NOVENA
DISPUESTA EN SUS SIETE PRIMEROS DÍAS
POR EL SR. DR.
D. JOSE MARIA CASTAÑETA
Y ESCALADA,
Y ADAPTADA A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
EN SU DULCÍSIMA ADVOCACIÓN
DE SU SOLEDAD
MEXICO.
IMPRENTA DEL EDITOR, PORTAL DE LA AGUILA
DE ORO.
AÑO DE 1851
El Ilmo. y Rmo. Sr. D. Fr. José María de
Jesús Belaunzarán, dignísimo Obispo de Monterey, concedió 200 días de
Indulgencia por cada palabra de las contenidas en esta novena
ACTO DE CONTRICIÓN
Adorable
Redentor mío: después de haber marcado ignominiosamente tantas ocasiones mis
pensamientos que debía haberse elevado a vos, mis palabras que debían haber
publicado vuestras maravillas en el orden de la naturaleza y de la gracia, y
mis obras que debían haber sido todas de santidad y edificación; conociendo al
fin, que el honor de hijo vuestro por la gracia es únicamente apreciable, que
vuestros dones son los que constituyen la riqueza sólida y permanente, y que no
hay más placeres que los de la virtud, de la que sois el Padre, el Amigo y el
Modelo, ocurro á vos en este día, penetrado de la más dulce y segura confianza,
y para alcanzar el generoso perdón de mis amargos extravíos, interpongo el
eficaz valimiento de vuestra augusta Madre y corredentora mía, compasiva, en su
tierna advocación de la Soledad, prometiendo con sinceridad la reforma de mi
vida, para honor de la religión santa que profeso, triunfo nuevo y solemne de
vuestra divina gracia, y prenda segura de mi gloriosa inmortalidad. Amén.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Oh
Madre divina, sensible y tierna de mi Libertador amoroso: vos, Señora, sois en esta
advocación de la Soledad, así por la belleza de la imagen, como por los
prodigios que obráis en las almas de vuestros devotos, conocida y tierna, y
constantemente venerada. Yo me doy los parabienes de haber conocido esta imagen
vuestra, porque al fijarlos ojos en ella, toda mi alma recibe una luz y unos
afectos inefables: mi memoria la hace de cuanto os he debido, como corredentora
ilustre y compasiva del género humano; mi entendimiento conoce, con la claridad
más brillante, vuestras virtudes excelsas, vuestros méritos distinguidos,
vuestros sacrificios inmortales; y mi voluntad es llevada hacia vos por una
fuerza irresistible, y os ofrece en las aras de la veneración y gratitud, unos
afectos que reciben todo su valor de la feliz acogida que encuentran en vuestro
espíritu maternal, tan accesible como generoso,
tan tierno como compasivo. Dadme, pues, Señora, que, en el curso de estos nueve
días, yo pueda cantar y llorar vuestra Soledad; cantarlas en el estilo más culto,
á proporción de mi deseo, y llorarlas con las lágrimas de un corazón humillado
y contrito, que, por vuestra deseada y segura aceptación, serán las perlas más
preciosas de vuestro cuello divino, y el valor único de mi suspirada inmortalidad.
Amén.
PRIMER DÍA
¡Oh
soberana Señora! Cuan terrible fue vuestra angustia, cuando presentando en el templo
magnífico de Jerusalén al adorable fruto de vuestro vientre sagrado, fue
vuestra alma noble y generosa, rara y divina, penetrada del cuchillo más agudo,
al oír y meditar la catástrofe de un Hijo tan inocente quien, por desarmar el
brazo vengador de su ofendido Padre, quiso ser la victima de tormentos
increíbles, y el precio infinito de nuestra libertad suspirada; cuánto, cuanto,
bellísima María, compadezco vuestra cruel angustia en unos momentos de tan edificante
y solemne ceremonia; pero consolaos, Señora mía, con que el augusto Presentado,
fue la brillante luz de los gentiles, y la gloria inmortal del pueblo escogido;
así como es ahora en el cielo ya glorioso y triunfante, el que respeta vuestra
mediación poderosa en beneficio nuestro, para que seamos temporal y eternamente
felices. Amén.
GOZOS
De vuestras angustias crueles
¿Quién podrá formar idea?
¡Oh soberana Señora!
Vos sois la esperanza nuestra.
Vos sois la mujer más grande.
