NOVENA
A LA GLORIOSA SANTA VERÓNICA DE JULIANIS
ABADESA
EN LAS CAPUCHINAS DE LA CIUDAD DE CASTELO
DISPUESTA POR UN SACERDOTE, SU DEVOTO
Y LA DA A LUZ UNA SEÑORA APASIONADA DE LA SANTA
Puestos
de rodillas con la posible devoción delante de la imagen de la Santa, o de
nuestro Señor Jesucristo, se persignarán, y harán el Acto de Contrición
diciendo:
ACTO DE CONTRICCIÓN
Señor
mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Criador, Padre y Redentor mío, por ser
vos quien sois, y porque os amo con todo mi corazón, me pesa de haberos
ofendido, y propongo firmemente de confesarme, y de nunca más pecar, y de
apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, y de cumplir la penitencia que me
fuere impuesta, y así como os lo suplico, así confío en vuestra infinita bondad
me los perdonareis por los méritos de vuestra Pasión y Muerte, y me daréis
gracia para enmendarme, hacer penitencia, y perseverar en vuestro santo
servicio hasta la muerte. Amén. Jesús.
PRIMER DÍA
Inocentísima
Verónica, grande Abogada mía, ¡oh! ¡cuán grande es mi confusión en vuestra
presencia! vos instruida y fortalecida con las frecuentes visiones
y coloquios que desde niña tuviste con Jesús y con María, conservaste intacta y
pura la blanca y hermosa rosa de la virginidad hasta la muerte: vos jamás
manchaste con culpa grave la santa y preciosa estola de la inocencia con que el
Señor os adornó en el sagrado Bautismo: vos desde la infancia, y mucho más
después que os consagraste a Dios en la seráfica religión Capuchina os
guardaste con sumo estudio aun de las culpas más ligeras. Yo ¡ah! con cuántas
fealdades y pecados he manchado mi alma! Compadeceos pues de este pobre pecador,
y alcanzad me de vuestro divino Esposo Jesús lágrimas de verdadera contrición para
lavar tantas manchas y culpas. Amen.
Se
rezarán 5 padres nuestros, y cinco aves marías en memoria de las Cinco Llagas
de Cristo, que se dignó imprimir en Santa Verónica.
ORACIÓN PARA TODOS LOS
DÍAS
¡Oh
prodigiosa
heroína de santidad, mi amada Verónica! ¡A cuán sublime solio de
gloria eres elevada en el cielo! Bastante nos lo demuestran el
excelso y
asombroso grado de virtudes a que llegaste en la tierra, y la predilección tan especial
con que el Señor os honró y distinguió durante vuestra vida mortal, haciéndoos brillar
entre sus más queridas esposas con los apreciabilísimos dones y gracias con que
os enriqueció y hermoseó, y en el día con los abundantes y extraordinarios favores
que derramáis desde el empíreo sobre vuestros apasionados y devotos. Mirad
postrados al pie de tus altares una multitud copiosa de estos. Nosotros nos
hallamos pobres, necesitados, faltos de todo, y vos, en el clarísimo espejo de
la divina esencia, veis mucho mejor que nosotros los trabajos y angustias espirituales
y temporales que nos oprimen y afligen: por tanto, nada os pedimos en
particular. Si vos conocéis que los beneficios temporales que deseamos no nos
han de ser útiles, nosotros nos conformamos de buena voluntad, aunque no los
consigamos. El bien de nuestra pobre alma, nuestra salvación eterna es lo que
os pedimos con todas las veras de nuestro corazón. Alcanzadnos pues, o Santa
Verónica, el estimable don de la pureza de alma y cuerpo, una humildad profunda,
una paciencia constante, una vigilancia puntual en el desempeño de nuestras obligaciones,
un gran fervor de espíritu para servir y agradar al Señor en todo, un afecto tiernísimo
a nuestra amabilísima madre María Santísima, y sobre todo un abrasadísimo amor a
nuestro Dios, y a su dilectísimo
Hijo, y nuestro Redentor Jesús, para que, mediante la imitación de tus virtudes
y tu poderosa intercesión y amparo, consigamos en esta vida el auxilio oportuno
y saludable en nuestras necesidades, y después de la muerte subir a gozarle y
amarle en vuestra compañía en la gloria. Amen.
