NOVENA A LA
MEDALLA MILAGROSA
Novena aprobada el 4 de Julio de 1929 por Mons. Manuel José Caicedo Martínez, Arzobispo de Medellín (Colombia). Los Ejemplos fueron añadidos posteriormente en la provincia vicentina de Centroamérica.
NOVENA A LA MEDALLA MILAGROSA
Por la señal...
Señor mío Jesucristo…
ORACIÓN INICIAL
Soberana Reina de los Cielos y de la tierra, que por amor a los hombres pecadores os dignásteis apareceros a vuestra humilde sierva, Sor Catalina Labouret, con las manos cargadas de gracias celestiales en favor de los que os invocan con fe y devoción; vednos postrados ante vuestra imagen suplicándote humildemente un rayo de luz que ilumine nuestra mente y abrase nuestro corazón en vuestro santo servicio, a fin de que conociendo vuestras misercordias encerradas en vuestra Santa Medalla, logremos participar de vuestros merecimientos y conseguir por ello la salvación de nuestra alma.
DÍA PRIMERO
Reina de los Ángeles, celestial María, que os dignásteis enviar a uno de esos espíritus celestiales para que anunciase a Sor Catalina que Vos le esperábais en la capilla, llegando vuestra dignación a permitir que pusiese sus brazos en vuestras rodillas como una madre recibe a su pequeñuelo. Concededme, ¡oh Virgen Milagrosa!, una viva confianza en virtud de vuestra Medalla, que ella sea el escudo santo que nos defienda de nuestro inmortal enemigo, y en la hora de nuestra muerte merezcamos descansar en vuestros maternales brazos, a fin de que conducidos por nuestro Ángel Custodio, merezcamos ser introducidos en vuestro celestial palacio y gozar de vuestra compañía por toda la eternidad. Amén.
EJEMPLO
Esto sucedio cuando nuestras catequistas iban a la costa Sur cada domingo, repartiéndose por grupos en cada estación. Ya venía el tren de regreso cuando se incendió una lámpara de gas, de tal modo que con ningún esfuerzo se podía apagar, empezando a quemar el techo del tren, por lo que los pasajeros asustados querían bajar, pero cabalmente andaba el tren despacio en el relleno del lago de Amititlán. Se precipitaron en los demás carros, mientras entrás una Hermana que allí se encontraba rogó a un joven que echara una medalla en la lámpara incendiada. Le costó al joven realizarlo, pero mientras tanto rezaban todas las catequistas: “¡Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!” repitiendo la invocación con el fervor que se puede suponer. En fin, quemándose algo las manos el joven consiguió echar la medalla y al instante rebajaron las llamas que corrían a lo largo del tubo de gas, y finalmente se apagó el incendio. Todos los pasajeros admirados pidieron medallas a las Hermanas y el joven reclamó al empleado la medalla que había echado en la lámpara. Hace poco la enseñaba diciendo que por nada en el mundo se separaría de ella.
¡Inmensa gratitud a la Virgen Inmaculada!
Pídase a la Virgen la gracia que se desea alcanzar por su intercesión poderosa. Para más obligarla, rezaremos tres Avemarías.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
Yo os saludo, dulcísima Virgen María, Madre de Dios, y os elijo por mi amantísima Madre. Suplícoos que me admitáis por hijo y siervo vuestro, pues yo no quiero tener otra Madre y Señora que a Vos. Ruégoos también, ¡oh piadosa y tierna Madre mía!, que me gobernéis y defendáis en todas las acciones de mi vida porque soy un pobre infeliz mendigo, que en todos los instantes necesito de vuestra ayuda y protección. Ea, Virgen Santísima, hacedme participante de todos vuestros bienes y de vuestras virtudes, principalmente de vuestra santa humildad, de vuestra excelsa pureza, de vuestra ardiente caridad; pero sobre todo alcanzadme la gracia (Aquí se expresa de nuevo la gracia que se desea obtener de la Virgen). No me digáis, ¡oh Madre benignísima!, que no podéis concedérmela, porque vuestro amantísimo Hijo os ha dado todo poder tanto en el Cielo como en la tierra. También estoy seguro que no me desecharéis, porque Vos sois la Madre común de todos los hijos de Adán, y singularmente lo sois mía. Ya pues, que sois mi Madre y al mismo tiempo sois poderosísima, ¿qué es lo que podrá moveros a negarme vuestra excelencia? Atended, Madre mía, mandad, que en calidad de tal estáis en cierta manera obligada a concederme lo que os pido y acceder a mis ruegos. Sed, pues, bendita y ensalzada en el Cielo y en la tierra; alcanzadme de Dios que haga participante de todos los bienes y de todas las gracias que sean del agrado de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, objeto de todo mi amor ahora y por todos los siglos. Amén.