Vos sois la mujer más bella,
Vos sois del sol adorada,
De la luna y las estrellas
Vuestras angustias excitan
La compasión dulce, tierna:
El artífice dichoso
Para hacer obra tan bella,
Se preparó comulgando
Al Autor de la belleza:
Con razón todos admiran
Una obra tan estupenda:
En este mundo tranquilo
Donde virtudes campean,
De mil almas virtuosas
Tan sublimes como tiernas,
Vuestra Soledad adoran
Y con ternura veneran:
Los que ocurren a este templo
Y os miran desde la puerta,
En lágrimas se deshacen
Sin poder resistir a ellas:
Porque os miran muy hermosa,
Y accesible en gran manera:
Los pecadores, los justos,
Los enfermos, aquí encuentran
Perdón, aumentos de gracia,
Y medicina estupenda:
Porque para todos sois
Respetable medianera:
Se
rezan siete Ave Marías, se hace la petición y se concluye con la siguiente:
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS.
Angustiada
excelsa Virgen Madre; quién ha sido la causa de vuestras inefables penas, sino
quien fue la causa del sacrificio cruel, ¿meritorio é inmortal de vuestro Hijo
incomparable? A mí, pues, me toca enjugar vuestras lágrimas, ahogar vuestros
suspiros, endulzar vuestras amarguras, embalsamar vuestras heridas, y convertir
vuestro abatido semblante en el rostro más alegre y placentero; ¿Y de qué modo,
Señora mía? Meditando en vos en los momentos que mi devoción os consagre. Vos,
encerrada en ese nicho, me predicáis el útil recogimiento: vos, entregada
constantemente al silencio, me instruís de sus preciosas ventajas; vos, con un
semblante que pinta la más cruel angustia, pero dulce y apacible, me dais
lecciones de la importante conformidad; y vos, asociada con las almas santas y
ejemplares, me dais a entender, que no debo tratar sino con ángeles y no con
personas que pongan obstáculos funestos a mi santificación apetecible y suspirada
inmortalidad. Ea pues, angustiada María, inspiradme y cultivad en mí tan
divinos sentimientos, y penetradme de vuestros disgustos inauditos, para tener después
de mi muerte una gran parte en la inmensidad de vuestra gloria. Amén.
SOLILOQUIO
Oh
amabilísimo Jesús de mi alma, cayó en este lago mi vida, y pusieron sobre mi Corazón
la piedra! Ya llego, Hijo mío, la hora que se acabase nuestra compañía: ya llegó
la triste hora de verme sola en la tierra: ya llegó la hora de que me lloren
sola todas las criaturas; y ya llegó la última hora de apartarme de tu
sepultura. ¿Pero dónde iré y moraré sin tu morada? cómo podré vivir sin tu
vista? Oh hijo de mis entrañas! Aquí en este sepulcro he de perseverar de noche
y de día, aunque me consuman los fríos, el sol y las aguas. Si tuve valor en mi
pedí para verte crucificado, muerto y con el pecho abierto a mis ojos, también
tendré aliento en mi alma para estarme en tu sepulcro sola. Gustosa aquí me
sepultara para estar siempre donde tu estuvieras; más ya que no puede ser mi
persona, sepúltese conmigo mi alma; y pues es tan tuya, aquí la pongo a tus pies
con todo mi corazón, imprimiendo en esta piedra mis lágrimas para eterna
memoria de mi soledad.
SEGUNDO DÍA
Angustiadísima
Señora: cuánto os compadezco en vuestra huida a Egipto para libertar de un
príncipe cruel y sanguinario, al Autor inocente de la paz y de la vida. Herodes
ignoraba que la conservación del perseguido, era todo el plan seguro del amor,
de la misericordia y de la justicia; por eso vos, impulsada por una fuerza tan oportuna
como celestial, emprendisteis un viaje fatigoso, acompañada del varón justo, escoltada
de los espíritus soberanos, y sosteniendo el dulce peso de un Niño Dios, que
era el placer incomparable de los cielos y la tierra. Gracias os damos, Señora,
por vuestra conformidad en la cruel angustia de este viaje memorable, y
humildemente os pedimos nos alcancéis del augusto Libertado, la pronta fuga de
todos los peligros de alma y cuerpo, para venerar como conviene tan dolorosas
fatigas, y proporcionarnos de este modo nuestra felicidad temporal y eterna. Amén.
