TRIDUO EN REVERENCIA
DE LA
INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
BAJO LA ADVOCACIÓN
DE
NUESTRA SEÑORA DE EL PUEBLITO
ACTO DE CONTRICIÓN
¡Dios
mío! bondadoso criador del universo, tú
que, para regenerar al género humano, descendiste del cielo, dejaste tu asiento
en la morada de los ángeles, para salvarnos muriendo por nosotros en una
dolorosa cruz; aquí tienes delante de tí una criatura que errante, lejos del
sendero de tu santa ley, se ha dejado arrastrar de la funesta ilusión de las
pasiones culpables, heme aquí reducido a solo sentir el amargo peso del
remordimiento; he aquí deforme un ser a quien tú adornaste con los
inapreciables encantos de la redención espirando por él entre dolores, en el
ara santa, en el Calvario. Heme aquí humillado, sepultado en el fango del
crimen y sujeto al horrible aislamiento de la culpa. Estoy sin fuerzas, el
desfallecimiento que engendra el pecado se ha apoderado de mí. y debilitado, apenas
he podido levantarme de entre las sombras de mis desórdenes para venir a tí que
eres la luz, la fuente sacrosanta del bien, y que lava los pecados del mundo. ¡Señor!
estoy arrepentido de mi detestable ingratitud, me pesa el olvido de los santos
deberes que me has impuesto para mi salvación. Perdóname. Dios mío torna a mis
tus ojos desde la cruz, lávame' Señor, hazme de nuevo digno de tí: si mis pasos
han sido guiados por el error, si me he dejado dormir en los brazos de la culpa
y han podido deslumbrar mis ojos los halagos y funesto brillo de los placeres mundanales,
¿no eres tú mi tierno padre para perdonarme si a tí vengo arrepentido? ¿no eres
tú el Dios fuerte, el Santo de los
santos,
Dios misericordioso! ¿no eres el mismo que corre solícito tras la oveja
extraviada del redil? ¿no eres tú quien la lleva gustoso sobre sus hombros y la
vuelve al seno de sus demás felices compañeras? Sí, Dios mío, tú que apuraste
hasta las heces el cáliz del dolor por redimirnos, oye el ruego doliente que á
tí elevo desde el fondo de mi profundo abatimiento, has que germinen en mi alma
la fé, la ardiente caridad, y no permitas se aleje de mi corazón, la consoladora
esperanza de tus bondades. No elevo á tí el ruego de mi corazón arrepentido sin
una mano pura que te lo presente, no, lo he puesto en las purísimas de aquella
a quien la diste el título de madre, la esposa del Espíritu Santo, la hija del
Eterno Padre. Con tan tierna medianera, con tan amable protectora ¿desesperaré
de tu auxilio? no, ella, fuente de la gracia, lirio gentil del celestial Edén,
refugio de los pecadores; rogará por mí, intercederá por el hombre caído, y tú
reclamarás sobre él el tesoro de tus bondades; no más seguiré las huellas del
pecado, no más correré extraviado tras, el vicio, y llorando diariamente mis
deslices, cuando me llames á tí, te alabaré sin cesar, y cantaré con el ángel
tus misericordias por toda una eternidad. porque tú eres la salud, el refugio, el
amparo, la Madre mas tierna y cariñosa, la estrella que nos guía, la rosa cuyo
perfume se siente en todas partes, el iris de la paz que anhela el corazón en
medio de las borrascas de la vida. Jamás, porque tu eres la compasiva medianera
que tiene el hombre allá en el cielo, jamás, porque a mas de que aceptaste el
amargo sacrificio de la muerte de tu Hijo adorado, por sumisión a la Voluntad
del Eterno, fue también porque ese sangriento holocausto salvaba a los que en
medio de tu dolor llamaste con indecible ternura “Hijos míos”. Jamás porque tu
anhelo es el hombre desgraciado, y porque eres la más santa de las santas la
más pura de las vírgenes, la rema en fin del género humano; rema adorable cuyo imperio
se extiende en favor de todos los que te llaman, de todos los que te imploran, de
todos los que á tí dirigen su plegaria Por esta razón, madre incomparable, á tí
dirigimos nuestras oraciones: bien ves las necesidades que nos cercan, eres
fiel testigo de cuanto nos aflige, y pues eres nuestro
único consuelo, la sola que puede curar nuestros dolores, acepta benigna nuestras
lágrimas que humildes deponemos a tus pies, y generosa concédenos tu bienhechor
auxilio. Amén.
