viernes, 12 de julio de 2019

MES DE ABRIL A SAN JUAN EVANGELISTA

MES DE ABRIL
CONSAGRADO A
SAN JUAN EVANGELISTA



ARZOBISPADO
DE
SANTIAGO DE COMPOSTELA

GOBIERNO ECLESIÁSTICO S. P.
Santiago 8 de mayo de 1900.

Vistos y examinados de nuestra orden los opúsculos titulados El Mes de Abril consagrado a San Juan Evangelista y El Mes de Agosto dedicado a San Juan Berchmans, escritos por una religiosa del convento de la Enseñanza de esta Ciudad, y resaltando que no sólo no se halla en ellos cosa alguna contraria al dogma y sana moral, sino que además se descubre en todo un espíritu de piedad y sólida devoción, venimos en aprobarlos; y damos nuestra autorización para que puedan imprimirse y publicarse.

El Gobernador Eclesiástico S. P.
Lic. Eugenio del Blanco.
Por mandado de S. S. Ilma.
Manuel Sánchez,
Pro Srio.


DIA 1.
¿Cómo serían las disposiciones interiores de San Juan Evangelista, cuando el Divino Salvador, después de haber convertido el pan en su preciosísimo cuerpo se lo dió para que lo recibiese? San Juan amaba mucho a Jesucristo y es de creer que, con esta primera Comunión dada por el mismo Divino Salvador, se aumentaría muy notablemente el amor del discípulo por el Maestro. ¿Qué disposiciones llevo a la Comunión? ¿ofrezco siquiera al Señor el deseo de tener mi alma limpia, llena de fe, humildad y amor, como la tenían los Santos al comulgar?

SÚPLICA
Bienaventurado San Juan Evangelista, que tuvisteis el singularísimo y precioso privilegio de ser especialmente amado de Nuestro Señor Jesucristo: yo me gozo de esta predilección, con que Nuestro Señor os quiso honrar y distinguir; pero, Santo mío, os habéis de interesar mucho por mi alma y me alcanzareis de ese mismo Señor a quien tanto amasteis en la tierra y amáis ahora en el Cielo, una centella del amor en que se abrazaba y abrasa vuestro corazón por Jesucristo: escuchad mi ruego é interceded por mí.

Práctica: Ofreceré las disposiciones que tenían los Santos al comulgar, deseando tenerlas yo iguales, cuando vaya a recibir a Nuestro Señor.




DIA 2.
Cuando San Juan tuvo su cabeza reclinada sobre el pecho de Jesucristo, sentiría los latidos de su Corazón adorable... Amando como amaba al Salvador, ¿qué efecto haría en su alma aquel descanso en tan divina almohada, aquella proximidad a la Santísima Humanidad de Cristo Nuestro Señor? Cuando comulgo, ¿no me acerco yo a Jesucristo? ¿no puedo decir con verdad que tengo su Corazón Calidísimo dentro del mío? ¿y mis obras corresponden a esta inefable gracia?...


SÚPLICA
¡Oh bienaventurado y dichoso discípulo de mi Divino y amado Salvador! ¿qué experimentasteis cuando tan dulce y confiadamente recostado sobre el Corazón de Nuestro Señor, sentíais el calor de aquel volcán infinito de amor? Santo querido, por lo que entonces gozasteis, y por el aumento de caridad que allí tendría vuestra alma, interesaos por la mía, y alcanzadme caridad, aumento de amor a Jesucristo, porque el amor lo facilita todo, lo allana todo, y sobre todo está. Jesucristo es infinitamente digno de nuestro amor... y mi corazón es tan pequeño, tan frágil; ¡que de ahora en adelante sea todo de Dios!

Práctica: Muchos actos de fe y de amor, antes y después de comulgar.




DIA 3
¿Qué sentiría San Juan en su corazón, cuando Nuestro Señor Jesucristo dijo que uno de los que estaban a la mesa le había de entregar? ¿No desgarraría su corazón una profunda pena? Temería por sí mismo, y se añadiría en extremo de que semejante injuria se hiciese a aquel Señor, a quien tanto amaba. ¿Temo yo (teniendo para ello tantos motivos) ser infiel a Jesucristo? ¿me aflijo de las ofensas que se le hacen? Donde hay indiferencia, no hay amor.


SÚPLICA
No permitáis en mí, bienaventurado Apóstol y Evangelista San Juan, la indiferencia, la frialdad, la tibieza para con mi Divino Salvador. Santo querido, por aquel encendidísimo fuego de caridad de que participasteis, al estar reposando vuestra cabeza sobre el pecho de Jesucristo, alcanzadme a mí, pobre y frágil criatura, una centella de ese fuego divino y que prenda en mi corazón, dando con mis obras enteramente conformes a la voluntad de Dios testimonio de mi amor.

