NOVENA
A
SAN FRANCISCO DE SALES
Obispo y príncipe de Ginebra, y fundador de la orden de la Visitación, doctor místico y maestro del divino amor.
ADVERTENCIA PARA HACER ESTA NOVENA
Modo lugar y tiempo, es a propósito para dar gracias a Dios, y presentarle súplicas; y así siempre y donde quiera se puede hacer esta Novena; pero el Templo, Casa de Oración, ó un sitio retirado donde esté alguna imagen del Santo, promete con más seguridad el fruto de la devoción. Los días inmediatos a su Fiesta, que es a veinte y nueve de enero, parecen el tiempo más proporcionado y también será bien empezarla el martes de la solemnidad del Espíritu Santo, y acabar la Víspera del Corpus Christi, así para implorar la unción del Santo Espíritu, que llenó con tanta abundancia el corazón del Santo, como para pedir, que el Señor nos disponga para celebrar dignamente la Octava del Santísimo Sacramento, y en esta proseguir con la Novena del Corazón de Jesús, cuya devoción reconoce el origen de su nueva práctica en el devotísimo espíritu de este singular Prelado, y en su orden de la Visitacion. La materia de las Oraciones particulares de cada día, son las tres máximas principales de la doctrina espiritual de este gran Maestro de la devoción; y los seis medios con que dispuso en su corazón, las ascensiones divinas para subir a aquella anticipada bienaventuranza, y altísima unión con Dios, que logró en esta vida mortal, para que las almas al mismo tiempo. que piden, beben también su espíritu principal. El primer día se confesará y comulgará y habiéndose persignado, se dirá el Acto de contrición, después la Oración al Deífico corazón de Jesús, que es para todos los días, y luego la particular de cada día, y se concluye con la Antífona del Santo, o con los Gozos. Y el mayor cuidado ha de ser, practicando entre día la doctrina que contiene cada Oración particular.
ORACION PARA TODO LOS DIAS
Corazón amabilísimo de Jesús, que, por la abundancia de tu benignísima misericordia, y para manifestación más sensible del inmenso amor, con que miras a los corazones humanos, deseando dilatar el Reino de tu amor, y penetrar a todos de las más vivas llamas de aquel fuego divino, que viniste a encender en el mundo, enviaste a él en estos últimos siglos, en que lastimosamente se ve resfriada la devoción de muchos, al dulcísimo San Francisco de Sales, nuevo Vaso de elección, en cuyo pecho depositaste con tanta largueza los tesoros de tu luz y amor, previniéndolo con tan copiosas bendiciones de dulzura, para que hecho todo para todos, mostrase a toda suerte de gentes el camino llano y seguro de la perfecta virtud cristiana: Concédenos, Deifico Corazón, que embriagados con la dulzura de tu amor, protegidos de los altos méritos de este tú, escogido Siervo, é instruidos con sus celestiales avisos, conozcamos la vanidad de cuanto el mundo estima para despreciarla; la fealdad del pecado para aborrecerla; la preciosidad de tu gracia, para conservarla a toda costa; la grandeza y verdadera hermosura de tu ser divino , para amaros con todas las facultades de nuestras almas, y la suavidad apetecible del yugo de tu divina Ley, para que rindamos gustosos nuestra cerviz á tan dichosa servidumbre, y alcancemos con todo el conato de nuestro corazón la ligera carga de tus Mandamientos, todos amor, dulzura y verdadera libertad. Compadeceos amorosísimo Corazón de tantas almas, que, deslumbradas con los errados dictámenes del ciego y vano mundo, atraídas de los venenosos silbos de la antigua serpiente, y presas en los dorados lazos de los fugitivos placeres de los sentidos, incautamente duermen en una falsa seguridad con lastimoso peligro de su salvación. Mirad, Corazón clementísimo, que por ellas padeciste congojas y agonías en el Huerto, y terribles desamparos en la Cruz, y que su amor os obligó a que quedaras Sacramentado, haciéndonos compañía hasta el fin del mundo: no se frustren, Señor, tan preciosos trabajos y tan amorosos excesos. Atended también a los fervorosos esmeros con que os sirvieron y desearon los desagravios más cumplidos de vuestro sagrado honor los purísimos corazones de María y José, y por la complacencia que tuviste en los méritos suyos, olvidad los de méritos nuestros. Mirad juntamente el amor tan fino con que siempre buscó únicamente tu mayor gloria el seráfico corazón de San Francisco de Sales: acordaos, Señor, de él, y de toda su mansedumbre, y dulzura de caridad, con que llorando las ofensas vuestras, se deshacía por ganaros almas, y dilatar el Reino sacrosanto de tu amor: Venga, pues, a nosotros ese tu Reino, y sea arrojado fuera de las almas el Príncipe de las tinieblas, que las tiraniza, alúmbrelas siempre tu luz, apodérese de todos los corazones tu amor, anímelos tu gracia, para que eternamente cantemos tus misericordias en la gloria. Amen.