ORACIÓN FINAL
Dulcísimo
Jesús y amabilísimo Padre de nuestras almas, que movido de vuestra entrañable misericordia
hacia nosotros te dignas presentarnos en vuestra querida sierva Verónica un
modelo y ejemplar de las virtudes cristianas, concédenos, piadosísimo Señor,
por los preciosísimos méritos de vuestra Pasión y Muerte, que, imitándola según
nuestras fuerzas, auxiliadas con vuestra divina gracia, que con toda humildad y
confianza os pedimos, merezcamos alcanzar de vos por su poderosa protección el
remedio en nuestras necesidades espirituales y temporales, y especialmente el
favor que por ella os pedimos en esta santa Novena, si ha de ser para mayor
honra y gloria vuestra, y salvación de nuestras almas. Amén.
DIA SEGUNDO
¡Oh
Mártir
prodigiosa de la penitencia! vos comenzaste desde la tierna edad de tres años a
afligir vuestra inocente carne, y mucho más después que profesaste la regla
seráfica: ¡oh! que extraños y admirables fueron los artificios que inventaste para
atormentar y martirizar tus virginales miembros continuadamente!
Flagelaciones diarias por más de dos horas con cadenas o planchas de
hierro, derramando abundante sangre: un saco tejido de agudas espinas
con que cubrías tu cuerpo: manojos de alfileres; ladrillos hechos ascua;
peines de hierro; ayunos continuos á pan y agua: estos fueron los instrumentos
más comunes de vuestras penitencias. Y yo lleno de feísimos pecados, y
de viciosas y desenfrenadas pasiones, acaricio y regalo mi carne, y contemplo y
cuido este irreconciliable y traidor enemigo. ¡Ah Santa Verónica! Abogada mía,
alcanzadme parte de aquel odio santo y evangélico que
os enardecía contra vos misma, para que crucificando mi carne con todas sus
perversas concupiscencias resucite mi espíritu a la vida feliz de la divina gracia,
y en ella persevere hasta la muerte. Amen.
DIA TERCERO
¡Oh
gloriosa
y bienaventurada Santa Verónica! yo me lleno de admiración y asombro al considerar
además de tus acervísimas penitencias, y voluntarias mortificaciones, sobre tu
invencible paciencia en medio de tantos y tan duros trabajos interiores y
exteriores a que os viste sujeta. ¡Cuántos malos tratamientos, golpes, heridas y
violentísimas tentaciones sufriste del furor de los demonios en vuestra bendita
alma, y virginal cuerpo! ¡Qué pruebas tan duras hicieron de vos los mismos
superiores y las religiosas! ¡Con cuántas enfermedades graves, crueles y
extrañas, con que desolaciones y desamparos tan amargos de espíritu quiso
probaros el mismo Dios vuestro amable esposo! Y vos tranquila y regocijada andabais
siempre exclamando: las cruces, los dolores y tormentos son mis delicias y mis contentos.
Alcanzadme, o mi grande abogada, un poco de vuestra heroica paciencia, y haced
que yo comprenda los grandes y preciosos tesoros de gracias y verdaderas
consolaciones y alegrías que están encerradas en la cruz de los trabajos y
tribulaciones, para que, llevándolos en esta vida con resignación, entre por
medio de una muerte preciosa a la participación de los gozos de la
bienaventuranza de la gloria. Amen.
DIA CUARTO
¡Oh
admirable
Verónica viva y perfecta copia del divino original y modelo de los Santos Jesucristo!
Este amable Salvador, habiéndoos encontrado después de tantas y tan duras
pruebas, digna de los más especiales favores, correspondientes a los amantes
más finos y enamorados de la cruz, quiso haceros participante de sus más agudos
dolores, para honraros después con las más preciosas y brillantes señales de su
Pasión, imprimiéndolas y llagándoos visiblemente en la cabeza, en las manos, en
los pies, en el costado y en vuestro corazón. ¡Oh, qué honor tan singular y
feliz! Conozco que no soy digno de tan extraordinarios privilegios y honores: por
tanto, no los solicito. Lo que sí os pido es que me alcancéis de Jesús
crucificado y que yo me haga conforme a su divina Imagen por la perfecta
imitación de sus virtudes para merecer ser digno de ser escrito en el libro de
los predestinados. Amen.
DIA QUINTO
¡Oh
Bienaventurada
Serafín de la caridad! Tanto llegó a abrasarse dichosamente vuestro corazón en
el amor a Dios, que no solo se comunicaban las llamas de tan bendito fuego a
todos tus miembros, hasta hacer hervir el agua en que lavabas tus manos, sino
mucho más enfervorizando y encendiendo maravillosamente los corazones de
quienes te admiraban estática y absorta en Dios, o te escuchaban hablar de su
amabilidad, hermosura, bondad, misericordia y demás perfecciones
infinitas. ¡Ah! alcanzadme, o amada protectora mía, una chispa al menos de ese grande
y bienaventurado fuego para que este helado corazón mío, purificado de todo electo
terreno solo ame al que es único objeto digno de todos los amores. Amen.
