NOVENA EN HONOR Y ALABANZA
DEL
SEÑOR DEL BUEN DESPACHO
Dispúsola el Dr. D. José María Gustañeda y
Escalada
México. 1843
ACTO DE CONTRICCIÓN
Adorable Jesús ¡O quien pudiera
Ofrecer hoy en tus divinas aras.
De un corazón contrito y humillado,
¡Ay mí! ¡la ofrenda pura, la hostia grata!
¿Como comparecer en tu presencia,
y como dar principio a tu alabanza,
Sin que viertan mis ojos aquel vino
Con que todos los Ángeles se embriagan.
Yo, que mil ocasiones insensibles
He renovado tus profundas llagas,
Con instrumentos todavía más crueles
Que los de la impía ceguedad Judaica:
¿Como venir a tu Santuario augusto,
Teatro lucido de inmortales gracias.
A conciliarme tu piedad ilustre,
Sin que un vivo dolor la puerta me abra?
Pequé, Señor, lo dice compungido
Mi corazón, en el idioma que habla
El pecador sensible a tus fatigas,
A tus mortales amorosas ansias,
Pequé ¡dichosa culpa! pues que tiene
¡O dulce fruto de la Cruz sagrada!
El Redentor en ti más compasivo
El firme apoyo de nuestra esperanza.
Borra, Señor, con esa sangre pura
Que de los poros de tu cuerpo mana,
La sentencia terrible que fulminas
Contra el que ha malogrado su eficacia.
Prometo no abusar Jesús divino,
De una misericordia tan deseada:
Perdón, perdón ¡o dueño de mi vida!
¡O de la caridad víctima santa!
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Espíritus
soberanos, que forman en el cielo la brillante corte del Rey inmortal e
invisible de los siglos: Coros augustos de los bienaventurados, cuyos ilustres
nombres se conservan escritos con letras de oro en los anales de la Iglesia:
Justos de todos los siglos, que con la preciosa moneda de los más dolorosos
sacrificios habéis comprado aquel tesoro que ni tocó el sentido ni podía caber
en la limitada esfera de los conocimientos humanos: Venid, compareced hoy en el
teatro de las misericordias del Hombre Dios; y bendecid, glorificad conmigo su
nombre amoroso de Jesús, nombre santo y terrible, nombre más dulce que la miel,
y de más precio que el oro y los topacios. nombre de paz, de salud y de alegría,
el más grato al gusto, el más armónico, el oído, y el más alegre a la vista,
nombre reducido, pero misterioso y fecundo de méritos y gracias inmortales, nombre
siempre nuevo y siempre suave, nombre de abatimiento y elevación. ¡O nombre
divino del mesías adorado! tu eres la gloria del Dios Trino, la más ilustre
divisa de las inteligencias soberanas. Por tu debida exaltación. poblaron mil
famosos anacoretas las más profundas soledades, los Mártires invencibles volaban
al suplicio como las abejas al panal, y las Vírgenes heroicas, cerraron los
ojos a los falsos brillos de un Imperio insubsistente. Seas pues, o nombre
suavísimo, grabado en mi alma que te adora, seas mi dulce consuelo en las
tribulaciones, mi escudo poderoso en el tiempo, y mi laurel inmarcesible en la eternidad.
Amén.
DIA PRIMERO
Seas mil veces bendecido,
De Jesús ¡Oh nombre Santo!
Y pues eres grato al oído,
En el más sublime canto
Otras mil seas repetidos.
Oh
Jesús amorosísimo, que previniendo la monstruosa ingratitud al soberano
beneficio de la Redención, sudaste por todos los poros de tu cuerpo virginal
aquel bálsamo divino que fue el dichoso precio de mi rescate: ¿Qué clemencia te
obligo? ¡Oh placer único de mi corazón reconocido! A sufrir los tormentos mas
indecibles, teniendo anticipadamente la idea más clara de odiosa sensibilidad.
