lunes, 18 de noviembre de 2019

NOVENA A JESÚS NAZARENO CON LA CRUZ A CUESTAS



NOVENA A NUESTRO PADRE JESÚS NAZARENO CAMINO AL MONTE CALVARIO


ACTO DE CONTRICIÓN
Amorosísimo Jesús, Dios de Infinita bondad. Padre de las misericordias: A vuestros pies Señor, tenéis el alma más ingrata, el pecado más atrevido; pero reconocido también de si feísima ingratitud: Yo conozco, Señor, que la enorme fealdad de mis culpas ha sido la causa de los tormentos y afrentas, que padeciste por la redención de mi alma. ¿Pero que haré con este conocimiento, si tibio, y poseído de vicio el corazón, no sale derretido en lágrima por los ojos a desagraviar vuestra Divina Persona, y a solicitar el perdón de sus culpas? Mas esto sucede, Señor, al que os ofende, y como esto no fuese el último de los males, con todo ni teme el castigo, ni solicita el remedio. No obstante, del modo que puedo, confieso y publico los desórdenes de mi vida; ya arrepentida; recurro por el perdón a vuestra clemencia, pesándome de haberos ofendido, no por el justo castigo, que merecía mi ingratitud, sino por haber ofendido a vuestra Bondad inmensa. Este, Señor, será el día en que empiezo a serviros y amaros, aborreciendo los vanos placeres de esta vida, para asegurar la eterna. Tantas fuentes de sangre, como mis culpas abrieron en ese Sacratísimo Cuerpo, o son rayos de misericordia para Ja purificación de mi alma, o puertas francas por donde entre a tomar sagrado de mis culpas. ¡Oh! Disponed, dulcísimo Jesús, que yo no desprecie como hasta aquí vuestra Benignidad. Encendedme, pues me veis tibio en la virtud. Dirigidme, pues me veis ciego de las pasiones: enseñadme, pues llevo errada la senda de mi vida. Pequé: conozco mi culpa, y me pesa de corazón; pero sea ostentación de vuestra Misericordia el perdón de mi alma, y los auxilios que necesito para el reforme de mi vida desde esta hora. Amén.


ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Dulcísimo Jesús Nazareno, Divino Redentor de las almas. Yo vilísima, y humilde criatura, la mas merecedora de vuestra indignación. por los feos desórdenes de mi vida, arrojada con dolor a vuestros pies, adoro Señor, el inefable Sacramento de vuestra Pasión Dolorosa: y en ella los sensibles, y afrentosos pasos, que representa vuestra Real Persona desde que orasteis en el Huerto, hasta el doloroso encuentro con vuestra lastimada Madre. ¡O cuantos fueron aquí los tormentos, las penas, las afrentas, las congojas! ¡Cuánta vuestra paciencia, vuestra mansedumbre, vuestro amor! ¡Y cuanto el gozo con que todo lo padecisteis por quebrantar las cadenas, con que el pecado me había hecho esclavo suyo! ¡Quien fuera, Señor, un Querubín para entender Pasión tan amarga, ¡y un Serafín para amarla dignamente! ¡O cuanto os ofendí pues tanto es costó mi redención! ¡O que enorme fue mi culpa, pues tanto importó su rescate! ¡O que feliz fuera yo, si con la indignación que concibo contra el pecado, hecho de dolor; pedazos el corazón, saliera a desagraviaros, ¡dulce Jesús! Pero ya que la culpa me entorpece, agradecimiento, suplicoos, prudentísimo Jesús mío, por esos dolores, por esas afrentas, por esas congojas, no olvidéis esta pobre alma» y arrepentida de su culpa. Miradme, Señor sea después de poner los ojos en Vos mismo herido y afrentado por mi amor. Y pues tanta sangre se vertió para precio de mi rescate, disponed, que la perversa inclinación de mis pasiones no malogre un desembolso de infinito precio. No me arrojéis, Señor, de vuestros pies hasta concederme este favor, que emplearé en serviros, y alabaros eternamente. Amén.