DÍA SEGUNDO
Amantísima Madre mía, ¡qué placer siente mi alma al meditar los deseos que tenéis de otorgarnos vuestros favores! Así os dignásteis solicitarle a Sor Catalina cuando extrañada de ver algunos de los anillos que no despedían rayos de luz sobre la tierra mientras otros llegaban tan fuertes y tan brillantes se preguntó la causa del fenómeno: «Estos anillos y piedras preciosas que no despedían luz, significaban las gracias que no concedo a los hombres, porque no acuden a mí». ¡Oh, Madre mía amantísima! Que todos acudamos a Vos como remedio de nuestros males y que no queden defraudados vuestros deseos. Que las densas tinieblas de los impíos sean iluminadas por esos rayos de amor y ternura. Que todos nos dejemos guiar por las luces de la Fe Católica, faro divino que trajo del Cielo vuestro Divino Hijo y sin el cual nadie puede salvarse. Apartad de nosotros las falsas doctrinas del mundo, interponed vuestro poderoso valimiento ante Jesucristo para que nos perdone nuestros pecados y nos conduzca a la vida eterna. Amén.
Ejemplo
Hallándose el Sr. X sumamente desconsolado por fuertes dolores de cabeza, llegó a visitarle su hermana, fervorosa devota de la Virgen de la Medalla Milagrosa. Ésta consiguió de las Hermanas una medallita de las que se hicieron tocar al sillón en que se sentó la Santísima Virgen cuando se apareció a Santa Catalina Labouré. Sillón que se conserva en la casa madre de la Hermanas de la Caridad en París. Contentísima con su tesoro, llevó la medallita a su hermano exhortándole en tener confianza en la Madre Celestial, invocándola con fervor por medio de la conocida deprecación: “Oh María sin pecado concebida” y del “Acordaos”.
La Santísima Virgen no se hizo esperar mucho tiempo, los dolores desaparecieron y lo que es más, el señor que había dejado sus deberes de cristiano desde hace mucho tiempo, se confesó, comulgó y comenzó de nuevo a asistir a misa los días de precepto, volviendo así a recobrar la salud del cuerpo y del alma.
Pídase a la Virgen la gracia que se desea alcanzar por su intercesión poderosa. Las Tres Avemarías.
DÍA TERCERO
Dignísima Madre de Dios y Madre nuestra: en Vos ponemos toda nuestra esperanza, sabiendo que vuestro Santísimo Hijo ha puesto en vuestras manos todos los tesoros del Cielo, para enriquecer con ellos a los que acuden a Vos en demanda de protección. Vos habéis querido aparecer en estos últimos tiempos con las manos cargadas de gracias, quejándoos amargamente a vuestra humilde sierva Sor Catalina Labouret del lamentable abandono de los hombres que se ven privados de muchas gracias porque no acuden a vuestro valimiento. Hénos aquí, cariñosa Madre, alegrándoos de vuestras excelencias y ofreciendo por ellas alabanzas y gracias a la Santísima Trinidad. En memoria de vuestros privilegios, os suplicamos que nos amparéis todos los días hasta poder vivir con Vos en el Cielo por toda la eternidad. Amén.
Ejemplo
Una familia cristiana de Costa Rica había recibido de las Hermanas de la Caridad cierto número de medallas; por lo que padre, madre e hijos andaban llevándola con mucha devoción. En 1948 estalló una revolución, y toda la familia se ocultó como pudo en una caverna, pues estaban buscando al padre de familia.
