15.
EL CASAMIENTO INMACULADO
Dos
personas inmaculadas, inocentes, abrieron la escena sublime del universo en el
principio de los tiempos: dos personas inmaculadas, inocentes, en la plenitud
de los siglos, llenaron el vacío del nuevo universo de la gracia, el mundo
cristiano. Adán y Eva eran individuos solitarios e independientes; formaban la
base admirable de la sociedad humana, con el vínculo indisoluble de un amor
todavía puro con toda la pureza de la primera creación. Santos é inmaculados
fueron los lazos que los unieron; enlace que no aconsejó ninguna pasión terrena,
que no fue acompañado de ningún aliciente humano, que fue formado inocentemente
entre esposos inocentes, y bendecido por un Dios que formaba de él sus
delicias, porque quería hacer eterna la inocencia sobre la tierra. Mas, aunque
iniciado con tan favorables
y
felices auspicios, no duró en su primitiva integridad sino lo suficiente para
ser la figura de otro consorcio que, infinitamente más sublime, debía colmar
las esperanzas de los pueblos. El primero fue revestido de gracia, pero permanecieron
intactas las leyes de una naturaleza todavía nueva; el segundo fue revestido de
la plenitud de la gracia, pero las leyes de la naturaleza cedieron a la
sublimidad del misterio. Fue el primero el consorcio del amor humano por medio
de Eva; fue el segundo el enlace de la humanidad con el amor divino por medio
de María: en el primero tuvo la mujer las llaves del corazón del hombre, y en
el segundo las del corazón de Dios. Eva había sido formada en toda su natural
inocencia, de un modo extraordinario, en un éxtasis de Adán; y María de un modo
extraordinario también, y milagrosamente fue concebida inmaculada, y puede
decirse que en un éxtasis de la humanidad. Pero Eva no era más que la esposa de
Adán, mientras que María, mística esposa del Espíritu Santo, madre del divino
Verbo, llegó a será un mismo tiempo madre, hija y esposa de su mismo Dios.
Enlace misterioso entre la debilidad y la fortaleza, entre la grandeza y la
pequeñez,
entre
la inmensidad y la nada. Unión admirable de misterios en que se confunde la
mente humana, para dejar en libertad al corazón de seguir los impulsos de un
reconocimiento tanto más profundo, cuánto más difícil es el concebir su
grandeza. La mujer del primer inmaculado matrimonio arrojó en brazos de la
muerte a toda la generación humana, por el deseo de hacerse semejante a la
omnipotencia divina; y ese mismo Dios, por un impulso de su misericordia, en el
segundo inmaculado consorcio, destinado a rescatar de la muerte a los míseros descendientes
de Eva, se hizo hijo de su misma esposa, como si quisiese decirla: Te haré tan omnipotente
como puede serlo la Madre de un Dios...
CANTICO
Regocijaos, oh justos, en María, entonando
un cántico nuevo desde el uno al otro polo,
desde el Oriente hasta el ocaso.
Acudid, oh pueblos, desde lejos; venid y os
enseñaré un nombre nuevo, que destilará dulcísima miel
en vuestro corazón.
Hacedle resonar en las harpas eternas, oh
ángeles del paraíso, oh arcángeles, que anunciasteis
el saludo de Dios.
Cantadle, oh cielos, en el esplendor del firmamento;
repetidle con júbilo, montes y valles, prorrumpid en voces de alegría.
Santa é inmaculada es la Esposa del tálamo
divino; el tálamo del Santo de los santos, del
Inmaculado de los inmaculados.
Dios hizo de ella la cosa más tierna para mi
corazón, para que pusiese en ella mi esperanza.
Corred, oh gentes, a engrandecer conmigo
á la inmaculada María, y ensalcemos todos su
dulcísimo nombre.
Cantad y mirad cuán suave es María; dicho
so el que ha esperado en ella.
En ella, oh Dios mío, esperaré, pues que
vos lo habéis querido; mi esperanza no será
confundida en lo eterno.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
que preservó inmaculada a María, por los siglos de los
siglos. Amén.
ORACIÓN
¿Es
posible, oh inmaculada María, que habiéndoos concedido tanto poder para que lo empleaseis
en favor de vuestros hijos, me encuentre siempre tan mísero y tan destituido de
la gracia del cielo? ¿Es posible que teniendo vos un corazón tan piadoso, que
os impulsa a usar todos los medios más eficaces para inspirará nuestras almas
el amor a vuestro divino Esposo, la mía se halle siempre tan distante? Demasiado
lo conozco, oh María; no es vuestra la falta, sino sólo de mi perversidad. Vos me
llamáis de continuo, me ofrecéis vuestro corazón, me invitáis á amaros, porque sabéis
que ese es el primer paso para llegará vuestro Hijo... y yo... ¡ah! os amo, oh
María, pero os amo demasiado poco! ¡Oh, cuán pasajero es ese amor, cuán
falaz!... A la más ligera falta de consuelo se entibia, la más pequeña tribulación
que sobreviene le disgusta, y en cuanto se despierta la menor pasión se aleja
de vos, y se convierte en afecto a las cosas terrenas.... ¿Cuándo os amaré, oh
María, con un amor digno de vos? Cuando podré deciros con la sincera efusión de
mi corazón: por amor vuestro he abandonado todas las vanidades de la tierra...
por piedad, oh Virgen inmaculada, disponed de mi corazón; yo os le consagro
para que le purguéis de todo extraño afecto y le infundáis el que únicamente
debe dominar en un hijo vuestro, y rogad... sí, oh María, rogad a vuestro Jesús
por mí, y no ceséis de rogarle, hasta que me veáis firme en vuestro amor y en el
de mi Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Tres
Ave Marías.
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