NOVENA
AL SEÑOR DEL HOSPITAL
DE LA
VILLA DE SALAMANCA
DISPUESTA
POR UN DEVOTO SUYO
GUANAJUATO.
1852
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor
Dios infinito en vuestra existencia infinitamente sabio, justo, prudente,
misericordioso: criador del universo y del hombre, Todopoderoso, aquí tiene
Vuestra majestad este pecador postrado humillado, contrito, ofreciéndoos con
toda verdad no aplicar su memoria en lo de adelante, sino en tener presente la
grandeza de Vuestra majestad y sus beneficios; no ejercitar su entendimiento
sino en conoceros, y su voluntad de amaros: avergonzado de las graves culpas
que ha cometido con tanta malicia, con tanto descaro, con tanta abominable
ingratitud; esperando firmemente que pues se halla arrepentido de haber pecado,
y que con un vivísimo dolor de corazón desea y promete enmendarse, le admita
Vuestra Majestad la gustosa oferta que os hace de toda su alma, y que como á
Magdalena le dirija Vuestra Majestad aquellas piadosísimas palabras: se le remiten
sus pecados, y vaya en paz. Amén.
DÍA PRIMERO
Crucificado
Señor, Pastor divino: esta oveja que por sedienta va, vuelve, mira hacia bajo,
registra la superficie de la tierra, juega la cabeza por todos lados, bala y no
encuentra consuelo a su fatiga, no quiere tomar el agua que de su pozo tomaba Jacob,
sus hijos y ganados, y de la cual iba sacar la Samaritana porque bebiendo de
esa, su sed durará eternamente; quiere por tanto, beber de la que tú das, que
es agua viva: dale pues, Señor de esta que es la que fervorosamente te pide
para extinguir su sed: no detengas Fuente Divina, tu purísima y abundante corriente.
Amén.
Esta ovejita afligida;
Divino Pastor, avanza
A beber y con confianza
El agua que das de vida.
Se
rezan cinco credos, y lo mismo todos los días, y
luego se dirá la oración á María Santísima:
ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA
PARA TODOS LOS DÍAS
María
Santísima, templo y sagrario de la Santísima Trinidad: cualquiera que en todos
tiempos ha ocurrido a ti, para que intercedas con tu amadísimo hijo, sea para
librarse o librar a los suyos de alguna grave enfermedad, sea para el buen temporal,
sea para purificarse de alguna calumnia, sea para el buen éxito de algún asunto
interesante, te has dignado interponer tus ruegos para con su soberana Majestad
y esto mismo te pido ahora hagas por mí en cualquiera de esos casos que se me
ofrezca; más confiado firmemente en tu bella disposición y valimiento, me atrevo
a pedirte, que practicando el título que justamente tienes de abogada, lo que
pidas principalmente al Supremo Juez, sea que me haga santo. Te es muy grato
abogar por mí, porque me amas. A tu santísimo hijo es muy satisfactorio, por· que
quiere la conversión del malo, y se complace sobremanera de que las súplicas
vayan por tu conducto. En un abogado está prohibido prestar su patrocinio, sí
es pariente del juez, porque este podría ser causa de que se faltase a la
justicia. Tú, Señora, tienes con el Supremo Juez triple parentesco de Madre, Hija
y Esposa; pero esto no te impide patrocinarme, porque el juez es por esencia la
misma trastornable justicia; y tú, sin separarte de esta, ocurres por la
misericordia. El defender a un reo, que confiesa su delito, aunque se duela de
haberlo cometido, es caso muy apurado para su patrono, porque por esa misma confesión
ve que la cuchilla de la ley va a descargar sobre él, y no lo puede evitar;
pero para ti abogada divina, el arrepentimiento del pecador y su confesión son
puntualmente los fundamentos que tienes para abogar por el pecador, y alcanzar
la absolución del justísimo Juez a quien te presentas. Confesando, pues, como
sinceramente confieso mis culpas, pesándome de todo corazón haberlas cometido, proponiendo
firmemente no reincidir en ellas, te ruego abogues por mí, diciendo a tu
santísimo Hijo, que, si me ha sufrido hasta aquí delincuente, me reciba ahora
contrito: que no me arroje de su presencia, y que pidas a su divina Majestad,
como te he suplicado, que me haga santo. Espero, sin dudar un momento, que así
lo hagas, Madre y abogada de pecadores, y que tu petición será bien despachada.
Amén.
Señora, yo os pido tanto,
Que interesándose vos,
Me consigáis de mi Dios
Madre mía, que me haga santo.
SEGUNDO DÍA
Divino
Médico: se halla postrado á vuestras sagradas plantas este miserable, concebido
en una horrorosa enfermedad: agobiado por las que ha adquirido por
su malicia, por Sil crasa ignorancia, por su ingratitud, se halla completamente
paralítico: no puede moverse: está arrepentido de sus inquietudes: desea sanar:
quiere levantarte; pero no tiene en lo humano quien le ayude, y te suplica, que,
pues lo ves en este deplorable estado, y penetras por las pulsaciones que de
dolor hace su corazón, que su disposición es cierta y su intención recta, le
recetes que se levante y ande, que al punto quedará sano. Amén
La parálisis menear
No deja al que está delante:
Dile; Señor se levante,
y luego se echará a andar.
TERCER DÍA
Señor
y caritativo Padre: este hijo vuestro, que por su perversa inclinación solo se
ha alimentado de viandas corrompidas y pestilentes, se ha debilitado en sumo
grado, en vez de nutrirse y fortalecerse; de manera, que, si continuase con tan
detestables alimentos, su enfermedad lo conduciría no solo á la muerte temporal
sino a la eterna: y convencidos de tales yerros, con lágrimas de verdadera compunción,
ocurre humildemente a ti que eres pan de vida, para que lo socorras con este
pan que desciende del cielo, para que comiéndolo se fortalezca y viva
eternamente. Amén.
Hambriento; más con anhelo,
¡O divino limosnero!
Ocurre a ti un pordiosero
A que le des pan del cielo.
CUARTO DÍA
Señor
mío Jesucristo, Juez justísimo y misericordiosísimo: yo he pecado, abomino
tanta maldad: ya no quiero pecar: nadie me ha condenado: absuélveme. Tú
eres la luz del mundo: el que te sigue no anda en las tinieblas, sino que tiene
la luz de la vida. Aunque das testimonio de ti mismo tu testimonio es verdadero,
porque no eres solo, sino que eres tú y el Padre que te envió. El testimonio de
dos hombres es verdadero. Tú das testimonio de ti mismo, y de ti lo da el padre
que te envió: concédeme, pues, Juez y Redentor mío piadosísimo, la absolución
que te pido, como la concediste a la mujer acusada de adulterio. Amén.
Viene ya con contrición
El que fue pecador tanto;
Concédele, pues, Juez santo,
Una plena absolución.
QUINTO DÍA
Soberano
Señor: tú me amas, y sabes no solo que estoy enfermo sin que he muerto por mis
desórdenes. Tú eres resurrección y vida: el que cree en ti, aunque haya muerto
vivirá, y todo el que vive y cree en ti jamás morirá, y yo así lo creo como Marta,
porque tú eres Cristo hijo de Dios vivo. que viniste a este mundo. Por esto
llorando de ternura, fuiste al sepulcro de Lázaro muerto hacia cuatro días, mandaste
levantar la lápida que lo cubría, se hizo así; ya hedía, levantaste los ojos,
diste gracias a tu Eterno Padre, porque te oyó, y exclamando a voz llena: Lázaro,
venid fuera, lo verificó luego atados los
pies y las manos, con las vendas con que se acostumbraba ligar a los difuntos;
y entonces mandaste que lo soltasen y lo dejasen ir. En virtud de esto,
resucitador soberano, haz que levantado el peso que me oprime de mis culpas, y que
cortadas las ligaduras con que me han aprisionado, por la detestación solemne
que ante ti hago de ellos, protestando enmendarme, sea restituido a la gracia.
Amén.
Con tu gracia concedida,
Harás, Señor, me transforme,
y que de un muerto deforme
Pase a ser hombre con vida.
SEXTO DÍA
Oculista
divino, yo estoy ciego; preguntando ¿dónde te hallabas? se me ha dicho que, en
este santo lugar, y sin embargo de que se me ha increpado para que
calle, he venido a él porque tú me has llamado. Estoy ya cerca de tú, con la fé
que el ciego de Jericó, y si me preguntas como a él ¿qué quieres? digo: Señor:
ver, y espero que tu sagrada respuesta sea: v.ee, y que al instante me
levante y te siga, porque si es verdad que mis infidelidades y mis pecados me
han negado, lo es también indefectible que tu no desprecias al que con corazón
contrito y humilladlo ocurre a ti, como lo hago ahora, para alcanzar
la
vista. Amén.
Yo, Señor, estoy muy ciego
Mas ciertamente sí sé
Que tu medicina: Vee
Me dará la vista luego.
SÉPTIMO DÍA
Rey
de los reyes, tú me convidas; tú me llamas con generosidad, con instancia, a tu
sagrada mesa: haz Señor que, despreciando los intereses mundanos, que haciendo
desaparecer los obstáculos que me ponen mis pasiones, no me prive de tan divino
banquete, y que o por desoír absolutamente tu llamado, o por cometer el
atentado que cometieron con los siervos
los convidados a las nupcias, o por no venir con la disposición correspondiente
a tan sagrado convite, sea castigado con la severidad que castigó el Rey a esos
convidados; a unos por resistentes, a otros por no haber llevado el vestido
nupcial, sino que prestándome dócil a tu divina voz volando hacia ti, con las
disposiciones necesarias de contrición, propósito y arrepentimiento de mis pecados,
revestido de fé y esperanza, Sea del número de los escogidos, y vaya a habitar la
Ciudad celestial. Amén.
Si al oír tu mandato real
Al banquete me presento;
Ciertísimamente cuento
Con la pátria celestial.
OCTAVO DÍA
Señor,
que después de haber orado en el huerto, y angustiándote hasta el extremo de
verter en vez de sudor tu preciosísima sangre: que consideraste los rigorosos
padecimientos que habías de sufrir por la redención del género humano, a cuyo
fin pediste a tu Eterno Padre que se hiciese su voluntad; yo te suplico rendido
que no permitas que jamás se haga la mía sino la divina, lo cual espero conseguir
de ti, soberano Señor crucificado, porque tu suma bondad
hace que te titules aun mi amigo. Así lo entiendo, porque si al traidor Judas
al tiempo mismo de consumar la mayor de las maldades, te dignaste decirle; ¿Amigo,
ha qué has venido? ¿cómo no me has de considerar de esa manera, cuando aún·
que te he vendido y crucificado tantas veces con mis enormes culpas, me postro
hoy a tus sagradas plantas, verdaderamente arrepentido? Amén.
En el Huerto padeciste.
Si, haciendo la voluntad
Del Padre Eterno, en verdad
Imite yo lo que hiciste.
NOVENO DÍA
Cordero
inmaculado: prisión, bofetadas, injurias, andar de tribunal en tribunal,
azotes, burlas de un insolente pueblo, corona de agudísimas espinas, cargar el
pesadísimo madero de la Cruz, ser tirado de una áspera soga, caídas en tierra,
que unida la túnica a tu llagado cuerpo te la arrancasen con violencia, que,
rompiendo tus delicadísimos pies y manos con groseros y duros clavos, se te
afianzase en la Cruz a golpe de pesado martillo, y se te dejase caer
precipitadamente en medio de dos ladrones, todo lo has sufrido, siendo yo el
reo y tú inocentísima víctima: y no contento con esto, pendiente en esa misma
Cruz me enseñaste a pedir por mis enemigos: me encargaste a tu santísima Madre,
como á hijo suyo: tocaron tus delicadísimos labios la hiel y vinagre, y
consumaste la obra de nuestra redención. Por estos méritos de precio tan
infinito, te suplico, que sacrificando todo cuanto tengo, y la vida misma en tu
servicio, me concedas que diga todos los días, en todas las horas y
particularmente en la de espirar: en tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu
y que en seguida vaya a verte y gozarte eternamente en la gloria. Amén.
Con tormentos inhumanos
y con la muerte de Cruz,
Me redimiste ¡Oh Jesús!
Mi alma encomiendo en tus manos,
No hay comentarios:
Publicar un comentario