Lo detesto Señor, desde este día feliz que quedará marcado con el augusto sello
de nuestra reconciliación, socorre mi presente necesidad, y por los caminos de
una vida inculpable y de una santa muerte, conduce mis pasos, (que por tu
dignación serán bellos como los de la hija del Príncipe) a la dichosa morada de
los escogidos. Amén.
Se
reza tres veces el credo en memoria de las tres horas que el Señor estuvo en la
Cruz y luego se dice:
Por ti Jesús, conducida
A los pasos de la gloria
Sea la oveja que aun perdida
No falto de tu memoria,
Interesará su historia.
¡Oh Salvador amoroso!
Si en el león más valeroso
Por tu virtud transformada
De la infernal turba airada
Consigue el triunfo glorioso.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Gracias
te doy amable Crucificado mío, porque me permitiste llegar al trono de tus misericordias,
que el cielo y la tierra cantarán conmigo eternamente. Te
las repito, Señor, porque me has dado tiempo para bendecir y alabar tu
suavísimo nombre de Jesús; y para que mi pobre alma mitigue su sed en la fuente
inagotable de tu gracia. Otórgame, Padre mío, la que ahora solicito si acaso
entra en el orden de tu industriosa Providencia tan interesada en mi felicidad.
Cuida Señor, de tu Santa Iglesia, a fin de que como lo tienes prometido, sea la
nave afortunada que por el mar tempestuoso del libertinaje y del error, se
conduzca triunfante al puerto suspirado de la más perfecta justicia y de la verdad
indeficiente. Te recomiendo al sumo Pontífice, a todos los Obispos y Pastores,
para que con las ovejas de su redil tomen algún día posesión de los
tabernáculos eternos: mira con ojos de ternura y de clemencia a los que
actualmente nos gobiernan, a los demás príncipes cristianos y Magistrados, dales
sabiduría y concordia, celo de la justicia y religión. En fin, Jesús soberano,
te pido que, sobre mis parientes y bienhechores, domésticos y enemigos, explayes
las riquezas de tu infinita liberalidad. Da Señor, consuelo a los atribulados,
senda segura a los caminantes, viento y rumbo feliz a los navegantes, salud a
los enfermos, perdón a los pecadores, libertad a los Cautivos, perseverancia a los
justos, paz a los vivos y reposo eterna a los difuntos. Amén.
OCTAVA
Intacta Madre del amor hermoso,
Del Padre Celestial Hija querida,
Esposa bella del más fiel Esposo,
y por humilde tan engrandecida.
Hoy de tu influjo misericordioso
Me cobije la sombra apetecida;
Pues fue la voluntad del Soberano
Enriquecernos por tu augusta mano.
Se
rezan tres padres nuestros y tres Aves Marías
ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA
PARA TODOS LOS DÍAS
Virgen
Purísima, honor y lustre de la naturaleza humana, negocio de todos los siglos,
y brillante esfuerzo de la divina Omnipotencia: aquí tenéis Señora, un corazón
contrito que reclama los derechos que le diste a tu benéfica maternidad. ¡Oh
Virgen ilustre y gloriosa Reina adorable de los Mártires, cuyo sensible corazón
he traspasado al pie de la cruz con la daga del más justo y vivo sentimiento en
la muerte del más bello de los hijos de los hombres! favorece me en mi actual aflicción.
Socórreme en la urgente necesidad que me ha conducido a tu amorosa presencia. ¡O,
y si mis tibias oraciones se inflamen en el fuego inmortal del Santuario de tu
Espíritu! para que exhalándose en aromas puros y agradable ti, se eleven hasta
el excelso trono del Padre de las misericordias inmensas, Dios de caridad, y fuente
de todo consuelo. Hazlo así, María soberana, fijando amorosamente en la
humildad de mí ofrenda, esos ojos divinos, semejantes a los de la paloma por su
dulzura y mansedumbre. Mas ¿cómo pondré en duda el éxito feliz de mi pretensión,
si la recomiendo con lágrimas y gemidos, con una viva fé, con una esperanza
alentada y caridad fervorosa, a la gran Madre de las misericordias, al
manantial inagotable de la vida de la gracia, al dulce alivio de los pechos angustiados,
al recurso único, a la Abogada fiel de los mortales? Cuento, pues con los felices
resultados de vuestra mediación poderosa ¡Oh clemente, oh pía, oh dulce Virgen
María. Amén.