Aquí se reza un Padre nuestro y un Ave María, por la conversión de los pecadores.
DIA PRIMERO
Glorioso San Francisco de Sales, luz de las almas, que para conducirlas a Dios su único centro: querías ante todas cosas arraigar en los corazones la unidad y simplicidad de amor, impidiendo que el alma tuviera otra mira en todo fuera de Dios, ya que en la vida eterna descansa tan cumplidamente tu corazón en el sumo bien, que siempre fué el único Norte de tus ansias: alcánzanos del corazón de Jesús esta unidad y pureza de amor, y la gracia especial que deseamos, sí ha de conducir a la mayor gloria del Señor. Amen.
Ahora pide cado uno al Santo, la merced o gracia que necesita.
GOZOS
Pues derramó en tí el Señor
De su amor dulces raudales,
alcánzanos de Dios, Sales,
la dulzura de su amor.
Noble, hermoso, docto, Santo,
y predicador famoso,
de los herejes espanto,
Doctor y Obispo celoso,
Fundador y director:
¡Qué pocos a ti habrá iguales!
Voto de virginidad
en las aras de María
hiciste de tierna edad,
y en las mismas la alegría
consiguió tu corazón
después de angustias mortales.
Setenta y dos mil herejes,
joven aún, has convertido,
Ginebra gime el que dejes
á su Beza convencido;
por ti la cruz del Señor’
logra triunfos inmortales.
Nunca Francia más dichosa
fué, ni Saboya se vió
con devoción tan copiosa
que el tiempo que la ¡lustro
tu luz, cual hermoso sol,
que desterraba sus males.
Juan con clamores divinos,
en el desierto hizo llanos
para el Señor los caminos,
tú en los pueblos más profanos
los caminos del Señor,
haces a todos sus males.
Del amor de Dios sois sal,
tu alma paloma sin hiel,
tu boca suave panal,
tus palabras dulce miel,
tu espíritu luz y ardor,
y tus consejos mil sales.
Con tan dulce suavidad
al pecador recibías,
que, deshecho en caridad,
por él lágrimas vertías,
y él viendo tu compasión,
reconocía sus males.
Robador de corazones
te llamaron, no me espanto,
pues tus dulces expresiones
eran tan suave encanto,
que el más obstinado error
se rendirá á flechas tales.
Tus escritos son testigos
de que eras Etna amoroso,
que exhalabas incentivos
ardores del fervoroso
fuego, que en tu corazón
ardió en llamas celestiales.
La Visitacion mantiene,
de tu espíritu heredados,
los fervores con que tiene
por el orbe dilatados
del Deífico corazón,
los cultos más especiales.
Si participan blancura
las liebres en andar por nieve,
que Santa (decías), qué pura
se hará el alma que a Dios llegue?
La frecuente comunión
das por remedio de males.
Aunque yo explicar quisiera
el amor tan señalado,
la devoción verdadera
con que tú amaste al sagrado
corazón del Salvador,
no hallará voces iguales.
En la gloria ya triunfante
entre serafines vives,
donde, de perfecto amante,
laurel inmortal recibes,
pues tanto amaste al Señor,
y allá con él tanto vale.
ORACIÓN FINAL
Dulcísimo director de las almas, dignísimo Obispo de Ginebra, prudentísimo fundador de las Religiosas de la Visitacion, san Francisco de Sales: vos a cuya predicación apostólica se rindieron setenta y dos mil herejes; a cuyas suaves acertadas máximas, debieron muchos en la virtud notables progresos y a cuyo fervoroso celo se convirtió casi infinitos pecadores: vos, en fin, que, por seguir los ápices de la perfección evangélica, os negasteis tan de veras á vos mismo, que cedíais el dictamen y rendíais vuestro juicio, aún a los inferiores: siempre dulce, siempre sereno y siempre afable, haced, Santo mío, que practique vuestra doctrina, y que siguiendo vuestros ejemplos, haga perpetua guerra a mis pasiones, principalmente a la dominante, consiguiendo en premio la eterna bienaventuranza. Amen.
