martes, 28 de enero de 2020

SIETE MIÉRCOLES A LA VIRGEN DEL CARMEN



DEVOCIÓN DE LOS SIETE MIERCOLES
DESPUÉS DE PASCUA
EN HONOR DE LA SANTÍSIMA VIRGEN DEL MONTE CARMELO


Es de creer que nunca sintió la Virgen María tan lleno su corazón de alegría, mientras estuvo en esta vida, como en los días de la Resurrección de su Hijo. Siendo pues propio de un corazón amante alegrarse en la dicha del objeto amado ¿Cómo no se han de alegrar los devotos del Carmen, Religiosos y Terciarios en el tiempo de Pascua, cuando su amorosa Madre fue consolada y llena de gozo por la Resurrección de su Hijo? El mejor modo, pues, de alegrarse con María es consagrarle los siete miércoles, meditando y rezando sus gozos, pidiéndole alguna gracias, que, como días de alegría, todo lo concederá.
Los gozos que van a continuación, son los que se rezan en Roma, en la Iglesia de Santa María Traspontina.


ACTO DE CONTRICCIÓN
Señor mío, Jesucristo, Dios y hombre verdadero, me pesa de todo corazón haberte ofendido; propongo firmemente nunca más pecar, apartarme de todas las ocasiones de pecado, confesarme y cumplir la penitencia. Te ofrezco, Señor, mi vida, obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados. Amén.


PRIMER MIÉRCOLES
PRIMER GOZO
Me alegro con vos ¡Oh Virgen gloriosísima María, Madre de Dios! Por aquel contento que tuviste, cuando conocida vuestra inefable pureza, fuisteis escogida para ser Madre del Verbo Eterno y Esposa del Espíritu Santo, dignidad tan sublime, que, exaltada ahora en el cielo, y excediendo con ella a todos los espíritus bienaventurado, llevaís Vos sola con ella mayor gloria de la que gozan todos los Santos, unidos en el Paraíso. Os suplico yo vuestro devoto ¡Oh Reina, Madre y Hermosura del Carmelo! Que intercedáis con vuestro celestial Esposo e Hijo Jesús, para que me conceda el perdón de mis pecados y su divina gracia, a fin de que con ella se haga mi alma digna de la pureza de los ángeles y quede perpetuamente desposada con el Eterno Señor.

SEGUNDO MIÉRCOLES
SEGUNDO GOZO
Me alegro con vos ¡Oh Virgen gloriosísima María, Madre de Dios! Por aquel contento que tuviste, cuando, habiendo dado a luz a vuestro divino Hijo Jesús, no manchasteis la pureza de vuestro espíritu, antes bien de una manera admirable fue acrecentada, con la cual resplandecéis ahora con tanto esplendor en el paraíso, que ilumináis a todos aquellos soberanos espíritus. Os suplico yo vuestro devoto ¡Oh Reina y Hermosura del Carmelo! Que me alcancéis de vuestro Inmaculado Señor, la gracia con la cual jamás pierda mi alma el candor de la inocencia.


TERCER MIÉRCOLES
TERCER GOZO
Me alegro con vos ¡Oh Virgen gloriosísima María, Madre de Dios! Por aquel contento que tuviste, cuando, habiendo dado a luz a vuestro Divino Hijo Jesús, recibisteis con el las adoraciones y ofrendas de los reyes del Oriente, como Reina de todo el mundo, siendo aun ahora reconocida por tal en el cielo por aquellos soberanos espíritus que se muestran obedientísimo a la menor señal que descubren en Vos. Os suplico yo vuestro devoto ¡Oh Reina y Decoro del Carmelo! Que no me falte jamás vuestra asistencia a fin de que, por aquella, por ella, ayudado, pueda siempre obsequiaros como siervo devoto, y ofreceros, como tributo de mi corazón, la constancia de mi amor.


CUARTO MIÉRCOLES
CUARTO GOZO
Me alegro con vos ¡Oh Virgen gloriosísima María, Madre de Dios! Por aquel contento que tuviste, cuando, habiendo presentado a vuestro Divino Hijo Jesús en el templo, oíste como el viejo Simeón lo revelaba como verdadero Mesías y Salvador del mundo, recibiendo ahora igual contento en el Paraíso por la continua profusión de sus gracias que, como Redentor, dispensa a cada uno en la tierra, para despachar favorablemente a todas nuestras súplicas. Os suplico yo vuestro devoto ¡Oh Reina y Hermosura del Carmelo! Que me alcancéis de vuestro Hijo Jesús, mi Redentor, la gracia con la cual, no abusando nunca de la salud de mi alma, pueda esta gozar continuamente las riquezas de aquella sangre preciosísima, de la cual dimana toda salud.


