONTRICIÓN
Amorosísimo Dios Trino y Uno, Padre, Hijo y Espíritu Santo, en quien creo,
á quien amo, y en quien espero; yo conozco que siendo vos mi Padre no os he
amado; que siendo mi Redentor os he despreciado; que, siendo mi Bienhechor, no
os he correspondido: conozco que me he olvidado de que soy hijo vuestro, de
seros fiel, de seros agradecido. Pésame, Dios mío, con todo mi corazón de todos
mis pecados; los aborrezco y detesto sumamente, porque son contra vuestra voluntad,
y porque os ofenden a vos, bondad suprema. Espero de vuestra misericordia infinita
el perdón de ellos, y espero también la gracia, que, por intercesión de María,
os pido de no más ofenderos. Y vos, Virgen Santísima de Guadalupe, qué de tantas maneras mostráis ser nuestra
Madre y Abogada, dignaos representar a vuestro Dios y nuestro, que somos
vuestros hijos; dignaos procurarnos el logro de aquel bien, por el que ruego a
Dios hacerse hombre, en vuestras purísimas entrañas, pues con tal que
queráis nuestra
salvación verdaderamente no podemos dejar de ser salvos, si de
nuestra parte cooperamos a los divinos auxilios. Amen.
MEDITACIÓN.
Consideremos, que, así como Dios Padre no pudo darnos una mayor prueba de
su infinito amor, que, enviando al mundo, para nuestra salvación a su Imagen consubstancial,
su divino Hijo; así su primogénita y predilecta Hija María Santísima, la cual después
de Dios, es quien más nos ama y más se interesa en nuestro bien; perfecta imitadora
del divino Padre, ha cuando también ella darnos su imagen de Guadalupe en
testimonio irrefragable de su amor; para que tengamos en ella un poderosísimo
asilo contra todos nuestros enemigos. Ella misma nos ha asegurado, en la persona de Juan Diego, su ternura y
constante protección. ¡Qué consuelo para nosotros tener una prenda tan grande
del amor de una Madre tan amorosa, tan poderosa, y la más amada y la más
privilegiada de Dios! ¿De quién podremos temer estando bajo su protección? Recurramos
pues a ella, y digámosle de todo corazón:
ORACION
Aquí nos tenéis á vuestros píes, amorosa Madre, llenos de
confianza en vuestra poderosísima mediación, y sumamente
arrepentidos de nuestros pecados. A Vos recurrimos, Virgen Santísima de Guadalupe, como
criaturas las más menesterosas: oíd las voces de quien os llama, abrid el seno
de vuestra misericordia á quien es tan miserable, alargad la mano al que caído
os invoca para levantarse, concedednos la gracia, que ahora os pedimos:
hacednos conocer vuestras virtudes para imitarlas, vuestra grandeza para amaros
y alabaros eternamente. Amen.
Aquí
se rezará tres veces el Ave María γ Gloria Patri, y después se dirá:
Dios te salve, Hija de Dios Padre:
Dios te salve, Madre de Dios Hijo:
Dios te salve, Esposa del Espíritu
Santo:
Dios te salve, Templo y Sagrario de
la Santísima Trinidad.
Después
se rezará ά la Santísima Trinidad la siguiente:
ORACIÓN
Oh poderosísima, sapientísima, y amabilísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, os adoramos os alabamos y os rendimos gracias por habernos dado
en la milagrosa Imagen de Guadalupe una señal tan grande de vuestro poder, una prueba
tan clara de vuestra sabiduría, y una muestra tan auténtica de vuestro amor.
Alumbradnos, Santísima y misericordiosísima Trinidad, para que conozcamos y
amemos a la que nos habéis dado por Madre y Abogada; y concedednos la gracia
(N. N.) que ahora por su intercesión y méritos humildemente os pedimos, si ha
de ser para mayor gloria vuestra y bien de nuestras almas. Amen.
Aquí en silencio y
con filial confianza, se pide la gracia particular que cada uno desea.
