TRIDUO
O PREVIA DISPOSICION DE TRES DIAS, PARA
CELEBRAR CON FERVOR Y FRUTO LA FIESTA DE LA
INMACULADA CONCEPCION DE MARIA SANTISIMA
DIA PRIMERO
ACTO DE CONTRICION
Señor
mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Criador, Padre y Redentor de mi alma,
mi primer principio y mi último fin; en quien creo, en quien espero, y a quien
amo más que a todas las cosas; confuso estoy y avergonzado de ver lo mucho que
Vos habéis hecho por mí sabiendo lo poco o nada que yo había de hacer por Vos.
Vos me sacasteis de la nada, dejando en ella infinitos que os sirvieran con
fidelidad; me disteis las potencias que negasteis a otros, para que las
emplease en vuestro servicio, y proveísteis remedios eficaces y oportunos a mi
flaca y enfermiza naturaleza en la robusta y saludable gracia de los Sacramentos.
Esto y mucho más hicisteis Vos por mí; pero yo (¡o monstruo de ingratitud!) yo
me rebelé contra Vos, valiéndome de estos favores para agraviaros; y esto sin
que tenga escusa que alegar en mi favor. Porque quise, Señor, porque quise,
condescendí con la tentación: porque quise, di rienda a mis pasiones; porque
quise, os ofendí. No quiero escusarme, no, que fuera añadir nuevos motivos a
vuestra indignación. Mia fue toda la culpa, que á no querer ofenderos yo, no os
ofendiera. Por no disgustar a mis apetitos más hediondos que de bruto, no
reparé en disgustaros, anteponiendo un sucio deleite, un interés mundano, un
aplauso fantástico a vuestra amistad, y atropellando con todos los fueros de la
razón. Todo esto lo confieso, Señor, en presencia de vuestra santísima Madre mi
señora, por cuya intercesión espero mi remedio en el arrepentimiento; y así
digo que me pesa de haberos ofendido, solo por ser quien sois, proponiendo
emplearme todo de hoy más en vuestro santo servicio. Y para que esta mi resolución
tenga más fuerza, la hago en obsequio de la misma siempre Virgen María, cuyo patrocinio
imploro en este Triduo para todos los días de mi vida, y especialmente para las
agonías de la última hora, diciendo con el mayor afecto de mi corazón: María,
madre de gracia, madre de misericordia, defendedme, Señora, de todos mis
enemigos, ahora y en la hora de mi muerte. Amen.
Aquí
se reza tres veces el Ave María en reverencia de la pureza de la Virgen, y
luego se dice la siguiente:
DEPRECACION
Alégrome,
Señora, y sumamente me regocijo, de que el Padre eterno emplease en vuestra
prodigiosa creación el atributo de su poder sobre toda pura criatura. Alégrome
de que él mismo os escogiese para su hija primogénita, para dignísima madre de
su Hijo y para esposa predilecta del Espíritu santo; constituyéndoos toda la santísima
Trinidad reina de los ángeles y de los hombres, y correspondiendo Vos con todo
el lleno de una gratitud admirable á tan señalados beneficios. Pero ya, Señora,
que yo me alegro de todas estas gracias, más que si fueran mías propias, y os
rindo por ellas cordialísimos parabienes, mirad con tierna compasión mis males,
y buscadles el más ejecutivo remedio. Muchos son, es verdad, son muchos; pero
eso mismo moverá más y más aquella antigua compasión, de que tanto y con tan
justa razón blasonáis, y en eso mismo campeará más el amable atributo de vuestra
misericordia. Si un Judas acudiera a Vos, después de haber entregado a sus
enemigos para la muerte al Hijo de vuestras entrañas, lo recibierais con
benignidad, solicitándole el perdón de tan enorme delito. ¿Y acudiendo yo á
Vos, me quedaría sin remedio? No, no tenéis ojos para verme perecer en el mar
de mis miserias sin alargarme la mano; no habéis mudado aquella condición
amorosa que fue siempre el asilo de seguridad para el miserable pecador. A más
de que, Virgen sacratísima, ¿puede resultar algún honor a vuestra piedad de que
perezca este infeliz? Y perecerá ciertamente, a no encontrar en Vos el amparo
que solicita. Si por no tomar Vos á pechos el negocio de mi salvación, yo me
conde no, ¿qué gusto podréis tener en ver un condenado más, blasfemando de
vuestro adorable Nombre en el abismo? Mia, es verdad, fuera la culpa; pero
tampoco tendríais Vos la gloria de ser mi restauradora. Ea, Señora mía muy amada,
no os resistáis más a mis rendidas súplicas: miradme con aquel rostro de cielo
con que serenáis al corazón atribulado: dad principio a esta obra propia de
vuestra piedad por
mi
arrepentimiento: haced que llore (así fueran mis lágrimas de sangre), haced que
llore mis desvíos, el notable desperdicio del tiempo y el mal uso de mis
potencias y sentidos. No, no me neguéis estas gracias, ni la que particularmente
os pido en este Triduo, que espero sea a mayor gloria de Dios, obsequio vuestro
y bien de mi alma. Amen.
