martes, 10 de diciembre de 2019

VISITA A NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE



PRÁCTICA DEVOTA
PARA VISITAR A MARÍA SANTÍSIMA DE GUADALUPE EN SU SANTUARIO

Luego que se entra al templo, postrado humildemente y hecha la señal de la cruz, se dice la oración siguiente.

Omnipotente Dios y Señor, que sin embargo de estar por tu inmensidad presente en todo lugar, dispusiste levantasen en tu Iglesia templos donde tus fieles se congregasen a tributar el culto debido a tu Soberanía, y a confesar tu santo nombre: yo, en testimonio de la fé con que te confieso por único, absoluto y supremo Señor de todo lo que tiene ser, entro a este santo templo, a adorarte y reverenciarte, y animado de la esperanza que debo tener de tu bondad infinita, me atrevo a suplicarte, que apartando la vista de mi indignidad y de mis culpas, la pongas en tu Hija tiernísima, en tu amantísima Madre y en tu fidelísima Esposa María, mi Señora, a quien vengo a implorar por medianera é intercesora. Está ya declarado ser tu voluntad y gusto que las gracias y mercedes que se conceden a los mortales, todas pasen por las manos de esta piadosísima Princesa; a ella, por tanto, recurro, a ella enderezo mis peticiones, para que presentadas por manos tan gratas a tu divina Majestad, y acompañadas de los méritos de mi amorosísimo Redentor Jesús, logren el despacho favorable que deseo. Amen.

Después se dirá la siguiente:

ORACIÓN
Dios te salve, Emperatriz suprema del empíreo y reina de los ángeles: Dios te salve, María Santísima de Guadalupe: Dios te salve y sea por siempre bendito aquel Señor que usan lo con nosotros de sus acostumbradas misericordias, quiso que bajases del empíreo a honrar este suelo nuestro, a ofrecernos tu protección y a encargarte de mirar por nosotros con entrañas de verdadera Madre. ¿Con qué voces podré explicar mi reconocimiento? ¿Qué expresiones serán bastantes para significar los afectos de mi agradecido corazón? Yo no encuentro otras, Señora, que venir como vengo, a este santo templo que tú quisiste se te fabricara, para fijar en él el tribunal de las gracias, el trono de las misericordias; a este templo en que tú prometiste mostrarte Madre amorosa y tierna de cuantos llegasen a invocarte: inclina, pues, ahora tus oídos a mis clamores; vuelve tus ojos a mis necesidades, abre el seno de tus piedades y misericordias a quien no funda en otra cosa sus esperanzas, sino en esas entrañas de madre de que te dotó la divina Providencia cuando te nombró Abogada de los pecadores. No quiero, no deseo, no te pido, sino que me alcances del Padre celestial la inestimable gracia de portarme como hijo de tal Madre. Amen.

Se rezan nueve Ave Marías en honor de los nueve coros de los Ángeles, y luego hecha la petición se dice la oración siguiente:
Qué altamente has desempeñado, ¡oh Purísima Reina de los ángeles, el título de Madre nuestra con que te diste a conocer! ¡Qué gloriosamente has cumplido la palabra que diste al dichosísimo Juan Diego, de mostrarte Madre piadosa y tierna de cuantos te llamasen! Madre piadosa y amorosa te has mostrado, cuantas veces has quitado de la mano al Todopoderoso el azote con que estaba resuelto á castigarnos: Madre piadosa te has mostrado, cuantas veces hemos logrado por tu intercesión el buen despacho de nuestras peticiones. Este augusto santuario tuyo ha sido para nosotros fuente perenne de favores y beneficios; un torrente de gracias está manando siempre de tu seno, y nadie ha llegado hasta ahora a acogerse a tu sombra que salga desconsolado. Feliz mil veces esta nación con tan amante y poderosa protectora. Continúa, Señora, tu beneficencia; asístenos en tiempo tan calamitoso, aleja de nosotros esos funestos movimientos que tiran a arruinar la religión cristiana; no permitas que lleguen a este país los aires inficionados de la infidelidad y del ateísmo. No se diga jamás que esta América, que se precia de ser conquista tuya, le volvió la espalda al verdadero Dios. Haz, Señora, como Madre, por más que nuestras maldades lo desmerezcan. Alcánzanos del Padre Eterno los auxilios que necesitamos para cumplir con nuestras obligaciones, para conformar nuestra conducta con nuestra creencia, para que nos portemos como hijos tuyos, puesto que te confesamos y te llamamos Madre. Amen.

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