En esto se enfermó uno de los miembros de la familia, y se mandó a uno de los niños a pedir algún remedio al doctor. Cuando iba de camino el jovencito, pasó un camión lleno de hombres y algunos de ellos gritaron: Este es el hijo del Sr. X que buscamos. Lo cogieron y le preguntaron. Lo cogieron y le preguntaron: “¿Dónde está tu padre?” y él contestó: “No sé.”. “Pues si no sabes pagarás por él” y se lo llevaron a Nicaragua donde estaban las tropas. Mientras tanto toda la familia invocaba sin cesar a la Virgen de la Medalla.
Lo mismo hacía el jovencito que llevaba la medalla al cuello. Habiéndose llenado demasiado el camión de hombres que recogían en el camino, se acercó un guardián, cogió al niño del brazo y lo echó al suelo diciendo: “Este chiquillo no sirve de nada más que estorbo, es demasiado pequeño.” Para que no se dieran cuenta los otros, el niño tuvo la presencia de espíritu de quedar tendido en el camión; luego se marchó a casa donde después de tres días de camino, la madre que lo creía muerto exclamó al verle: “Gracias te doy Madre mía, ya que me has devuelto a mi hijo que creía muerto”.
Pídase a la Virgen la gracia que se desea alcanzar por su intercesión poderosa.
Las Tres Avemarías.
DÍA CUARTO
Virgen Santísima, que agradásteis al Señor y fuiste su Madre inmaculada en el cuerpo, en el alma y en el amor; enriquecida por Dios con todo género de bendiciones, haced que sigamos vuestros humildes ejemplos imitando sobre todo vuestra profunda humildad, vuestro amor al Señor y compasión hacia el prójimo. Tantas prerrogativas y grandezas sólo sirvieron para humillaros más y más y para favorecer a los míseros hijos de Adán, no cesando de aplicar vuestra intercesión en favor de los pecadores. Nos habéis entregado vuestra Medalla y empeñado solemnemente vuestra palabra de concedernos todo cuanto os pidamos con tal que elevemos con devoción y confesemos vuestra purísima Concepción y os invoquemos confiados. Haced, Señora nuestra, que oigamos vuestros avisos, y que en las luchas e infortunios de esta miserable vida exclamemos con la jaculatoria que Vos habéis enseñado y a la que habéis comunicado tanta eficacia: «Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos». Amén.
Pídase a la Virgen la gracia que se desea alcanzar por su intercesión poderosa. Las Tres Avemarías.
Ejemplo
Un señor sufría del corazón desde hacia mucho tiempo; poniéndose tan mal últimamente que se decidió a una operación. De caso igual, apenas se salva uno sobre cien. La familia desolada empezó una novena a la Santísima Virgen de la Medalla Milagrosa con la mayor confianza, pasándole la medalla tantas veces como podían sobre el corazón, repitiendo la invocación conocida: “¡Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!”. Pedían se curara sin operación o se hiciera la operación con todo éxito.
Partió el señor para los Estados Unidos y cual fuera el gozo de todos cuando el médico aseguró que no tenía necesidad de operación y gracias a Dios y a la Santísima Virgen ha seguido bien. Al mismo tiempo resolvió confesarse y volver a la práctica de sus deberes de cristiano.
DÍA QUINTO
Madre purísima, delicia del Cielo y consuelo de los hijos de Adán. ¡Cuál será la alegría que experimentó la hija de San Vicente cuando tuvo la dicha de veros tan resplandeciente y hermosa, y cuál su sorpresa al oir decir que era tu voluntad se acuñase una medalla según el modelo que tenía a su vista, prometiendo muchas cosas a cuantos la llevasen con devoción! Os suplico, Madre amantísima, que sepamos aprovecharnos de los medios que ponéis en nuestras manos para nuestra santificación y la de nuestros prójimos. Que no nos contentemos con llevar sobre nuestro pecho vuestra Santa Medalla, sino que procuremos dar a conocer esta devoción, para que todos podamos conseguir las gracias que a manos llenas derramáis sobre vuestros devotos. Haced que experimente la dulzura de vuestro amor, y lo ventajoso que nos resulta llevar vuestra librea para participar de vuestros favores en vida, y en muerte merezcamos habitar con Vos en el Cielo por toda la eternidad. Así sea.