PRIMER DÍA
¡Oh Benignísimo Jesús! Oh Dios de infinita paciencia! Pasmados, Señor, tiene a los Cielos, a los Elementos, a los insensibles, a las criaturas todas, la mansedumbre, con que recibisteis de la torpe boca del alevoso Judas el beso de entrega a vuestros crueles enemigos. ¿Qué es esto? Hasta aquí llegó, Señor, ¿vuestra tolerancia? ¿Hasta aquí vuestro amor al hombre? ¿No había un rayo a mano para confundirá ese alevoso, que os entrega a la muerte con demostraciones de amigo? ¿Una vil criatura a su Criador? ¿Un discípulo querido a su Maestro? ¡Oh vil nombre! ¡O fiera! ¡O furia! ¿No temes besar a Dios, mintiéndole infame? ¿Pero, que me indigno contra este desdichado, habiéndole excedida yo en el delito? ¿Qué de veces, Señor, os vendí, ¿más torpemente que é? ¿Cuántas os alabé con los labios, siendo el corazón lodo del vicio ¿Cuantas en la Confesión talé con Vos de paz, quebrantando luego los tratados, y la confederación? ¿Cuántas con labios torpes llegué a recibiros en el Sacramento, mal arrepentido de los deleites? y pasiones que me arrastran? Yo, yo soy, Señor, el alevoso discípulo que os ha vendido. Pero también Vos sois un Dios bueno, un Dios manso, un Dios benigno; y ningún empleo de vuestro amor como perdonar mi fatuidad. No más pecar, Señor: no más ingratitud. Substituya, Señor, a la culpa la enmienda de mi vida: al vicio el arrepentimiento; y a la distracción un continuo meditar en vuestra Pasión Sacrosanta. Y consiga si es del agrado de vuestra Majestad, el favor que os pido en esta Novena. Amén.


ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
Dulcísimo Jesús Nazareno, Señor y Redentor mío, que llevando sobre tus hombros tan pesada Cruz, caminas al monte Calvario, para ser en ella enclavado: Yo, miserable pecador, que fui, y soy la causa de tus dolores y Pasión, te alabo, y doy gracias, aunque muy desiguales a tan grande beneficio, porque como manso Cordero, pacientísimamente la recibiste, y llevaste al lugar de la pasión. Ahora, Señor, se verifica lo que dijo el Profeta Isaías, que tu dominio y principado le tenías sobre los hombros. Ahora también la figura del obediente Isaac, que, al mandato de su padre, llevó al monte la leña para ser con ella sacrificado. Alabo, Señor, y bendigo tu admirable paciencia, pues por mandado de Pilatos, cuando así caminabas al suplicio, iba delante uno de aquellos Sayones proclamando la sentencia que dio contra ti aquel maldito juez. ¿Quién podrá referir, Señor, ¿los empellones y golpes que en el camino recibiste de aquellos crueles soldados? ¿Cuántos oprobios oíste de aquel grande concurso de pueblos que iba en vuestro seguimiento? ¿Cuántos haciendo burla, os arrojaban a la cabeza y a la cara lodo, y otras inmundicias? Pero vos, Señor, como inocente Cordero inclinando la cabeza, a todo callabais, y así caminabais. Oh buen Jesús, cuántas ignominias toleraste; pues no contentos aquellos malvados con que fueses cargado con la Cruz, quisieron también te acompañasen dos famosos Ladrones. Pero no se lee de ellos llevasen Cruz alguna, para que así fueses tenido por más malvado que ellos. ¿Pues qué hiciste tú, oh Dulcísimo Señor, porque así fueses juzgado? ¿Qué cometiste, inocentísimo Cordero, ¿porque así fueses tratado? Verdaderamente, Señor, yo soy la llaga de tu dolor, y la ocasión de tu muerte. Yo cometí la maldad, y tú sufres el castigo. Yo hice los pecados, y tú te sujetas a los tormentos. Yo me ensoberbecí, y tú eres humillado. Yo fui el desobediente, y tú hecho obediente hasta la muerte y así pagas la culpa de mi desobediencia. Ruégote piadoso, Señor, me concedas que merezca yo ser enclavado en vuestra Cruz por penitencia de mis pecados. Dadme que acabe yo mi vida en tu servicio. Yo, Señor, me entrego a ti, y me pongo debajo de tu protección. Defiende a este pobre siervo tuyo de todos los males. Enseña y alumbra mi entendimiento, gobierna esta mi alma, rige mis potencias y sentidos, fortalece mi espíritu contra la desordenada flaqueza de mi corazón, dadme Fe cierta, esperanza firme y caridad pura y perfecta, y que en todo lugar y tiempo cumpla tu Santa voluntad. Señor, aparta de mí, y de todos los Fieles todo lo que te desagrada, y concédenos todo lo que contenta a tus beatísimos ojos; y haz que seamos tales, cuales lo quieres que seamos. Encomiéndote a mis padres, hermanos, parientes, bienhechores, amigos, y a todos aquellos por quien debo rogarte. Encomiéndote a toda tu Iglesia, y a nuestros Católicos Monarcas. Haz que todos, Señor, te sirvan, todos te conozcan, todos te amen, y entre sí se amen. Apaga las herejías, convierte a la Fe a todos los que aún no tienen conocimiento de tu Santo Nombre: danos paz entre los Príncipes Cristianos, y consérvanos en ella, así como tú lo quieres, y a nosotros conviene. Debajo de tu fiel amparo encomiendo todas tus criaturas, para que a los vivos concedas gracia, y a los difuntos eterno descanso. También, Señor, te pido me concedas el favor que solicito conseguir de tu piedad en esta Novena, si conviniere para tu gloria, y para salvación de mi alma. Oh gloriosa Reina de los Ángeles, oh Santos y Santas de Dios; sed mis medianeros y abogados, rogad al Señor por mí, para que, por Vuestros méritos y oraciones, sea yo de Dios favorecido ahora, y en la hora de mi muerte. Amén