Práctica: Haré con el fin de agradar a Nuestro Señor todo cuanto haga en el día y siempre.






DIA 4
¿Cuál sería el motivo del amor especial con que Nuestro Señor Jesucristo distinguía a San Juan? El Santo Evangelio dice que este Apóstol era virgen y esta virtud de la pureza es sumamente amada de Jesucristo. ¡Cuánto se fortalecería esta virtud de la castidad en San Juan, con la intimidad y tierno amor que tenía a Nuestro Señor! ¿Amo yo esta preciosísima virtud que, por la infinita bondad del Señor he hecho voto solemne de guardar toda la vida? ¿pido a Dios gracia para ser fiel en cumplir lo prometido? ¿amo con todo mi corazón al que es fuente y principio de toda pureza?

SÚPLICA
Gloriosísimo Apóstol S. Juan, vuestra virginidad, vuestro amor a esta celestial virtud, robó el Corazón de Jesucristo. Os amó con tanta predilección, os permitió tener vuestra cabeza sobre su pecho, por vuestra singular pureza. Pues bien, Santo mío, rogad por mí y alcanzadme un grande amor a esta virtud y mucha fidelidad en cumplir con la mayor perfección que pueda el voto santo de castidad que hice en mi profesión. ¡Oh! Si amo a Jesucristo, todo lo haré según su santísima voluntad.

Práctica: Siempre que comulgue diré la fórmula de los santos votos.



DIA 5
San Juan debió agradar mucho a Nuestro Señor Jesucristo no sólo por su pureza, sino también por su humildad. Cuando cuenta en su Evangelio las distinciones que recibía de Nuestro Señor, no las dice nombrándose a sí mismo sino «el discípulo que amaba Jesús»; ¡qué lejos estaba de enorgullecerse y anteponerse a los demás! ¿Cómo practico yo esta virtud de la humildad, fundamento de todas
las demás virtudes? ¿me resiento, me da pena, si veo a las demás preferidas a mí?

SÚPLICA
Mi amado protector, San Juan Evangelista, muy necesitada estoy de esta virtud de la humildad; bien sé que sin ella no puedo agradar a Nuestro Señor, ni dar paso en la perfección de la vida religiosa; pero, Santo mío, nuestra natural inclinación a la soberbia es grande y yo veo que, a pesar de mis buenos deseos y propósitos, la práctica no corresponde a las inspiraciones santas, que recibo de Nuestro Señor. Por lo que sintió vuestro corazón al estar tan cerca del de Jesucristo, alcanzadme que, por amor al mismo Señor, yo practique la verdadera
humildad.

Práctica: No hablar de mí misma y recordar estas palabras: «¿Qué tienes que no hayas recibido?»




DIA 6
¡Con qué atención escucharía San Juan todas las palabras que Jesucristo Nuestro Señor dirigió a sus Apóstoles, en aquella memorable noche! No sólo tendría este amado discípulo su atención fija en lo que escuchaba, sino que lo grabaría en su corazón: por eso sin duda tuvo valor para estar al pie de la Cruz. ¿Cómo oigo yo la palabra de Dios? ¿la grabo en mí corazón? ¿atiendo a las santas inspiraciones que vienen a mi alma? ¡Cuántos motivos tengo de humillarme y confundirme!

SÚPLICA
Bienaventurado San Juan Evangelista: Escuchasteis muchas veces las divinas enseñanzas de Jesucristo y ¿qué sentía vuestro corazón? ¿no se aumentaba en vuestra alma el bendito amor, que ardía en ella, por ese mismo Señor que con tanta caridad os enseñaba? ¿Ciertamente que se aumentaría y esto os pido yo hoy? Santo mío; que aumente en mí cada día el amor a Jesucristo y que todo lo que oiga, lo que hable, lo que sufra, sea leña que haga crecer este fuego celestial
en mi corazón.

Práctica: Muchos actos de amor.




DIA 7
San Juan estuvo cerca de la Cruz donde clavaron a Nuestro Señor. San Juan amaba mucho a Jesucristo; ¿cómo estaría allí su corazón? El amor le dió fuerzas para presenciar aquel espectáculo admirable y dolorosísimo... Jesús en la Cruz... y la Virgen en pie junto a la misma Cruz. ¿Cómo sigo yo a Jesucristo por el camino de la Cruz? ¿sé estar firme sufriendo con valor, y unida a Jesucristo? ¡Ay! que en la práctica veo cuánta es mi flaqueza y miseria!