SOLILOQUIO
Si
según su mérito he de llorar yo a mi difunto Hijo, ¿quién dará fuentes de
lágrimas a mis ojos, y mares a mi cabeza para llorar estos tres días? Oh
difunto Hijo de la más dichosa madre! no te puedo llorar como mereces. ¿Qué
madre tuviera a Dios por Hijo que no se deshiciera en llanto? Si toda mi alma
se trasformará en penas, si todo mi cuerpo se convirtiera en lágrimas, aun
fuera muy poco para tu merecimiento. Ayudadme, discípulo amado; ayudadme, maestra
de lágrimas Magdalena; ayudadme, mujeres piadosas; ayudadme ángeles y hombres, ayudadme
a llorar la pasión y muerte de mi Hijo Dios, y luego después lloradme a mí que
me ha puesto en tan lastimosa soledad.
TERCERO DÍA
Angustiadísima
Virgen Madre; este título tan glorioso y tierno, os causó, Señora, una
pesadumbre ¡decible, cuando en compañía del más puro y fiel de los esposos, echasteis
menos a vuestro Jesús, al volver a Jerusalén. ¡Qué de temores por tan dolorosa
pérdida! qué de lágrimas por su inesperada desaparición! ¡qué vueltas y
revueltas! ¡qué preguntas, qué sospechas y sentidas conversaciones! Y todo
ciertamente, lo más natural y más debido. Pero después, Señora, que se presenta
a vuestros divinos ojos, y a los afectos incomparables de vuestro Corazón
maternal, en el augusto templo, disputando con los doctores, y disipando con
sus divinas luces las sombras de su ignorancia, promoviendo de este modo
solemne y ejemplarmente los sagrados intereses de su Padre celestial. ¡Qué
alegría tan pura para vuestra alma angustiada antes por su pérdida! ¡qué
recobró tan sorprendente! ¡qué posesión tan feliz, y qué momentos tan
afortunados! Concededme, pues, ¡olí Virgen de la Soledad! en albricias de
júbilo tan tierno y memorable, que cuando tenga la desgracia de perder por la
culpa a tan accesible y generoso Redentor, lo encuentre en el santo templo y ú
los pies de su respetable ministro, por una verdadera y fructuosa penitencia,
dádiva de vuestra mediación, fruto precioso de su muerte, y prenda rica y
segura de mi eterna bienaventuranza. Amén.
SOLILOQUIO
Oh
Hijo de mis entrañas Jesús! ya me es preciso el irme de aquí. ¡Pero qué digo! ¿Cómo
es posible el irme, si es dejarte? ¿Qué embarazo hallas en que yo me muera? Si ya
se acabó tu pasión y tu vida, acábese Cambien la mía arrimada a esta piedra, y darás
a mi cuerpo la honra de enterrarme junto a tu sepulcro; pero Hijo y Dios mío,
quiero la muerte, si tú quieres que yo en tanta soledad viva; pues siendo tu
querer el mejor, a este se rinde gustosa mi voluntad. A Dios, Hijo mío, ¡Jesús!
¡A Dios, Hijo de mi corazón! A Dios pido resucites con presteza para que
resucite mi alma. ¡Y oh sepulcro del más hermoso cielo! ¡A Dios, tesoro del
cadáver más rico! A Dios relicario del más bello cuerpo, quédate en paz glorioso
con mi Jesús, mientras yo voy a llorar mi soledad.
CUARTO DÍA
Angustiadísima
Señora mía: oh qué dolor tan vivo y tan profundo el de vuestro Corazón maternal,
al ver en la calle de la Amargura el más bello de los hijos de los hombres, en
el más lastimoso estado, ha carrera tan dolorosa, se os presenta un Soberano reducido
a la condición de un siervo, un Ser de fortaleza invicta, agobiado bajo el peso
de una cruz; un Dios de inocencia y santidad con el degradante estertor de un hombre
criminal, digno de un suplicio infame; y un Hijo vuestro, adocenado con los hijos
de las mujeres oscuras y vulgares. Yo Señora mía, no extravío que los ángeles, entonces
invisibles, escribieran con su undoso llanto en la memoria de las generaciones agraciadas,
un encuentro tan lastimoso, que os hizo víctima inocente de la angustia más
cruel y compasiva. Los suspiros, las lágrimas, la dolorosa meditación de millones
de almas escogidas, serán hasta la consumación de los siglos, sagradas ofrendas
y tiernos homenajes que os presenten y tributen en las aras de su compasión laudable.
