ORACIÓN A LA
SANTÍSIMA VIRGEN NUESTRA SEÑORA,
IMPETRANDO
SU DIVINO FAVOR Y AYUDA PARA EL ARTÍCULO
DE LA MUERTE
QUERÉTARO: 1856.
Imprenta del gobierno, dirigida por
Agustín Escandon.
En tu Concepción ¡O Virgen María!
Fuiste Inmaculada
Ruega por nosotros al Padre
Cuyo Hijo diste a luz.
¡Oh
dulcísima Madre de misericordia! ¡Oh única esperanza de los pecadores! ¡Oh
eficaz atractivo de nuestras voluntades! ¡O María! ¡Oh Reina! ¡Oh Señora!
vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos: recibe este rosario, que con
el aféelo de nuestros corazones hemos regado guiados por tus misterios. Y por
ellos te pedimos que, en ese trance y agonía de nuestra muerte, cuando ya
viciados los sentidos y turbadas las potencias, ya quebrantados los ojos, ya
perdida el habla, ya levantado el pecho, ya postradas las fuerzas, cubierto el
rostro con el dolor de la muerte, estemos luchando con el terrible final
parasismo, sendos enemigos innumerables que procuran nuestra condenación y
están esperando que salgan nuestras almas para acusarlas de todas sus culpas en
el tremendo tribunal de Dios, eres querida de nuestras almas, allí única
esperanza de nuestros desmayados corazones, allí poderosísima Madre, allí
amorosísima reina, allí vigilantisima pastora, allí María (oh dulcísimo nombre)
allí ampárame, allí defiéndenos, allí asísteme como pastora a sus ovejas, como
Madre a sus hijos, como reina a sus vasallos. Aquel es el punto donde depende
la salvación o la condenación eterna, aquel es el horizonte que divide el
tiempo de la eternidad, aquí es el instante en que se pronuncia la final
sentencia que ah de durar para siempre, pues si nos falta entonces, dulcísima
abogada nuestra, si nos falta entonces ¿Qué será de nuestras almas, cuando
tantas culpas hemos cometido? No nos dejes en aquel peligro, no nos desampares
en aquel riesgo, no te retires en aquel trance, acuérdate que, si Dios te
eligió para madre suya, que fueses medianera entre Dios y los hombres, y, por
tanto, debes ampararnos en aquella hora. Y porque puede ser que entonces no tengamos
fuerzas ni sentidos para llamarte, desde ahora, como si ya estuviéramos en la
última agonía, te llamamos, desde ahora te invocamos y desde ahora nos acogemos
a tu poderosa intercesión, a la sombra de tu amparo nos ponemos para librarnos
de los merecidos rigores del Sol de Justicia Cristo, y desde ahora como si ya
agonizáramos, invocamos tu dulcísimo nombre, y esto que ahora decimos, lo
guardamos para aquella hora. María, Misericordia, María, Piedad, María,
clemencia, María, María, María Santísima, querida de mi alma, consuelo de mi
corazón, en tus manos encomiendo mi espíritu, para que por ellas pase al
tribunal de Dios, donde intercedas por esta alma pecadora. En ti pongo mi
esperanza, en ti confío, en ti espero. Ya, ya voy a expirar. Misericordia madre
de mi alma, misericordia, misericordia. Amén.
ORACIÓN
Señor
mío Jesucristo, padre dulcísimo, por el gozo que tuvo tu querida Madre cuando
te le apareciste la sagrada noche de resurrección y por todo el gozo que tuvo
cuando te vió lleno de gloria con la luz de la divinidad, te pido me alumbres
con los dones del Espíritu Santo, para que pueda cumplir tu voluntad todos los
días de mi vida, pues vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
JACULATORIA
Bendita sea tu pureza,
Y eternamente lo sea,
Pues todo un Dios se recrea
En tan graciosa belleza:
A ti celestial princesa,
Virgen sagrada María,
Te ofrezco desde este día
Alma, vida y corazón,
Mírame con compasión,
No me dejes madre mía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario