sábado, 14 de marzo de 2020

NOVENA AL SEÑOR DE MATEHUALA





NOVENA DEVOTA
EN HONRA
DEL SANTO CRISTO DE MATEHUALA

QUE SE VENERA EN LA PARROQUIA
DE DICHO VALLE
DISPUESTA
POR D. MANUEL VARGAS MACHUCA,
QUIEN LA DEDICA A LA MUY VENERABLE ORDEN TERCERA
DE PENITENCIA DE DICHO VALLE
OBISPADO DE GUADALAJARA

REIMPRESA EN MÉXICO
IMPRENTA DE LA VOZ DE LA RELIGION
Calle de San José el Real numero 13
1848.

LECTOR MÍO
EL devoto edificio de esta novena se ha fundado sobre las meditaciones que con luz del cielo escribió el gran siervo de Dios, venerable padre Fray Juan de Castañiza, monje benedictino, en su libro de oro, combate espiritual, con otras tiernas y dulces oraciones, sacadas de varias obras de ilustres varones y grandes maestros de espíritu: se podrá practicar en todo tiempo; pero el más a propósito será comenzarla el día veintinueve de diciembre, para terminarla el día seis de enero, en el que celebra la Iglesia Católica la Epifanía del Señor, y el que está destinado para hacerle su función clásica a nuestro Crucificado amante: ejercitándose estos nueve días en obras de caridad, mortificación y meditación de la sagrada pasión y muerte de Jesucristo, confesando y comulgando el primero y último día, todo con consejo del director espiritual.




ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Omnipotente Dios, trino y uno: yo el más vil de las criaturas, postrado ante vuestro divino acatamiento, os adoro y reverencio, como a mi criador y supremo Señor de todas las cosas. ¡Oh eterno é inmenso piélago de infinitos bienes y perfecciones! Yo os doy innumerables gracias, y os alabo por los muchos y grandes beneficios que de vuestra liberal mano han recibido y no cesan de recibir vuestras criaturas, particularmente los fieles cristianos, y yo indignísimo pecador. Para esto os suplico os dignéis de unirme con todos los justos de la tierra y bienaventurados del cielo: con ellos deseo daros, mi Dios, especiales gracias y alabanzas, por el inefable beneficio de la Encarnación del Divino Verbo en las entrañas purísimas de mi Señora la Virgen María, y por la redención del mundo con la sangre del Cordero inmaculado Jesús nuestro Salvador: sacrificándose en el ara de la Cruz este hombre Dios, a quien adoro y contemplo en esta  su prodigiosa Imagen, herido, coronado de espinas, afrentado, desnudo, pobre, desamparado, y en fin, padeciendo acerba muerte para darme eterna vida. Todo lo creo, Dios mío, de vuestra caridad inefable, como que creo en vos y en cuanto me decís, y por la Iglesia católica me proponéis como en verdad infalible. Dispuesto, con vuestro favor, estoy a dar, en defensa de la fé, la última gota de mi sangre y postrer aliento de mi vida. Con esta misma fé creo y alabo vuestro magnífico amor en el Santísimo Sacramento del altar, en donde, sin faltar de su corte en el Empíreo, está verdaderamente mi Jesús dulcísimo en cuerpo y alma, dignándose este sumo Rey del cielo de asistir y consolar a la Iglesia militante con su real presencia, hasta que al fin del mundo venga a remunerar a cada uno según sus obras. Mas siendo yo el mayor y más ingrato de los pecadores; á ¿dónde Dios mío huiré de vos, sino a vos mismo? Sí, dueño de mi alma, ya vengo a vos, padre mío amorosísimo, derramando mi alma en suspiros y mi corazón en lágrimas; implorando pesaroso el perdón de tantas y tan enormes culpas. Tened lástima de mí: mirad cuál me tienen mis pecados; de ello me pesa y los detesto, solo porque fueron injuriosa ofensa a vuestra bondad infinita. ¡Oh bondad y hermosura eterna! ¡Quién nunca os hubiera ofendido! ¡Quién siempre os hubiera amado! ya no quiero más pecar. Esto propongo con todas veras ante este venerable y sagrado Simulacro, que tan al vivo me representa a mi dulcísimo Jesús, Dios y Hombre, muerto por mí y crucificado: misericordia, Dios mío, misericordia. A no ser vos tan bueno, ¿qué fuera de mí? Espero, Señor, que me habéis de perdonar, solo por vuestra piadosísima condición y por los infinitos méritos de mi Señor Jesucristo crucificado, inflamad me en vuestro amor; llenadme de bendiciones de vuestra sacra diestra, y haced que termine mi vida en tu ósculo santísimo con la muerte de los justos. Amén.


ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA
PARA TODOS LOS DÍAS
Dignísima Madre de Dios, y reina de los coros angélicos, María Santísima mi Señora, mar inmenso de gracias, en vuestra concepción purísima, y mar también de penas al pie de la cruz: volved, abogada nuestra, esos vuestros enternecidos ojos hacia nosotros; y acordaos, que, en el testamento de vuestro hijo, á vos fuimos encomendados. ¡Oh piadosa corredentora nuestra! Elevad, Señora, vuestras sagradas manos al cielo, y como sacerdotisa grande, ofreced al Eterno Padre con el incienso de vuestros suspiros, y el agua de vuestras lágrimas al Cordero inmaculado, sacrificado en el ara de la cruz por los pecados del mundo. ¡Oh María Clementísima! al golfo de vuestras piedades me arrojo, esperando hallar el deseado puerto de mi salud en el diluvio de vuestras penas, ye n la tormenta de vuestros dolores; ¡Oh María dilectísima! alumbradme, pues sois verdadera luz, que fue separada de las tinieblas, y séptimo verdadero día, que comenzó en la mañana de la original justicia, y jamás feneció en la tarde del pecado; conseguidme, Señora, el logro de mis deseos en esta novena, y enderezad mis peticiones a la mayor honra y gloria de nuestro amable Redentor Jesucristo. Amén.




DÍA PRIMERO
Considera alma mía, cuánta diferencia hay del apartamiento del miembro espiritual al del corporal; yes tanta, cuanto es más preciosa el alma que el cuerpo, y cuanto sea más preciosa el alma que el cuerpo, no lo puede saber viviente alguno, porque solamente conocerá nobleza del alma y la bajeza del cuerpo, el Criador de lo uno y de lo otro, y así no hay criatura alguna que pueda comprender, la cruel congoja y tormento que causó al sagrado amante corazón de Jesucristo, tantos apartamientos de miembros tan conjuntos con su Majestad Divina, y a quienes con tan infinito amor amaba; y que éstos de propia voluntad, se separaron por dar gusto al demonio y arder con él para siempre en el infierno, donde tendrán la pena de ya nunca jamás poder unirse, cuya pena les atormentará más que las del sentido y que todas juntas cuantas padezcan los desventurados condenados.

ORACIÓN
Dulcísimo Jesús mío, ¡Oh! y cuán grande ha sido el agravio que he hecho contra vos, exponiéndome a perderte para siempre, ¡por dar gusto al demonio y gozar de los fingidos deleites que me ofrece! ¡Ay de mí miserable, cuando tú Dios mío te apartes de mí! Pues esta será la mayor desventura, y lo sumo de la desgracia que me pueda acontecer. ¿Pues cómo podré estar separado de ti que eres mi criador, mi padre, mi esposo y todo mi bien, y ya sin esperanza de verte jamás? ¡Ay dolor sin semejante! pero bondadosísimo Jesús, no haz de permitir sea yo del número de estos infelices desdichados, pues ya desde hoy me convierto de veras á vos, y os suplico os dignéis de vivificarme con el riego de vuestra sangre, y lavar mi alma con vuestras aguas, limpiándola de tanta iniquidad. Imite yo, amor mío, vuestra humildad profunda, para que conociéndoos y conociéndome, os alabe, sobre todo lo criado. Y conceded me el favor que os pido en esta novena, dirigiéndolo todo a la mayor honra y gloria vuestra. Amen.