Ejemplo
Un día del mes de Noviembre del año 1955 en la ciudad de León en Nicaragua, avisaron a la Hermana encargada de la visita de pobres, que una pobre mujer, yacía en su mísero lecho de enfermo, falta de medicinas y sobre todo auxilios espirituales. Al verla, la Hermana comprobó que su estado era grave, y después de prestarle los auxilios corporales le insinuó prepararse a recibir los santo sacramentos, para tener o alcanzar una buena muerta. La enferma rechazó toda idea de Dios.
A la visita siguiente, la Hermana le ofreció una Medalla Milagrosa, para obtener la protección de la Santísima Virgen. La rechazó violentamente diciendo: “¿Para qué me servirá ese pedazo de lata? ¡no la quiero!”. Sin embargo se redoblaron las oraciones por esta pobre alma. Dejándole la medalla debajo de su almohada, a los pocos días ella misma pidió al sacerdote, se confesó, comulgó y murió en gracia de Dios.
Pídase a la Virgen la gracia que se desea alcanzar por su intercesión poderosa.
Las Tres Avemarías.
DÍA SEXTO
No es posible dudar, cariñosa Madre, de la ciencia sobrenatural que habéis concedido a vuestra Medalla. Decías a Sor Catalina: «Cuantos llevaren puesta esta Medalla y rezaren devotamente su oración, experimentarán mi protección». Así lo vemos confirmado con tantos estupendos prodigios y conversiones de obstinados pecadores, que al contacto de vuestra Medalla se vuelven a Dios en demanda de perdón, llorando su enmienda. ¡Ah! La Medalla Milagrosa es obra de María, que nos la ha traído del Cielo para enriquecer a los mortales con los tesoros celestiales. Felices aquellos que la portan con devoción porque después de ampararles en la vida, será en la hora de su muerte llave dorada que les abrirá las puertas de la gloria. Así sea.
Ejemplo
Había venido a la capital por unos negocios un señor de una aldea lejana, con su hijo, niño de unos 7 a 8 años. En la ciudad se encontraron con una Hermana que le ofreció al niño una Medalla Milagrosa, diciéndole que la Santísima Virgen le libraría de los peligros, lo que los llenó de contento. El niño tenía la Medalla colgada al cuello con toda devoción y orgullo. Un día que andaba de paseo en el bosque en un camino angosto, el niño con una gran caña de azúcar en la mano y el padre detrás, se paró de repente el chiquito, como se hubiera trabado la caña en una rama; pero cuál no fue el espanto de ambos al ver bajar por la misma una enorme serpiente que se enrrolló en un momento al cuerpo del niño. Aterrados, suspensa la respiración, inmóviles esperaban un fatal desenlace; pero bajó el animal, llegó al suelo y siguió su camino sin hacer ningún daño al niño. Cuando desapareció la fiera, exclamó el niño: “Padre mi medalla, mi medallita me ha salvado”.
Pídase a la Virgen la gracia que se desea alcanzar por su intercesión poderosa.
Las Tres Avemarías.
DÍA SÉPTIMO
Virgen Inmaculada, que como tal os presentáis en vuestra Medalla, para que todos fijemos nuestros ojos en ese acabado modelo de pureza y santidad. Atraednos dulcemente hacia Vos con aroma de tan excelsas virtudes. Sed la estrella que guíen nuestros pasos con esos rayos divinos durante esta larga peregrinación. Oid nuestros ruegos sobre todo en el momento de la tentación, y no permitais que el vicio impuro, tan aborrecido de Vos, tenga jamás entrada en nuestro corazón, a fin de que imitándooes en esta virtud tan hermosa y agradable a los ojos de Dios, logremos ser admitidos en los eternos tabernáculos del Cordero celestial. Amén.
Ejemplo
Era una tarde del mes de septiembre de 1958 en una de las camas de la Casa de Salud de X reposaba un buen hombre de hacia apenas 24 horas había sufrido una operación para extraer una catarata del ojo izquierdo. El enfermo, que tenía ardientes deseos de recuperar la vista por cuya pérdida venía sufriendo mucho, desde varios meses, seguía escrupulosamente todas las prescripciones del cirujano por lo que permanecía inmóvil con los dos ojos vendados, guardando en cama, la quietud requerida en estos casos.