QUINTO MIÉRCOLES
QUINTO GOZO
Me alegro con vos ¡Oh Virgen gloriosísima María, Madre de Dios! Por aquel contento que tuviste, cuando visteis resucitado para nunca más morir (después de una muerte tan cruel) a vuestro amabilísimo Hijo Jesús, gozando más ahora en el cielo, donde le contempláis impasible e inmortal, del todo atento a satisfacer vuestros deseos para haceros más gloriosa en aquel reino eterno, enviando a este mundo las gracias a aquellos siervos y devotos y os veneran con todo el corazón. Os suplico yo vuestro devoto ¡Oh Reina, Madre y Hermosura del Carmelo! Que me alcancéis de Jesús la gracia con la cual resucite mi alma de todas las culpas y o caiga mas en ellas, viviendo siempre sin mancha para veneraros dignamente y serviros en este destierro, a fin de gozaros después en la Celeste Patria.


SEXTO MIÉRCOLES
SEXTO GOZO
Me alegro con vos ¡Oh Virgen gloriosísima María, Madre de Dios! Por aquel contento que tuviste, al ver a vuestro Divino Hijo glorioso y triunfante subir al cielo a la diestra de su Eterno Padre, donde ahora, con Él glorioso en cuerpo y alma, participáis de sus inmensas grandezas y de la majestad de su Trono. Os suplico yo vuestro devoto ¡Oh Reina, Madre y Decoro del Carmelo! Que me alcancéis la gracia de aquel celeste monarca, mediante la cual pueda mi alma saludaros en el cielo, y reconoceros por soberana Señora y Protectora, como ahora os considera en la tierra.  
Siete padres nuestros, Aves Marías y Glorias.


SÉPTIMO MIÉRCOLES
SÉPTIMO GOZO
Me alegro con vos ¡Oh Virgen gloriosísima María, Madre de Dios! Por aquel contento que tuviste cuando, al punto de vuestra partida a la excelsa gloria, asistida de casi todos los apóstoles con éxtasis de jubilo os partisteis a gozarla con toda la plenitud, uniendo a vuestra alma, después de tres días, vuestro cuerpo glorificado, donde por siempre seréis honrada de todos los santos, sin que os faltan o se disminuyan vuestras magnificencias, que durarán por todos los siglos. Os suplico yo vuestro devoto ¡Oh Reina, Madre y Decoro del Carmelo! Que me alcancéis del Señor la gracia con la cual mi ala merezca ser asistida, en la ultima hora de esta vida mortal, de aquellos espíritus bienaventurados, para que pase alegremente a la vida inmortal, y se presente al pie de vuestro Trono para veneraros perpetuamente en aquel Reino Eterno, donde vos triunfáis con suma majestad a la diestra de Jesús Redentor mío.


GOZOS
Pues sois de nuestro consuelo
el medio más poderoso,
sed nuestro amparo amoroso
Madre del Dios del Carmelo.

Desde que, en la nubecilla,
que sin mancha os figuró,
de Virgen Madre adoró
Elías la maravilla,
a vuestro culto capilla
erigió en primer modelo.

Tan primeros para vos
los hijos de Elías fueron
que por timbre merecieron
ser “de la Madre de Dios”.
Título es este que Dios
les dio a su heredado anhelo.

Por ello vos honras tantas,
Señora, al Carmelo hicisteis
que, viviendo, le asististeis
mil veces con vuestras plantas;
con vuestras palabras santas
doblaste su antiguo celo.

Del Carmelo descendieron
de Elías los seguidores
y en la Iglesia coadjutores
de los apóstoles fueron;
del evangelio esparcieron
la verdad por todo el suelo.

A San Simón, general,
el escapulario disteis;
insignia que nos pusisteis
de hijos como señal,
contra el incendio infernal
es defensivo consuelo.

Quien bien viviere y muriere
con tal señal, es notorio
que, por vos, del Purgatorio
saldrá presto, si allá fuere.
Por tu patrocinio espere
tomar a la Gloria el vuelo.

Vuestro escapulario santo
escudo es tan verdadero,
que no hay plomo ni hay acero
del que reciba quebranto;
Puede, aunque es de lana, tanto
que vence al fuego y al hielo.

Flores de vuestro Carmelo
son la variedad de santos,
profetas, mártires tantos,
vírgenes y confesores,
pontífices y doctores,
que hacen vuestro Monte Cielo.

Dando culto a vuestro honor
durará siempre el Carmelo,
porque así lo alcanzó el celo
de Elías, su fundador:
cuando Cristo, en el Tabor,
mostró su gloria sin velo.


OREMOS: Oh Virgen del Carmen, Madre de Dios y de los pecadores, especial protectora de los que visten tu sagrado escapulario, te suplico por lo que Dios te ha engrandecido, escogiéndote para verdadera Madre suya, que me alcances de tu querido hijo Jesús, el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida y la salvación de mi alma. Amén.





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