miércoles, 5 de febrero de 2020

EJERCICIO A LA PRESENTACIÓN DE JESÚS



EJERCICIO PIADOSO A LA PRESENTACIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO Y PURIFICACIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA

ORACIÓN
Virgen Religiosísima, Madre de Dios, Reina de Ángeles y hombres, presentada a los tres años de vuestra tierna edad en el Santo Templo de Jerusalén, donde hasta los catorce años vivisteis ocupada en continua oración y ejercicios piadosos de aquel lugar sagrado, siendo un perfectísimo modelo de todas las almas y personas religiosas, que después de la venida de vuestro
Divino Hijo habían de consagrarse a servirle toda la vida en tantos sagrados templos de santísimas religiones. Gózome, o Religiosísima Virgen, de la inmensidad de gracias que merecisteis con la santísima vida que hicisteis en el Templo; y os ruego, por vuestra religiosísima Presentación, que me concedáis sea yo templo santo de la Santísima Trinidad; cumpla con las obligaciones de Alma consagrada a Dios, ejercitándome continuamente en las virtudes y ejercicios santos de mi estado, y la gracia que os pido en esta Novena, si es para mayor gloria de Dios, honor vuestro y provecho de mi alma. Amen.


I. Oh Espejo brillante de todas las virtudes, la maravilla más hermosa, cuarenta días apenas habían transcurrido desde tu entrega cuando tú, aunque la más pura de todas las vírgenes, fue, de acuerdo con la ley, presentada en el templo para ser purificada: concédenos que, como para que nuestros corazones no se manchen por el pecado, para que nosotros también seamos dignos de ser presentados a nuestro Dios en el templo de su gloria. Reza un Ave María

II. Oh Virgen más obediente, en tu presentación en el templo, como otras mujeres, quisiste ofrecer el sacrificio habitual: obtén para nosotros que nosotros, siguiendo tu ejemplo, aprendamos a ofrecernos un sacrificio vivo a Dios, practicando toda virtud. Reza un Ave María

III. Oh Virgen más pura, al observar el precepto de la ley, poco te importó que los hombres te consideraran impura: pídenos la gracia para mantener nuestros corazones puros para siempre, por muy mal que el mundo pueda pensarnos. Reza un Ave María

IV. Oh Virgen, la más santísima, al ofrecer a tu divino Hijo a su Padre eterno, has alegrado a todos los atrios del cielo: presenta nuestros pobres corazones a Dios, para que Él, por su gracia, los mantenga libres del pecado mortal. Reza un Ave María

V. Oh Virgen más humilde, al colocar a Jesús en los santos brazos de Simeón, llenaste su alma de alegría celestial: entrega nuestros corazones a la santa custodia de Dios, para que Él los llene con Su Espíritu Santo. Reza un Ave María

VI. Oh Virgen más celosa, al redimir a tu Hijo, Jesús, de acuerdo con la ley, cooperaste en la salvación del mundo: rescata ahora a nuestros pobres corazones de la esclavitud del pecado, para que sean siempre puros ante la faz de Dios. Reza un Ave María

VII. Oh Virgen más mansa, al escuchar la profecía de Simeón prediciendo tus infortunios, inmediatamente te inclinaste ante el beneplácito de Dios: permítenos también soportar todos los problemas con paciencia y resignación a su voluntad divina. Reza un Ave María


VIII. Oh Virgen más compasionada, cuando a través de tu divino Hijo llenaste con luz el alma de la Ana profetisa, hiciste que magnificara las misericordias de Dios al reconocer a Jesús como el Redentor del mundo: enriqueced nuestras almas con la gracia celestial, para que podamos en gran parte comparten el fruto de la redención divina. Reza un Ave María

IX. Oh Virgen más resignada, que sintió tu alma paralizada de dolor cuando en espíritu previste toda la amarga pasión de tu Hijo, y, conociendo el dolor de José, tu esposo, por todos tus sufrimientos, con palabras santas lo consolaste: traspasa nuestras almas completamente con verdadero dolor por nuestros pecados, para que algún día tengamos el consuelo de ser hechos partícipes de tu gloria en el cielo. Reza un Ave María


L/:  Simeón recibió una respuesta del Espíritu Santo.
R/: Reza un Ave María


OREMOS: Dios todopoderoso y eterno, Te suplicamos Tu majestad, que como Tu Hijo unigénito fue presentado en el templo en la sustancia de nuestra carne, nos permitas así también presentarnos ante Ti con corazones limpios. Amén.


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