DIA SEGUNDO
Oh Dios de infinita bondad y tolerancia! ¡Vos perseguido como malhechor, y blasfemo! ¡Vos maniatado, y arrastrado por el suelo de una vil canalla, que os llena de baldones! ¡O estupendo sufrimiento del Omnipotente! O culpa, á \cuanto llegó tu malicia, pues ataste a Dios las ¡manos! ¿De dónde, Señor, me vendrá a mí el consuelo en los trabajos: el alivio en las enfermedades: el auxilio en las recaídas de mis culpas, atadas vuestras manos divinas, de donde ¡viene todo bien' ¡Como podré yo, dulcísimo Jesús mío, romper por la gente armada., que os conduce a la muerte, y humedecer con mis lágrimas esas crueles ataduras, para que aflojen (siquiera, y tengáis alivio: ya que no pueda romperías de todo? ¿Vos atado, é yo libre en las pasiones y apetitos? ¿Vos en poder de fieras inhumanas, que os arrastran, é yo con fiereza ¡bruta devorando la hacienda, y la honra ajena? ¡O disonancia! ¡O contraposición del culpado con el inocente! Alabo, Señor, vuestro amor, y quisiera tener conmigo las criaturas todas, que mas finamente os aman, para que agradecieran conmigo el exceso de amor de dejaros aprisionar por mí. Conozco bien, que mis pecados tejieron esos cordeles atrevidos; pero si Vos me ayudáis, yo desharé á penitencias lo que le hicieron mis culpas Concededme, maniatado Jesús mío, que yo llegue a aborrecerlas dignamente. Y si ha de conducir a este fin el favor que os pido en esta Novena, (pues nunca más generoso, que cuando maniatado) concededme este beneficio. Amén.


DIA TERCERO
Oh Dulce Jesús! Dios de infinita Sabiduría, ¿en qué entendimiento pudo caber jamás qué llegasen a tan subido punto los excesos de vuestro amor, que os dejasteis vestir por Herodes de una vestidura blanca, insignia de loco en aquel tiempo? ¿También esto, dulcísimo Jesús, también esto cabe en vuestro amor? No estaba mejor en mí este sonrojoso tratamiento, que, desatinadamente poseído de mis pasiones, nada pienso que no sea locura: nada apetezco que no sea vanidad: nada me gusta que no sean devaneos. Yo, Señor, soy el loco. Yo el que, perdida la luz de la razón, como fatuo, al fin amo más lo caduco, que lo eterno: desprecio por un pequeño gusto el Cielo y sigo los deleites, como si fueran mi eterna bienaventuranza. ¿Pero, que me sirve Señor, esta pequeña luz que me ha quedado, si aún, conociendo mi locura, persevero en ella? No así, Señor, no así. Conozco bien, que, si no me recobro antes que se os apure el sufrimiento, me pierdo para hacer compañía á los insensatos, cuya cárcel es eterna. Dadme esfuerzos dulcísimo Jesús mío; y será tal el castigo, que desde hoy haré en mi propio, que recobre la cordura a la fuerza de la pena. Y porque me aliente más a este castigo de mi propio, conceded me, Señor, lo que os pido en esta Novena. Amén.