Yo con ellas, Señora mía, os compadezco, os admiro, y os adoro en este paso tan
sensible: alcanzadme la perseverancia en tan religiosos sentimientos, y que yo
sea después de mi muerte, por vuestra poderosa intercesión, uno de los
participantes de vuestro júbilo puro, tan debido como celestial y eterno. Amén.
SOLILOQUIO
¿Oh
vosotros que andáis el camino del dolor, adonde me lleváis? dónde cabe que yo me
aparte de aquí? qué dirá de mi corazón mi alma, ¿si yo lo pierdo de vista? qué
dirá de mí el Padre Eterno, que me aparto del cadáver de su Unigénito Hijo? qué
dirá la eterna Sabiduría de que dejo sola en el sepulcro la carne que tomó en
mis entrañas? qué de mi amor el Espíritu Santo, que dejo solo el cadáver más
precioso? en qué se conocerá que soy yo la Madre del mejor Hijo? yo a tomar
descanso, y mi Dios Hijo en un sepulcro! ¡Mi Jesús en una oscura soledad, y yo
entrarme en Jerusalén! ¿qué madre soy? ¡que amor le tengo, pues no me vuelvo
aprisa al sepulcro! Primero es mi cariño que mi descanso, primero es mi honra
que mi vida, pues vuelva yo al Calvario, y persevere de noche y de día en el
sepulcro, hasta que mis ojos lo vean resucitado. Pero si por disposición del
Altísimo ha de ser mi alma mártir en todo, séalo también en perder de vista el
sepulcro. Vamos a mi mayor soledad, que en hacer yo siempre la voluntad de mi
Dios, consiste mi honor, mi amor y mi maternidad.
QUINTO DÍA
Angustiadísima
Señora: ¡estáis ya, qué dolor! en la alta cumbre del monte de la mirra, con los
dulces y bellos ojos fijos en el más tierno y solemne espectáculo: se les presenta
llagado de la cabeza a los pies, el más hermoso de los hijos de los hombres, asegurado
con los clavos más agudos en un suplicio tan infame como desmerecido. No hay
ciertamente ideas ni palabras adecuadas para pintar en el lienzo de la grande historia
de los crímenes, el que inundó vuestro espíritu soberano de la angustia más
cruel. ¡Qué estupidez la del hombre! Clavar unas manos divinas que derramaban la
abundancia, y sostenían en un perfecto equilibrio la máquina del universo, para
que no tocara su disolución horrenda; dejar sin movimientos unos pies que
corrieron toda la Palestina en busca de los pecadores y enfermos, para darles
la gracia y la salud; y colocar ensangrentado y moribundo al Hijo del Eterno
Padre, en quien tenía sus amorosas complacencias. Pero Virgen hermosa y
angustiada, la previsión de los preciosos y útiles efectos de un sacrificio tan
doloroso y tan sensible, debió restablecer en vuestro espíritu la dulce tranquilidad.
Vuestro Hijo muere; pero la justicia del Eterno Padre queda satisfecha: la
redención del hombre dichosamente consumada, y de su costado cruelmente herido nace
una Iglesia inmortal y pura, ataviada con las joyas de unos Sacramentos, ¡que
darán al Esposo en cada uno de los fieles! dignos de tan augusto nombre,
inocencia y fortaleza, perdón y alimento, victoria, carácter y grata
fecundidad. Consolaos, pues Señora, y consolad nos, para que vuestras angustias
crueles, meditadas y sentidas por nosotros, sean semillas nobles y fecundas de
nuestro verdadero honor, de nuestra sólida dicha de nuestra deseada y feliz
inmortalidad. Amén.
