DIVIDIDO
EN LOS SIETE DÍAS DE LA SEMANA
su autor
EL V. P. TOMÁS DE JESÚS DEL ORDEN DE S.
AGUSTÍN
NUEVA GUATEMALA, AÑO DE 1778
Reimpreso en la Imprenta de D. Antonio
Sánchez Cubillas.
Este ejercicio se podrá hacer, ó dividido
en los siete días de la Semana, o en un solo día, que por más propio será el
viernes.
DOMINGO
En
todo buen Jesús, excede vuestro amor a todos los términos y leyes, ni puede
tener igual. Pusisteis, Dios mío, por término del amor y verdadera amistad, llegar
hasta morir por el amigo, porque ni hay más quedar, ni más que hacer, Pero vos,
Dios de amor, bien infinito, pasasteis adelante: no solo morís por amigos y por
enemigos, sino que, amando hasta morir, aun tenéis más quedar, y os queda más
que hacer. Dais la sangre, que os queda en el cuerpo y abrís el corazón, donde
nos tenéis escritos: hacéis abrir una entrada tan grande, que jamás se cerró.
Amáis viviendo, amáis muriendo, amáis después de muerto, y amáis eternamente. Ni
con la muerte se pudo vuestro amor agotar, pues siempre amáis, siempre tenéis
que dan y siempre en que mostrar el amor que nos tenéis. Ni aun muerto queréis que
me tenga por olvidado de vos, pues aún apartada el alma de ese cuerpo tuvisteis
cuidado de abrirme ese sacratísimo Costado, para que sacase sangre que todo me
limpia tuviese yo entrada a lo íntimo de ese enamorado corazón, donde todos mis
bienes se atesoran. Ya no os pediré con David que me rociéis con el Hisopo;
sino con San Pedro que bañéis en esa sangre mi cabeza, manos y pies, para ser
del todo limpio: y cuando con la virtud de esa sangre me limpiéis, por ella me
perdonareis, por ella me santificareis, por ella me llegareis á vos, y lo que yo
no mereciere, por ella me lo concederéis. Adorote, divina sangre, que con tu
corriente llevas la tierra al Cielo: con tu caudal ahogas en divinos bienes
tocias las almas, con tu calor haces de enemigos amigos, de errados bien
encaminados, de ciegos e ignorantes a alumbrados, de hijos de ira a hijos de
Dios. No quede yo muera de tan grandes bienes, pues no tengo menos parte en esa
sangre, que todo el mundo junto.
LUNES
Adórote
Costado sacratísimo, asilo seguro de los culpados, refrigerio amabilísimo de
todos los cansados y recogimiento de todos los desterrados y desamparados. ¿Qué
tan junto, y unido me queréis con vos? ¿No basta para mi estar al pie de esa
Cruz? ¿Puede haber mayor misericordia, que no ser arrojado de aquí como
merezco? ¿Aun queréis que suba, que entre, que tome el lugar que en ese corazón
me fuereis dar? ¿También queréis se diga de mí, y de vos, que el amante más
vive de lo que ama, que del ama? ¿Queréis quedar sin sangre, y no quedar sin
mí? ¿Atrévese vuestro corazón a estar sin el alma y que le da la vida, y no acaba
consigo volver a vivir sin mí? Ahí me queréis
hallar cuando resucitado, donde en vida y muerte me tiene vuestro amor escrito.
Resucitado, y a la diestra del Padre, queréis me entre ahí: queréis estar de
cerca contigo, para hablarme, oírme y responderme, recibir mi pobreza, y darme
vuestros bienes. Si David tenía por mejor un día de los Atrios
de vuestra casa, que mil fuera de ella, y por mayor bienaventuranza ser uno de
los despreciados de vuestro Palacio, que el más estimado del mundo; ¿que dijera
si viera la entrada de este Costado, y la estimación correspondiente a los que pueden
estar, no en los patios, sino en lo más íntimo de ese divino pecho, donde se
encierra toda la Divina Majestad, y tesoros del Padre Eterno! ¿Qué me detiene,
Dios mío? ¿Por qué no entro, donde sé que estoy deseado, esperado y abastecido
de todos los bienes? Vos Señor, que sabéis no pueden desearse los bienes de ese
corazón, experimentarlos, llevadme, y dadme en él la entrada que deseáis: y
pues conmigo queréis vivir el, vivid Señor, y ponedme ahí con vos que eso será
vivir.
