EJERCICIO PIADOSO PARA LA HORA DE LA
MUERTE
Madrid 1834
ADVERTENCIA
Aunque
toda la vida del cristiano debe ser una continua preparación para la muerte, sus
ocupaciones indispensables le distraen demasiados y no le dejan pensar en aquel
terrible momento. Debe sin embargo no olvidarle, y santificar, a lo menos los días
festivos, con esa santa meditación. Creemos, pues que la lectura de este
ejercicio será ventajosa a los fieles, y no menos a los ministros de Dios que la
Iglesia oraciones para recomendar el alma; pero puestas y dichas en latín no
producen el efecto que puede desearse. Suele también suceder no hallarse
presente el ministro, y en tal caso son pocas las personas que sepan excitar á penitencia.
Con este santo ejercicio, tomado del de la Iglesia, y aumentado con sentidas asisten
a los moribundos. Es verdad que tiene expresiones sacadas de la Santa
Escritura, basta saber leer para inspirar al moribundo y circunstantes
sentimientos de dolor y arrepentimiento. Plegue a Dios bendecir nuestros cristianos
deseos. Amen.
EJERCICIO DIADOSO
Señor
mío Jesucristo, estad conmigo, y defendedme; estad en mí, y reparadme; estad alrededor
de mí, y conservadme; estad delante de mí, y guiadme; estad debajo de mí, y
sostenedme; estad cerca de mí, y guardadme; estad sobre mí, y protegedme; estad
cerca de mí y bendecidme; Vos que en la Trinidad perfecta vivís y reináis por todos
los siglos de los siglos. Amen.
Vengo
a Vos, oh mi buen Jesús, mi Señor, mi Salvador y mi, Redentor y os suplico que
me pongáis a cubierto bajo el abrigo de vuestras alas en este día de mi extrema
aflicción. Dignaos ser mi protector para con vuestro Padre, y mi defensor contra
la muchedumbre de mis enemigos. Yo me abandono á Vos: no me despreciéis mi arrojéis
de vuestra presencia, Dignaos, Señor, oír y escuchar la humilde y ardiente súplica
que hago a vuestra divina majestad para que me perdonéis todas mis iniquidades
y todas las ingratitudes de que me he hecho reo contra Vos.
Tened,
Señor, misericordia de mí; escuchad mis gemidos; ved mis lágrimas: y no
teniendo más confianza que, en vuestra divina misericordia, haced que yo experimente
sus efectos concediéndome el perdón que os pido. No permitáis oh mi Dios por
vuestro amor, que yo experimente jamás el horror de las tinieblas, el ardor de
las llamas y el rigor de los tormentos preparados para los que no os amen. Jesús,
mi buen Jesús, que fuisteis crucificado por mí, librad mi alma de todos los
tormentos que merezco por mis culpas; porque los muertos no os alabarán, ni los
que bajan al infierno. ¡Oh Salvador mío! no permitáis que la boca de un pobre pecador,
que ha experimentado tantas veces la riqueza de vuestra misericordia, se cierre
eternamente en ensalzarla. Oh Jesús, hijo de David tened piedad de mi alma
cuando la atormente la agonía y se turbe mi espíritu. Hacedme oír aquella sentencia:
Hoy serás conmigo en el paraíso ¡Oh Jesús, hijo de Dios vivo verdadero Pastor
de nuestras almas, reconocedme por vuestra oveja, y ponedme a vuestra diestra
en el rebaño de vuestros escogidos! ¡Oh Jesús mi Salvador, que me redimisteis
con vuestra sangre preciosa tened piedad de mí, y olvidad todas mis maldades.
Hacedme, Señor, la gracia de introducirme con los benditos de vuestro Padre
para que os alabe, bendiga y glorifique eternamente, Perdonadme, clementísimo
Salvador, cuantos pecados he cometido por pensamiento, palabra, obra, afecto y omisión:
porque bien lo sabéis, Señor, desde la planta del pie hasta el remolino de mi
cabeza nada hay sano. Mis iniquidades se han multiplicado más que los cabellos
de mi cabeza. Me son una carga insoportable...