ENDECHAS
¡Salud de los mortales!
¡Mi dulce dueño amado!
Un corazón recibe
Ya consumido en tus incendios castos.
Tu caridad ardiente
te puso en ese estado,
¡O Nazareno hermoso!
¿Como mirarte sin crecido llanto?
Las gracias más humildes
Te tributan mis labios,
Intérpretes de un alma
Que ha sacudido el yugo más tirano.
Quisiera, con mi sangre
Sellar los dogmas santos'
Que el rico patrimonio
y las delicias, son de los cristianos.
Un alma que te adora,
Al eterno Santuario
Por ti subir espera,
Reclinada en el pecho de su amado.
¡Libertador divino!
En tus llamas me abraso:
¡Ay, hermosura antigua!
¡Ay! Y que tarde te conozco y ame.
De todos bendecido,
De todos adorado,
Oh cristo, vida roja:
De todos seas la gloria y el encanto
Aleja del recinto
Del Pueblo México
¡Oh bienhechor insigne!
La guerra, el hambre y el mortal contagio.
Por ti las naves domen ·
Al orgulloso Océano,
y sus calmas impida
Del oportuno viento el soplo grato.
¡O Señor, qué de veces
Tu poder ha brillado
En tristes situaciones
De hambre, de enfermedad y de naufragio.
Todos reconocidos
Así lo confesamos;
y que no hay recompensa
Digan, por cierto, de favores tantos.
SEGUNDO DÍA
Salve nombre misterioso
De mi Jesús compasivo,
¡O si con labio ardoroso,
te pronuncie, mientras vivo
¡En un mar, tan proceloso!
Mansísimo
Jesús, cargado de sacrílegas prisiones por una tropa insolente y despiadada y conducido
a los tribunales de los jueces más duros y perversos: ¿cómo fijar mi
consideración en tu inocencia y su injusticia, en tu mansedumbre y su
ferocidad, sin pedir como Jeremías, agua para mi cabeza, y dos fuentes de llanto
inagotable para mis ojos? ¡O Jesús de mi vida Cristo santo de mi amor y mi esperanza,
Pontífice inocente, inmaculado, más sublime que los Cielos! ¿cómo podré
retribuir tus ansias amorosas, tus inauditos sufrimientos, tu resignación humilde
y ejemplar? Recibe, Señor, el vivo deseo de un alma que se una á ti para
siempre con el: vinculo de la caridad más fervorosa: otórgame la gracia que
solicito en esta Novena; y dispénsame en la hora de mi muerte la de la
perseverancia final, haciendo conmigo un feliz viaje a la mansión eterna de los
justos. Amén.
DÉCIMA
No hay viaje que más espante
Que el que se hace a la otra vida,
Primera, última partida,
Peligrosa, interesante:
Pero, Redentor amante,
Si os llamáis recto camino
Del dichoso peregrino
Que allá sus pasos dirigen
Vuestra propia gloria exige:
Seáis su conductor divino.
TERCERO DÍA
¡O nombre privilegiado,
¡Nombre sobre todo nombre!
Nunca serás pronunciado
Sin que el Ángel, sin que el hombre,
Se cubran de horror sagrado.
Pacientísimo
Jesús ¿cómo el sacrílego y temerario Maleo pudo descargar sobre tu mejilla
adorable su pesada mano? y ¿cómo se le permitió ajar ese rostro divino, cuya
belleza admiran el Sol y la Luna, y cantan en el nacimiento de la aurora los astros
de la mañana? ¡O profundidad de la sabiduría de Dios! ¡O tolerancia invencible
de su humanado · Verbo! ¡o culpa mía, y lo que has costado al Redentor más
generoso! Señor, la detesto para siempre: me duelo mucho del ultraje que
sufriste con tan maravillosa constancia: Concédeme benigno la gracia que pretendo,
cúbreme con las alas de una constante protección; y como a un niño en la virtud,
inexperto en las difíciles veredas de la justicia y santidad; llévame como de
la mano ¡Oh prodigioso Cristo! a la brillante Corte de tu Imperio indestructible.