SÚPLICA
San Juan Evangelista, mi amado protector, yo bien lo sé; seguir a Nuestro Señor por el camino del Calvario, estar constantemente abrazada a la Cruz, que Jesucristo nos da a la medida de nuestras fuerzas, es la verdadera señal de amor; Santo mío, que probasteis vuestro amor tan fielmente, sin apartaros de aquel lugar, donde tan terriblemente sufría nuestro amantísimo Redentor, alcanzadme a mí, tan cobarde, tan tibia, tan miserable, una centella de amor, que cambie por completo mi corazón... que en adelante nada me separe de Jesucristo, y tenga valor para todo por su amor.

Practica: Cuando tenga algo que sufrir, me esforzaré en tener una completa resignación con la divina voluntad.




DIA 8
A San Juan para perseverar junto a la Cruz en que estaba clavado Nuestro Señor Jesucristo, le ayudaría, y mucho, el ejemplo de la Santísima Virgen. ¡Cuánto se compadecería San Juan, de los sufrimientos del Hijo Divino, y de su Inmaculada Madre! ¿Por qué tengo yo tan poca firmeza en los buenos propósitos? ¿por qué no imito a la Santísima Virgen y me animo con su ejemplo a ser fiel a Nuestro Señor?

SÚPLICA
Bienaventurado Apóstol, que, con tanta fidelidad, aun antes que Nuestro Divino Salvador os confiara el cuidado de su Santísima Madre, acompañabais á esta celestial Señora, durante aquellas horas de tan intensos sufrimientos. Alcanzadme, os lo ruego, que yo recuerde con gratitud y con amor la pasión de Jesucristo, y los dolores de la Virgen María y este recuerdo me haga crecer en su amor, conforme en todo con su santísima voluntad y serles fiel hasta la muerte.

Práctica: Recordaré durante el día algún paso de la pasión del Salvador.





DIA 9
Cuando Jesucristo pronunció su primera palabra, los ojos de San Juan ¿no se fijarían en su Divino Maestro, a quien tanto amaba? Al dirigir Jesucristo Nuestro Señor su mirada y sus palabras a San Juan, dándole por Madre a la Inmaculada Virgen María ¿qué pasaría en el alma pura y en el corazón tan lleno
ya de amor de este amado discípulo? Desde entonces ¡qué aumento tan notable tendrían la caridad, y todas las demás virtudes de este santo Apóstol!

SÚPLICA
Sois, dichosísimo San Juan, hijo adoptivo de la Virgen María, encargado por el mismo Dios hecho hombre de custodiar y proteger tan preciosísimo tesoro, la Inmaculada Madre de Dios. ¡Con qué solicitud, con qué cuidado, con qué amor cumplisteis los deberes que os imponía para con la Santísima Virgen la voluntad de su Divino Hijo! Santo mío, os lo ruego muy encarecidamente, alcanzadme que yo ame mucho a la Virgen María y que desde ahora en todo y siempre, mis obras manifiesten que soy y quiero ser hasta la muerte hija fiel suya.

Práctica: Ofreceré a la Virgen Santísima mi deseo de amarla y servirla, como San Juan Evangelista.




DIA 10.
San Juan, después de oír la tercera palabra que Nuestro Divino Redentor moribundo dijo en la Cruz, es de creer que se acercaría más aún a la Santísima Virgen, como para empezar a cumplir entonces mismo la voluntad del Señor. qué afectos de gratitud por aquel don preciosísimo de dolor por el que tendría la Virgen; ¡y de amor para con Hijo y Madre tendría este bendito Santo en su corazón! San Juan cumplió fielmente los deberes que el ser hijo adoptivo de la
Virgen Santísima le imponía. Yo soy hija de la Virgen. En primer lugar, Nuestro Señor en la persona de San Juan nos hizo a todos hijos adoptivos de esta amantísima Madre; en segundo lugar, soy religiosa, y sin merecerlo, en un Instituto que le está especialmente consagrado. ¿Cómo cumplo los deberes de hija?

SÚPLICA
Quiero amar mucho a la Virgen Santísima, bienaventurado Evangelista, y probar con obras mi amor: alcanzadme que este deseo sea eficaz y constante de manera que en todos los días de mi vida aumente en mi corazón el amor a la Santísima Madre de Dios. Santo mío, ¿qué le pediréis a Nuestro Señor que no os conceda enseguida? pues interesaos por mi alma, para que, imitándoos en amar a Jesucristo y a la Santísima Virgen, en vuestra compañía los ame eternamente en el Cielo
.
Práctica: Hoy le diré muchas veces a la Santísima Virgen: «Madre mía, os doy mi corazón».




DIA 11
San Juan después de aceptar y agradecer el don que Nuestro Señor Jesucristo le hacía, dándole por Madre a la Santísima Virgen, siguió constante al pie de la Cruz; ¿qué sentimientos tendría en su corazón, cuando oyó a Nuestro Señor decir: Dios mío, ¿por qué me has abandonado? San Juan sentía los sufrimientos de Jesucristo, y los dolores acerbísimos que sufría en su alma la Santísima Virgen. ¿Siento yo lo que padeció Jesucristo por mí? ¿recuerdo con compasión
y gratitud los dolores de la Virgen María?