PRIMER DIA
Desde
el instante en que para bien del género humano ¡olí Virgen admirable! Fuiste elegida,
madre de Dios, el ángel canto con arpa de oro tan tierno nombramiento, humilló
su frente lleno de gozo delante del Eterno y un himno universal en la región celeste
celebró tan feliz nueva. El Dios de las naciones, quedó contento de su noble hechura,
te adornó de sus gracias, ciñó tu frente con la diadema de la santidad, y bella
flor trasplantada en este valle, el grato perfume de tu virtud se extendió en
la triste mansión del hijo de Adán; embelleció su sombrío recinto y este miró
en tí a la tierna medianera, a la generosa abogada que ante el Dios de la
justicia rogara por él. Te vio
más resplandeciente que la aurora, más apacible que la argentada luna, más pura
que el lirio recién abierto, más blanca que la nieve de las montañas, más
graciosa que la rosa, más bella que el rubí, más capta que los ángeles, y
enajenado con solo el encanto de tu dulce nombre, su voz no fué ya el triste eco
del dolor, sino el acento de un hijo que viendo en tí la madre más amable y la única
más cariñosa, corre hacia ella para enjugar su llanto Tú le recibes bajo tu amparo,
tú le cubres con tu manto, tú le alumbras con tu refulgente luz, tú le ayudas
con tu mano protectora, y derramas en la herida que en su corazón han hecho los
pesares, el saludable bálsamo da la consolación. Y cuando en tí ha encontrado su
único y seguro refugio; cuando en tí solo ve en fin a su amable corredentora, la
que ha roto las cadenas que lo sujetaban al averno, ¿desterrará de su corazón el
amor hacia ti? ¿no doblará la rodilla en tu presencia cuando el ángel mismo adora
sin cesar enternecido? ¡Oh madre dulcísima! antes que este crimen se apodere de
nuestra alma, antes que en nuestro corazón se abrigue el impuro amor a las
criaturas, antes que se olvide de tí, permite que la muerte sorprenda nuestros pasos,
porque no amarte sería lo mismo que desconocer tus bondades, las únicas que
pueden salvar a un desgraciado, seria corresponder con la más culpable
ingratitud á tí que eres nuestro bien, á tí que a pesar de nuestros deslices,
diariamente nos das pruebas del más tierno amor. No, madre mía, no, al contrario,
enciende en nuestro corazón un amor inextinguible hacia nosotros, has que en él
arda constantemente, que ese fuego, sagrado, sea la lámpara bienhechora que le
ilumine en sus funestas borrascas, has que nuestro pensamiento solo en tí se
ocupa, solo en ti se fije: el error no entrará jamás en él, los labios no sabrán
repetir más, que tu nombre santo, y amándote hasta la muerte, iremos a cantar tus
virtudes y tu amor, gozando de tu agradable vista en el hermoso diamantino
cielo donde habitas. Aman.
DEPRECACIÓN
Eres
refulgente estrella,
Eres
cándida azucena,
Luna
sin menguante, llena
Virgen
pura, santa y bella:
Prudentísima
doncella
Inmaculada
María,
Del
pueblo fiel, norte y guía,
Alva
que luces destella
Y
contra el dragón centella
Que
quebranta su osadía.
¿Y
eres
también madre mía
Sí,
recordad que Jesús,
En
el árbol de la Cruz
Y
en su postrera agonía,
En
aquel tremendo día
Que
su heredad redimió,
Cuando
al discípulo vio
Con
tierno acento te dijo:
"Mujer
mirad ahí a tu hijo"
Y
en él también de mí habló.
Tú
lo entendiste, Señora,
Lo
aceptaste, y clamo á vos
Virgen
madre, cual no hay dos
Tú
eres mi corredentora;
¡Oh
María! brillante aurora
Pues
interceded por nos:
Aplaca
al juez soberano
Dadnos
tu auxilio, y velos
Aparta
la ira de Dios
De
tu pueblo Queretano.
