EJERCICIO PIADOSO A LA PRESENTACIÓN DE
NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO Y PURIFICACIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA
ORACIÓN
Virgen
Religiosísima, Madre de Dios, Reina de Ángeles y hombres, presentada a los tres
años de vuestra tierna edad en el Santo Templo de Jerusalén, donde hasta los catorce
años vivisteis ocupada en continua oración y ejercicios piadosos de aquel lugar
sagrado, siendo un perfectísimo modelo de todas las almas y personas
religiosas, que después de la venida de vuestro
Divino
Hijo habían de consagrarse a servirle toda la vida en tantos sagrados templos
de santísimas religiones. Gózome, o Religiosísima Virgen, de la inmensidad de
gracias que merecisteis con la santísima vida que hicisteis en el Templo; y os
ruego, por vuestra religiosísima Presentación, que me concedáis sea yo templo
santo de la Santísima Trinidad; cumpla con las obligaciones de Alma consagrada a
Dios, ejercitándome continuamente en las virtudes y ejercicios santos de mi estado,
y la gracia que os pido en esta Novena, si es para mayor gloria de Dios, honor
vuestro y provecho de mi alma. Amen.
I.
Oh Espejo brillante de todas las virtudes, la maravilla más hermosa, cuarenta
días apenas habían transcurrido desde tu entrega cuando tú, aunque la más pura
de todas las vírgenes, fue, de acuerdo con la ley, presentada en el templo para
ser purificada: concédenos que, como para que nuestros corazones no se manchen
por el pecado, para que nosotros también seamos dignos de ser presentados a
nuestro Dios en el templo de su gloria. Reza un Ave María
II.
Oh Virgen más obediente, en tu presentación en el templo, como otras mujeres,
quisiste ofrecer el sacrificio habitual: obtén para nosotros que nosotros,
siguiendo tu ejemplo, aprendamos a ofrecernos un sacrificio vivo a Dios,
practicando toda virtud. Reza un Ave María
III.
Oh Virgen más pura, al observar el precepto de la ley, poco te importó que los
hombres te consideraran impura: pídenos la gracia para mantener nuestros
corazones puros para siempre, por muy mal que el mundo pueda pensarnos. Reza
un Ave María
IV.
Oh Virgen, la más santísima, al ofrecer a tu divino Hijo a su Padre eterno, has
alegrado a todos los atrios del cielo: presenta nuestros pobres corazones a
Dios, para que Él, por su gracia, los mantenga libres del pecado mortal. Reza
un Ave María
V.
Oh Virgen más humilde, al colocar a Jesús en los santos brazos de Simeón,
llenaste su alma de alegría celestial: entrega nuestros corazones a la santa
custodia de Dios, para que Él los llene con Su Espíritu Santo. Reza un
Ave María
VI.
Oh Virgen más celosa, al redimir a tu Hijo, Jesús, de acuerdo con la ley, cooperaste
en la salvación del mundo: rescata ahora a nuestros pobres corazones de la
esclavitud del pecado, para que sean siempre puros ante la faz de Dios. Reza
un Ave María
VII.
Oh Virgen más mansa, al escuchar la profecía de Simeón prediciendo tus
infortunios, inmediatamente te inclinaste ante el beneplácito de Dios:
permítenos también soportar todos los problemas con paciencia y resignación a
su voluntad divina. Reza un Ave María
VIII.
Oh Virgen más compasionada, cuando a través de tu divino Hijo llenaste con luz
el alma de la Ana profetisa, hiciste que magnificara las misericordias de Dios
al reconocer a Jesús como el Redentor del mundo: enriqueced nuestras almas con
la gracia celestial, para que podamos en gran parte comparten el fruto de la
redención divina. Reza un Ave María
IX.
Oh Virgen más resignada, que sintió tu alma paralizada de dolor cuando en
espíritu previste toda la amarga pasión de tu Hijo, y, conociendo el dolor de
José, tu esposo, por todos tus sufrimientos, con palabras santas lo consolaste:
traspasa nuestras almas completamente con verdadero dolor por nuestros pecados,
para que algún día tengamos el consuelo de ser hechos partícipes de tu gloria
en el cielo. Reza un Ave María
L/:
Simeón recibió una respuesta del
Espíritu Santo.
R/:
Reza un Ave María
OREMOS:
Dios todopoderoso y eterno, Te suplicamos Tu majestad, que como Tu Hijo
unigénito fue presentado en el templo en la sustancia de nuestra carne, nos
permitas así también presentarnos ante Ti con corazones limpios. Amén.
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