TRIDUO
DEVOTO
DE
LAS TIERNAS NECESIDADES O AFLICCIONES
QUE
PADECIÓ
MARIA
SANTISIMA
VIENDO
PENDIENTE DE LA CRUZ Y MUERTO
A
SU INOCENTÍSIMO
JESUS
Compuesto por un devoto de sus Dolores, y reimpreso por
cuenta de una persona agradecida a los favores recibidos de tan excelsa Reina.
Con
licencia de la Autoridad eclesiástica. Guatemala: 22 de julio de 1913.
J.
Luis Montenegro y Flores,
Srio.
Puesto de rodillas delante de la dolorosa imagen de María
Santísima, hecha la señal de la cruz, y el acto de contrición, dirá la
siguiente oración, que es para todos los días:
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Poderosa
Reina de los Santos, Madre desamparada de mi dulce Jesús, que no habiendo vivido
ni una hora desde el instante de la encarnación de tu Hijo sin tribulaciones ni
amarguras, padeciste con El tantas y tan graves pobrezas, que sin tener casa le
diste a luz en el desabrigo de un portal; con lo muy necesario le alimentaste, adquirido
unas veces de tu propio trabajo, y otras de compasivos socorros que te daban;
desnudo le viste padecer en el Calvario donde por fin te hallaste con su
difunto cuerpo pendiente de la cruz, nuevamente afligida en las tres más
lamentables necesidades de instrumentos para bajarle del madero; de sábana que
vestirle por mortaja; y de sepultura donde colocarle. Cuántas, y cuán amargas
serían en esas tres horas tus angustias, de no hallarles en lo humano remedio ni
esperanza ¡Oh si hubiera sido yo tan dichoso que las hubiera podido socorrer,
dándole a su sacratísima Humanidad la postrera honra! ¿pero qué instrumentos
habría podido ofrecerte para bajarle de la cruz, quien los dio atrevido para
que muriese en ella levantado? ¿Qué lienzo por mortaja, quien tiene necesidad
de andar vestido por pecador'? ¿Y qué sepulcro donde enterrarle, quien vive
olvidado de su muerte? Así te lo confieso arrepentido, oh atormentada Virgen; pero
quiero con toda mi alma acompañarte en ellas con las mías, para que como tuvo
tu Hijo cuidado de remediártelas, cuando más atribulada te hallabas, para
alentarme a la confianza, aunque me parezcan irremediables mis congojas, así se
compadezca de las mías. ¿Pues quién te ha buscado? ¿Quién te ha acompañado al
pie de la cruz, que no haya salido siempre consolado? ¿A quién con más
confianza debe acudir el pobre que á Tí, piadosísima Madre, como traspasada de
mayores necesidades? Y teniendo en tus manos los tesoros del cielo para
repartirlos entre los pobres, ¿cómo será posible en tu liberal misericordia,
que siendo yo el más necesitado me niegues el consuelo que te pido, resignado a
padecer esta tribulación conforme con la divina voluntad, como Tú lo estuviste,
firme al pie de la cruz? Amén.
DIA PRIMERO
Considera
a la afligida Virgen al pie de la cruz, fijos los ojos en el tierno espectáculo
de su Hijo crucificado, llagado y muerto, destilando por la herida del costado,
hasta la última gota de sangre y agua de su amorosísimo corazón, sin poderle
bajar del afrentoso leño, por falta de una escala, y de procurador que pidiese
a Pilato licencia para bajarle. ¡Oh qué ansias! Considera cuánto crecería esta
aflicción al paso que se iba acabando la tarde en que habían de quitar
precisamente los judíos del patíbulo todos los cuerpos de los ajusticiados, para celebrar
otro día su grande pascua, ¡Qué congoja sería ésta! Pero en tan alto estrecho,
más quiso la Señora acompañarle crucificado, que salir del Calvario en busca
del remedio, en que te enseñó a que nunca le dejes en tus mayores
tribulaciones; pues a quien Dios no deja, Dios no le dejará. A quien no se
aparta de su cruz, y fija en El, sus esperanzas, no le despedirá desconsolado,
El que en ella está clavado, y muerto por su amor.
Después, avivando la fe, y fijando la esperanza en la
piedad de la Virgen dolorosísima, le pedirá lo que desea. Luego le rezará tres
Salves en memoria de las tres horas que padeció estas tres necesidades, y lo
mismo hará en los otros días, y las terminará con la oración propia del día.
ORACIÓN
Desconsolada
Virgen María, corredentora universal de pecadores, y único consuelo de
afligidos, que siendo Tú la escala mística de Jacob, por donde suben tantos
millares de almas a la gloria, y bajan a los hombres todos los socorros del
cielo, no alcanzaras luego con tus poderosos deseos, ni tuvieras pronta en la
tierra una escala para desprender de la cruz al Señor clavado y muerto en ella
por nuestra vida, ¡Oh abismo ternísimo de penas! ¡Oh mar insondable de
amarguras! Mas yo te ofrezco la cruz de esta aflicción que me acongoja, que te
sirva de escala, para subir a desclavarle de mis yerros, que te lo tienen
levantado, ¡y causan esta necesidad! Por el dolor que en ella padeciste, Madre
mía, te suplico rendidamente me alcances de ese fruto dulcísimo de la cruz,
remedio en mis tribulaciones, (y
especialmente en la que ahora me oprime) que le fuere agradable a mi
amorosísimo Salvador, sin que por
ellas me aparte de su cruz, ni me
prive un instante de su divina
gracia. Amén.