Amén.
DÉCIMA
Al cielo, al cielo alma mía.
Mas camina sin temor:
No es así, mi bienhechor,
Mi norte, mi luz, mi guía.
Inúndese de alegría
Ese tu rostro afligido
Pues Dios de ti condolido.
Para dejarte esforzada
Hizo también la jornada
A la región del olvido.
CUARTO DÍA
¡Oh Salve, nombre divino!
Por ti el apóstol celoso,
En idioma peregrino
Habla al pueblo venturoso
Con su elección o destino.
Suavísimo
Jesús, te admiro, Señor y me confundo al imaginarte atado a la columna,
recibiendo un diluvio de crueles azotes en tus espaldas puras y sensibles, sin
verter una lágrima, sin exhalar un suspiro, y sin representar a tus verdugos
los derechos indisputables que tenías como su Dios y Redentor a su adoración y
vivo reconocimiento. Y quien no se admirará, Señor, a vista de una conducta tan
edificante en la situación más cruel y más horrible1 Y ¿cómo no debo penetrarme
de confusión y amargura al ver tratado como a un hombre de la más vil é infame
condición al hijo del Eterno, al Rey de los Reyes y Dominador de los
Dominadores, al que fabricó la aurora y el sol, al que se pasea sobre las alas
de los vientos, al dueño del día y de la noche, al que conoce las estrellas y
las llama por su nombre, y a ¿aquel cuya gloria no cabe en la inmensidad de los
Cielos? Bendecida sea, Señor, tu asombrosa tolerancia, ¡yo infeliz de mí! he
renovado en muchas ocasiones este suplicio tan doloroso a tu sagrada humildad:
perdóname, bien mío. por un efecto de tu misericordia infinita: dispénsame el
favor que ahora te pido, y hagamos juntos el viaje de la muerte a la vida, del
tiempo a la eternidad. Amén.
DÉCIMA
A vos, que esplendor divino
Sois del Padre Omnipotente,
Ruego encarecidamente
Que me alumbréis el camino.
Pues si a mi final destino
Me conduzco ya Señor,
Como ¿sin vuestro esplendor
Un viaje feliz haré,
Ni como en fuga podré
Las tinieblas del error?
QUINTO DIA
Nombre de Jesús sagrado
¡Qué rara virtud incluyes!
Del licor emponzoñado,
Cuya eficacia destruyes,
A muchos has preservado.
Dignísimo
objeto de mi gratitud y mi ternura, Jesús, mi bello, mi único amado, yo te
adoro y reconozco no solamente por Rey de los Judíos, sino de los cielos y la
tierra, a pesar de esa corona de espinas penetrantes, de ella púrpura vil, y de
esa caña frágil, que puso en tu sagrada diestra la insensibilidad de les
hombres más favorecidos, para hacerte el objeto de su escarnio: Si, al más
santas, hijas ilustres de la celestial Jerusalén, venid, adorad conmigo al que
engendró de su misma substancia entre los esplendores de los santos, el Padre
de eterna majestad: vedlo allí disfrazado con el grosero cendal de nuestra
carne: reconocedlo por el único Príncipe de la paz. aunque veáis ceñida su cabeza
con la diadema del dolor, que le ha preparado en la embriaguez de su torpe y
sacrílego delirio, su desnaturalizada Madre la injusta Sinagoga. ¡oh Redentor amabilísimo!
¿cómo me coroné tantas veces con las hediondas flores del jardín de la disolución,
viendo clavarlas cruelmente en tu cabeza augusta las espinas más intolerables?
Perdóname, Señor, tan lastimosa, tan culpable ceguedad, acúdeme compasivo con
la gracia que vengo a Impetrar de tu constante beneficencia, y alúmbrame el
sendero que conduce a la Jerusalén triunfante de la gloria. Amén.
