ESTACIONES DEL APOSENTILLO
MODO DE ACOMPAÑAR A CRISTO EN SU PRISIÓN EN
LA NOCHE DEL JUEVES SANTO
ACTO DE CONTRICIÓN.
Señor
mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío ¡Cuánto siento
haber sido la causa por mis muchos pecados, de tantas afrentas, injurias y
dolores como padeciste en esta noche! Confieso, Señor, mi ingratitud: me avergüenzo
y confundo al ver que tan gran beneficio lo he correspondido con agravios y ofensas;
pero atento a la encendida caridad que abrasa tu corazón santísimo, no puedo
menos que herir el mío y decirte con el
mayor dolor, y sentimiento, que me pesa de haber pecado, ¡Ojalá y nunca te
hubiera ofendido! Confío en tu infinita misericordia y en la poderosa
intercesión de tu purísima Madre María santísima que me has ele perdonar,
concediéndome tan sincero arrepentimiento de mis culpas, que sea eficaz para
borrar mi ingratitud, y servirte dignamente en este santo ejercicio que te
ofrezco, pidiéndote por la conservación de nuestra santa fé, por las
necesidades de la Iglesia y del Estado, por la conversión de los infieles y
pecadores, y por las almas santas del purgatorio, como más agradable a ti
fuere. Amen.
PRIMERA ESTACIÓN
Contempla,
alma, como los judíos sacaron preso del huerto a tu divino Maestro Jesús, y atadas
las manos le llevaron con increíble crueldad por aquel áspero camino, hasta presentarle
con el pontífice Anás, donde un mal ministro le dio una cruel bofetada.
En
ésta y las siguientes estaciones se hace una, breve meditación se reza la Estación
mayor y se dice la siguiente:
ORACIÓN
¡Oh
benignísimo Jesús! Mientras yo busco ansioso las honras mundanas, te llevan por
ese camino cargado de prisiones: ya conozco, Señor, lo mal que he hecho en
apartarme de ti, y quiero enmendarme ofreciéndote mi corazón traspasado de
dolor, en desagravio de la cruel bofetada que recibiste en casa de
Anás, y te pido por los dolores de tu purísima Madre, me concedas tener un
afectuoso amor a mis enemigos, un deseo grande de padecerá tu ejemplo, y en la
hora de mi muerte recíbeme con amoroso semblante en la gloria. Amen.
SEGUNDA ESTACIÓN
Contempla,
alma, como tu Divino Maestro Jesús, es llevado con mucho desprecio a la casa de
Caifás, en donde fue juzgado blasfemo y digno de muerte; injuriado de los
letrados, y del mismo pontífice, sufriendo el Señor con indecible paciencia
muchos oprobios.
ORACIÓN
¡Oh
sapientísimo Jesús! Cuan errados son los juicios de los hombres, pues a ti que
eres la misma vida, te juzgan blasfemo y digno de muerte. Yo, Señor, soy el
merecedor de muerte eterna, pues tantas veces he blasfemado tu santo nombre. Ya
conozco mi ceguedad, y arrepentido de ella, te ofrezco este ejercicio, en
desagravio de las afrentas que padeciste en casa de Caifás: suplicándote por
los dolores de tu santísima Madre, me des un claro conocimiento de mis pecados,
para llorarlos hasta el fin de mi vida, y que de este modo pase a gozar ele tu
vista en la gloria. Amen.
TERCERA ESTACIÓN
Contempla,
alma, como ya cansados los inicuos jueces de injuriar a tu divino Maestro
Jesús, le entregaron a la voluntad de los alguaciles y criados, mandándoles le
guardasen lo restante de la noche: llévenle estos, perversos hombres a un
inmundo, calabozo, y atándole, de pies, y manos contra m peñasco, se previenen
para divertir la noche con su Majestad.
ORACIÓN
¡Oh
inocentísimo Jesús! ¿A dónde vas Señor, cargado de prisiones, sin este tu siervo
y miserable pecador, que justamente las merece? Si todas las criaturas, aun las
irracionales, tienen la noche para descansar. ¿Es posible Señor, que solo para ti
ha de ser noche de tribulación, en que a más de los oprobios que has sufrido se
te esperan otros muchos? Troquemos, dulce Jesús mío, si, si, cambiémosla noche,
tú para descansar, y poder sufrir los trabajos que te aguardan, y yo para
padecer. Manda, Señor, a esos tus enemigos que a mí me aten y maltraten á su
satisfacción; pero si así no lo quieres, mírame con ojos de misericordia, y atiende
piadoso a este ejercicio, en desagravio de tantas injurias como recibes:
suplicándote por los dolores de tu purísima Madre, me concedas gracia para que,
aprovechándome, con la consideración, de tu sacratísima pasión, pase al fin de
mi vida, á alabarte en la gloria. Amen.
CUARTA ESTACIÓN
Contempla,
alma, como puesto va tu divino Maestro Jesús, en aquel inmundo sótano, los perversos
ministros le cubren sus divinos ojos con un sucio lienzo, para hacer irrisión
ele su Majestad, é injuriarle con más libertad.