SOLILOQUIO
Oh
dulcísimo Hijo mío Jesús! ¿Dónde estás? ¿Como ya no te veo, y cómo sin verte
vivo? ¿Sepultado mi Hijo Dios, y yo sin morir? No lo creyera de mi corazón. Oh
Juan, discípulo amado muéstrame a tu divino Maestro! Oh Magdalena! ¿dónde está
aquel amabilísimo Jesús que tanto amabas? ¡Oh parientas mías María Cleofás y
María Salomé! ¿Qué se ha hecho vuestro pariente Jesús? Murió todo nuestro gozo,
y murió en una afrentosa cruz: murió atormentada de espinas su cabeza, clavados
sus pies y manos, alanceado su pecho, desnudo y desamparado de todos. De qué
hombre, por malísimo que haya sido, ¡se lee tal vilipendio! Oh Hijo mío! Anoche
te prendieron, esta mañana le azotaron y sentenciaron, a medio día te
crucificaron, esta tarde te vi muerto y sepultado, y ahora tan lejos de mí, que
aún no puedo ver tu sepulcro. ¡Oh qué bien dijo el profeta que mi amargura
había de pasar a amarguísima! ¿Porque qué amargura más amarga que esta soledad
y memoria?
SEXTO DÍA
Virgen
angustiadísima: en esta situación lastimosa del descendimiento de vuestro Jesús
divino y amado, os considero sagrada víctima de un dolor incomparable. ¿Quién
desclavará y bajará del suplicio más afrentoso el Cuerpo sagrado y purísimo?
Quien os proporcionará un lienzo para cubrir su desnudez?
¿y quién un sepulcro para depositar el tesoro de los cielos y la tierra?
Consolaos, Señora mía, porque la divina Providencia no puede dejar sin cubrir
tan piadosas necesidades, de la que es su Hija querida, su Madre pura y amante,
y su Esposa inmaculada y fiel. Varones justos serán sus instrumentos, varones
justos, cuya piedad ilustre forma el carácter más meritorio y apreciable, harán
con ternura y placer unos oficios, que sonarán en los fastos de la misericordia
hasta la consumación de los siglos. Alcanzad me, Señora, por vuestra
intercesión eficaz y omnipotente, que la piedad indisputable de los ministros
sagrados de la reconciliación me sepárenmela pasión dominante, me vistan con la
túnica purísima de la gracia, y me escondan de las asechanzas de mis enemigos
despiadados en el alegre sepulcro de la conversión más apetecible y ejemplar,
para que pongáis en ejercicio la tierna advocación de refugio de pecadores, que
siempre ha sido mi única esperanza de salud, de gracia, de preciosa muerte, y
de feliz y eterna inmortalidad Amén.
SOLILOQUIO
Oh
Jesús de mi corazón! mira mi pobreza y soledad: ni tengo casa donde para mi decencia
y la tuya recoger mi pobre persona tengo donde reclinar la cabeza ni me han
quedado padres a quien volver la cara ni tengo a mi celestial esposo que con su
justo trabajo nos buscaba a ti y el alimento. La orfandad de mis padres Señora Santa
Ana y Señor San Joaquín, lanudo suplir mi esposo José. La viudez de mi esposo José
no me era penosa viviendo tú mí Jesús; pero muerto tú, mi Jesús, que eres mi
Padre, mi Esposo, mi Hijo y mi Dios ¿cómo he de vivir en tanto desamparo,
pobreza y soledad? Oh Jesús de mi corazón! amo por toda mi vida la virtud de la
pobreza, venero y adoro tu sabia providencia divina, que sabiendo esto no
escusaste privarme de tan dichosos padres y de tan feliz esposo. Y te ruego,
por esta orfandad y viudez, resucites presto para alivio de mi soledad.
SÉPTIMO DÍA
Señora
y Madre mía de la Soledad: ya queda en un sepulcro nuevo, ungido con esencias aromáticas,
envuelto con un sudario de más valor que la púrpura de los reyes, y empapada en
las preciosas lágrimas vuestras, y de los espíritus soberanos, el cadáver
adorable del que tuvo con vos las más íntimas y respetables relaciones. Ya
estáis llorando en el más fúnebre silencioso recinto, la congojosa muerte del
que nos ha dado con ella una vida feliz e interminable: vuestros lindos y
modestos ojos, oscurecidos ahora con las sombras del más justo dolor, no tardan
en deslumbrarse con los esplendores de su inmortal triunfo: vos la primera
gozareis de su presencia, y entonces los instrumentos de su cruel martirio,
serán marcados para siempre con vuestros ósculos, como los de la paz, salud,
gloria y perpetua felicidad del género humano. Bendita sea, y siempre celebrada
en este santo templo y fuera de él, una Soledad, que, constituyendo vuestra
solemne y maravillosa advocación, es nuestro precio, nuestra paz, nuestro placer,
ventura y esperanza. Vuestras sagradas angustias que hemos bendecido y adorado en
el curso de estos nueve días, nos garanticen por la aceptación divina, y por
vuestra eficaz y poderosa intercesión, todos los bienes de ambos órdenes,
espiritual y temporal, que, como pasajeros en la tierra, y habitantes futuros
del empíreo, deseamos, y humildemente os pedimos. Por vos, Señora, triunfe la
fe de la incredulidad; la gracia, del pecado; la paz, de la discordia; la
abundancia, de la escasez; la salud, de la enfermedad; y que cada uno de
vuestros devotos y reconocidos amantes hijos, comenzando a dormir reclinados
sobre vuestro pecho dulce, sensible y maternal, el sueño de la muerte,
despertemos algún día con júbilo y placer eterno en la mansión afortunada de
los dichosos escogidos. Amén.