Hacedme,
oh buen Jesús participante de todos los méritos de vuestra santa Pasión para la
remisión perfecta de todos mis pecados y para suplir por todas, mis faltas, negligencias,
tibiezas é ingratitudes. Manifestad vuestra misericordia sobre el mas indigno
de vuestros esclavos por el triunfo digno
de
vuestra cruz, no entrando en juicio conmigo: porque ay si entráis, ¿qué podre responderos
sino: Pequé, ¡oh, el más amoroso de todos los Padres! pequé contra el cielo y
contra, Vos: no soy digno de llamarme vuestro hijo, pero ni aun de contarme en
el número de vuestros esclavos. No entréis pues
en
juicio con vuestro pobre siervo. Sacadme del lodo en que me he sumergido, y no permitáis
que la boca del infierno se cierre sobre mí; pues desde el profundo de este abismo
en que me veo, elevo á Vos mi clamor. Inclinad vuestro oído a mis voces. Amadme
por vuestra misericordia infinita. No me castiguéis, Señor, en vuestro furor,
no sea que me aniquiléis. Poned, buen Jesús, vuestra Pasión entre vuestro
juicio rigoroso y mi alma pecadora. Mi buen Pastor que os cansasteis en
buscarme, que disteis la vida en la cruz por rescatarme, ¿serán para mí inútiles
tantos trabajos? Sean vuestras llagas
mi
asilo, escondedme en el secreto de vuestra faz hasta que pase la maldad. Ponedme
a cubierto en vuestro tabernáculo en este día de aflicción. Sedme Dios que me
proteja y casa de refugio para salvarme. Acordaos, Señor de vuestras antiguas
misericordias, y tened en mi favor pensamientos de paz y de consuelo. Si observáis,
Señor, las iniquidades, ¿quién podrá subsistir? No seáis para mí objeto de
terror y espanto, pues he puesto en Vos mi esperanza. No os alejéis de mí. Perdonadme
en este mal día, y no me desechéis en el tiempo de mi vejez, ni me abandonéis
en lo último de mi vida. Cuando mi fuerza se debilite, no apartéis de mí vuestro
socorro; acudid a mi defensa, mirad por mi alma: libradme, Señor, salvadme,
Dios mío, ponedme a cubierto del furor de mis enemigos. Atended a mi auxilio:
daos prisa a ayudarme.
¡Oh
Señor que sois el Dios de los ejércitos y el poderoso protector de Israel venid
en mi socorro, porque mi vida se ha debilitado en el dolor, y mis años se han pasado
en gemidos: mi virtud ha desfallecido en mi pobreza, y todos mis huesos se han conmovido.
Ved, Señor, y considerad cuan vil y despreciable he llegado a ser. Tened piedad
de mí, pues me formasteis. Veo y siento mi miseria en vuestra presencia: pero Señor,
yo he puesto mi confianza en Vos, y he dicho: Vos sois mi Dios: mi suerte está en
vuestras manos. Tomad, Señor, vuestras ramas y vuestro escudo; levantaos para socorrerme.
Decid a mi alma: yo soy tu salud. Miradme y apiadaos de mí, pues que sois la fuerza
y virtud de mi salvación: poned mi cabeza a cubierto en el día del combate, y cérqueme
vuestra voluntad como un escudo, porque mi enemigo se ha engreído con mis caídas.
Yo hago mías las palabras del que dijo: me hicieron padecer contumelias y terrores;
pero Vos, Señor, estáis a mi lado cual fuerte guerrero. Apiadaos de mí, pues soy
enfermo: sanadme, Señor, pues pequé contra Vos. Levantaos, Dios mío, salvadme, volveos
a mí por vuestra infinita misericordia. Vos sois mi refugio en la tribulación que
me cerca; alegría, gozo mío, sacadme de entre los enemigos que me rodean.
Brillen, Señor, vuestras misericordias en perdonarme, haciendo que sobreabunde
la gracia donde abundó el delito. Haced que esa misericordia que sobrepasa a
todas vuestras obras, prevenga, acompañe y siga a vuestro juicio. Guardadme,
Señor, como a la pupila del ojo. Los que me afligen se alegrarán si me ven vacilante;
pero yo he puesto en Vos mi esperanza. Mi corazón se regocijará de que hayáis
sido mi Salvador. De Vos oh Dios mío! espero todo mi socorro, mi salvación y mi
gloria. Ved mi aflicción, oh Señor!
Vos
que sabéis quienes son los que ponen en Vos su apoyo. Enviadme, Señor, vuestra
luz y vuestra verdad, y ellas me conducirán é introducirán en vuestro santo monte
y en vuestro tabernáculo admirable. ¿A dónde me refugiaré sino a Vos? ¿quién me
recibirá si Vos me desecháis? ¿quién me mirará si Vos me despreciáis? ¡Oh buen Jesús,
mi divino Padre! pues que soy vuestra criatura, aunque indigna, me atrevo a buscar
refugio en vuestra infinita misericordia, que en un momento puede perdonarme más
pecados que los que he podido cometer en toda mi vida, regándolos con vuestra
sangre preciosa, y haciéndome con esto digno de cantar eternamente un cántico
de acción de gracias a esta misma divina misericordia, que es todo lo que
deseo. ¡Oh mi Salvador Jesús en vuestras manos encomiendo mi espíritu. Venid, Ángeles
bienaventurados, y vos especialmente Ángel de mi guarda, venid, Santos y Santas
de mi Dios, implorad su misericordia en mi favor, y suplicad a mi Señor
Jesucristo que por su sola bondad me ha llamado, que perfeccione en mí la obra
de su misericordia dándome la perseverancia final. Yo os pido esta gracia, ¡oh
mi divino Salvador! por todos los misterios que cumplisteis en vuestra vida
mortal, y por los dolores que os dignasteis padecer hasta la muerte de cruz por
salvarnos, para que yo pueda bendeciros, amaros y glorificaros por toda la eternidad.
Amen.
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