miércoles, 26 de febrero de 2020

SÚPLICA A MARÍA EN ARTÍCULO DE MUERTE








ORACIÓN A LA
SANTÍSIMA VIRGEN NUESTRA SEÑORA,
IMPETRANDO
SU DIVINO FAVOR Y AYUDA PARA EL ARTÍCULO DE LA MUERTE

QUERÉTARO: 1856.
Imprenta del gobierno, dirigida por
Agustín Escandon.

En tu Concepción ¡O Virgen María!
Fuiste Inmaculada
Ruega por nosotros al Padre
Cuyo Hijo diste a luz.


¡Oh dulcísima Madre de misericordia! ¡Oh única esperanza de los pecadores! ¡Oh eficaz atractivo de nuestras voluntades! ¡O María! ¡Oh Reina! ¡Oh Señora! vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos: recibe este rosario, que con el aféelo de nuestros corazones hemos regado guiados por tus misterios. Y por ellos te pedimos que, en ese trance y agonía de nuestra muerte, cuando ya viciados los sentidos y turbadas las potencias, ya quebrantados los ojos, ya perdida el habla, ya levantado el pecho, ya postradas las fuerzas, cubierto el rostro con el dolor de la muerte, estemos luchando con el terrible final parasismo, sendos enemigos innumerables que procuran nuestra condenación y están esperando que salgan nuestras almas para acusarlas de todas sus culpas en el tremendo tribunal de Dios, eres querida de nuestras almas, allí única esperanza de nuestros desmayados corazones, allí poderosísima Madre, allí amorosísima reina, allí vigilantisima pastora, allí María (oh dulcísimo nombre) allí ampárame, allí defiéndenos, allí asísteme como pastora a sus ovejas, como Madre a sus hijos, como reina a sus vasallos. Aquel es el punto donde depende la salvación o la condenación eterna, aquel es el horizonte que divide el tiempo de la eternidad, aquí es el instante en que se pronuncia la final sentencia que ah de durar para siempre, pues si nos falta entonces, dulcísima abogada nuestra, si nos falta entonces ¿Qué será de nuestras almas, cuando tantas culpas hemos cometido? No nos dejes en aquel peligro, no nos desampares en aquel riesgo, no te retires en aquel trance, acuérdate que, si Dios te eligió para madre suya, que fueses medianera entre Dios y los hombres, y, por tanto, debes ampararnos en aquella hora.  Y porque puede ser que entonces no tengamos fuerzas ni sentidos para llamarte, desde ahora, como si ya estuviéramos en la última agonía, te llamamos, desde ahora te invocamos y desde ahora nos acogemos a tu poderosa intercesión, a la sombra de tu amparo nos ponemos para librarnos de los merecidos rigores del Sol de Justicia Cristo, y desde ahora como si ya agonizáramos, invocamos tu dulcísimo nombre, y esto que ahora decimos, lo guardamos para aquella hora. María, Misericordia, María, Piedad, María, clemencia, María, María, María Santísima, querida de mi alma, consuelo de mi corazón, en tus manos encomiendo mi espíritu, para que por ellas pase al tribunal de Dios, donde intercedas por esta alma pecadora. En ti pongo mi esperanza, en ti confío, en ti espero. Ya, ya voy a expirar. Misericordia madre de mi alma, misericordia, misericordia. Amén.



ORACIÓN
Señor mío Jesucristo, padre dulcísimo, por el gozo que tuvo tu querida Madre cuando te le apareciste la sagrada noche de resurrección y por todo el gozo que tuvo cuando te vió lleno de gloria con la luz de la divinidad, te pido me alumbres con los dones del Espíritu Santo, para que pueda cumplir tu voluntad todos los días de mi vida, pues vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.


JACULATORIA
Bendita sea tu pureza,
Y eternamente lo sea,
Pues todo un Dios se recrea
En tan graciosa belleza:
A ti celestial princesa,
Virgen sagrada María,
Te ofrezco desde este día
Alma, vida y corazón,
Mírame con compasión,
No me dejes madre mía.

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