SOLILOQUIO
¡Oh
Hijo de mis entrañas, Jesús! ¿Qué para tal muerte y pasión te concebí, le parí y
te crie? Con gusto hemos conversado en esta vida, a nadie hemos agraviado
fielmente me has atendido y yo con toda fidelidad te he servido como a mi Hijo
Dios verdadero. Pero ¿porque motivo los cruelísimos judíos te crucificaron?
¿qué causa diste para que te dieran tan afrentosa muerte? cometiste alguna
maldad para que te sentenciasen así? No, hijo amabilísimo dignación tuya ha
sido redimir tan á costa luya y mía al género humano, dejándoles a mares la doctrina
y los ejemplos. Gustosísima me ha sido esta redención de que puedo recibir los
plácemes por la gloría que se sigue a Dios y a los hombres.
OCTAVO DÍA
¡Oh
Jesús, oh Dios de piedad y misericordia! me pesa de todo mi corazón de haber considerado
tan poco aquella Hora en que moriste por mí con tanto amor: dejé pasarla tantas
veces, sin agradecerte en ella aquella muerte y tu amor: pésame, Señor, me pesa
pídote perdón con toda humildad, y espero, mediante el favor de tu gracia, que me
acordaré en adelante de aquella dichosa Hora, con más agradecimiento y
correspondencia de amor; lo espero, Señor mío Jesucristo, y le pido este favor
para mí y para todas las criaturas, por los méritos de aquella santa muerte. Te
doy infinitas gracias, oh Jesús, de haber padecido por mí en aquella Hora tan afrentosa
v dolorosa muerte, por mí, miserable é ingrata criatura: te ofrezco los méritos
de tu pasión santísima, muerte y cruz, porque, aunque seas mi juez, eres
también mi salvador: no quiero entrar de otra suerte contigo en juicio, si no
es poniendo tus santísimos méritos y muerte, entre ti y mi alma pecadora. Dadme,
oh Jesús, dadme a mí, y a todas las criaturas, por tu muerte santísima,
dolorosísima, la gracia de morir a los pecados y a todo lo criado fuera de ti,
para vivir solamente por ti y en ti. Oh Jesús, por tu muerte santísima, dad en
aquella Hora la vida a algunos pecadores: hacedles misericordia, por haber
muerto en esa Hora por todos ellos. Jesús crucificado, por tu muerte santísima,
por tu sangre preciosísima, y por tus llagas, perdonadme todos mis pecados
conocidos y no conocidos. Oh Dios Padre, Padre de misericordia, te ofrezco tu amantísimo
Hijo pendiente en la Cruz, todo llagado, traspasado de los clavos y espinas,
todo ensangrentado y muerto por nosotros. Y por eso, aunque mis maldades me
repulsen de ti, su amor me llama y me convida a ti. Y cuanto más me agravan y
me humillan mis maldades, tanto más me levantan, alegran y consuelan sus
piedades: toda nuestra esperanza está, en que somos sus hermanos, sus miembros,
su carne y sus huesos, pues él es nuestra cabeza. Satisface en todo rigor y abundancia
a tu justicia, por las ofensas de todo el mundo: el ruega y llora por nosotros:
su santísima ánima está triste hasta la muerte por nosotros, está en agonía, y
en un grandísimo desamparo por nosotros: clama con una voz grande por nosotros,
y muere de amor por nosotros. Recibe, Padre de piedad, ese sacrificio divino:
él se encargó de nuestras deudas, él es nuestro rescate, nuestro interventor,
nuestro abogado, y nuestra vida. Él es el Cordero de Dios inocentísimo y sin
mancha, quien quita los pecados del mundo: lo que te ofrecemos, Señor, es la sangre
de un Dios derramada por nosotros, es la muerte de un Dios padecida por
nosotros, es Dios mismo, que vuestro amor nos ha dado con todos los tesoros de
su piedad; por su amor y por su muerte danos la vida. Amén.