DÉCIMA
De la noche de la muerte,
A la aurora de h vida,
Se hace la feliz partida,
¡Oh mi Jesús! para verte:
Dame venturosa suerte
¡Oh mi dulce dueño amado!
Por mi bien sacrificado
Sobre el ara de la Cruz;
Conduciéndome á la luz
de tu Reino suspirado.
SEXTO DÍA
Bendito sea el sacrosanto
Nombre de Jesús amable
Pues puso en fuga y espanto,
A la sierpe formidable
Que nos angustiaba tanto.
Hijo
de Abraham el más ilustre, obediente y esforzado, tu sagrada humanidad se
ofrece en este momento a los ojos de mi espíritu religioso, rendida bajo el
peso de la Cruz, y al paso que redoblas tus finezas, el se pierde en el mar
insondable de tu graciosa dignación. Mi hombro, Señor, es el lugar de ese
madero divino, y la tierra propia de ese árbol noble que llena de orgullo a su
selva madre, porque ninguna otra, en la extensión del universo, lo produjo ni
podrá producir tan célebre por su frondosidad, por sus flores y su fruto. Si,
adorado Jesús, ¿Cómo fui yo el delincuente y tu la víctima? Pero por otra parte
¿Qué caudal había en mi para cubrir la deuda de un infinito valor? Glorificado
seas eternamente porque llenaste con tus padecimientos los números del suavísimo
nombre de Jesús, por él remedia, Señor, mi presente necesidad, siendo mi
custodio y mi guía en el viaje que me es preciso hacer por el desierto de este
mundo a la verdadera tierra prometida. Amén.
DÉCIMA
Si el marinero te invoca
Se burla de la tormenta;
y su nao de riesgo exenta
Al puerto pomposa toca:
Tal experiencia provoca
Mi fé, anima mi esperanza,
y con humilde confianza
De ti aguardo, que mi nave
Arribe con norte suave
A la bienaventuranza.
SÉPTIMO DÍA
Es un néctar muy sabroso
Para mi gusto, O Señor,
Vuestro nombre prodigioso;
Hombre de paz y de amor,
De esperanza y de reposo.
Oh
Jesús de mi corazón, y ¡cual fue la amargura del tuyo, tan sensible y tan
amante, cuando se presentó a tus ojos, abismada en un dolor inmensa la más digna
de las Madres, la más ilustre y gloriosa de las hijas de Jerusalén, la más
hermosa de las mujeres, la incomparable, la dulcísima María! Mas ¡ay! Señor, y
¡qué mutación tan sensible! El regocijo y el placer que en días serenos le
causaba tu presencia y amoroso comercio; las gracias de su rostro divino,
todas grandes, todas incomunicables, sus ojos más brillantes que los llantos de
la aurora, sus labios más floridos que un huerto de primavera, su boca la más risueña
y atractiva para el Esposo celestial, que siempre estuvo marcada con el honor y
el silencio, en fin, todo su esplendor ¡qué ofuscado en tan triste lance! ¡qué
marchitas sus gracias! ¡qué difunta su alegría! ¡qué aniquilada su belleza! Dígnate,
Señor, incomparable modelo de los hijos subordinados y sensibles, grabar
profundamente en memoria un encuentro tan lastimoso, así para llorarlo, como
para copiar en mis costumbres la fortaleza de la Virgen Madre corredentora del linaje
humano, y la obediencia del Hijo fiel a todos los deberes de su misión augusta y
amorosa: juntamente, Señor, dispénsame la gracia que solicito en esta Novena, dame
un corazón sensible a las impresiones de tu caridad y condúceme al monte santo
de tu gloria. Amén.
DÉCIMA
Con suma sagacidad
El padre de la mentira
Del camino nos retira,
Que conduce a la verdad:
A ti. Dios de Caridad,
Que eres la verdad increada,
Me impediría la llegada
Sí la mana no me diera8;
y si no te condolieras
De mi suerte desgraciada.
