DEVOCIÓN DE LOS SIETE MIERCOLES
DESPUÉS DE PASCUA
EN HONOR DE LA SANTÍSIMA VIRGEN DEL MONTE
CARMELO
Es
de creer que nunca sintió la Virgen María tan lleno su corazón de alegría,
mientras estuvo en esta vida, como en los días de la Resurrección de su Hijo.
Siendo pues propio de un corazón amante alegrarse en la dicha del objeto amado
¿Cómo no se han de alegrar los devotos del Carmen, Religiosos y Terciarios en
el tiempo de Pascua, cuando su amorosa Madre fue consolada y llena de gozo por
la Resurrección de su Hijo? El mejor modo, pues, de alegrarse con María es
consagrarle los siete miércoles, meditando y rezando sus gozos, pidiéndole
alguna gracias, que, como días de alegría, todo lo concederá.
Los
gozos que van a continuación, son los que se rezan en Roma, en la Iglesia de
Santa María Traspontina.
ACTO DE CONTRICCIÓN
Señor
mío, Jesucristo, Dios y hombre verdadero, me pesa de todo corazón haberte
ofendido; propongo firmemente nunca más pecar, apartarme de todas las ocasiones
de pecado, confesarme y cumplir la penitencia. Te ofrezco, Señor, mi vida,
obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados. Amén.
PRIMER MIÉRCOLES
PRIMER GOZO
Me alegro con vos ¡Oh Virgen gloriosísima
María, Madre de Dios! Por aquel contento que tuviste, cuando conocida
vuestra inefable pureza, fuisteis escogida para ser Madre del Verbo Eterno y
Esposa del Espíritu Santo, dignidad tan sublime, que, exaltada ahora en el
cielo, y excediendo con ella a todos los espíritus bienaventurado, llevaís Vos
sola con ella mayor gloria de la que gozan todos los Santos, unidos en el
Paraíso. Os suplico yo vuestro devoto ¡Oh Reina, Madre y Hermosura del Carmelo!
Que intercedáis con vuestro celestial Esposo e Hijo Jesús, para que me conceda
el perdón de mis pecados y su divina gracia, a fin de que con ella se haga mi
alma digna de la pureza de los ángeles y quede perpetuamente desposada con el
Eterno Señor.
SEGUNDO MIÉRCOLES
SEGUNDO GOZO
Me
alegro con vos ¡Oh Virgen gloriosísima María, Madre de Dios! Por aquel contento
que tuviste, cuando, habiendo dado a luz a vuestro divino Hijo Jesús, no
manchasteis la pureza de vuestro espíritu, antes bien de una manera admirable
fue acrecentada, con la cual resplandecéis ahora con tanto esplendor en el
paraíso, que ilumináis a todos aquellos soberanos espíritus. Os suplico yo
vuestro devoto ¡Oh Reina y Hermosura del Carmelo! Que me alcancéis de vuestro
Inmaculado Señor, la gracia con la cual jamás pierda mi alma el candor de la
inocencia.
TERCER MIÉRCOLES
TERCER GOZO
Me alegro con vos ¡Oh Virgen gloriosísima
María, Madre de Dios! Por aquel contento que tuviste, cuando, habiendo dado a
luz a vuestro Divino Hijo Jesús, recibisteis con el las adoraciones y ofrendas
de los reyes del Oriente, como Reina de todo el mundo, siendo aun ahora
reconocida por tal en el cielo por aquellos soberanos espíritus que se muestran
obedientísimo a la menor señal que descubren en Vos. Os suplico yo vuestro
devoto ¡Oh Reina y Decoro del Carmelo! Que no me falte jamás vuestra asistencia
a fin de que, por aquella, por ella, ayudado, pueda siempre obsequiaros como
siervo devoto, y ofreceros, como tributo de mi corazón, la constancia de mi
amor.
CUARTO MIÉRCOLES
CUARTO GOZO
Me alegro con vos ¡Oh Virgen gloriosísima
María, Madre de Dios! Por aquel contento que tuviste, cuando,
habiendo presentado a vuestro Divino Hijo Jesús en el templo, oíste como el
viejo Simeón lo revelaba como verdadero Mesías y Salvador del mundo, recibiendo
ahora igual contento en el Paraíso por la continua profusión de sus gracias
que, como Redentor, dispensa a cada uno en la tierra, para despachar
favorablemente a todas nuestras súplicas. Os suplico yo vuestro devoto ¡Oh
Reina y Hermosura del Carmelo! Que me alcancéis de vuestro Hijo Jesús, mi
Redentor, la gracia con la cual, no abusando nunca de la salud de mi alma,
pueda esta gozar continuamente las riquezas de aquella sangre preciosísima, de
la cual dimana toda salud.
