16.
LAS DOS BENDICIONES
Sólo
dos veces bendijo Dios sobre la tierra a las criaturas inocentes: la una, cuando
después de haber criado a la primera de las madres, dijo: «Creced y
multiplicaos»; y la otra, cuando después de haber criado a la única madre entre
las vírgenes, la hizo anunciar por ministerio del ángel: Bendita tú entre todas
las mujeres». La primera bendición debía dar al mundo el espectáculo augusto de
padres inocentes y de hijos inmaculados; un espectáculo de generaciones sin
mancha, formadas á imagen de Dios, justo, según su suprema sabiduría,
establecidas en medio de todos los bienes, bajo un cielo siempre puro y
benigno; un espectáculo de paz, de felicidad, de delicias, de amor; un
espectáculo que deberíamos dolorosamente envidiar, si la segunda de las
bendiciones no nos hubiese proporcionado en medio de la misma desventura otro
todavía más grandioso. En fuerza de esta bendición fue señalado a María el
destino más sublimo de que puede ser capaz una criatura, y por ella un rayo de
la fecundidad infinita del Antiguo los días, fue á posarse sobre la predilecta los
siglos, y la inmaculada Esposa de Dios cubierta por todas partes de la
omnipotencia y virtud del Espíritu Santo, llegó a ser agregada a la generación
del Eterno. Y por ella María hizo visible al mundo al Hijo inmaculado del Padre
de toda inocencia, al Príncipe de la paz, al autor de toda felicidad, al
deseado de las naciones, no á imagen de Dios, sino Dios mismo, que es
engendrado por el Eterno Padre: espectáculo augusto, al que los ángeles entonan
un cántico de gloria: espectáculo tierno en que se ve a un Dios hacerse niño
para ser objeto de amor: espectáculo sublime en que un Dios hecho hijo de una Virgen
inmaculada, llega a quedar unido con los más dulces lazos y a formar con la
humanidad una misma familia. La primera de las bendiciones no impidió que el
orgullo germinase en el corazón de la mujer y produjese la muerte; la segunda
fecundó la humanidad de María para que produjese la vida. Con la primera se abría
al mundo el principio de las generaciones humanas; con la segunda fueron
suspendidas las leyes de la naturaleza, para ser reemplazadas por los misterios
de la generación divina. Aquella había hecho que el hombre se enamorase de la
tierra para eternizar en ella su terrena progenie, esta le ha hecho enamorarse
del cielo y convertirse en progenie de Dios.
CANTICO
Celebrad al Señor, porque es bueno, porque
su misericordia está en lo eterno.
Dios miró desde lo alto de los cielos: el Se
ñor fijó su vista sobre la tierra.
Para oír los gemidos de los que se hallaban
en prisiones, para dar libertad a los hijos de
la muerte.
Y bendijo el campo de las generaciones humanas, y brotó
una flor escogida, la flor del
paraíso.
La única rosa entre las espinas, la rosa que
no se marchita, la flor intacta que produce el
fruto de la vida.
Celebrad al Señor, porque es bueno, porque
su misericordia está en lo eterno.
Y vió y ensalzó a María sobre toda criatura,
para que en ella fuesen ensalzadas todas las
gentes.
La bendijo con la bendición de los años en
teros, para que en ella fuesen bendecidos todos los
pueblos.
Y fuese celebrado el nombre de Jesús juntamente con el
de María, en la plenitud de las
eternas misericordias.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
que preservó inmaculada a María por los siglos
de los siglos. Amén.
ORACION
Ven,
alma mía, sal del letargo en que te han puesto las obras del pecado; póstrate a
los pies de María, y no te apartes de ella hasta que te haya bendecido.
¡Bendecidme, oh Hija inmaculada del Eterno Padre, con la bendición del
Omnipotente, para que haga caer sobre mi corazón ese cúmulo de virtudes, que me
son tan necesarias en la peregrinación de este valle de asechanzas!
¡Bendecidme, oh Madre inmaculada del Eterno Hijo, con la bendición de la sabiduría,
á fin de que me ilumine en las tinieblas de esta vida mortal, y me conduzca por
el seguro camino que conduce al cielo! ¡Bendecidme, oh Esposa inmaculada del
Eterno Espíritu, con la bendición del amor, para que, inflamando mi corazón con
la ardiente caridad, que apartándome de las cosas perecederas de la tierra, pueda
mi afecto concentrarse enteramente en las delicias de ese Dios, que en su
benignidad bendijo vuestra concepción, para formar de vos la inmaculada entre
todas las mujeres. Bendecidme, oh inmaculada Virgen María, bendecidme con la bendición
de un amor maternal, que me haga digno de ser vuestro hijo en la tierra, y coheredero
y partícipe de vuestra bienaventuranza en el paraíso eterno, Amén.
Tres
Ave Marías
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