Con aplauso general
Todos canten á porfía:
Sois concebida, María,
Sin pecado original.
Voz de júbilo resuena
En la eterna Ciudad santa;
Voz de júbilo levanta
La Iglesia de emoción llena;
¿A quién, Virgen, no enajena
Tu pureza divinal?
Habló en fin el gran Jerarca
Con divina inspiración:
María, á su Concepción
Ninguna mancilla marca;
Que eres Tú tan solo el arca
En naufragio universal:
Gloria á Dios, que así confunde
La maldad del siglo impío:
Gloria a Dios y honor á Pio,
Que el gozo doquier difunde;
Mas rebrama y feroz hunde
Su frente en llamas Belial:
España, que a tu Patrona
Aclamaste con ternura,
Toda hermosa, toda pura,
Un himno triunfal entona;
De tu antigua fe blasona,
Y di con amor filial:
Eres cual sol escogida
Y como la luna bella;
Refulgente como estrella;
Como luz esclarecida;
Dulzura, esperanza y vida
De la Iglesia universal:
¡Cuán perfecta el Dios potente,
Virgen santa, le creó!
Sonrisa a tus labios dio,
Fulgor a tu hermosa frente;
Tu tierno mirar es fuente
De consuelo general:
Escogida eres Tú sola,
Y no hay, como Tú, ninguna:
Fulgura a tus pies la luna;
Brilla en tu sien aureola;
El Dios mismo te arrebola,
Y Él es tu manto real:
¡Con qué resplandor circundan
Tu pura faz doce estrellas!
La belleza y la luz de ellas
Son las gracias que te inundan;
Tanto en Ti, María, abundan
Los dones del Inmortal:
Tú la hermosa: el mismo Eterno
En Ti fija su morada,
Y te llama bella, amada,
Dulce esposa, objeto tierno:
Tú la fuerte: el fiero averno
Tiembla a tu voz celestial:
Madre mía candorosa,
Ya que al candor te sonríes,
Toma blancos alelíes,
Blanco lirio, blanca rosa;
La azucena blanca, hermosa,
Orne tu sien virginal:
Ya extienda su negro manto
Con horror la noche fría;
Ya derramé el claro día
Nueva luz y nuevo encanto,
Suene siempre el dulce canto,
Toda hermosa.... sin igual:
L: En tu Concepción, o Virgen, inmaculada
fuiste.
R: Ruega por nosotros al
eterno Padre cuyo Hijo pariste.
ORACIÓN: Señor
y eterno Padre, que por la inmaculada Concepción de la purísima Virgen María,
preparaste digna morada a tu eterno Hijo, suplicámoste que, así como la
preservaste de toda mancha y culpa original, por haber previsto la muerte de su
Hijo y tuyo, así también nos concedas, que, mediante su intercesión, lleguemos
puros sin ninguna mancha a tu divina presencia. Lo cual le suplicamos por el mismo
señor Jesucristo. Amen.