ORACIÓN
Acuérdate,
piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído que acogiéndose alguno a tu
amparo, solicitando tu favor 5pidiendo tu ayuda, haya sido desamparado. Animado
yo con tal confianza, vengo a ti, a ti ocurro, delante de ti, pobre pecador gimiendo
asisto: no quieras despreciar. Madre del Verbo, mis palabras, sino óyelas Y escúchalas
favorable, por tus siete principales acerbísimos dolores. Amén Jesús.
SOLILOQUIO
¡Oh
Nazareno mío, que dabas consuelo a los vivos, y dabas vida a los muertos! ¡oh
gran Profeta, poderoso en obras y palabras! ¿qué hiciste para que los judíos te
crucificaran? ¿Son estas las gracias que dan a tus buenas obras? ¿es esta la paga
de tu verdadera doctrina? ¿es este el premio que dan a la virtud y milagros?
¿tanto han podido las manos de los hombres contra su humanado Dios? ¿á esto ha llegado
la maldad del mundo? ¿á tanto ha llegado la malicia del demonio? ¿á tanto ha
llegado la bondad y clemencia de mi Hijo? ¿tan grande es el aborrecimiento que
tiene Dios al pecado? ¿tan grande es el rigor de la divina justicia? ¿en tanto
estima Dios la salvación de las almas? ¡Oh Hijo de mi corazón, Jesús! Mira como
estoy en mi soledad, ten misericordia de mí; apresura tu resurrección, mira que
voy a toda prisa a espirar.
NOVENO DIA
Purísima
Virgen, afligidísima Señora, santísima María; ¿qué haré yo para consolarte en
la terrible pena que padeces? ¿Con qué palabras te significaré el dolor que me
parte el corazón al verte en tan lastimosa soledad? Ha muerto, Señora, el Hijo
de tus entrañas, la lumbre de tus ojos, el alma de tu vida, la vida de tu alma,
el objeto más tierno de tu amor. Tú lo viste espiraren un
madero infame: tú lo viste acabar la vida con una muerte lastimosa y afrentosa:
tus ojos fueron testigos de los agudos dolores, de los atroces tormentos que
estuvo tolerando por espacio de tres horas: tú lo oíste quejarse de la sed que
le afligía, Y no pudiste socorrerlo en tan triste coyuntura: tú lo viste dar
las últimas boqueadas, sin poderle ministrar el más ligero alivio, y ahora
estás repasando en tu memoria todo este tropel de penas y congojas; que cosa puede
haber que le consuele? Yo no la encuentro, Señora, y solo vengo a suplicarte me
permitas hacerte compañía, le acompañaré compadecido y lastimado de tu desamparo:
te acompañare arrepentido de la mucha parte que he tenido en tu
aflicción: te acompañaré resuello ano apartarme de tu presencia un solo
instante, a no olvidar jamás tu pena, y a pedirle la gracia de morir de dolor
de haber pecado. Amén.
SOLILOQUIO
¡Oh
Redentor del Mundo, que no pudiendo todas las criaturas posibles destruir el
pecado, bajaste del cielo para con tu muerte destruirlo! ¿y que ha de haber
criaturas tuyas que desprecien tu preciosísima Sangre? ¿Qué, no se han de salvar
todos, cuando por salvar a todos has muerto? ¿Qué, lo que padeciste por salvarlos
les ha de servir a muchos de mayor tormento? ¿Qué, muchos de los que mi Hijo
Dios me dio al pie de la cruz por Hijo adoptivo, han de ir a ser esclavos
eternos del demonio? ¡Oh Hijo de mi corazón, Jesús! ¿Cómo yo estoy en esta soledad
viva, sabiendo que hay almas por quienes has derramado en vano tu sangre
preciosa? Sábete, Hijo mío Dios, que lo que dejo en esto de sentir es porque no
puedo sentirlo más.
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