Aquí
rezarás tres Padrenuestros y Avemarías con Gloria Patri, en memoria
de
las tres horas que estuvo el Señor en la cruz, y lo mismo se hará todos los
días para finalizar.
DIA SEGUNDO
Considera
a la angustiada Reina, necesitada no sólo de instrumentos para deponer de la
cruz, a su Hijo muerto; sino también de una Sábana o Sudario que vestirle por
mortaja: sin caudal alguno para comprarla, ni tiempo para ir a la ciudad a
pedirla. ¡Oh qué angustias estas! Considera cómo vistiendo a ese eterno Hijo de
la mortalidad de nuestra carne, no tuvo entonces lienzo que vestirle difunto,
ni siquiera la túnica que tejió con sus manos, y milagrosamente le crecía al
tamaño del cuerpo. ¡Qué dolor sería aqueste!
ORACIÓN
Ternísima
Virgen María, tan llena de gracia como de amarguras y penas, que además de no
tener instrumentos para bajar de la cruz a tu difunto Dueño, te hallaste
juntamente destituida de un sudario, con que enjugar sus llagas, y vestírselo
por mortaja. ¿Quién podrá Señora, conocer para sentir, cuán agudo fué para tu alma
este dolor? ¡Cuán copiosas las lágrimas
de sangre, que vertiste sin consuelo, ni humanas esperanzas de remedio! ¡Oh, si
me dieses a gustar alguna parte de la amargura que padeciste en tan grave
pobreza! Más yo te ofrezco las telas de mi corazón, aunque ingrato, con que,
vistas a tu Hijo muerto, para que su contacto me resucite, y me hermosee su
sangre. Recibid por mirra para ungirle, las lágrimas amargas de mis culpas;
porque espero que a la hora que comenzare yo a lavarle sus llagas, comenzaré a
sanarle las mortales heridas de mis yerros. Y Tú, por las angustias que en esta
necesidad tuviste, alcánzame de
su misericordia remedio en las que yo padezco; y que, purificada mi alma de
toda culpa, restaure la vestidura cándida de la gracia, de las virtudes y dones
de que me vistió en el santo bautismo, hasta comparecer sin mancha en su justo
tribunal, y consiga por ella la vida eterna. Amén.
DIA TERCERO
Considera,
cómo no habiendo tenido consuelo alguno en las dos necesidades ya dichas, se
añadió a ellas la falta de un sepulcro donde depositar el sagrado cadáver. ¡Qué
dolor ver que andaban los tiranos ministros pretendiendo licencia de Pilato,
para quitar del patíbulo los otros cuerpos de los ajusticiados, para dar
sepultura a los que habían quitado a otros la vida, y carecer entonces la
poderosa ¡Reina
de agente que le negociara licencia para bajar de la cruz el cuerpo de su Hijo,
y aun de siete pies de tierra donde depositar al que resucita a los muertos! ¡Qué
temor! No viniesen también a quitárselo de la vista, para ocultarlo donde no lo
supiese. Considera, cómo viendo vacíos y abiertos los sepulcros de los muertos,
deseando recibir al cadáver de su Creador divino, que no cabe en todo
el
Universo, y siendo Señora de todo el mundo, aun no podía entregárselo sin
permiso del juez. ¡Qué tormento sería este!
ORACIÓN
¡Oh
Madre, la más admirable de todas las criaturas! Asombro de la fortaleza, pasmo
de la paciencia, ¡y encanto de la gracia! ¡Qué más extremas y lamentables
necesidades podrán oírse, que carecer a un tiempo, y muy estrecho, de escala, e
instrumentos para deponer de la cruz a tu hermosura muerta; ¡y de sábana que
vestirle por mortaja, si no te la diese de limosna José, y de sepultura donde
depositarle por tres días, si él no te hubiese prestado el sepulcro de su
huerto! Pero yo no te presto, Madre mía, sino que desde ahora te doy con toda mi
alma, y por toda mi vida, mi 'corazón por sepulcro, aunque estrecho, donde me
lo dejes para siempre. Envejecido está de infinitos defectos, y arruinado con
mis pecados; pero quiero y propongo con todas veras, renovarlo con una
arrepentida confesión, para recibirlo sacramentado, y que lo ocupe con tu
presencia. ¡Oh! y cómo lo deseo recibir con aquella pureza de alma, aquel amor
y reverencia, aquellas ansias y encendidos afectos con que Tú lo recibiste en
tus benditos brazos, al desclavarlo José Nicodemus de la cruz, al vestirle el
sudario, y
reclinarlo en el sepulcro; y pues padeciste por mí tres horas, estas tres tan
amargas necesidades, Ínterin llegaron estos justos varones movidos de oculta
providencia a socorrerlas; por la congoja que en ellas sentiste, y el consuelo
que tuvo tu alma de verlas remediadas, te pido que te conduelas de las mías, y
me alcances la gracia que te pido, si es agradable a mi amado Jesús. Estampa,
afligida Madre, desde hoy firmes en mi memoria estas tan tiernas necesidades,
para acompañarte siempre a sentirlas, y por ellas me asistas en la necesidad
extrema de mi muerte. Amén.
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