SÚPLICA
Fiel y santo discípulo del Señor, glorioso San Juan Evangelista, ¡cómo vuestro corazón imitaría en lo posible al de la Virgen Madre en los sentimientos de amor y compasión hacia Jesucristo, en aquellas horas de su agonía en la Cruz! Santo mío, veíais sufrir al Hijo y a la Madre y vuestra, alma tomaba toda la parte que podía en aquellos incomprensibles sufrimientos. Alcanzadme que yo también, me complazca, ame y agradezca tan infinita caridad, para que correspondiendo
fielmente a la gracia divina, eternamente ame y alabe a Nuestro Señor en el Cielo.

Práctica: Recordaré durante el día los sufrimientos de Nuestro Señor en la Cruz.




DIA 12
Tengo sed, fué la quinta palabra que en la Cruz se le oyó a Nuestro Señor; si San Juan amaba tanto a Jesucristo ¿qué sentiría al ver que no podía dar agua a su Maestro, ni el material que necesitaba su divino cuerpo, ni la de su corazón de la salvación de las almas (que era aún más vehemente) y le hacía sufrir más? La Santísima Virgen sintió intensamente no poder aliviar, siquiera con un poco de agua a su Hijo y San Juan sufriría también por lo que en esto la Virgen padecía. Yo sé que Jesucristo me pide a mí agua, es decir, me pide que le ame y que por él cumpla mis sagrados deberes. ¿Cómo correspondo yo a este deseo de mi Divino Salvador?

SÚPLICA
Bienaventurado Evangelista, discípulo tan amado de mi Divino Salvador. Mucho padecisteis al pie de la Cruz; pero y ¿cuánto se aumentó vuestro amor? Rogad por mí, y alcanzadme que sepa estar y esté firme y constante al pie de la Cruz, unida y conforme siempre a la divina voluntad, para que así crezca continuamente en mi alma la verdadera caridad y mi corazón esté abrasado en este celestial fuego hasta mi último aliento.

Práctica: Me diré a mí misma: si amo de veras a Nuestro Señor Jesucristo, todo se me hará fácil.




DIA 13
Nuestro Señor dijo aun en la Cruz, que todo estaba consumado; esta divina palabra que San Juan vería como las anteriores, le penetraría el corazón, dejando en él una enseñanza que le duraría tanto como la vida. Si Jesucristo cumplió todo lo que su Padre Celestial le encomendó que hiciera y padeciera en este mundo para bien nuestro: ¿San Juan no se esforzaría en cumplir la voluntad de
Jesucristo, en todo lo que en general y en particular le había enseñado y encargado? Indudablemente que sí. ¿Me esmero yo en cumplir la voluntad de Dios? Bien sé por dónde sin temor de engaño se me manifiesta: lo que me falta es valor para mortificarme y vencerme.

SÚPLICA
Sí, Santo mío, me venzo poco, me mortifico poco, y esto ¿por qué? Porque mi amor es tibio y frío. Alcanzadme amor, porque si amo de veras a Nuestro Señor, para todo sacrificio tendré valor y tendré constancia, porque mi único deseo será cumplir la voluntad santísima de Dios.

Práctica: Llevar con paciencia las ocasiones de mortificación que se me ofrezcan.




DIA 14
Padre, en sus manos encomiendo mi espíritu. Estas fueron las últimas palabras que Nuestro Divino Salvador pronunció en la Cruz antes de expirar en ella por redimirnos. ¿Cómo estaría San Juan al oirías, y viendo en aquel rostro santísimo de Nuestro Señor las señales de su próxima muerte? La Virgen María escuchaba y veía todo, su alma estaba traspasada de dolor... San Juan lo comprendía así ¿no sufriría intensamente? Jesucristo me enseña admirablemente cómo debo yo encomendarle mi espíritu, mi corazón, mi alma, todo mi ser todo cuanto hay en mí debo entregarle ahora, para después tener eternamente la inefable dicha de amarle y bendecirle en el Cielo.

SÚPLICA
Bienaventurado San Juan Evangelista, visteis morir a Jesucristo, y escuchasteis sus divinas palabras llenas de enseñanza y amor, que pronunció durante el tiempo que permaneció vivo en la Cruz: ¡cómo penetrarían vuestra alma! Santo mío, alcanzadme, os lo ruego encarecidamente, que yo recuerde, medite, agradezca y corresponda, a lo que esas santísimas palabras me enseñan y al amor que Jesucristo me demostró muriendo en la Cruz por mí. Esto os pido y el que os imite, en compadecer y amar a la Virgen María Madre de Dios.

