sábado, 14 de marzo de 2020

SÁBADO SANTO A LA DOLOROSA






SÁBADO SANTO
A LA SANTÍSIMA VIRGEN
¡Oh cual quedaríais, mística Luno, perdido el divino Sol! Pera enjugad las lágrimas, Madre mía, que mañana volverá a resplandecer con más lucientes resplandores el mismo Sol. Viuda desolada, no lloréis; alentad, adolorida Madre mía vuestro corazón; pues que mañana recobraré Ja vida el que al hijo de la viuda de Naim se la dio con tanta consolación. Al que a Lázaro arrancó de manos de la muerte: ¡oh afortunada Madre suya! mañana veréis pesar a mejor suerte: su resurrección divina ¡ah! ella será para los buenos prenda de mejor Vida. A la tempestad sigue la serenidad, el consuelo a la aflicción: ¡oh Madre desolada! vuestra soledad y desamparo se convertirán mañana en gozo, en alegría, en dulzura, y consolación. Respirad pues, ¡oh amabilísima Señora! Que de madre de un reo pasaréis é ser de cielos y de tierra omnipotente emperadora. Por madre de un facineroso os tuvieron ayer los verdugos y sayones; pero por la mujer más bienaventurada por la bendita entre las mujeres, os aclamaran en adelante todas las generaciones. Mil parabienes, pues, comienzo ya anticiparos, ¡oh Madre divina! dulcísima Madre de Jesús y mía, permitid este desahogo de amor a un hijo y siervo vuestro, que a los dos aprecia. Hijos todos y siervos de Mana, alabemos a nuestra Madre y Señora a porfía: nunca cesemos de alabar a la que nunca nos deja de amar. Acompañémosla en su soledad, y algún día veremos su beldad: participemos de su dolor, y ella nos inflamaré con llamas de amor. Consume ¡oh dulce amor! en nosotros toda escoria, y al fin veremos é la Madre y al Hijo en la gloria; donde embriagados en un torrente de dulzura, contentos, alegres y dichosos, librea ya de todo dolor y amargura, celebraremos por eternidades nuestras dichas y felicidades, en compañía de los ángeles, alabando perpetuamente a tal Madre y a tal Hijo, a nuestro amabilísimo Jesús y a la siempre dulcísima María.



DOMINGO DE PASCUA
En este día grande, de regocijo, de salud de alegría, de gracia de bendición y de gloria para todos los cristianos saludemos a nuestra tierna madre con el siguiente:

¡O dulcísima Madre mía! Yo, aunque indigno hijo vuestro, que, junto con aquellos espíritus bienaventurados, que os acompañaron en la alegría de la Resurrección de vuestro SS. Hijo: y con las voces de toda la Iglesia os diré con la mayor devoción que pueda: O Reyna del Cielo, alegraos Aleluya: porque el que trajisteis en vuestro vientre, Aleluya: ha resucitado como dijo Aleluya: rogad a Dios por nosotros Aleluya. Gozaos regocijaos o Virgen María, Aleluya: pues se levantó vuestro Hijo, vencedor de la muerte, del infierno, y de todos sus enemigos. Alegraos, o Virgen bendita, y hacednos también participantes de esta santa alegría, para que por vuestra intercesión lleguemos algún día a cantar eternas Aleluyas en el Cielo, alabando con Vos a la SS. Trinidad por infinitos siglos. Amen.

Saludemos también llenos de júbilo, amor y confianza al Señor con la siguiente:


ORACIÓN A LA SANTÍSIMA VÍRGEN
PARA EL DIA DE PASCUA
Cesad, Oh Virgen gloriosa, cesad ya de entregaros a la tristeza y aflicción: bastante habéis llorado, Madre amadísima; tiempo es ya de enjugar vuestras lágrimas. Vuestro divino Hijo ha resucitado: entregaos, ò la más dulce de las madres, a una santa alegría: gozaos. Señora, de su gloriosa resurrección. Miradle, y reparad que ya no es aquel hijo lleno de angustias e improperios Su alegre rostro, sus resplandecientes llagas, su cuerpo sagrado, su santa alma, todo está lleno de majestad, todo está revestido de hermosura y de gloria. Él ha triunfado de la muerte, ha subyugado el infierno, ha destruido el pecado. Alegraos, Señora, que todos los ángeles que hay en el cielo, todos los santos que estaban en el limbo, todos sus discípulos, las santas mujeres, las criaturas totas aplauden su triunfo y llenan de parabienes a él y a Vos. Aceptad, o amabilísima Madre mía, los afectos de mi corazón, que vi ene a tomar parte en vuestra alegría y felicitaros con todos los Ángeles y santos por la resurrección tan gloriosa de vuestro siempre amado Hijo Después de haber participado de la aflicción y del dolor tan amargo en que se ha visto sumergido vuestro corazón en estos días de luto, yo os suplico, ò amantísima Madre en este día de júbilo os dignéis interceder por mí, y que me alcances la gracia de verme libre de las cadenas que me tenían esclavo del mundo y del pecado. Haced, en fin, o alegre Señora que yo sepa vencer las tentaciones del demonio, y resucitando a la vida espiritual de la gracia viva hasta el último suspiro en el amor de vuestro santo Hijo, mi dulcísimo Jesús. Amén.


ORACIÓN
Señor mío Jesucristo, padre dulcísimo, por el gozo que tuvo vuestra querida Madre, cuando te le apareciste la sagrada noche de Resurrección, y por el gozo que tuvo, cuando te vio lleno de gloria con la luz de la divinidad, te pido, que me alumbres con los dones del Espíritu Santo, para que pueda cumplir tu voluntad todos los días de mi vida, pues que vives, y reinas por todos los siglos de los siglos. Amén.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

ANOTACIONES

Al hablar sobre la piedad popular, es referirnos a aquellas devociones que antaño se hacían en nuestros pueblos y nuestras casas, cuando se...