miércoles, 26 de febrero de 2020

NOVENA A SANTA VERÓNICA DE JULIANIS







NOVENA
A LA GLORIOSA SANTA VERÓNICA DE JULIANIS
ABADESA EN LAS CAPUCHINAS DE LA CIUDAD DE CASTELO
DISPUESTA POR UN SACERDOTE, SU DEVOTO
Y LA DA A LUZ UNA SEÑORA APASIONADA DE LA SANTA


Puestos de rodillas con la posible devoción delante de la imagen de la Santa, o de nuestro Señor Jesucristo, se persignarán, y harán el Acto de Contrición diciendo:


ACTO DE CONTRICCIÓN
Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Criador, Padre y Redentor mío, por ser vos quien sois, y porque os amo con todo mi corazón, me pesa de haberos ofendido, y propongo firmemente de confesarme, y de nunca más pecar, y de apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, y de cumplir la penitencia que me fuere impuesta, y así como os lo suplico, así confío en vuestra infinita bondad me los perdonareis por los méritos de vuestra Pasión y Muerte, y me daréis gracia para enmendarme, hacer penitencia, y perseverar en vuestro santo servicio hasta la muerte. Amén. Jesús.


PRIMER DÍA
Inocentísima Verónica, grande Abogada mía, ¡oh! ¡cuán grande es mi confusión en vuestra presencia! vos instruida y fortalecida con las frecuentes visiones y coloquios que desde niña tuviste con Jesús y con María, conservaste intacta y pura la blanca y hermosa rosa de la virginidad hasta la muerte: vos jamás manchaste con culpa grave la santa y preciosa estola de la inocencia con que el Señor os adornó en el sagrado Bautismo: vos desde la infancia, y mucho más después que os consagraste a Dios en la seráfica religión Capuchina os guardaste con sumo estudio aun de las culpas más ligeras. Yo ¡ah! con cuántas fealdades y pecados he manchado mi alma! Compadeceos pues de este pobre pecador, y alcanzad me de vuestro divino Esposo Jesús lágrimas de verdadera contrición para lavar tantas manchas y culpas. Amen.

Se rezarán 5 padres nuestros, y cinco aves marías en memoria de las Cinco Llagas de Cristo, que se dignó imprimir en Santa Verónica.


ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh prodigiosa heroína de santidad, mi amada Verónica! ¡A cuán sublime solio de gloria eres elevada en el cielo! Bastante nos lo demuestran el excelso y asombroso grado de virtudes a que llegaste en la tierra, y la predilección tan especial con que el Señor os honró y distinguió durante vuestra vida mortal, haciéndoos brillar entre sus más queridas esposas con los apreciabilísimos dones y gracias con que os enriqueció y hermoseó, y en el día con los abundantes y extraordinarios favores que derramáis desde el empíreo sobre vuestros apasionados y devotos. Mirad postrados al pie de tus altares una multitud copiosa de estos. Nosotros nos hallamos pobres, necesitados, faltos de todo, y vos, en el clarísimo espejo de la divina esencia, veis mucho mejor que nosotros los trabajos y angustias espirituales y temporales que nos oprimen y afligen: por tanto, nada os pedimos en particular. Si vos conocéis que los beneficios temporales que deseamos no nos han de ser útiles, nosotros nos conformamos de buena voluntad, aunque no los consigamos. El bien de nuestra pobre alma, nuestra salvación eterna es lo que os pedimos con todas las veras de nuestro corazón. Alcanzadnos pues, o Santa Verónica, el estimable don de la pureza de alma y cuerpo, una humildad profunda, una paciencia constante, una vigilancia puntual en el desempeño de nuestras obligaciones, un gran fervor de espíritu para servir y agradar al Señor en todo, un afecto tiernísimo a nuestra amabilísima madre María Santísima, y sobre todo un abrasadísimo amor a nuestro Dios, y a su dilectísimo Hijo, y nuestro Redentor Jesús, para que, mediante la imitación de tus virtudes y tu poderosa intercesión y amparo, consigamos en esta vida el auxilio oportuno y saludable en nuestras necesidades, y después de la muerte subir a gozarle y amarle en vuestra compañía en la gloria. Amen.