OCTAVO DÍA
¡O nombre de más valor
¡Que los diamantes y el oro!
Tú nos quilas el temor,
y eres el rico tesoro
del justo y el pecador
Jesús
amorosísimo, digno de mi ardiente gratitud y del más humilde reconocimiento,
digno de todo honor, alabanza y gloria, ¿cómo podré olvidar la sentida queja
que haces pendiente de la Cruz a tu Dios, a tu Dios, por haber abandonado tu sagrada
humanidad a la insaciable rabia de los sacrílegos verdugos. Tan tierna consideración
me obliga a exclamar con el profeta ¿Quién es Señor, el hombre para que lo tengais
tu presente a vuestra memoria, y para que lo visiteis misericordioso en los días
de su calamidad? Efectivamente, Jesús mío, nunca nos has desamparado en los
periodos tristes de nuestras aflicciones: siempre has hecho la más brillante ostentación
de tu poder en esa imagen soberana, que cautiva los corazones más rebeldes,
y que los hace dóciles al sello misericordioso de tu amor. Sienta el mío tan
dulces efectos, dame el feliz despacho de mi súplica; y sacándome en paz de
esta vida, embriágame en el Cielo con la apetecida copa de tus dulzuras
inefables. Amén.
DÉCIMA
Ya de la tierra. exaltado,
Como lo habías prometido,
Muchas almas te has atraído
Divino Crucificado:
El corazón me ha robado
Tu generosa ternura
Con tu divina hermosura
que es el imán de mi amor
que es el imán de mi amor
Atráeme luego Señor,
Es viaje que poco dura.
NOVENO DÍA
Jesús tu nombre sagrado,
De la Trinidad es gloria,
Es el precio del pecado,
Precursor de la Victoria,
y Palma del esforzado.
Crucificado
bien de mi vida, benignísimo Jesús ¡cuánta debe ser mi correspondencia por el
suplicio cruel y afrentoso que acabas de sufrir, y que
te
obligó rendir tu preciosa vida, ofreciéndola en ese altar sagrado al Padre de las
misericordias, quien se nos dio en el exceso de su caridad, como gaje de su
inefable ternura. Ya veo Señor, consumada la justicia de aquel que, en la
sonora ribera del Jordán, te llamó el amable objeto de sus divinos agrados, veo
consumada la caridad del que nos la tuvo hasta el fin de su vida, y aun después
de ella, dejándonos en el misterio incomprensible de paz y de unidad, el compendio
de sus maravillas, las riquezas de su amor infinito amor y la prenda más segura
de una gloria interminable. Veo por último Señor, consumada mi ingratitud, pues
te sacrifique inhumanamente, sordo a tus lamentos, insensible a tus lágrimas y
al espectáculo de una Virgen angustiada, que fijando en ti sus ojos casi
moribundos, te da la ultima prueba de su fidelidad inviolable. Seas Señor
Jesús, eternamente bendecido, por haber consumado la grande obra que te fue encomendad
a beneficio de los dichosos mortales, todos te conozcan, te amen y te adoren, y
te confiesen todos que eres la alegría y honor del pueblo cristiano, y la
gloria inmortal de los cielos y la tierra. Concédenos el favor que te pido como
a mi sensible Padre, como a mi hermano, como a mi único refugio, es decir, como
el Santo Cristo del Buen Despacho, no se puede añadir otra recomendación ¡Oh
Jesús de mi vida! A un título tan glorioso para vos, y tan benéfico para mí. Por
último, os suplico, aceleréis mi partida de los tristes márgenes de los ríos de
Babilonia, a los alegres muros de la Ciudad eterna de la paz. Amén.
DÉCIMA
Ya dispuse la partida,
Compasivo conductor,
Vuestra gracia es el fiador
De mi fé comprometida.
Ya hice seria despedida
A los ídolos del mundo.
De su desierto profundo
Llegó la hora de alejarme
Si os dignáis acompañarme
Que en vos mi esperanza funda.
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