MARTES
Pensaba
vuestro Apóstol San Pablo que decía, muchos cuando dijo: vivo yo, mas ya no yo,
porque vive en mi Cristo: ¿qué mucho diga esto el siervo que solo vive de vos,
si vos, amor infinito, no queréis que ninguno os venza en amar
y con verdad os preciáis diciendo: ¿vivo yo, mas no soy yo porque en este
corazón vive el pecador a quien amo? Oh vida mía ¿por qué muero tantas muertes,
sí soy amado de vos? ¿Porque me dejáis andar vagante, perdido, y desterrado fuera
de ese corazón, donde solo puedo hallar quietud? O Pastor de mi alma, no se
pierda esta errada oveja: pueda más el amor, que me tenéis para liberarme a vos
que mi malicia para echarme fuera de ese corazón. Si el Cielo tiene gozo en que
no se pierda un pecador y es por el gusto que conoce tenéis vos de recogerle.
Contentaos á vos mismo: dad a ese corazón placer en Salvarme, pues no se
satisface, sino con meterme en sí. Vuestro abrasado Agustín os llamaba más
íntimo, que lo íntimo de sus entrañas: y vos Dios mío, queréis que también yo
esté al más íntimo que esas vuestras, pues dentro de ellas me tenéis: en ese
corazón puedo entrar y vivir ahí amando. Ningún medio queréis entre vos y entre
mí: sin intermedio, sin impedimento me queréis poseer, y comunicaros todo. Por eso
no cerrasteis ese costado, sino que resucitado y en la gloria me le dejasteis
patente. ¡O esperanza mía segura! ¡O vida verdadera de mis muertes! O todo mi bien,
¿quién me engaña y a parta de vos? ¿Quién me ciega, cuando miro otra cosa fuera
de vos? ¿Cuándo se acabará el peso de esta miseria, y ninguna cosa me impedirá
vivir todo en vos?
MIÉRCOLES
Oh
mi Jesús, en ese corazón se hallan todas mis riquezas verdaderas: ¿pues en que
desventurado sitio busco yo las mías, sino hay más que esas. Ahí tengo el fuego
que me ha de abrasar y transformar, ¿pues como sufro las nieves de esta alma,
que enfría mi espíritu de manera, que con ninguno de esos vuestros divinos fuegos
se calienta? ¡O como estoy lejos de los mismos bienes que me cercan! Pero Señor,
lejos de vuestra fé y amor puro se hallaba vuestro
Apóstol Tomas, cuando, no quería creer, sin palpar: vos le buscasteis, le
hicisteis meter la mano en ese costado: luego quedo otro luego quedó preso,
luego alumbrado, luego inflamado, luego exclamó diciendo: vos sois el Señor mío
y Dios mío. Creo, mi buen Jesús, sin palpar: creo lo que él creyó viendo y
palpando: pero dadme el amor que el recibió, para que yo quede preso de vos.
Lleguen a mí los fuegos que con tanta prontitud corrieron por la mano del
Apóstol hasta mudarle el corazón: quítenme la vida mortal, háganme vivir en vos
vida de mi alma. O vida sin la cual muero, apartadme de las muertes por donde os
pierdo: no me dejéis andar errado por fuera, pues para ganarme quedasteis
abierto después de muerto, y resucitado.
JUEVES
Sacratísimo
Costado, o puerta Paraíso, o entrada del divino amor, o fuente de vida, ¡que
siempre manas! Tú me has de llevar con tu virtud, pues de ahí he de recibir aquello
con que he de ir a ti. Mi alma arde en tu deseo, no te cierres para mí, ni me
niegues la virtud con que cautivas las almas, y las llevas a ti. En ti me he de
ver libre de mí: en ti no llegarán a mí los enemigos. Verdaderamente, Señor pusiste
altísimo mi refugio, como dice David, ni habrá mal que se acerque a él, pues le
pusisteis dentro de ese corazón. Por eso quisisteis que no se abriese hasta
después que tuvisteis vencidos con vuestra muerte mis males, y enemigos, y
después de tener desbaratados los contrarios, que os cercaban: para que como a fortaleza
invencible, me acogiese a ese corazón, y como en tierra pacifica, caminase por
esa puerta divina, abierta de par en par y segura de cuánto puede ofender.
Hasta llegar ahí, ando en guerra, en peligro salteado, robado, y acuchillado,
porque ando entre enemigos, y trato en bienes que me pueden quitar. Ahí no
llega enemigo, ni mal, ni ladrón, porque son todos los bienes de ese corazón
divino, fuera de toda jurisdicción, de corrupción, y de pérdida. Todo cuanto en
mí hay os desea: mis miserias suspiran á vos por misericordia, mis pecados por perdón,
mi cautiverio por libertad, y mi muerte por vida. O divino corazón, oíd esas voces,
que no pueden dejar de entrar por puertas tan abiertas.
El amor que os hace tan patente, ese os mueva a recogerme sí. ¿Para qué un
hecho tan grande, si me he de perder? No me perderé, bienaventuranza mía: no me
perderé, bondad infinita: tengoos á vos por mí: vos me quitareis de mí, y asegurareis
en vos.