DIA SEXTO
¡Oh
amada
Verónica mía! Vos que mirabais siempre en vuestros próximos al mismo Dios; ¡cuán
solícita y cuidadosa fuiste en ayudarles y socorrerles en sus enfermedades y en
todas sus necesidades temporales que le molestaban y afligían! ¡y cuán mucho más
os fatigaba vuestra entrañable caridad por librarles y defenderles de sus
miserias espirituales, de las tentaciones del demonio, de los peligros de pecar
y de su condenación eterna! Esta vuestra compasiva y celosa misericordia os
obligaba muchas veces a derramar por su conversión lágrimas de sangre, y ofreceros
al Señor a sufrir gustosa todas las penas y castigos que ellos merecían por sus
culpas, con tal que ellos se convirtiesen y salvasen. Mirad, o Santa Verónica,
postrado a vuestros pies al más pobre y necesitado de la divina gracia, y al
pecador más grande de los hombres. Tened pues compasión de mí, y alcanzadme lo primero,
una verdadera y constante conversión, y después también un celo
semejante al vuestro para cooperar en cuanto yo pueda según mi estado, a la
conversión y salud eterna de los pobrecitos pecadores. Amen.
DIA SÉPTIMO
¡Oh
Esposa
querida del Cordero divino! vos por vuestro finísimo y purísimo amor fuiste sublimada
sensiblemente al místico desposorio con el dulcísimo Jesús
con favores y privilegios, rarísima vez dispensados aun a las almas más puras y
santas, y recibiste por dote una caridad mucho más perfecta y acendrada; de
suerte que en vuestro corazón no tuvo jamás lugar el más mínimo afecto que no
fuese de Dios o para Dios Haced pues coa vuestra poderosa intercesión, que este
divino amor se encienda cada vez más en mi pobre corazón, para que limpio y
purificado totalmente de toda mancha de culpa, se haga objeto digno de las
divinas misericordias. Amen.
DIA OCTAVO
¡Oh
mi amada Verónica! vos, sin embarga de veros enriquecida con tantos y tan
preciosos dones y privilegios, y hermoseada con tan sublimes y heroicas virtudes
tuviste un concepto tan bajo de vos misma, que ni aun os onsiderabais digna de
vivir en compañía de vuestras hijas y hermanas las Religiosas, y aun siendo su
maestra y digna superiora, os portabais como la sierva más humilde. Yo, al
contrario, viéndome desnudo de toda virtud, y lleno de pecados, no obstante, es
tanto mi orgullo, que me estimo y elevo sobre todos. ¡Ah, yo soy ciertamente un
monstruo, yo soy el objeto más aborrecible a los ojos de Dios, yo soy pobre y
soberbio! Alcanzadme, o bendita Verónica, un vivo conocimiento de mi nada y de
mis grandes maldades, para que así humillado y contrito jamás ponga impedimento
á las divinas misericordias. Amen.
DIA NOVENO
¡Oh
Santa Verónica, qué muerte tan envidiable y preciosa fue la vuestra en la
presencia de Dios! Además del bellísimo cúmulo y adorno de santas obras y
heroicas virtudes con que os habíais preparado en toda vuestra vida para este
paso verdaderamente temerosísimo; cuál fue entonces vuestra resignación,
vuestra paciencia, vuestra alegría en medio de los cruelísimos dolores y
amarguísimas angustias que padeciste en vuestra última enfermedad por el largo
espacio de treinta y tres días, cuál vuestro fervor al recibir muchas veces el
divinísimo Sacramento del Cuerpo santísimo de Jesucristo, cuáles vuestros dulcísimos
y purísimos entretenimientos con vuestro Señor y Esposo crucificado, cuáles los
éxtasis y deliquios amorosos en los brazos de vuestro Dios, cuál vuestra
prodigiosa obediencia a sus ministros hasta los últimos momentos de vuestra Vida.
Pues no inclinaste la cabeza,
ni diste la última respiración hasta haber obtenido la licencia de vuestro
Confesor, ¡O bienaventurada Verónica! alcanzadme por vuestra preciosa muerte
que yo comience desde ahora a vivir en aquella manera en que quisiera morir, para
que, entregando mi alma, como vos la vuestra, en los brazos dulcísimos de Jesús
y de María, pase desde ellos a acompañaros eternamente en la mansión feliz de
la gloria. Amen.
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