ORACIÓN
¡Oh Inmaculada y
purísima Virgen Santísima, Hija predilecta del divino Padre, Madre amantísima
del Hijo, y Esposa carísima del Espíritu Santo! Trono excelso de la divina
majestad, templo Augustísimo de la divinidad; morada gratísima de la Santísima
Trinidad: Sea eternamente bendito Dios Padre, que entre todas las hijas de Adán
os escogió por su predilecta Hija, y se complace tanto en vos, que ha
depositado en vuestra mano todos los tesoros de su omnipotencia. Bendito sea el
divino Hijo, que entre todas las mujeres os escogió por su amantísima Madre, y
en recompensa de la vida temporal que le disteis deprimió en vuestro seno las
inagotables riquezas de su sabiduría. Bendito sea el Espíritu Santo, que, entre
tantas almas, os escogió por su dilectísima Esposa y en dote de su amor os dio
la plenitud de su infinita
bondad. ¡Oh
Hija digna de tan grande Padre!
¡Oh Madre digna de tan grande Hijo! ¡Oh Esposa digna de tan grande Esposo!
Seáis vos también eternamente bendita, porque siendo trono, templo y morada de la
Santísima Trinidad, adorada en toda la Corte Celestial, habéis venido a buscar en
la tierra entre los hombres un Templo, en que colocar vuestra amabilísima Imagen,
para que sea ella fuente universal de las gracias, luz para los ciegos, salud
para los enfermos, socorro para los pobres, consuelo para los afligidos, refugio
para los pecadores, alegría para los atribulados, y asilo contra todos los
asaltos de las potestades infernales. Acordaos, Virgen María, que Dios os ha hecho tan grande, para que podáis
socorrernos a nosotros miserables pecadores; acordaos que para esto habéis venido
a la tierra, y habéis prometido mostraros Madre piadosa á todos aquellos que
recurran á vos. Á vos recurrimos pues, Madre misericordiosísima, y os pedimos
por el amor que os ha tenido el sumo Dios, nos alcancéis del Padre una fé tan
viva, que jamás pierda de vista las máximas eternas: del Hijo una esperanza tan
firme que siempre aspire con todo esfuerzo á la gloria que él nos compró con su
sangre: del Espíritu Santo una caridad tan inflamada, que vivamos siempre
amando al sumo bien y a Vos Virgen Santísima, hasta que por vuestra intercesión
podamos un día amarle y bendecirle en la gloria de los Santos. Amen.
Se dirá la Salve à María Santísima por la conversión y
salud de los indios después el Himno que sigue, γ las Letanías de nuestra
Señora, y acabadas estas, la antífona con la oración
HIMNO
Tres veces del Guadalupe,
Para bien del indio suelo,
Una nube desde el Cielo
Descendió sobre la cumbre.
Bella y esplendente lumbre
Por do quiera derramó;
Y todo el monte se vio
En un vergel convertido
De flores mil revestidos
Que antes jamás nunca dio·
De aquella nube salía
Voz suave y celestial,
Y un acento divinal
Que inundaba de alegría.
Vos erais, Virgen Mar/a,
Quien desde la nube dabais
Voces, con que nos llamabais
Para adoraros allí,
Demostrándonos así
Lo mucho que nos amabais.
Levantóse finalmente
En aquel mismo lugar
Un Templo, donde morarOs plugo perpetuamente.
Todo el pueblo felizmente
Allí por Vos, ¡Oh portento!
Recibe bienes sin cuento,
El pecador esperanza,
El justo su confianza,
El triste contentamiento.
Aquí pues. Madre divina,
Ostentadnos bondadosa
Vuestra piedad generosa.
Que a nuestro amor os inclina
¡Ah! Vos, fuente peregrina,
De do manan los raudales
De las gracias celestiales;
Sed para mí, siempre viva;
Y vuestra virtud activa
Me libre de eternos males.