Práctica: Hoy recordaré lo que Nuestro Señor padecería las tres horas que estuvo en la Cruz.







DIA 15
Después de haber expirado Jesucristo Nuestro Señor, San Juan permaneció junto a la Cruz: allí vió cómo un soldado con su lanza traspasaba el sacrosanto costado del Salvador. Se puede considerar a San Juan corno el primero en tener devoción y amor entrañable al Sagrado Corazón de Jesús. ¿No deberé yo, a imitación de San Juan, penetrarme bien de lo que es el Corazón de Jesús y amarle con toda mi alma?

SÚPLICA
Amado Discípulo del Señor, que visteis con vuestros propios ojos, abrir ese santísimo costado de Nuestro Señor, y comprendisteis (como iluminado que estabais por la luz del Cielo y por el amor a Jesucristo) lo que significaba esa misteriosa abertura: ¡ay! Santo mío; mirad que mucho deseo me alcancéis gracia para que yo conozca el tesoro inefable que tengo en el Corazón Santísimo de Jesucristo y que de él me aproveche amándole, imitándole, y uniéndome en todo a su santísima voluntad.

Práctica: Reanimaré mi confianza, acordándome del Sagrado Corazón de Nuestro Señor, tan infinito en sus divinas perfecciones... y que me pertenece.





DIA 16
De la herida hecha por el soldado en el santísimo costado de Jesucristo, ya muerto en la Cruz, vió salir San Juan sangre y agua; distinguió la una de la otra ¿por qué? Su pureza, su amor, su constancia en permanecer al pie de la Cruz, y su cariño a la Virgen Madre, le harían que tuviese tan delicada vista en su alma. De aquella fuente divina dé donde brotó el agua que purifica y la sangre que da fuerza y vigor bebió este bienaventurado Apóstol, ya desde entonces, con muchísima abundancia.

SÚPLICA
¡Qué pureza la de vuestra alma! Amado Discípulo de mi divino Salvador. Después de decir en vuestro santo Evangelio, que visteis salir sangre y agua del costado de Nuestro Señor y que dais testimonio de que así fué y que vuestro testimonio es verdadero, ¿cómo dudar de que esta maravilla sucedió? Sí, glorioso Santo, sí; nos decís la verdad y creemos, pero nos falta amor: no hay en raí aquella gratitud que para con mi Señor Jesucristo debía tener. Me dejó por Madre a su Santísima Madre, y después de este don quiere mostrarnos de una manera clara y manifiesta que nos da su mismo Sagrado Corazón, y quiere que le abran el pecho para que sepamos está la puerta franca... y nos espera.

Práctica: Pediré en la Santa Misa que se aumente en raí y en mis prójimos la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.




DIA 17
¿Qué tesoros se encierran en ese Corazón adorable de Jesucristo, que tan al por menor nos dice S. Juan fué traspasado por una lanza? Infinitos. El Corazón de Jesucristo es el Corazón de un Dios, que se hace verdadero hombre por redimirnos y salvarnos. ¡Cuánto debo agradecer y aprovecharme de este tesoro inmenso que el amado discípulo de Nuestro Señor nos muestra, al decirnos que fué herido (después de estar sin vida) el Corazón de nuestro Salvador!

SÚPLICA
Bienaventurado San Juan Evangelista, os lo ruego, enseñadme a enriquecerme con ese tesoro que me mostráis. Primero sentisteis sus latidos, teniendo vuestra cabeza reclinada sobre el pecho de Jesucristo; después visteis cómo se nos franqueaba la entrada en ese divino Corazón y las infinitas gracias que salían y saldrían continuamente de Él, figuradas por la sangre y agua, que de la herida salió. Santo mío, que apague en esta fuente divina mi sed; que ¿une, que trabaje, que sufra... unida siempre a este Santísimo Corazón.

Práctica: Me uniré en todo a Jesucristo.





DIA 18
Si está abierta la puerta del Corazón de Cristo Nuestro Señor, entremos en El. Aprenderemos allí todas las virtudes. Recibiremos gracias abundantes para poner en práctica, lo que este mismo Corazón divino nos pida de vencimiento y sacrificio.

SÚPLICA
Si rogáis por mí, glorioso San Juan Evangelista, sabré entrar en el Corazón santísimo de Jesús, permanecer en El, obrar conforme a los sentimientos, deseos y voluntad de este Corazón adorable, y hacerlo así es y será mi mayor felicidad en esta vida temporal, y sobre todo me será senda segura para contemplar y amar eternamente a mi Señor Jesucristo en el Cielo.

Práctica: Durante el día renovaré el recuerdo de la presencia de Dios.




DIA 19
Del Corazón abierto de Jesucristo aprendamos la humildad. Esta virtud es el fundamento de todas las virtudes: sin ella no se puede agradar al Señor. ¿Procuro yo adquirirla? ¿crecer en ella?