ORACIÓN FINAL
Dulcísimo Jesús y amabilísimo Padre de nuestras almas, que movido de vuestra entrañable misericordia hacia nosotros te dignas presentarnos en vuestra querida sierva Verónica un modelo y ejemplar de las virtudes cristianas, concédenos, piadosísimo Señor, por los preciosísimos méritos de vuestra Pasión y Muerte, que, imitándola según nuestras fuerzas, auxiliadas con vuestra divina gracia, que con toda humildad y confianza os pedimos, merezcamos alcanzar de vos por su poderosa protección el remedio en nuestras necesidades espirituales y temporales, y especialmente el favor que por ella os pedimos en esta santa Novena, si ha de ser para mayor honra y gloria vuestra, y salvación de nuestras almas. Amén.



DIA SEGUNDO
¡Oh Mártir prodigiosa de la penitencia! vos comenzaste desde la tierna edad de tres años a afligir vuestra inocente carne, y mucho más después que profesaste la regla seráfica: ¡oh! que extraños y admirables fueron los artificios que inventaste para atormentar y martirizar tus virginales miembros continuadamente! Flagelaciones diarias por más de dos horas con cadenas o planchas de hierro, derramando abundante sangre: un saco tejido de agudas espinas con que cubrías tu cuerpo: manojos de alfileres; ladrillos hechos ascua; peines de hierro; ayunos continuos á pan y agua: estos fueron los instrumentos más comunes de vuestras penitencias. Y yo lleno de feísimos pecados, y de viciosas y desenfrenadas pasiones, acaricio y regalo mi carne, y contemplo y cuido este irreconciliable y traidor enemigo. ¡Ah Santa Verónica! Abogada mía, alcanzadme parte de aquel odio santo y evangélico que os enardecía contra vos misma, para que crucificando mi carne con todas sus perversas concupiscencias resucite mi espíritu a la vida feliz de la divina gracia, y en ella persevere hasta la muerte. Amen.




DIA TERCERO
¡Oh gloriosa y bienaventurada Santa Verónica! yo me lleno de admiración y asombro al considerar además de tus acervísimas penitencias, y voluntarias mortificaciones, sobre tu invencible paciencia en medio de tantos y tan duros trabajos interiores y exteriores a que os viste sujeta. ¡Cuántos malos tratamientos, golpes, heridas y violentísimas tentaciones sufriste del furor de los demonios en vuestra bendita alma, y virginal cuerpo! ¡Qué pruebas tan duras hicieron de vos los mismos superiores y las religiosas! ¡Con cuántas enfermedades graves, crueles y extrañas, con que desolaciones y desamparos tan amargos de espíritu quiso probaros el mismo Dios vuestro amable esposo! Y vos tranquila y regocijada andabais siempre exclamando: las cruces, los dolores y tormentos son mis delicias y mis contentos. Alcanzadme, o mi grande abogada, un poco de vuestra heroica paciencia, y haced que yo comprenda los grandes y preciosos tesoros de gracias y verdaderas consolaciones y alegrías que están encerradas en la cruz de los trabajos y tribulaciones, para que, llevándolos en esta vida con resignación, entre por medio de una muerte preciosa a la participación de los gozos de la bienaventuranza de la gloria. Amen.




DIA CUARTO
¡Oh admirable Verónica viva y perfecta copia del divino original y modelo de los Santos Jesucristo! Este amable Salvador, habiéndoos encontrado después de tantas y tan duras pruebas, digna de los más especiales favores, correspondientes a los amantes más finos y enamorados de la cruz, quiso haceros participante de sus más agudos dolores, para honraros después con las más preciosas y brillantes señales de su Pasión, imprimiéndolas y llagándoos visiblemente en la cabeza, en las manos, en los pies, en el costado y en vuestro corazón. ¡Oh, qué honor tan singular y feliz! Conozco que no soy digno de tan extraordinarios privilegios y honores: por tanto, no los solicito. Lo que sí os pido es que me alcancéis de Jesús crucificado y que yo me haga conforme a su divina Imagen por la perfecta imitación de sus virtudes para merecer ser digno de ser escrito en el libro de los predestinados. Amen.




DIA QUINTO
¡Oh Bienaventurada Serafín de la caridad! Tanto llegó a abrasarse dichosamente vuestro corazón en el amor a Dios, que no solo se comunicaban las llamas de tan bendito fuego a todos tus miembros, hasta hacer hervir el agua en que lavabas tus manos, sino mucho más enfervorizando y encendiendo maravillosamente los corazones de quienes te admiraban estática y absorta en Dios, o te escuchaban hablar de su amabilidad, hermosura, bondad, misericordia y demás perfecciones infinitas. ¡Ah! alcanzadme, o amada protectora mía, una chispa al menos de ese grande y bienaventurado fuego para que este helado corazón mío, purificado de todo electo terreno solo ame al que es único objeto digno de todos los amores. Amen.