ORACIÓN
Oh Dios mío, que, puestos bajo el singular patrocinio de la Virgen María,
quisisteis llenarnos de continuos beneficios: Concede a tus indignos siervos,
que, así como ahora nos congratulamos de su memoria en la tierra, así logremos de
gozar de su vista en el Cielo, por Cristo Señor nuestro. Amen.}
SEGUNDO DIA
MEDITACIÓN
Consideremos, que, así como el divino Hijo. movido de su infinita caridad hacia
los hombres, bajó á la tierra para salvarlos y librarlos de la eterna muerte; así
su Santísima Madre llena de amor hacia los miserables hijos de Eva, viene a la
tierra a buscar a sus más humildes y desamparados devotos. Imitando esta Madre
amorosa al divino Redentor, escogió un pobre y rudo indio, para manifestar por
su medio á los grandes su voluntad; con este fin se le aparece visiblemente, llámale
con el dulce nombre de Hijo, y en su pobre manto deja impresa su amabilísima
Imagen, en prenda de su amor y seguridad de sus promesas. ¡Buen Dios! ¡Qué
consuelo para nosotros saber que somos tan tiernamente amados de la Santísima
Virgen! ¡Quién podrá desconfiar de tan amante y poderosa Madre! ¿Y quién podrá
dejar de amarla?
ORACION
¡Ah! ¡Sí Madre amantísima, son ciertamente grandes y
señaladas las pruebas que siempre nos habéis dado de vuestro amor, para que
podamos dejar de corresponderos con los más fervorosos afectos! Más si el
entendimiento se halla convencido de esta obligación, el corazón arrastrado de
los objetos sensibles rehúsa someterse y rendirse a su cumplimiento, y con la más
horrible ingratitud permanece indiferente y frio para con Vos. ¡Ay! Romped esta
funestísima ilusión: quitad el velo seductor que nos impide el arder en vuestro
amor. Somos ciertamente indignos, es verdad, de esta gracia, porque somos
pecadores; pero acordaos también de que somos vuestros hijos, y de que como a
tales, fuimos recomendados a Vos por vuestro Hijo en el calvario, y redimidos
con su preciosísima sangre. ¡Oh mediadora poderosísima de la gracia, Madre de
la vida, fuente y principio de todos los bienes! Alcanzadnos que seamos
admitidos ante el Trono de vuestro Hijo, a fin de que aquel que recibimos un
día por Vos, por Vos nos reciba ahora, y nos conserve por vuestra intercesión
en su gracia, y después de la muerte nos reciba en su gloria.
TERCERO DIA.
MEDITACIÓN.
Consideremos, que, así como el Espíritu Santo descendió sobre los
discípulos del Señor en forma de fuego para encenderlos á todos en el amor
divino, para santificarlos e iluminarlos; así su celestial Esposa María
Santísima, y Madre del divino Amor, baja en el nuevo mundo en medio de
una encendida nube llena de clarísima luz, vestida del sol, cubierta de
estrellas, y con la luna bajo sus pies, á fin de encender a aquellos pueblos en
el amor divino, iluminarlos y santificarlos; para que conozcan y amen al único
y sumo bien. ¡Cuántos han experimentado estos maravillosos efectos recurriendo
a María Santísima Las tinieblas de los errores que ofuscan alguna vez nuestro
entendimiento, la tibieza en el servicio divino que enfría nuestra voluntad, y
las amarguras que oprimen nuestro corazón, se disipan y desvanecen por las luces
y calor que esta divina Madre comunica a todos aquellos que recurren a ella:
recurramos pues á esta benéfica Madre, y digamos con todo el afecto de nuestro
corazón!
ORACIÓN
¡Oh Virgen
Santísima! Vos, que con el Espíritu Santo gozáis la dignidad y el amor de
Esposa: Vos que con vuestros dulcísimos atractivos supisteis apresurar su venida
al mundo: Vos, que abrasada de un hermoso fuego habéis comparecido en un
dichoso incendio de caridad para inflamar los corazones fríos con el amor
divino: rogadle Vos, que con una de sus santas llamas encienda nuestros corazones,
y los limpie de todas las impurezas y afecciones terrenas: Vos, que tanto
deseáis que todos ardan en el amor divino, hacednos esta gracia, que no sabéis ni
podéis negar; para que podamos comenzar en esta vida, lo que por vuestra intercesión
esperamos continuar eternamente en la otra.
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