ORACIÓN
CON QUE SE DARA FIN TODOS LOS DÍAS DE LA NOVENA
Padre Eterno, Dios santo, Señor Omnipotente: Oíd nuestra humilde oración, y desde el Santuario de vuestra gloria y excelso Trono de los cielos, mirad en la cruz al Redentor del mundo. Acordaos, Señor, que vuestra caridad infinita nos le dio como á sumo Sacerdote, y la más agradable Hostia. Sea mi Jesús alta nube entre el cielo y la tierra, que temple los rigores de vuestra justicia. Este es el arco triunfal que levantó el amor vuestro en el Calvario, estableciendo la paz con los hombres, sin embargo, del horrendo diluvio de tanta culpa. No apartéis, Padre santísimo, vuestros ojos soberanos de aquellas cinco Llagas, copiosas fuentes de salud, y nubes que nos llueven á: diluvios los beneficios, No olvidéis la grande satisfacción, que, por ellas, tomasteis de nuestras culpas. Atended en el caudaloso raudal que mana de aquel costado a vuestra santa, Iglesia, procediendo con la gala y púrpura de aquella sangre, y con las preciosas joyas de tanto mérito. Oíd, señor las continuas súplicas que esta amada Esposa de vuestro Unigénito derrama por Ntro. Smo. Padre el Pontífice Romano; por nuestro gobierno mexicano; por la paz y concordia entre los príncipes cristianos por la conversión de los paganos, y herejes a nuestra santa fé católica, y de todos los pecadores á penitencia verdadera. Descienda, piadosísimo Padre, el refrigerio de esa fuente del Salvador al lago, donde no hay más agua que la que con la sangre del Testamento puede apagar las llamas del Purgatorio. Todo esto Señor, os pido, en el nombre, por el nombre y con el nombre de vuestro Verbo Jesús mi Salvador, vuestro Hijo, con el cual y el Espíritu Santo vives y reinas Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.







DÍA SEGUNDO
Considera el segundo dolor mental que traspasó el alma sacratísima de Cristo, y fue por los pecados mortales de todos los escogidos, porque, así como fue afligido por los miembros dañados, lo fue de la misma manera por los predestinados que mortalmente habían de pecar por la separación que habían de hacer de su Majestad santísima, y cuanto era grande el amor que eternamente les había de tener, la bajeza a que se unían pecando mortalmente, y la excelente vida a que habían de unirse obrando bien, sintió en sí las penas que habían de sufrir sus escogidos, no solamente cuando viadores, sino es aún después de muertos; y sí sintió los martirios de todos los mártires, y todas las persecuciones, penalidades, golpes, infamias, peregrinaciones, enfermedades, y todo género de tormentos que padecieron sus previstos.

ORACIÓN
Dulcísimo Jesús del alma mía, yo siento de lo íntimo de mis entrat1as el dolor que os he causado con haberme alguna vez o tantas veces apartado de voz. ¡Oh Dios de mi corazón! ¡cómo he podido yo renunciar los inefables gozos y dulzuras que se hallan en ti solo, por deleitarme en los placeres falsos del mundo! pero ya los aborrezco, y desde ahora mismo emprenderé la más seria penitencia; vos, crucificado amante y dueño mío, sois la luz, la guía, y camino que lleva a las almas a la triunfante Jerusalén, visión de paz. Vos sois allá el término y centro de nuestras ansias amorosas, y, aquí el medio para caminar y llegar a vos: desnudadme, Señor, de mí mismo: dadme vuestros brazos, pues que para mí los tenéis abiertos. No haya quien de vos me aparte: ni la tribulación, ni la angustia, ni la hambre y desnudez; ni el peligro y persecución; ni la salud ni la enfermedad; ni la vida ni la muerte. Concededme el favor que os pido si ha de ser para caminar derecho a vos, y llegar a cantar eternamente tus misericordias en el Tabor de la gloria. Amen.





DÍA TERCERO
Considera la tercera aflicción y dolor mental del hijo de Dios vivo Jesucristo, y éste fue aquel agudo cuchillo que hirió su alma santísima, viendo los acerbísimos dolores, angustias y tormentos que padecía su inocentísima Madre por su pasión sagrada, y fue tanto lo que atormentó al Redentor el dolor que padecía María Santísima, que, si hubiera sido voluntad del Eterno Padre, le hubiera sido de suma consolación el que todos los trabajos y penas que sufría la Santísima Virgen hubiesen recaído en su sagrada alma, porque quedase libre de ellos Nuestra Señora. Mas porque había de ser su pasión sin género alguno de consuelo, no filé esta merced concedida, aunque muchas veces, y con tiernos afectos, lo suplicó a su Eterno Padre.

ORACIÓN
Dulcísimo Jesús del alma mía, quién sino solo vos podéis saber lo grande del dolor que despedazó vuestra alma santísima, viendo padecer a vuestra inocentísima Madre, pues a más de sentir gravísimos tormentos en vuestra persona, padecisteis en el alma de vuestra afligida Madre, cuyo tierno corazón era la mitad del vuestro, y que os sirvió del más agudo cuchillo en vuestras penas, pues a su vista espirasteis. ¡Ay! angustiadísimo Jesús mío! Ya vuelvo a vos, porque vuelvo en mí al son de las corrientes de tantos beneficios, y a la dulzura de vuestras voces; haced que como oveja de vuestro aprisco las reconozca. Y pues amo roso me llamáis, haced poderoso que responda con fé viva y esperanza firme, concediéndome lo que os pido en esta novena si ha de ser para mayor honra y gloria vuestra. Amén.