SÚPLICA
Apóstol tan amado de Nuestro Señor y de la Virgen Santísima, rogad por mí y alcanzadme que yo imite lo más que pueda, ayudada de la divina gracia, a Jesucristo, poniendo en práctica lo que este divino Salvador nos dijo: aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón. Si os interesáis por mi alma, Santo mío, no dudo de que adelantaré en la práctica de esta virtud.

Práctica: No hablar de mí misma.




DIA 20
Después de la gloriosa y triunfante resurrección de Nuestro Señor, San Pedro y San Juan, se dirigieron al sepulcro; San Juan llegó más pronto y no entró, esperó a que llegara San Pedro y éste entró primero en aquel santo lugar, donde había sido colocado el cuerpo del Señor. ¿Por qué esperaría San Juan? ¿por qué, amando él tanto a Jesucristo, no se apresuró a penetrar en aquel lugar tan digno de ser venerado por todos los que amaban al Salvador? San Juan sabía que San Pedro era o iba a ser el Vicario de Jesucristo en la tierra: la humildad, el respeto, la consideración a su edad, que era mayor que la suya, contuvieron los impulsos de su amor y de su juventud.

SÚPLICA
Que me venza a mí misma, santo y glorioso Evangelista alcanzádmelo de Nuestro Señor. Que imite vuestro ejemplo, teniendo con todos mis prójimos las consideraciones, la caridad, la tolerancia que debo tener, si he de agradar como deseo a mi Divino Salvador; esta gracia os pido hoy y, además la de que mi corazón se haga cada día más débil y más fiel a las inspiraciones de la divina gracia.

Práctica: Sumo cuidado en hablar con caridad, sin mortificar a nadie.




DIA 21
Estando una vez pescando los Apóstoles en la mar, se les apareció en la ribera Nuestro Señor Jesucristo. San Juan conoció enseguida que era Nuestro Señor, y se lo dijo a San Pedro. Sin duda que el intenso amor que San Juan tenía a Jesucristo le hacía tener tan clara vista para conocer al Salvador.

SÚPLICA
Yo deseo mucho, santo y amado discípulo de Nuestro Señor Jesucristo, tener mi alma muy penetrada de fe y de amor: de fe que me haga conocer, considerar, imitar, en lo posible, a nuestro divino modelo. Cristo Jesús, y de amor, verdadero, práctico, constante, que no disminuya ni por las tentaciones, sufrimientos y penas de que tantas veces se pueda ver combatida nuestra alma... Santo mío, que tanto amasteis a Jesucristo, alcanzadme que yo le ame.

Práctica: Dios Nuestro Señor me dió el corazón para que le ame. ¿Y no lo emplearé en cumplir este deber tan dulce y tan provechoso para mí? Este recuerdo tendré durante el día.





DIA 22
La Santísima Virgen acompañaría después de subir Nuestro Señor al Cielo a San Juan Evangelista a todos los lugares, a donde su sagrado ministerio le obligase a ir; ¡qué dulce y santa compañía para el fiel discípulo del Señor! De qué cuidados, de qué atenciones, ¡de qué cariño rodearía este santo Apóstol a la Santísima Madre de Dios y Madre suya!... ¿No puedo yo pensar que la Santísima Virgen me acompaña desde el Cielo con su protección, si se lo pido, en todo lo que haga?

SÚPLICA
¡Dichoso Apóstol! ¡tantos años viviendo con la Virgen María! decid, santo querido: ¿qué sentía vuestro corazón, al ver esta benditísima Señora y Madre de Dios tan de cerca, oiría hablar, ver y contemplar un día y otro sus virtudes admirables? ¡Oh! vuestra alma no podría soportar tanta dicha sin especial gracia del Señor! Santo mío, alcanzadme, os lo ruego encarecidamente, un amor muy grande a la Virgen Santísima y que este amor crezca en mi corazón todos los días de mi vida.

Práctica: Ofreceré la Santa Misa dando gracias a Nuestro Señor de que nos diese por Madre a la Santísima Virgen.




DIA 23
San Juan celebraría todos los días el Santo Sacrificio de la Misa. ¡Con qué disposiciones!... Daría diariamente la Santa Comunión a la Virgen. ¿Quién podrá ni figurarse siquiera, lo que pasaría en aquellos corazones, en el momento de recibir la Virgen la Sagrada Hostia, que San Juan le daba? ¿No puedo yo, al comulgar, suplir en parte mi tibieza y miseria, ofreciendo a Nuestro Señor las disposiciones de la Virgen María al comulgar?