DIA CUARTO
Oh Amantísimo Cordero, dulce Jesús de mi alma; que tempestad de azotes cajo sobre vuestras delicadas carnes, para templarla rabia cruel de aquel mismo Pueblo, que veníais á redimir. Veo, hermosura de los Cielos, que os desnudan afrentosamente á vista de todo el Pueblo. Veo, que os amarran fuertemente a un poste, como si voluntariamente no vinieseis a padecer. Veo, que empiezan a desgarrar vuestras Sacratísimas carnes con varas espinosas, y otros instrumentos crueles. Veo, que se remudan fatigados los verdugos: que corre la sangre a arroyos: que se registran ya los huesos: que no hay al fin parte sana en vuestro Cuerpo, que pueda recibir los golpes. Y aquí, si hubiera en mi conocimiento, si correspondencia, si amor; aquí era cuando debía perder la vida a la fuerza de la pena. ¡Pero ay de mí, que los desórdenes de mi vida fueron los instrumentos de vuestro dolor! Mis culpas puestas en las puntas de los látigos, rasgaron inhumanamente vuestras venas. ¿Como podré yo dulce Jesús, enmendar este sacrilegio atroz? ¿Como podré llenar de dulces lágrimas de compasión los surcos, que en vuestras espaldas hicieron los azotes? ¿Como podré recoger tanta Sangre Divina, vertida por mi causa? Pero todo lo puedo, Señor, si Vos me concedéis lo que os pido en esta Novena. Para eso os lo suplico; para satisfaceros, para enmendarme, para corregir mi vida, para llorar vuestra Pasión; y para alabaros eternamente. Amén.


DIA QUINTO
Oh Señor supremo y soberano del cielo y tierra! No sé yo, vil criatura, ponderar bien vuestra coronación de espinas; y por eso no pierdo el juicio de dolor al ver este punto el más subido del oprobio: ¿Vos coronado como Rey falso, y presuntuoso? Hasta aquí pudo llegar la insolencia del pecado, disputándoos el poder, y reputándoos como hombre vil. Pero yo veo que mal contenta la malicia, con que este oprobio hiciese lo más vivo de. vuestro honor; se entró también a la jurisdicción del Cuerpo ocasionándole uno de los tormentos más atroces; barrenando vuestra Cabeza con crueles espinas en forma de Corona. ¡O Cabeza Sacrosanta, qué consonancia hacéis con la mía, en quien como en trono, reside la vanidad, la soberbia, la altivez! ¡Vos coronado de espinas, yo de flores y pensamientos vanos! ¡Vos pensando en haceros fuentes de sangre para lavar mi alma! ¿yo como tengo de ensuciarla con ideas menos puras? No, Señor, no así dulcísimo Jesús mío. Tocad, Señor, mi corazón con una de esas aceradas puntas, para que herido de vuestro amor acabe desde hoy en mí la vanidad. Vos sabéis, Señor, cuanto puede el apetito con esta flaca criatura; pero superior en fuerzas es vuestra Gracia. Concedédmela, Señor, con la eficacia que necesita mi flaqueza, y con ella la merced, que os pido en esta Novena, para que, agradecido a vuestra Bondad, ella sea el despertador de mi conocimiento. Amén.


DIA SEXTO
Oh Dios de Bondad inmensa y de tolerancia infinita! Miróos, Señor, asomado a un balcón hecho una suma de heridas, oprobios y congojas, y no sé si me irrite contra aquel Pueblo ingrato, que os veía y os despreciaba, o contra mí, que le excedo en la ingratitud. Aquel os miraba como hombre; y aunque por vuestras maravillas debía confesaros Dios o carecía de este conocimiento, o lo tenía muy contuso de vuestra Deidad. Yo con luz superior os confieso Dios, Rey Soberano de Cielo y Tierra ¿Y tengo valor, sin morir, para miraros, Señor? ¿Vos Rey de burla? ¿Vos vestido de una asquerosa púrpura por ignominia? ¿Vos con Corona fabricada, más para ludibrio y dolor, que para argumento de Majestad? ¿Una vil caña en la mano, que formó el Cielo y la Tierra? ¡O corazón duro que esto ves, y vives! ¿Sabes que aquel hombre es Dios de poder inmenso, y no sales al desagravio, publicando su Majestad? Sí, dulcísimo Jesús mío, sí, yo os confieso, y os adoro. Yo pasmo de que en vuestra tolerancia cupiese tal. ignominia. Y' en pequeña satisfacción de este amor, vengan sobre mi desprecios y baldones. Pero alentadme, Señor, para esta imitación vuestra, con vuestra gracia, y el bien que os pido en esta Novena; que apreciaré solo para reconoceros, serviros y amaros eternamente. Amén.