DIA SEGUNDO
DEPRECACION
Alégrame,
Señora, y con todo el corazón me regocijo, de que la segunda Persona de la santísima
Trinidad depositase en vuestra preciosísima alma los tesoros de su infinita
sabiduría, sin dar lugar a que vuestro entendimiento fuese jamás ofuscado con
las sombras de la ignorancia. Alégrome de que las luces sobrenaturales con que penetrasteis
los más profundos arcanos de nuestra sagrada religión, hiciesen notables
ventajas a las de los Profetas todos, y a todas las de los más sabios
querubines. Alégrame de la perfectísima inteligencia con que entendisteis las
sagradas Escrituras y las voces de la divina inspiración, poniendo siempre en ejecución
pronta y perfecta la voluntad del que os inspiraba. Pero ya, Señora, que yo me
alegro, más que si fueran mías propias, de todas estas gracias, y os doy por
ellas millares de parabienes, tomad a vuestro cargo, que yo me haga en adelante
tan
dócil a la inspiración de Dios, como he sido rebelde hasta ahora. Bien sé, que
nada tengo que alegaros de mi parte, que pueda inclinar vuestra clemencia; pero
sí alegaré de la vuestra aquellas antiguas misericordias, que habéis usado con
los que se acogieron a Vos, por una serie no interrumpida de más de diez y ocho
siglos. Alegaré que sois Madre de miserables desvalidos, y que siendo yo el mayor
de todos, en ninguno estará mejor empleada vuestra benignidad. Alegaré que de la
misericordia que conmigo usareis, tomarán otros fuertes alientos para acudir a
Vos como a su casa de refugio. Ea, volved, Señora, volved hacia mí esos ojos,
que miran con tierna
compasión
a los que habitan el país de las miserias. Piadosísima sois, clementísima sois,
dulcísima sois, suavísima sois para los demás; pues sedlo también para mí,
haciendo que en adelante busque aquel uno necesario, sin cuyo logro fuera
eternamente desdichado; y recabando con el brazo de vuestro poder, que me haga
dócil a las voces de la inspiración, y suspire día y noche los progresos en la
virtud. Concededme, Señora y Madre mía, estas gracias, y la que particularmente
pido en este Triduo, que espero sea a mayor gloria de Dios, obsequio vuestro y
bien de mi alma. Amen.
DIA TERCERO
DEPRECACION
Alégrome,
Señora, y mi alma toda se regocija, de que el Espíritu santo os escogiese entre
todas las criaturas posibles para su esposa, preservándoos con especialísimo
honor de la primera culpa. Alégrome de que el mismo divino Espíritu se
complaciese en Vos sola más que en todo lo criado, y os enriqueciese de sus más
preciosos dones, como a su predilecta. Alégrome de que Vos le correspondieseis con
tan prodigiosa fineza y constancia, que lo mismo fue amanecer en Vos el uso de
la razón, que comenzar a amarlo, creciendo tanto en vuestro pecho la llama de
este sagrado fuego, que os consumió la vida, sin que fuesen bastante á templar
el incendio de vuestra caridad los mares de vuestra amarguísima tribulación,
especialmente al pie de la cruz. Pero ya, Señora, que yo me alegro más de estos
vuestros dones y gracias, que, si fueran propias mías, y por ellas os rindo
infinitos parabienes; haced que prenda en mi pecho helado una centellita
siquiera del sagrado fuego. ¡Qué digo centellita! Haced que me consuma todo en
amor divino. Y porque el amor se echa de ver por lo que se hace y lo que se
padece por el amado, sea en adelante mi vida un continuo hacer y padecer por mi
Dios y mi Señor. Solicite sin cesar, o Virgen santísima, este vuestro devoto,
el aumento de la gloria divina con sus palabras y con sus ejemplos. Padezca
gustoso, o a lo menos resignado, trabajos, enfermedades, persecuciones, y todo
género de tribulación. No viva ya, Madre mía, no viva sino crucificado
al
mundo y al amor propio, en testimonio de que solo ama al Crucificado. Confieso
que he estado hasta ahora muy lejos de semejantes deseos, huyendo la mortificación,
mirando con desabrimiento la cruz, y no anhelando a unirme con estrechos lazos
de amor con mi Dios. Confiésolo y lo lloro, y ¡ojalá que mucho antes hubieran
penetrado mi corazón estos sentimientos! Vamos ya, Señora y madre mía muy
amada, vamos a amar a un Dios por in
finitos
títulos amable. Vamos a sacrificarle los afectos todos de un corazón contrito y
humillado. No me neguéis, para lograrlo, la gracia de vuestra protección, ni la
que os ruego en este sagrado Triduo, como sea a mayor gloria del mismo Dios,
obsequio vuestro y bien de mi alma. Amen.
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