SÚPLICA
Santo mío, ya lo veis, yo tengo muchas veces la dicha de comulgar, y lo conozco, no corresponden mis obras a este don celestial, que con tanta frecuencia entra en mi corazón: interesaos por mi alma, y por lo que sentía la vuestra al tener en las manos a Jesucristo Sacramentado y dárselo a la Santísima Virgen María, alcanzadme que, teniendo siempre un verdadero deseo de este Pan divino, lo reciba con muy santas disposiciones, durante la vida y en la hora de la muerte.

Práctica: Avivaré en mi corazón el deseo de comulgar.




DIA 24
¿Cuánto sería el dolor de San Juan al saber que la Santísima Virgen se iba a morir? Si tanto tiempo la tuvo por Madre y Maestra cariñosa y benignísima... San Juan en medio de su pena se conformaría enteramente con la divina voluntad; y atendería con el mayor cuidado a todo lo que necesitase la Virgen y a grabar en su corazón y en su memoria los encargos que esta benditísima Madre le hiciese. ¿Me conformo yo con la divina voluntad? ¿Atiendo y me fijo en lo que puedo hacer que agrade a la Virgen?

SÚPLICA
¡En qué soledad quedasteis Santo glorioso, después que la Inmaculada Virgen María fué a reunirse con su Santísimo Hijo y nuestro Divino Salvador en el Cielo! Muy intenso debió ser vuestro dolor, y sólo el considerar que así era la voluntad del Señor; a quien tanto amabais, os daría valor para carecer de aquella santa y dulce Madre... Santo mío, ahora que en el Cielo la veis, la amáis sin interrupción, sin peligro de perder esta dicha, acordaos de los que, en este mundo, donde tantos combates hay que sostener para llegar al Cielo, os piden auxilio y protección. Alcanzadme que me conforme siempre y en todo con la divina voluntad: y que pueda llegar a la bienaventurada Patria donde eternamente ame a Nuestro Señor y a la Virgen Santísima. Amén.

Práctica: Recibiré como enviadas por el Señor todas las contrariedades del día.



DIA 25
¡Con qué alegría iría este santo Apóstol, cuando lo llevaban a martirizar! La caldera de aceite hirviendo en que debían meterle, no le intimidó y salió de ella remozado. ¿Por qué temo yo los sufrimientos?

SÚPLICA
Vuestro valor, amado y glorioso Apóstol, nacía del grande amor a Dios que abrasaba vuestro corazón. Santo mío, alcanzadme amor, que ame a Jesucristo con toda mi alma, para que así tenga ánimo para hacer y padecer cuanto Nuestro Señor quiera de mí.

Práctica: Me esforzaré en ofrecer enseguida cualquier cosa, que me ocasione sufrimiento, a Nuestro Señor.





DIA 26
«Hijitos míos, amaos los unos a los otros». Palabras del glorioso Evangelista San Juan, cuando por su mucha edad no podía dirigir largas pláticas a sus discípulos. Sin amar de veras al prójimo no puede agradar a Dios el amor que le ofrezcamos. La prueba del amor son las obras; ¿es verdadero mi amor a Dios? ¿amo con verdadera caridad a mis prójimos?

SÚPLICA
La caridad, que tanto recomendabais, Discípulo amado de Nuestro Señor, que reine en mi corazón, que me haga sufrirlo todo, perdonarlo todo, y volver siempre bien por mal. Si, esta virtud, reina de todas, que no termina ni fenece con esta vida miserable, y que en el Cielo está en toda su perfección, deseo mucho se arraigue en mi alma, y vuestra intercesión me puede alcanzar esta gracia.

Práctica: En la Santa Misa rogaré y pediré a Nuestro Señor aumente en mí su amor.



DIA 27
A medida de los méritos es la recompensa. ¿Cuánta gloria tendrá, según esto, el bienaventurado San Juan Evangelista en el Cielo? Si en este mundo fué ya por el Divino Salvador tan distinguido este santo Apóstol, ahora en el Cielo ¿no serán sus súplicas muy bien acogidas por Nuestro Señor y la Santísima Virgen?
Ciertamente que sí. Debo tener una confianza muy grande en la protección de San Juan Evangelista, y pedirle con constancia me alcance amar mucho a imitación suya a Jesucristo Nuestro Señor y a la Santísima Virgen María.

SÚPLICA
Sí, confío en vuestros ruegos, Santo glorioso, y, cuánto os agradará decirle a Nuestro Señor: «me piden aumento de caridad, os quieren amar con toda el alma, con la mayor intensidad; este deseo es justo, es santo: Maestro Divino, acceded a él» ¿No es verdad, Santo mío, ¿que esto os complace? Pues bien; hoy os hago esta súplica y que me sirva, aunque no la renueve, para todos los días de mi vida: quiero amar a Dios con toda mi alma, con todo mi corazón, y probar con obras la sinceridad de mi amor y esto me habéis de alcanzar de Nuestro Señor.

