sábado, 7 de diciembre de 2019

EJERCICIO PARA LA HORA DE LA MUERTE






EJERCICIO PIADOSO PARA LA HORA DE LA MUERTE
Madrid 1834

ADVERTENCIA
Aunque toda la vida del cristiano debe ser una continua preparación para la muerte, sus ocupaciones indispensables le distraen demasiados y no le dejan pensar en aquel terrible momento. Debe sin embargo no olvidarle, y santificar, a lo menos los días festivos, con esa santa meditación. Creemos, pues que la lectura de este ejercicio será ventajosa a los fieles, y no menos a los ministros de Dios que la Iglesia oraciones para recomendar el alma; pero puestas y dichas en latín no producen el efecto que puede desearse. Suele también suceder no hallarse presente el ministro, y en tal caso son pocas las personas que sepan excitar á penitencia. Con este santo ejercicio, tomado del de la Iglesia, y aumentado con sentidas asisten a los moribundos. Es verdad que tiene expresiones sacadas de la Santa Escritura, basta saber leer para inspirar al moribundo y circunstantes sentimientos de dolor y arrepentimiento. Plegue a Dios bendecir nuestros cristianos deseos. Amen.


EJERCICIO DIADOSO
Señor mío Jesucristo, estad conmigo, y defendedme; estad en mí, y reparadme; estad alrededor de mí, y conservadme; estad delante de mí, y guiadme; estad debajo de mí, y sostenedme; estad cerca de mí, y guardadme; estad sobre mí, y protegedme; estad cerca de mí y bendecidme; Vos que en la Trinidad perfecta vivís y reináis por todos los siglos de los siglos. Amen.


Vengo a Vos, oh mi buen Jesús, mi Señor, mi Salvador y mi, Redentor y os suplico que me pongáis a cubierto bajo el abrigo de vuestras alas en este día de mi extrema aflicción. Dignaos ser mi protector para con vuestro Padre, y mi defensor contra la muchedumbre de mis enemigos. Yo me abandono á Vos: no me despreciéis mi arrojéis de vuestra presencia, Dignaos, Señor, oír y escuchar la humilde y ardiente súplica que hago a vuestra divina majestad para que me perdonéis todas mis iniquidades y todas las ingratitudes de que me he hecho reo contra Vos.

Tened, Señor, misericordia de mí; escuchad mis gemidos; ved mis lágrimas: y no teniendo más confianza que, en vuestra divina misericordia, haced que yo experimente sus efectos concediéndome el perdón que os pido. No permitáis oh mi Dios por vuestro amor, que yo experimente jamás el horror de las tinieblas, el ardor de las llamas y el rigor de los tormentos preparados para los que no os amen. Jesús, mi buen Jesús, que fuisteis crucificado por mí, librad mi alma de todos los tormentos que merezco por mis culpas; porque los muertos no os alabarán, ni los que bajan al infierno. ¡Oh Salvador mío! no permitáis que la boca de un pobre pecador, que ha experimentado tantas veces la riqueza de vuestra misericordia, se cierre eternamente en ensalzarla. Oh Jesús, hijo de David tened piedad de mi alma cuando la atormente la agonía y se turbe mi espíritu. Hacedme oír aquella sentencia: Hoy serás conmigo en el paraíso ¡Oh Jesús, hijo de Dios vivo verdadero Pastor de nuestras almas, reconocedme por vuestra oveja, y ponedme a vuestra diestra en el rebaño de vuestros escogidos! ¡Oh Jesús mi Salvador, que me redimisteis con vuestra sangre preciosa tened piedad de mí, y olvidad todas mis maldades. Hacedme, Señor, la gracia de introducirme con los benditos de vuestro Padre para que os alabe, bendiga y glorifique eternamente, Perdonadme, clementísimo Salvador, cuantos pecados he cometido por pensamiento, palabra, obra, afecto y omisión: porque bien lo sabéis, Señor, desde la planta del pie hasta el remolino de mi cabeza nada hay sano. Mis iniquidades se han multiplicado más que los cabellos de mi cabeza. Me son una carga insoportable...