DÍA CUARTO
Considera el cuarto dolor mental de Jesucristo que fue por la grande aflicción y pena que sentía su querida y bendita discípula Magdalena, y fue tal, que no podrá entenderlo jamás criatura alguna humana, tanto por la perfección del divino Maestro que la amaba, como por la dilección y bondad de ella que era la discípula amada, pues exenta la Santísima Virgen, no hubo persona que más que ella sintiese la pasión y muerte del Redentor.


ORACIÓN
Dulcísimo Jesús del alma mía, que el peso de vuestro amor, os inclinó a bajar de los cielos de la fuente del Padre, y salir de Madre en la tierra impetuoso rio que alegra la ciudad de Dios; dadme, pues sois infinitamente liberalísimo, un torrente de lágrimas que comiencen y no acaben hasta mi muerte: dadme, Dios mío, una contrición tan perfecta como la que disteis a tu discípula Magdalena, y haced que te ame con un amor tan grande como el que a ella le concedisteis, pues vos mismo dijisteis que amó mucho. Dilexit multum. Pues este amor te pido, Jesús amorosísimo, por la aflicción que tu sagrado corazón sintió al ver lo que esta felicísima discípula vuestra padecía; y el favor que os pido en esta novena, siendo todo para la mayor gloria de vuestro nombre inefable de Jesús. Amén.






DÍA QUINTO
Considera el quinto dolor mental que traspasó el alma santísima de Jesucristo, y fue la fija memoria de aquel sagrado colegio fundamento de la militante Iglesia y firme columna del cielo, que como oveja sin pastor veía que había de andar esparcido y descarriado, y como sabia todas las penas y martirios que habían de padecer por su amor, le era a su Majestad santísima de grave tormento, porque no se ha hallado no se hallará jamás maestro alguno que tan cordialmente amase a sus discípulos y benditos apóstoles; y aunque a todas sus criaturas arparon con infinito amor, tuvo uno muy especialísimo a los que corporalmente comunicó, de suerte, que fue tan grande el dolor que sintió el Salvador, que más por respecto a sus apóstoles que por sí mismo, dijo aquellas palabras: (Tristis est anima mea usque ad mortem) por la ternura grande que le causó el apartarse de ellos, dejándolos sin su verdadero fiel padre y maestro.


ORACIÓN
Dulcísimo Jesús mío: ¡a quién no arrebatará para el cielo el encanto de vuestro amor! ¡oh caridad ingeniosa! cómo supiste, suave amante de las almas, ¿hacer dulces las penas con las penas mismas? las aguas amargas de vuestra pasión, entraron hasta vuestra alma santa, más vos las bebisteis como preclaro y gustoso cáliz. Pedid, pedid Señor a vuestro Eterno Padre, que pase este cáliz, y pase el fruto de vuestra cruz a las almas, para gustar los que os buscan, suavidad en el mismo peso. Alas serán las penas, dulzuras las amarguras mismas. ¡Oh dulce leño, dulces clavos; de vosotros pende el suave peso del cielo! Jesús mío, no guste yo, ni sepa desear más, sino a vos, dulzura eterna: Uénese mi alma de vuestros misterios, dignaos de concederme una compasión tierna de vuestra pasión dolorosa, por aquel intenso dolor que sintió tu corazón sagrado al apartarte de tus queridos apóstoles y discípulos, y el favor que os pido en esta novena, a la mayor honra y gloria vuestra. Amén.