VIERNES
Adórote,
Salúdote, divino corazón, tan cautivo de mi amor. Todo lo tengo ahí: deseo
deshacerme en vuestro amor. Ya no quiero otra afición, ya no quiero otro
refugio, ya no quiero que otro me conozca, ni me vea. Vos solo me bastáis; vos
me mudareis; me enriqueceréis; y saciareis los deseos de mi alma. ¡O si siempre
estuviese Unido aquí! Si aquí viviere con vos, venga la muerte cuando quisiere
porque esa me descargará de este cuerpo ¿para vivir siempre en vos, sin miedo
de perderos. ¡Oh cómo solo soy pobre, pero con vos que rico! ¿Cómo lo que hay
fuera de vos me engaña, y no siento mi perdición? Consumid ya, Señor las inclinaciones
terrenas de este bruto y miserable pecador: llevadme todo a vos para que viva
libre de mí. Acordaos que no pedís a los hombres más que el corazón, para
acompañaros con él. ¡O quien tuviera cinco corazones para ponerlos en estas
vuestras cinco llagas; y quién pudiera hacerse todo corazones, para daros
muchos compañeros, ¡y amaros con mucho amor! Mas ya que no tengo 8más que uno,
y ese pequeño, miserable, frio, y lleno de miserias tal cual está os le doy.
Aceptadle, Señor, con misericordia, y hacedle cual vos queréis, para que
merezca ser digna mansión vuestra.
SÁBADO
Bien
mío, buen Jesús, remediador mío y luz resplandeciente de mis ceguedades, en vos
pusisteis todos mis bienes verdaderos, para que no pudiese hallaros en otra
parte, por más que los buscase, a fin que a lo menos me obligase mi necesidad
ir a vos. Quisisteis ser mi Padre, mi hermano, mi amigo,
mi compañero, pastor, pasto, sabiduría, fortaleza, gusto, riqueza, descanso,
vida, y bienaventuranza. Vos, Señor, dijisteis que oiríais a quien os llamase,
daríais a quien pidiese, y abriríais a quien llamase. Y porque no anduviésemos por
muchas puertas, ni nos cansásemos por muchos caminos en busca de los bienes que
nos prometisteis, los pusisteis dentro de vos y abristeis las puertas de ese
vuestro corazón para que todos entremos. Bien sabíais, cuando así lo
ordenasteis, que yo había de ser, como soy, pecador llagado, miserable, ingrato,
sucio, indigno de la santidad, pureza, y grandeza de ese lugar, y de esa puerta
a que me mandáis llamar. Con todo eso queréis, que
no busque remedio, sino en este vuestro corazón, ni llame sino a este costado y
me amenazáis con muerte eterna, si no lo hiciere así. Pues, bien mío, aunque
ser yo quien soy me retira el amor que me tenéis me tira y me trae aquí. Si os
he de desagradar huyendo de vos, o llegando con desventuras, antes quiero muerte
de vuestra mano, que ausentarme de vos. Cierto estoy que, si me podéis quitar
la vida, no me quitareis el deseo de vuestro amor; ni despreciareis los
clamores del que mandáis pida, para que tengáis ocasión de dar cuanto deseáis, y
lo que podéis. Aquí pues me presento pecador: aquí llego pobre: aquí llamo miserable,
aquí pido necesitado. Merezco no ser oído, ni recibido, por las muchas veces
queme llamasteis, y no os quise oír: pulsasteis en mi corazón, y no quise
responder. Mas no habéis de ser vos como yo, pues os hicisteis Redentor de las
ovejas erradas, y vinisteis a buscar á
los que huían de vos. No huyáis pues Señor de quien os busca, aunque tal, que
os puede dar fastidio. Abrid Pastor mío soberano, abrid Medico divino, abrid
Padre de misericordias a este necesitado: dadme entrada en ese corazón: leed lo
que en el tenéis escrito, ahí me hallareis en el número de los pecadores por vuestra
sangre redimidos. Hacedme también, Señor de los escogidos. Mostrad el
resplandor de vuestros tesoros con el poder de vuestra soberanía en mi bajeza:
porque si con vuestra hermosura prendiereis al perdido, santificareis al
malvado, y levantareis a este miserable abatido; quedará ensalzado vuestro
nombre, glorificada la grandeza de vuestra bondad: será buscado de todos los necesitados
ese divino corazón, y se verá rico y acompañado de las almas que tanto deseáis.
Oh Madre de Dios, Virgen purísima, que vivisteis siempre de este divino corazón
y de sus tesoros estuvisteis y estáis rica, pues sois guía de los pecadores,
encaminadme a este sacratísimo costado, prendedme en él, quitadlos impedimentos
que hay en mi para llegar y vivir de él y por él. O Ángeles y bienaventurados,
que de este Paraíso de deleites estáis llenos, alcanzadme de los frutos que de
él recibís, para que preso de su dulzura y suavidad, todo lo demás me fastidie,
solo corra a su sabor, y solo ame a su hermosura para siempre. Amen.
LAUS DEO
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