DIA SEGUNDO
Glorioso san Francisco de Sales, Maestro enviado del cielo para suavizar el camino de la perfección cristiana; pues para que las almas con alas de paloma, como deseaba David, volarán a descansar unidas con el sumo bien, las imponías en la santa libertad de espíritu, deshaciéndolas de todas las cosas, personas, empleos y lugares, por seguir únicamente la voluntad de Dios conocida: alcánzanos del corazón de Jesús esta santa indiferencia que trae la verdadera paz al alma, y la gracia particular que deseamos. Amen.
DIA TERCERO
Dulcísimo san Francisco de Sales, que mirabas a todos los prójimos dentro del costado del Salvador para deshacerte (como tú mismo dijiste) en dulzura de caridad con ellos, y explicaste el incendio de tu corazón, diciendo: Me parece que no hay en el mundo quien ame a los pecadores tiernamente sino Jesucristo y yo: alcánzanos del mismo corazón de Jesús, de donde tú la participaste, esta dulzura de caridad con el prójimo, para que amándole como a nosotros mismos, seamos solamente un corazón y un alma donde perfectamente reine Dios por amor y gracia, y añadid si conviene, la gracia particular que deseamos. Amen.
DIA CUARTO
Seráfico san Francisco de Sales, Varón de deseos, que, como encendidas saetas, enviabas continuamente al cielo hasta penetrar el corazón del Verbo, suspirando por su amor divino, y exhortando a todos a desear esta preciosa joya, decías: Que solo el amor de Dios goza la excelencia de comenzarse á poseer luego que se empieza a desear; alcánzanos del corazón de Jesús una centella de sagrado fuego, con que inflamado el nuestro, se exhale en vivos deseos de su divino amor, y también la gracia que deseamos si conviene para su gloria. Amen.
DIA QUINTO
Amantísimo san Francisco de Sales, que para lograr felizmente anegarte en el sagrado abismo del amor divino, tan deseado de tu corazón, procuraste con heróico empeño cortar todos los demás deseos, nada amando sino a Dios, por Dios y en Dios, renunciando en la preparación del ánimo todos los objetos criados, por lo cual frecuentemente decías: Nada desear, nada rehusar: alcánzanos del corazón de Jesús, que nada amemos sino con su mismo amor, ni deseemos continuamente otra cosa que vivir y morir como finos amantes de su incomprensible bondad, y la gracia que pretendemos si conviene para su honor. Amen.
DIA SEXTO
Extático san Francisco de Sales, que para lograr el fin porque únicamente anhelaba tu corazón, que era aficionarte a Dios, hasta unirte estrechamente con su Majestad, vivías continuamente en oración, sabiendo que la ocupación interior y comercio con Dios es el medio más eficaz de aficionarse a un objeto tan atractivo. y amable, que no puede ser conocido sin ser amado, ni tratado sin que robe poderosamente la voluntad: alcánzanos del corazón de Jesús el don de oración, para que gustando y viendo que suave es Dios, se vean nuestros corazones venturosamente prendados de su divina beldad, y si conviene para este fin la gracia que pretendemos. Amen.
DIA SEPTIMO
Rectísimo san Francisco de Sales, que deseando justamente dar a Dios lo que es de Dios, querías que todas las acciones, aun las más menudas, desde por la mañana hasta la noche sirvan de materia al amor sagrado, ordenando tu intención en general, y en particular a la única gloria del Señor: alcánzanos del corazón de Jesús, que sea su amor el primer móvil de todas nuestras acciones, y el único término de todas nuestras ansias y solicitudes, y la gracia que con esta misma intención de sola su gloria deseamos. Amen.
DIA OCTAVO
Pacientísimo S. Francisco. de Sales, que, para unirte con el Divino querer, plantaste en tu corazón una grande sumisión a todas las disposiciones de Dios, particularmente en los sufrimientos y tribulaciones, que son las pruebas más ordinarias del amor, mirando las penas para amarlas en su fuente, que es la divina providencia: alcánzanos del corazón de Jesús, luz para conocer este tesoro de la perfecta resignación, por cuyo medio se convierte el alma en un cielo sereno, donde resplandece como sol el reinante amor celestial; y para el mismo fin consíguenos la gracia que deseamos. Amen.
DIA NOVENO
Prudentísimo San Francisco de Sales, que de todas las criaturas hacías escala por donde subías a tu amado Dios, tomando solamente de ellas el resplandor de la bondad divina, que de varias maneras participan todas, levantando la atención á la primera causa, sin fijarla en las segundas, conservando así imperturbable la divina presencia, que despertaba en tu corazón un amor continuo del Sumo bien: alcánzanos del corazón de Jesús, la luz que te alumbraba, para que teniendo siempre presente a Dios, como le tenías, le amemos como le amabas, y por medio para este fin el favor que deseamos. Amen.
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