ORACIÓN FINAL
Dígnate
madre amantísima aceptar nuestra humilde oración; lleguen a ti nuestros ruegos,
y. concediéndonos lo que en ella te pedimos, haznos dignos imitadores de tus
virtudes para que te alabemos después eternamente. Amén.
SEGUNDO DIA
Madre
tiernísima de los pecadores, tú en cuyas manos ha puesto el Eterno los tesoros de
las gracias para repartirlos a los que se acogen a tu amparo: tú, castísima esposa
del Espíritu Santo, ven en nuestro socorro. Apenas hemos emprendido la carrera
de la virtud, apenas hemos abjurado el vicio, desterrado del corazón la
inclinación al mal, el espíritu maligno se esfuerza más y más en perseguirnos,
constantemente presenta a nuestros ojos mil objetos que puedan seducir nuestra
naturaleza, siempre débil para ceder bajo el yugo ominoso dé su funesto
imperio; pone a nuestros pies todos los tropiezos que puede acumular para
obtener el triunfo detestable a quien aspira. Enemigo do Dios, todos sus esfuerzos
se emplean en alejarnos de ese soberano ser; en privarnos de la visión amable
del supremo Hacedor y sepultarnos en sus eternos calabozos, allí donde arde el
fuego perenne encendido por la cólera Divina; allí donde solo se escucha el
eterno gemido, el espantoso crujir de dientes, donde se vive entre dolores, morada
luctuosa de la desesperación de donde está desterrada hasta la esperanza de
la muerte. Por tanto, madre mía amantísima, recíbenos bajo tu amparo cúbrenos
con tu manto, pues a ti nos acogemos, que eres fuerte columna indestructible de
virtud: has que en nuestro corazón no se abrigue sino el amor a ti y a tu hijo
santísimo; has que los dulces reflejo de tus virtudes hieran nuestros ojos para
que á tí sola vean, en tí sola se fijen y solo sigan tus adorables huellas que
forman el más seguro y delicioso camino que conduce a los cielos. No permitas
que el enemigo de nuestra salvación se goce en el triunfo adquirido sobre
alguno de tus hijos; pues redimidos en el calvario con la sangre preciosa do tu
hijo, y siendo nosotros recomendados por él a tí que enmedio del dolor, fuiste testigo
de su amarga muerte al pie de la cruz, no permitirás se pierde para siempre la criatura
regenerada por él y tus dolores. Por el contrario, tú, divina madre de
los pecadores, fortalece nuestro corazón con la virtud. ¡Virgen sin mancha!
aleja nuestros pasos del sendero del mal: tú, predilecta celestial, heroína que
domaste la cabeza de la infame serpiente, ahuyenta al espíritu de las
tinieblas. Madre de la gracia, ¡has que nuestra vida sea una constante
imitación do tus adorables! virtudes, y
ellas después do este destierro nos lleve a cantarte por toda la eternidad.
Amén.
DIA TERCERO
¡Oh
Madre de la gracia! ¡Oh celestial doncella escogida entre las hijas de Adán,
para ser la salud del genero humano, siendo Madre del que nos redimió en la
Cruz! ¡Oh Virgen incorruptible, preservada de la culpa original! ¡Oh fuente
preciosa de virtud! ¡Oh fuente preciosa de virtud! ¡Oh Reina! ¡Oh Señora!
Sujetos a la muerte desde que pisamos los umbrales de la vida, ella será
espantosa y aparecerá temible sin tu amparo. Eres momento solemne en que se
entabla una lucha funesta del alma que se desprende, y una naturaleza que se
aleja para siempre de las ilusiones y deslumbrantes halagos de la vida. Cuando descorriéndose ante los ojos del velo
que nos descubre una eternidad terrible; cuando se miran desaparecer rápidamente
las encrespadas olas del mar agitado de nuestra existencia y se toca en la
anchurosa playa de otra esfera, ¿qué término le espera al desventurado viajero
si tú te encuentras lejos de él? ¿quién le ayudará a anidar a esa nueva mansión
que debe tocar? su espíritu ¿cómo se lanzará en esa oscura región desconocida, sin
una mano amiga que lo lleve al delicioso eterno imperio de la luz? ¡Oh madre de
los pecadores! en este angustiado momento, se, cierren nuestros párpados en esta
vida y no veamos sino a tí sola, para siempre. Amén.
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