QUINTO MIÉRCOLES
QUINTO GOZO
Me
alegro con vos ¡Oh Virgen gloriosísima María, Madre de Dios! Por aquel contento
que tuviste, cuando visteis resucitado para nunca más morir (después de una
muerte tan cruel) a vuestro amabilísimo Hijo Jesús, gozando más ahora en el
cielo, donde le contempláis impasible e inmortal, del todo atento a satisfacer
vuestros deseos para haceros más gloriosa en aquel reino eterno, enviando a
este mundo las gracias a aquellos siervos y devotos y os veneran con todo el
corazón. Os suplico yo vuestro devoto ¡Oh Reina, Madre y Hermosura del Carmelo!
Que me alcancéis de Jesús la gracia con la cual resucite mi alma de todas las
culpas y o caiga mas en ellas, viviendo siempre sin mancha para veneraros
dignamente y serviros en este destierro, a fin de gozaros después en la Celeste
Patria.
SEXTO MIÉRCOLES
SEXTO GOZO
Me alegro con vos ¡Oh Virgen gloriosísima
María, Madre de Dios! Por aquel contento que tuviste, al
ver a vuestro Divino Hijo glorioso y triunfante subir al cielo a la diestra de
su Eterno Padre, donde ahora, con Él glorioso en cuerpo y alma, participáis de
sus inmensas grandezas y de la majestad de su Trono. Os suplico yo vuestro
devoto ¡Oh Reina, Madre y Decoro del Carmelo! Que me alcancéis la gracia de aquel
celeste monarca, mediante la cual pueda mi alma saludaros en el cielo, y
reconoceros por soberana Señora y Protectora, como ahora os considera en la
tierra.
Siete
padres nuestros, Aves Marías y Glorias.
SÉPTIMO MIÉRCOLES
SÉPTIMO GOZO
Me
alegro con vos ¡Oh Virgen gloriosísima María, Madre de Dios! Por aquel contento
que tuviste cuando, al punto de vuestra partida a la excelsa gloria, asistida
de casi todos los apóstoles con éxtasis de jubilo os partisteis a gozarla con
toda la plenitud, uniendo a vuestra alma, después de tres días, vuestro cuerpo glorificado,
donde por siempre seréis honrada de todos los santos, sin que os faltan o se disminuyan
vuestras magnificencias, que durarán por todos los siglos. Os suplico yo
vuestro devoto ¡Oh Reina, Madre y Decoro del Carmelo! Que me alcancéis del
Señor la gracia con la cual mi ala merezca ser asistida, en la ultima hora de
esta vida mortal, de aquellos espíritus bienaventurados, para que pase
alegremente a la vida inmortal, y se presente al pie de vuestro Trono para
veneraros perpetuamente en aquel Reino Eterno, donde vos triunfáis con suma
majestad a la diestra de Jesús Redentor mío.
GOZOS
Pues
sois de nuestro consuelo
el
medio más poderoso,
sed
nuestro amparo amoroso
Madre
del Dios del Carmelo.
Desde
que, en la nubecilla,
que
sin mancha os figuró,
de
Virgen Madre adoró
Elías
la maravilla,
a
vuestro culto capilla
erigió
en primer modelo.
Tan
primeros para vos
los
hijos de Elías fueron
que
por timbre merecieron
ser
“de la Madre de Dios”.
Título
es este que Dios
les
dio a su heredado anhelo.
Por
ello vos honras tantas,
Señora,
al Carmelo hicisteis
que,
viviendo, le asististeis
mil
veces con vuestras plantas;
con
vuestras palabras santas
doblaste
su antiguo celo.
Del
Carmelo descendieron
de
Elías los seguidores
y
en la Iglesia coadjutores
de
los apóstoles fueron;
del
evangelio esparcieron
la
verdad por todo el suelo.
A
San Simón, general,
el
escapulario disteis;
insignia
que nos pusisteis
de
hijos como señal,
contra
el incendio infernal
es
defensivo consuelo.
Quien
bien viviere y muriere
con
tal señal, es notorio
que,
por vos, del Purgatorio
saldrá
presto, si allá fuere.
Por
tu patrocinio espere
tomar
a la Gloria el vuelo.
Vuestro
escapulario santo
escudo
es tan verdadero,
que
no hay plomo ni hay acero
del
que reciba quebranto;
Puede,
aunque es de lana, tanto
que
vence al fuego y al hielo.
Flores
de vuestro Carmelo
son
la variedad de santos,
profetas,
mártires tantos,
vírgenes
y confesores,
pontífices
y doctores,
que
hacen vuestro Monte Cielo.
Dando
culto a vuestro honor
durará
siempre el Carmelo,
porque
así lo alcanzó el celo
de
Elías, su fundador:
cuando
Cristo, en el Tabor,
mostró
su gloria sin velo.
OREMOS:
Oh Virgen del Carmen, Madre de Dios y de los pecadores, especial protectora de
los que visten tu sagrado escapulario, te suplico por lo que Dios te ha
engrandecido, escogiéndote para verdadera Madre suya, que me alcances de tu
querido hijo Jesús, el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida y la
salvación de mi alma. Amén.
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