DIA SÉPTIMO
¡O Mansísimo Cordero, dulce Jesús de mí alma! Llegó la fatal hora de firmarse contra Vos sentencia de muerte por mis culpas Oigola pregonar; y ni la pena me ahoga, ni el corazón arroja una lágrima ¿Qué deplorable estado es este en que me tiene la culpa? ¿Vos por sedicioso, por sembrador de esta doctrina, por usurpador de la Divinidad sentenciado a muerte de Cruz? Apelo, Señor, de esta inicua sentencia al Tribunal Supremo de vuestro Padre Si se pronunciase sobre mí, justa era la pena, pues míos son los delitos que os acumulan ¿Pero vos inocentísimo Cordero, sentenciado como injusto? Apelo, digo, pero tarde, porque ya vuestro amor al hombre tiene admitida la sentencia. Pues id, Señor, id, y tenga vuestro amor la complacencia de morir por quien ama. Pero no me neguéis a mí la de morir a vuestros pies Acabe yo al mundo, espire a la vanidad, muera a la soberbia, a la ambición, a todo lo temporal, que tan distraído me traen de lo eterno, para que fue criado. Yo nací para morir, y para morir tan de improviso, que ignoro el instante en que ha de ejecutarse la sentencia; y con todo vivo, como i si fuera inmortal, y me alegro, como si no hubiera pecado. Corregid, dulce Jesús mío, esta fatuidad de mi entendimiento, y disponiéndome el favor, que os pido en esta Novena, haced, que la sentencia de vuestra muerte sea para mi decreto de eterna vida. Amén.


DIA OCTAVO
Oh Jesús dulcísimo, Holocausto puro, Víctima inocente: ¿qué Cruz es esa, que oprime vuestros Sagrados hombros? ¿Vos conducido a la muerte como reo; yo, siendo el delincuente, pensando darme una vida llena de delicias, ¿y conveniencias? ¿Vos cargado con el duro Patíbulo en que habéis de rendir el último aliento; é yo anhelando gustos y placeres? ¿Vos agonizando, y cayendo a cada paso con el peso, y falto de la Sangre; é yo rico, contento, ¿y descansado? ¿Vos arrastrado con vilipendios; ¿é yo soberbio, e implacable con mis enemigos? ¡O Dios bueno! ¡O Dios manso! ¡O Dios apacible! Pero, o terquedad mía, que, perseverando voluntariamente en la culpa, no trato de aliviar a mi Señor, ¡que va a morir por mí! ¡Pero como lo haré yo; dulce Jesús de mi alma! Yo os diera e' corazón, para que, puesto entre la Cruz y el hombro, recibiera gran parte del pozo; pero creo que mi corazón excede en dureza a la Cruz. Vuestro alivio (si yo soy capaz de darlo a un Dios oprimido) estuviera en que yo os siguiera por imitación, cargando con la Cruz de la penitencia, que necesitan mis culpas. Pero aun en esto tenéis Vos que poner la mayor parte, arrimando el hombro a mi arrepentimiento. Sin auxilios, y auxilios, que quebranten mi terquedad, no os podré seguir. Concedédmelos, benignísimo, Señor, con el favor, que os pido en esta Novena, para que eternamente os bendiga y alabe. Amén.



DIA NOVENO
O Encuentro el más lastimoso, que jamás hubo, ¡ni habrá entre Hijo y Madre! ¡O dulcísimo Jesús! ¡O que fiero golpe os tiró el amor, presentándoos vuestra Madre hecha un mar de amarguras! ¡Que dulcemente os despediríais de sus brazos, y le pediríais permiso para ir a morir por los hombres! ¡Como se los dejaríais encargados a su amor, para que, partidas las solicitudes, Vos como Padre murieseis por ellos, ¡Mamá como Madre los conservase puros! Pero, o afligidísima Señora, como esta fue la hora en que aquella espada, ¡que os profetizó el anciano Simeón traspasó vuestro pecho Virginal! Mirad, Señora, a vuestro Hijo; Considérele bien, y ved cuanto creció la malicia de mis culpas, quien así llegaron a transfigurarle. ¿Como, acertaré yo, Señora á templar vuestra agonía; siendo mis pecados la causa de ella? Ellos dispusieron este espectáculo lastimoso. Ellos dispusieron la vida á vuestro Hijo; dejándoos de Vos entregada á todas las acerbidades de la pena; Y con todo este conocimiento, ni siento, ni lloro, ni dejo la ocasión del pecado. Perdido soy, dulce Jesús de mi alma, afligidísima Madre mía; si vuestro amor no vence mi terquedad. Por el acervísimo dolor que tuvisteis al encontraros, os suplico me miréis con ojos de piedad, y n o permitáis me precipite a la perdición. Antes con el favor que os pido en esta Novena, reconozca vuestro amor, y asegure el vero y adoraros eternamente en la Gloria. Amén.




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