Práctica: Mucha confianza en la intercesión de San Juan Evangelista.




DIA 28
¿Cuánto se interesará San Juan en que la devoción al Sagrado Corazón de Jesús se aumente y se arraigue en todos los fieles, hijos de la Santa Iglesia Católica? Santa Gertrudis, la Beata Margarita María Alacoque, el P. Hoyos, nos lo demuestran en sus escritos. Este deseo del amado Discípulo es muy natural. ¿Quién después de la Santísima Virgen y San José, estuvo en este mundo tan cerca de Jesucristo como él, que tuvo la cabeza reclinada sobre su Santísimo Corazón? Debo yo corresponder al deseo de este glorioso Santo y procurar penetrar mi alma de la sólida devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

SÚPLICA
Santo Evangelista, sí, haced que me entregue de lleno al cumplimiento de mis sagrados deberes, que todo lo haga y lo sufra por amor a mi Señor Jesucristo, y que el conocimiento de este divino Salvador, de sus virtudes, de sus ejemplos, sea el sustento de mi alma, unido a la oración y a la gracia de recibirle en el Santísimo Sacramento. Santo mío, que a estos tesoros de gracias corresponda de ahora en adelante por vuestra poderosa intercesión.

Práctica: Fidelidad en hacer con esmero las obras diarias.





DIA 29
Nuestra Madre fundadora tenía especial devoción a este Santo Apóstol. ¿No corresponderá el glorioso Evangelista en el Cielo a nuestra Venerable Madre y se interesará por la Orden que ella fundó? Seguramente que sí. ¿No mirará con predilección á ejemplo del Divino Maestro, San Juan las casas donde de una manera especial se honre el Sagrado Corazón de Jesús? Entonces, confiemos que tendrá especial interés por la Comunidad y procuremos que sea aún más agradable a Nuestro Señor Jesucristo el culto interior, de amor y de reparación que le den nuestros corazones, que el exterior de solemnes festividades, que se celebran en nuestra Iglesia, y en uno y en otro no desfallecer para su mayor gloria.

SÚPLICA
Santo y amado Discípulo del Señor: cuidad de la Compañía de María; que os amó mucho, la que la fundó. Haced que seamos fieles a la gracia de la vocación,
á la exacta observancia de las santas regias y que nos penetremos de su espíritu y nos conservemos en él, haciendo frente con valor a los obstáculos que a esto se oponen, y, Santo querido, ¿no os interesareis para que veamos pronto en los altares a nuestra Madre? ¡Oh! quizá nuestras faltas lo detienen; rogad para que, siendo fieles a la gracia, Nuestro Señor nos conceda lo que deseamos, si es su santísima voluntad.

Práctica: Esmerarme en la observancia de las santas reglas.




DIA 30
San Juan presenció la muerte de Nuestro Divino Redentor en la Cruz. Después de haberle visto agonizar ¿no será un buen intercesor para cuando nos llegue ese momento terrible? Vió también morir a la Santísima Virgen, y ¡cuánto debió sufrir!... Debo tener muy recomendado a este gran Santo se interese por mí de una manera muy especial en la hora de mi muerte.

SÚPLICA
Sí, bienaventurado Apóstol, discípulo especialmente amado de Nuestro Señor Jesucristo, hijo adoptivo de la Santísima Virgen María, sí, rogad por mí; todo lo que os he ido pidiendo en todos los días de este mes, de nuevo hoy os suplico que me lo alcancéis y que, de ahora en adelante, de una manera especial, me tengáis bajo vuestra protección, y cuidéis del aprovechamiento de mi alma, para
que la ancianidad no me sea ocasión de desfallecer y entibiarme: no, Santo mío, no permitáis en mí, que me aleje de Nuestro Señor con voluntad, ni aun por una falta leve, y que, de día en día, crezca en mi corazón la verdadera caridad. En la hora de la muerte no me abandonéis, y por lo que vuestro corazón sintió al ver morir a Nuestro Señor y a la Santísima Virgen, alcanzadme que amándolos yo con toda mi alma, arrepentida verdaderamente de mis pecados, y conforme y unida a la divina voluntad, salga de esta vida mortal, y vaya por la misericordia del Corazón Santísimo de Jesús a amarle y bendecirle eternamente en el Cielo. Amén.

Práctica: Pediré todos los días a Nuestro Señor la gracia de una buena muerte.




DÉCIMA Á SAN JUAN EVANGELISTA

Discípulo tan amado
Del Divino Salvador,
Alcanzadme mucho amor
Puro, ferviente, acendrado.
En el Corazón Sagrado
De Jesús, hacedme entrar,
En Él siempre he de encontrar
Una muy dulce acogida:
Y allá, en el fin de la vida,
Llena de amor... expirar. Así sea.
A. M. D. G.


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