DÍA SEXTO
Considera el sexto dolor mental que afligía y asestaba continuamente como lanza con tres agudas puntas venenosas, el corazón divino de Jesucristo, la impiedad é ingratitud del perverso discípulo Judas, inicuo y pésimo traidor: más el amable Redentor, desecho su corazón en un entrañable llanto, le salían de sus ojos arroyos de lágrimas vivas que derramaba sobre aquellos torpes y abominables pies del traidor discípulo, diciendo dentro de sí mismo. ¡Oh Judas! qué te he hecho yo que tan cruel traición me has armado? ¡Oh desventurado discípulo! ¿No era esta la última señal de amor que te podía mostrar? ¡Oh hijo perdido! ¿Por qué razón te apartas de esta suerte de tu Padre y Maestro? ¡Oh Judas, si es que codicias los treinta dineros que por mí te dan, por qué no vas a mi Madre (que también lo es tuya) y se venderá a sí misma por libertarme y libertarte de tan grande peligro y muerte? ¡Oh discípulo ingrato! ¡Yo te beso con tanto amor los pies, y tú me has de besar con tan grande traición la boca? ¡Oh que mal cambio me das, hijo amado y querido! No lloro mi muerte y pasión, sino tu pérdida; porque yo no he venido al mundo por otra cosa que por padecer y morir por mis almas amadas.

ORACIÓN
Dulcísimo Jesús mío; yo no sé a la verdad de qué me deba admirar más, si del sacrílego atrevimiento de Judas para ofenderos o de vuestra infinita paciencia en tolerarlo. ¡Pero ay dé mí! que yo también por muy viles intereses he usado con vos, amable bien mío, de iguales traiciones y atrevimientos: confieso que he sido un alevoso, un infiel, un sacrílego ¿pero qué he de hacer Señor, he de desconfiar como Judas? eso no, mi Dios, ni lo permitáis jamás; yo sé ya lo que he de hacer; me arrojaré ahora a vuestros pies, para pediros que me perdonéis. Perdonad me, pues, clementísimo Jesús, tened misericordia de mí, y dadme un arrepentimiento tan serio que me haga vuestro verdadero amigo, así lo espero de esa infinita liberalidad: recibidme en el abismo de vuestras misericordias. Lavadme con las aguas de vuestros sacramentos: purificad esta alma: limpiad este corazón: dignaos de concederme esta felicidad y este beneficio que os pido, haciéndome pregonero de la santidad de vuestro excelso nombre en la tierra, para gozar de vuestra inefable vista en el cielo. Amén.





DÍA SÉPTIMO
Considera el séptimo dolor mental de Jesucristo, y fue la indecible ingratitud del pueblo judaico, a quien hizo infinidad de beneficios, escogiéndolo para sí; haciéndolo su pueblo santo y sacerdotal; distinguiéndolo en su parte y herencia sobre todos los pueblos de la tierra: sacándolo de la servidumbre de Egipto; librándolo de las manos de Faraón, traído lo á pie enjuto por medio del mar, rojo: siéndole columna, de día con la sombra, y de noche con la luz: lo sustentó con celestial maná cuarenta años: le dio por su misma boca la ley en el monte Sinaí; lo hizo victorioso contra sus enemigos; tornó carne humana de ellos; Y todo el tiempo que vivió en la tierra conversó con ellos, enseñándoles el camino del cielo, llenándolos de mercedes y beneficios infinitos, y obrando con ellos estupendos milagros. Igual sería el sentimiento y dolor de Jesucristo, al oír que con furor. y rabia claman que sea libre y suelto Barrabas, hombre sedicioso y malo; y que el Rey de cielo y tierra sea crucificado y muerto. ¡Oh que ingratitud tan incomprensiblemente dura! ¡Oh que infernal grito contra la suma inocencia, y santidad por esencia!

ORACIÓN
Dulcísimo Jesús mío: á que pena de las que padecéis convertiré yo mis atenciones. Cada una si divididamente la considero, es suficiente para quitarme la vida: ¡Pero ay bien mío! que después de haberlas considerado todas quedo con vida: esta es señal de que os amo muy poco, y aun creo que nada os amo; pues tantas veces he repetido vuestras injurias despreciándoos por el Barrabas del pecado. ¡Triste de mí! ¿En qué he pensado yo? Jamás serán suficientes todas mis lágrimas para borrar tan feo agravio: pero a lo menos oíd, Señor, los ecos de mi atribulado corazón que dicen: Viva mi dulcísimo Jesús, y muera mil veces el maldito pecado, ¡Oh amable Redentor! conceded a mis ojos dos fuentes de lágrimas para llorar vuestra bondad ofendida y mi ingratitud grosera. No neguéis, Señor, a quien arrepentido de sus culpas clama por el agua de vuestra gracia; concedédmela con el favor que os pido en esta Novena, y sea en todo bendito vuestro admirable Nombre. Amen.