Todo iba bien, el doctor estaba seguro del éxito, el enfermo abrigaba la dulce esperanza de volver a contemplar los bellos paisajes de su pueblecito que tanto le hacían gozar, cuando una pelota arrojada con mucha fuerza penetró por la ventana medio abierta y fue a caer en la cara del enfermo, lastimando el ojo recién operado. El dolor ocasionado por el golpe fue agudísimo, el pobre hombre que hasta entonces no había preferido una queja, se retorcía lanzando gritos, la cura que cubría el ojo se manchó de sangre. El médico llegó inmediatamente para prestar al enfermo los cuidados que el caso requería; pero pasaron varios días sin esperanza de que el ojo se pudiera salvar.
Todas las personas que se enteraron del accidente encomendaron al enfermo con mucho fervor a la Santísima Virgen y una Medalla Milagrosa se colocó muy cerca del ojo dañado. Ocho días después el médico ordenó pasar al enfermo a la clínica para curarlo, descubre el ojo que se encuentra perfectamente bien. La Santísima Virgen lo había curado.
Pídase a la Virgen la gracia que se desea alcanzar por su intercesión poderosa.
Las Tres Avemarías.
DÍA OCTAVO
Soberana Señora y Madre nuestra, no contenta con rogar constantemente a Jesús por nosotros en el Cielo, bajáis a la tierra para manifestarnos los deseos que tenéis de nuestro bien, y cuánto sentís nuestras desgracias. Concedednos la gracia de escuchar vuestros amorosos avisos y de volvernos a Dios, como lo decíais a Sor Catalina, a fin de evitar los castigos que nos amenazan. Que los padres de familia eduquen a sus hijos en el santo temor del Señor, que estos oigan los consejos de sus mayores, y todos fijemos nuestras miradas en la cruz redentora que Vos levantáis muy alto en la Santa Medalla, porque en ella está nuestra dicha y felicidad. De este modo, nuestra pena se convertirá en santa alegría y será principio de aquella otra perdurable, que Dios reserva a los que han hecho penitencia de sus pecados. Amén.
Ejemplo
Pidió con fe a la Santísima Virgen y Ella la escuchó. Corría el año de 1942. En la ciudad de Guatemala, una joven religiosa de 24 años de edad se vio atacada de una enfermedad peligrosa. Al consultar con varios especialistas, tuvo la triste respuesta que su mal estaba muy avanzado y que por lo tanto no se atrevían a hacer ninguna intervención quirúrgica porque ellos pensaban que al intentarlo moriría la paciente.
Pero ella deseaba, con toda su alma, vivir para trabajar por la gloria de Dios y la salvación de las almas.
En vista de que la mano del hombre era impotente para curarla acudió con gran devoción a la Santísima Virgen de la Medalla Milagrosa, haciendo una novena. Al cuarto día de esta novena consultó con otro especialista, que vio también el caso perdido, ya que la enfermedad había avanzado demasiado, no obstante se arriesga. La joven religiosa, puesta su confianza en la Santísima Virgen, sigue el tratamiento que el doctor le traza y ¡oh prodigio! su Madre del cielo intervino y ella se curó. Actualmente trabaja por la gloria de Dios y por la salvación de las almas. Se curó porque tuvo gran fe en la Santísima Virgen.
Pídase a la Virgen la gracia que se desea alcanzar por su intercesión poderosa.
Las Tres Avemarías.
DÍA NOVENO
¡Qué dichosos seríamos, Madre dulcísima, si todos pusiésemos en Vos nuestra confianza! Sois Reina del Cielo y de la tierra, y como tal tenéis a vuestra disposición todos sus tesoros para favorecernos con ellos. Con cuánta razón os lamentáis de la indiferencia y descuido de los hombres que pierden tantas gracias porque no acuden a Vos, dispuesta a derramar a manos llenas vuestras bendiciones. A Vos hemos acudido durante nueve días en demanda de vuestra protección. Cumplid lo que nos habéis prometido por medio de Sor Catalina. Llevamos vuestra Medalla, os invocamos con amor..., escuchad pues benigna los ruegos de vuestros hijos, concedednos, sobre todo, que no caigamos en el pecado mortal, y que en la hora de nuestra muerte estrechemos sobre nuestro pecho vuestra Medalla, y muramos en los brazos de vuestra mirsericordia para vivir eternamente con Vos en el Cielo. Amén.