DIA SEXTO
¡Oh amada Verónica mía! Vos que mirabais siempre en vuestros próximos al mismo Dios; ¡cuán solícita y cuidadosa fuiste en ayudarles y socorrerles en sus enfermedades y en todas sus necesidades temporales que le molestaban y afligían! ¡y cuán mucho más os fatigaba vuestra entrañable caridad por librarles y defenderles de sus miserias espirituales, de las tentaciones del demonio, de los peligros de pecar y de su condenación eterna! Esta vuestra compasiva y celosa misericordia os obligaba muchas veces a derramar por su conversión lágrimas de sangre, y ofreceros al Señor a sufrir gustosa todas las penas y castigos que ellos merecían por sus culpas, con tal que ellos se convirtiesen y salvasen. Mirad, o Santa Verónica, postrado a vuestros pies al más pobre y necesitado de la divina gracia, y al pecador más grande de los hombres. Tened pues compasión de mí, y alcanzadme lo primero, una verdadera y constante conversión, y después también un celo semejante al vuestro para cooperar en cuanto yo pueda según mi estado, a la conversión y salud eterna de los pobrecitos pecadores. Amen.





DIA SÉPTIMO
¡Oh Esposa querida del Cordero divino! vos por vuestro finísimo y purísimo amor fuiste sublimada sensiblemente al místico desposorio con el dulcísimo Jesús con favores y privilegios, rarísima vez dispensados aun a las almas más puras y santas, y recibiste por dote una caridad mucho más perfecta y acendrada; de suerte que en vuestro corazón no tuvo jamás lugar el más mínimo afecto que no fuese de Dios o para Dios Haced pues coa vuestra poderosa intercesión, que este divino amor se encienda cada vez más en mi pobre corazón, para que limpio y purificado totalmente de toda mancha de culpa, se haga objeto digno de las divinas misericordias. Amen.





DIA OCTAVO
¡Oh mi amada Verónica! vos, sin embarga de veros enriquecida con tantos y tan preciosos dones y privilegios, y hermoseada con tan sublimes y heroicas virtudes tuviste un concepto tan bajo de vos misma, que ni aun os onsiderabais digna de vivir en compañía de vuestras hijas y hermanas las Religiosas, y aun siendo su maestra y digna superiora, os portabais como la sierva más humilde. Yo, al contrario, viéndome desnudo de toda virtud, y lleno de pecados, no obstante, es tanto mi orgullo, que me estimo y elevo sobre todos. ¡Ah, yo soy ciertamente un monstruo, yo soy el objeto más aborrecible a los ojos de Dios, yo soy pobre y soberbio! Alcanzadme, o bendita Verónica, un vivo conocimiento de mi nada y de mis grandes maldades, para que así humillado y contrito jamás ponga impedimento á las divinas misericordias. Amen.





DIA NOVENO
¡Oh Santa Verónica, qué muerte tan envidiable y preciosa fue la vuestra en la presencia de Dios! Además del bellísimo cúmulo y adorno de santas obras y heroicas virtudes con que os habíais preparado en toda vuestra vida para este paso verdaderamente temerosísimo; cuál fue entonces vuestra resignación, vuestra paciencia, vuestra alegría en medio de los cruelísimos dolores y amarguísimas angustias que padeciste en vuestra última enfermedad por el largo espacio de treinta y tres días, cuál vuestro fervor al recibir muchas veces el divinísimo Sacramento del Cuerpo santísimo de Jesucristo, cuáles vuestros dulcísimos y purísimos entretenimientos con vuestro Señor y Esposo crucificado, cuáles los éxtasis y deliquios amorosos en los brazos de vuestro Dios, cuál vuestra prodigiosa obediencia a sus ministros hasta los últimos momentos de vuestra Vida. Pues no inclinaste la cabeza, ni diste la última respiración hasta haber obtenido la licencia de vuestro Confesor, ¡O bienaventurada Verónica! alcanzadme por vuestra preciosa muerte que yo comience desde ahora a vivir en aquella manera en que quisiera morir, para que, entregando mi alma, como vos la vuestra, en los brazos dulcísimos de Jesús y de María, pase desde ellos a acompañaros eternamente en la mansión feliz de la gloria. Amen.





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