ORACIÓN
¡Oh
amorosísimo Jesús! Tan grande es el odio que tienen a tu divina persona esos
malos hombres que no queriendo ver tus hermosísimos ojos, tratan de cubrirlos,
para con más libertad injuriarte. Cuanto siento, Señor, que los míos no se
hagan dos fuentes de lágrimas, al considerar las muchas ocasiones que he crecido
apartarme de tu vista perspicaz, para ofenderte con más desahogo; pero ya que
conozco mi loca temeridad, me arrepiento de haber abusado de tu infinita,
paciencia, y te ofrezco este ejercicio, en desagravio de las afrentas que
por mí padeces; suplicándote por los dolores de tu santísima Madre, me des una
perfecta contrición, para que por ella merezca el perdón de mis pecados, y pueda
gozar de tu amable vista en la gloria. Amen.
QUINTA ESTACIÓN
Contempla,
alma, como ya cubierto los purísimos ojos de tu divino Maestro Jesús, comienzan
aquellos perversos hombres a herirle su venerable rostro con crueles bofetadas,
diciéndole con irrisión: adivina quién te dio…
ORACIÓN
¡Oh
hermosísimo Jesús! ¡Cuán distinta fue esta noche, de la de Belén! Aquella noche
cantaron los Ángeles la gloria de tu divino Ser, dándote adoraciones y
alabanzas: en esta triste noche, recibes bofetadas y burlas de esos crueles
ministros que no cesan de injuriarte. ¡Oh extremo de bondad! ¿Qué alabanzas te
daré en recompensa de los agravios que ahora sufres por mí? No tengo otras,
dulcísimo Jesús, que este ejercicio, y la profundísima adoración, que desde su
retiro te tributa tu purísima Madre, y te pido por sus dolores, me concedas hacer
todos los días de mi vida un grande aprecio de tu sagrada pasión, para que por
tus méritos pase a gozar de tu amorosa vista en la gloria. Amen.
SEXTA ESTACIÓN
Contempla,
alma, como no contentos aquellos desapiadados sayones con descargar crueles
bofetadas en el rostro de tu divino Maestro Jesús, le arrojan inmundas salivas,
y arrancan, con atrevida violencia, su venerable barba y cabellos.
ORACIÓN
Oh
dulcísimo Jesús! ¿Cómo Señor, siendo el más hermoso de los hijos de los
hombres, veo zahora tan afeada tu antigua hermosura? Si tú eres el que vistes de
belleza a todas las criaturas, ¿cómo te miras tan despreciado de ellas? Bien
conozco, Señor, y entiendo que son efectos de tu amor incomparable para con nosotros,
pues quisiste ser humillado para curar nuestra soberbia. Yo te ofrezco en
desagravio de lo que padeces, este ejercicio, y te pido por los dolores de tu
purísima Madre, me concedas un grande amor a los trabajos y desprecios del
mundo, para ir por este medio, a gozar de tu amable vista en la gloria. Amén.
SÉTIMA ESTACIÓN
Contempla,
alma, como ya cansados los ministros de la maldad, de atormentar a tu divino Maestro
Jesús, apretando bien las cadenas y sogas con que le tenían atado, se van a
dormir, dejando a su Majestad en aquel inmundo calabozo.
ORACIÓN
¡Oh
pacientísimo Jesús! ¿Cómo no muero ele dolor y sentimiento al verte solo,
fatigado, atormentado, y desamparado de tus discípulos en este vil é inmundo calabozo?
Dame, Señor, licencia para entrar este rato a hacerte compañía en esa prisión, y
aliviar con mi llanto tu penosa soledad. Mas ¡ay de mí! ¿Qué compañía puedo
hacerte, cuando mis pecados como desapiadados verdugos son los que más te
atormentan? ¿Qué alivio puedo darte, cuando a cada paso te injurio con mis
ingratitudes? No encuentro otro, Jesús mío, sino el sincero arrepentimiento de
mis pecados, que, postrado a tus sagrados pies, detesto con todo mi corazón,
por ser ofensas contra tu divina Majestad, y ofrezco en desagravio de las
injurias que padeces, este ejercicio pidiéndote por los dolores de tu purísima
Madre, me concedas la gracia de nunca más pecar, para que sirviéndote con
fidelidad los días que me restan de vida, pase en mi muerte a alabarte en la
gloria. Amen.
ORACIÓN A MARIA SANTÍSIMA
Virgen
santísima, Madre de mi Redentor Jesús, y abogada mía, Bien conozco, Señora, que
desde tu retiro mirabas con claridad por disposición divina, todo cuanto
padeció esta noche tu dilectísimo Hijo, en casa de Caifás, por
la redención de los hombres. Es cierto, Señora y Madre mía, que yo soy la causa
de tantos trabajos, y por lo mismo no merezco que me atiendas misericordiosa;
pero al fin, eres Madre, y madre compasiva y como tal duélete de mis miserias:
oye benigna los profundos suspiros de mi arrepentido corazón, que te suplica
por los tormentos que sufrió en esta noche el Hijo de tus entrañas, y los que
sintió tu purísimo y angustiado corazón, me alcances de su divina Majestad el
perdón de todos mis pecados, y gracia para nunca olvidar su sacratísima pasión
y tus dolores, para que, por este medio, pueda gozar de tu amorosa vista, por toda
la eternidad en la gloria. Amén.
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