Ejemplo
Hospital Santa Gertrudis, San Vicente, El Salvador. A mediados de mayo de 1959, llegó al Hospital una graciosa niña de unos once años de edad. Un enorme flemón y una temperatura de 40º la tenían en estado de inconsciencia. El diagnóstico de los médicos no podía ser más alarmante: “Meningitis tuberculosa”; la muerte era inminente.
Del modo más natural, animada de grandísima fe y confianza, una Hermana puso a la enfermita una Medalla Milagrosa, y juntas con la mamá pidieron a la Santísima Virgen la curación de la niña, cuyo estado no podía ser peor pues gritaba y se agitaba día y noche rechazando toda ayuda. En su delirio llegó hasta arrancarse varias veces la Medalla del cuello y hubo que contentarse con suspenderla de la cabecera de la cama.
Las mismas enfermas unieron sus ruegos para pedir a la Santísima Virgen la curación de la enfermita. Parecía que el cielo se complacía en probar nuestra fe y nuestra confianza. La enferma no mejoraba. De repente en la primera semana de junio principó a mejorar; desapareció la fiebre casi completamente; el 19 de junio en un rato de lucidez, reconoció a su madre, pudo hablar. A los pocos días aquella niña pudo andar. Los médicos quedaron admirados de tal curación. Por nuestra parte bien sabíamos que solo la intervención de la Medalla Milagrosa había obrado el milagro. Emma, tal es el nombre de la niña, quiso que se celebrara una Misa de Acción de Gracias. Asistimos todos para ofrendar a nuestra Madre Celestial nuestro tributo de agradecimiento.
Pídase a la Virgen la gracia que se desea alcanzar por su intercesión poderosa.
Las Tres Avemarías.
GOZOS EN HONOR A LA SANTÍSIMA VIRGEN VENERADA EN LA MEDALLA MILAGROSA
Digamos con melodía
Esta devota canción:
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
La medalla prodigiosa
A vos, purísima Virgen,
Debe el principio y origen
En una visión dichosa.
Todos por eso a porfía
Desean su adquisición.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Este emblema celestial
Infunde pena, furor,
Desesperación y horror
A la serpiente infernal.
¿Qué extraño, si su malicia
Ve en ella su confusión?
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Los brillantes resplandores
Que vuestras manos despiden,
Son las gracias que reciben
De Vos los hombres viadores.
¿Quién es el que no confía
Vista tal demostración?
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
¿Quién podrá contar, Señora,
Los prodigios que habéis hecho
Con el que llevara al pecho
La medalla y os implora?
Llevémosla noche y dia
Con tierna veneración.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
El rayo, la tempestad,
El contagio inevitable,
De esta medalla admirable
Huyen con velocidad:
La virtud que los desvía
La da vuestra intercesión.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
La tentación mas violenta
Resiste, calma y abate,
El fiel que en todo combate
Este escudo fuerte ostenta,
Su constancia no varía,
Si os ruega de corazón.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Las olas del mar furioso
Que espantan al que navega,
Pierden la fuerza si ruega
Ante este signo glorioso,
Porque Vos sois norte, guía
Y puerto de salvación.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Los enfermos desahuciados
Buscan con solicitud
En la medalla salud,
Y no quedan defraudados:
Sanos, llenos de alegría
Dicen con dulce emoción.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Los hombres mas obstinados
En la impiedad y en el vicio
Del eterno precipicio
Con ella han sido librados:
Pues por Vos, dulce María
Lograron su conversión.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Madre en gracia concebida
Rogad, Señora, por nos
Que recurrimos a Vos
En tan miserable vida:
Muéstrate clemente y pía
Ahora y en toda ocasión.
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
Digamos con melodía
Esta devota canción:
Vuestra medalla ¡oh María!
Es prenda de protección.
℣. Ruega por nosotros, ¡oh Santa María!, Reina concebida sin pecado original.
℟. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
ORACIÓN
Oh Señor Jesucristo, que quisiste esclarecer a la Santísima Virgen María, tu Madre, Inmaculada desde su origen, con innumerables milagros: concédenos que cuantos imploramos siempre su patrocinio, consigamos los gozos eternos. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
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