DÍA OCTAVO
Considera el dolor mental de Jesús por la ingratitud de todas las criaturas, pues habiendo recibido más dones y beneficios que el traidor Judas, y más que junto todo aquel amado pueblo, hemos correspondido peor y más ingratamente que Judas; y con más crueldad y protervia que aquel obstinado pueblo, lo hemos crucificado y muerto, no una vez sola, sino cuantas con tanto sin número de feísimos pecados hemos ofendido su inmensa bondad; y sí tanto le afligió lo ingratitud de aquel pueblo, ¿cuánto le habrá afligido la nuestra? Pues ha sido mucho mayor, habiendo recibido más beneficios y gracias que ellos.

ORACIÓN
Dulcísimo Jesús mío: Si yo alguna vez me admiraba de la ingratitud y traición de Judas, y de la mala correspondencia del pueblo Hebreo tan beneficiado de vos ya Señor, traslado a mi malicia toda esta admiración, conociendo a mi pesar que he sido más traidor y más ingrato que Judas, más inicuo y cruel que los judíos; pues yo os he crucificado, y os he causado mayores angustias: y con tan maliciosas circunstancias que al considerarlas me lleno de horror. ¡Mas oh misericordia infinita tan fecunda de prodigios! ¡Oh Divino Médico de mi alma; a la sombra de los cinco pórticos de vuestras llagas tenéis al mayor pecador, y por eso el más enfermo de los mortales, tened lástima de mí, pues me presento a vuestros serenos ojos, que piscinas de Hesebon, se moverán á misericordia con las lágrimas, de los míos: Médico experimentado me visitáis; y solo queréis mi voluntad para que sane! Si mi voluntad queréis, Señor, aquí la tenéis: haced de ella lo que gustareis: rendida está a la vuestra. Con ella os herí de muerte; tomadla vos allá y vengaos como quisiereis. Heridla con las sectas poderosas de vuestro amor. Esas heridas serán mi salud verdadera; y pues ya no es mía esta voluntad, ya no os pido sino lo que vos quisiereis en cumplimiento de la vuestra, y gloria de vuestro nombre saludable. Amen.




DÍA NOVENO Y ÚLTIMO
Considera el sentimiento tan grande que causó a la santísima alma de Jesucristo, aquella cruel ingratitud del soldado que hirió su divino lado diestro, pues éste (en sentir de San Diego Ostiense) fue el que se llevó la túnica inconsútil, que los demás compañeros no quisieron partir, sino sortear: pondera primero esta ingratitud, de ser el ejecutor de este agravio, el que había recibido el mayor benefició, pues en la túnica de Jesucristo (por ser inconsútil) estaba representada la unión de la Iglesia, su tierna amada esposa. Y también pondera tan sacrílega acción; pues a no ser la más atroz de todas, no la llamara cruel la Iglesia: mucrone dirs lancee. Sin duda porque vió la multitud de motivos que había de causar el sentimiento del Redentor.

ORACIÓN
Dulcísimo Jesús mío: este día de vuestro sangriento sacrificio que fue de tanta tristeza, llanto y dolor, a un para las insensibles criaturas, será el día más venturoso para mí; porque en él vuestra gracia me ha dado luz para conocer el detestable error en que he incurrido. ¡Oh caridad inmensa! ¡Oh infinito amor de mi dulce Jesús, que sabe corresponder con tan grande misericordia, ofensa tan injuriosa! ¡Oh lanza cruel! ¿Qué buscas en ese pecho divino? ¡Mas o llave dorada que abre la puerta del santuario y del paraíso! ¡Oh corazón divino, fuente patente de la vida! ¡Oh puerta franca de la Iglesia y sus sacramentos! Esta es la victoria que venció al mundo. Vencisteis, Crucificado mío: vengose vuestro amor de la ingratitud humana. ¡Oh y cuánta infinidad de santos han poblado al Empíreo, desde que os vieron en la Cruz tan franco de corazón! Yo, mi Jesús, os ofrezco el mío, hermoseadlo con la púrpura de esa última sangre yagua. Sea yo para vos, y sed vos para mí: ablandad, Señor, este corazón de diamante con vuestra sangre, y labradle sagrario digno de vuestro cuerpo sacramentado: imprimidle el sello de vuestra caridad, con vuestra imagen y retrato. Crucificado de mi alma, morir por vos sea mi gloria; y si a la vuestra conduce el, favor que os pido, sea uno de los triunfos de vuestro magnífico Nombre. Amén Jesús, María y José.



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