Hacedme, oh buen Jesús participante de todos los méritos de vuestra santa Pasión para la remisión perfecta de todos mis pecados y para suplir por todas, mis faltas, negligencias, tibiezas é ingratitudes. Manifestad vuestra misericordia sobre el mas indigno de vuestros esclavos por el triunfo digno
de vuestra cruz, no entrando en juicio conmigo: porque ay si entráis, ¿qué podre responderos sino: Pequé, ¡oh, el más amoroso de todos los Padres! pequé contra el cielo y contra, Vos: no soy digno de llamarme vuestro hijo, pero ni aun de contarme en el número de vuestros esclavos. No entréis pues
en juicio con vuestro pobre siervo. Sacadme del lodo en que me he sumergido, y no permitáis que la boca del infierno se cierre sobre mí; pues desde el profundo de este abismo en que me veo, elevo á Vos mi clamor. Inclinad vuestro oído a mis voces. Amadme por vuestra misericordia infinita. No me castiguéis, Señor, en vuestro furor, no sea que me aniquiléis. Poned, buen Jesús, vuestra Pasión entre vuestro juicio rigoroso y mi alma pecadora. Mi buen Pastor que os cansasteis en buscarme, que disteis la vida en la cruz por rescatarme, ¿serán para mí inútiles tantos trabajos? Sean vuestras llagas
mi asilo, escondedme en el secreto de vuestra faz hasta que pase la maldad. Ponedme a cubierto en vuestro tabernáculo en este día de aflicción. Sedme Dios que me proteja y casa de refugio para salvarme. Acordaos, Señor de vuestras antiguas misericordias, y tened en mi favor pensamientos de paz y de consuelo. Si observáis, Señor, las iniquidades, ¿quién podrá subsistir? No seáis para mí objeto de terror y espanto, pues he puesto en Vos mi esperanza. No os alejéis de mí. Perdonadme en este mal día, y no me desechéis en el tiempo de mi vejez, ni me abandonéis en lo último de mi vida. Cuando mi fuerza se debilite, no apartéis de mí vuestro socorro; acudid a mi defensa, mirad por mi alma: libradme, Señor, salvadme, Dios mío, ponedme a cubierto del furor de mis enemigos. Atended a mi auxilio: daos prisa a ayudarme.

¡Oh Señor que sois el Dios de los ejércitos y el poderoso protector de Israel venid en mi socorro, porque mi vida se ha debilitado en el dolor, y mis años se han pasado en gemidos: mi virtud ha desfallecido en mi pobreza, y todos mis huesos se han conmovido. Ved, Señor, y considerad cuan vil y despreciable he llegado a ser. Tened piedad de mí, pues me formasteis. Veo y siento mi miseria en vuestra presencia: pero Señor, yo he puesto mi confianza en Vos, y he dicho: Vos sois mi Dios: mi suerte está en vuestras manos. Tomad, Señor, vuestras ramas y vuestro escudo; levantaos para socorrerme. Decid a mi alma: yo soy tu salud. Miradme y apiadaos de mí, pues que sois la fuerza y virtud de mi salvación: poned mi cabeza a cubierto en el día del combate, y cérqueme vuestra voluntad como un escudo, porque mi enemigo se ha engreído con mis caídas. Yo hago mías las palabras del que dijo: me hicieron padecer contumelias y terrores; pero Vos, Señor, estáis a mi lado cual fuerte guerrero. Apiadaos de mí, pues soy enfermo: sanadme, Señor, pues pequé contra Vos. Levantaos, Dios mío, salvadme, volveos a mí por vuestra infinita misericordia. Vos sois mi refugio en la tribulación que me cerca; alegría, gozo mío, sacadme de entre los enemigos que me rodean. Brillen, Señor, vuestras misericordias en perdonarme, haciendo que sobreabunde la gracia donde abundó el delito. Haced que esa misericordia que sobrepasa a todas vuestras obras, prevenga, acompañe y siga a vuestro juicio. Guardadme, Señor, como a la pupila del ojo. Los que me afligen se alegrarán si me ven vacilante; pero yo he puesto en Vos mi esperanza. Mi corazón se regocijará de que hayáis sido mi Salvador. De Vos oh Dios mío! espero todo mi socorro, mi salvación y mi gloria. Ved mi aflicción, oh Señor!
Vos que sabéis quienes son los que ponen en Vos su apoyo. Enviadme, Señor, vuestra luz y vuestra verdad, y ellas me conducirán é introducirán en vuestro santo monte y en vuestro tabernáculo admirable. ¿A dónde me refugiaré sino a Vos? ¿quién me recibirá si Vos me desecháis? ¿quién me mirará si Vos me despreciáis? ¡Oh buen Jesús, mi divino Padre! pues que soy vuestra criatura, aunque indigna, me atrevo a buscar refugio en vuestra infinita misericordia, que en un momento puede perdonarme más pecados que los que he podido cometer en toda mi vida, regándolos con vuestra sangre preciosa, y haciéndome con esto digno de cantar eternamente un cántico de acción de gracias a esta misma divina misericordia, que es todo lo que deseo. ¡Oh mi Salvador Jesús en vuestras manos encomiendo mi espíritu. Venid, Ángeles bienaventurados, y vos especialmente Ángel de mi guarda, venid, Santos y Santas de mi Dios, implorad su misericordia en mi favor, y suplicad a mi Señor Jesucristo que por su sola bondad me ha llamado, que perfeccione en mí la obra de su misericordia dándome la perseverancia final. Yo os pido esta gracia, ¡oh mi divino Salvador! por todos los misterios que cumplisteis en vuestra vida mortal, y por los dolores que os dignasteis padecer hasta la muerte de cruz por salvarnos, para que yo pueda bendeciros, amaros y glorificaros por toda la eternidad. Amen.





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