SÁBADO SANTO
A LA SANTÍSIMA VIRGEN
¡Oh
cual quedaríais, mística Luno, perdido el divino Sol! Pera enjugad las lágrimas,
Madre mía, que mañana volverá a resplandecer con más lucientes resplandores el mismo
Sol. Viuda desolada, no lloréis; alentad, adolorida Madre mía vuestro corazón;
pues que mañana recobraré Ja vida el que al hijo de la viuda de Naim se la dio
con tanta consolación. Al que a Lázaro arrancó de manos de la muerte: ¡oh
afortunada Madre suya! mañana veréis pesar a mejor suerte: su resurrección divina
¡ah! ella será para los buenos prenda de mejor Vida. A la tempestad sigue la
serenidad, el consuelo a la aflicción: ¡oh Madre desolada! vuestra soledad y desamparo
se convertirán mañana en gozo, en alegría, en dulzura, y consolación. Respirad pues,
¡oh amabilísima Señora! Que de madre de un reo pasaréis é ser de cielos y de
tierra omnipotente emperadora. Por madre de un facineroso os tuvieron ayer los
verdugos y sayones; pero por la mujer más bienaventurada por la bendita entre las
mujeres, os aclamaran en adelante todas las generaciones. Mil parabienes, pues,
comienzo ya anticiparos, ¡oh Madre divina! dulcísima Madre de Jesús y mía,
permitid este desahogo de amor a un hijo y siervo vuestro, que a los dos aprecia.
Hijos todos y siervos de Mana, alabemos a nuestra Madre y Señora a porfía:
nunca cesemos de alabar a la que nunca nos deja de amar. Acompañémosla en su
soledad, y algún día veremos su beldad: participemos de su dolor, y ella nos inflamaré
con llamas de amor. Consume ¡oh dulce amor! en nosotros toda escoria, y al fin veremos
é la Madre y al Hijo en la gloria; donde embriagados en un torrente de dulzura,
contentos, alegres y dichosos, librea ya de todo dolor y amargura, celebraremos
por eternidades nuestras dichas y felicidades, en compañía de los ángeles, alabando
perpetuamente a tal Madre y a tal Hijo, a nuestro amabilísimo Jesús y a la siempre
dulcísima María.
DOMINGO DE PASCUA
En este día grande, de regocijo, de salud
de alegría, de gracia de bendición y de gloria para todos los cristianos
saludemos a nuestra tierna madre con el siguiente:
¡O
dulcísima Madre mía! Yo, aunque indigno hijo vuestro, que, junto con aquellos espíritus
bienaventurados, que os acompañaron en la alegría de la Resurrección de vuestro
SS. Hijo: y con las voces de toda la Iglesia os diré con la mayor devoción que
pueda: O Reyna del Cielo, alegraos Aleluya: porque el que trajisteis en vuestro
vientre, Aleluya: ha resucitado como dijo Aleluya: rogad a Dios por nosotros Aleluya.
Gozaos regocijaos o Virgen María, Aleluya: pues se levantó vuestro Hijo,
vencedor de la muerte, del infierno, y de todos sus enemigos. Alegraos, o Virgen
bendita, y hacednos también participantes de esta santa alegría, para que por vuestra
intercesión lleguemos algún día a cantar eternas Aleluyas en el Cielo, alabando
con Vos a la SS. Trinidad por infinitos siglos. Amen.
Saludemos
también llenos de júbilo, amor y confianza al Señor con la siguiente:
ORACIÓN A LA SANTÍSIMA VÍRGEN
PARA EL DIA DE PASCUA
Cesad,
Oh Virgen gloriosa, cesad ya de entregaros a la tristeza y aflicción: bastante
habéis llorado, Madre amadísima; tiempo es ya de enjugar vuestras lágrimas.
Vuestro divino Hijo ha resucitado: entregaos, ò la más dulce de las madres, a una
santa alegría: gozaos. Señora, de su gloriosa resurrección. Miradle, y reparad que
ya no es aquel hijo lleno de angustias e improperios Su alegre rostro, sus
resplandecientes llagas, su cuerpo sagrado, su santa alma, todo está lleno de majestad,
todo está revestido de hermosura y de gloria. Él ha triunfado de la muerte, ha subyugado
el infierno, ha destruido el
pecado. Alegraos, Señora, que todos los ángeles que hay en el cielo, todos los santos
que estaban en el limbo, todos sus discípulos, las santas mujeres, las
criaturas totas aplauden su triunfo y llenan de parabienes a él y a Vos.
Aceptad, o amabilísima Madre mía, los afectos de mi corazón, que vi ene a
tomar parte en vuestra alegría y felicitaros con todos los Ángeles y santos por
la resurrección tan gloriosa de vuestro siempre amado Hijo Después de haber participado
de la aflicción y del dolor tan amargo en que se ha visto sumergido vuestro corazón
en estos días de luto, yo os suplico, ò amantísima Madre en este día de júbilo os
dignéis interceder por mí, y que me alcances la gracia de verme libre de las cadenas
que me tenían esclavo del mundo y del pecado. Haced, en fin, o alegre Señora que
yo sepa vencer las tentaciones del demonio, y resucitando a la vida espiritual
de la gracia viva hasta el último suspiro en el amor de vuestro santo Hijo, mi dulcísimo
Jesús. Amén.
ORACIÓN
Señor
mío Jesucristo, padre dulcísimo, por el gozo que tuvo vuestra querida Madre,
cuando te le apareciste la sagrada noche de Resurrección, y por el gozo que tuvo,
cuando te vio lleno de gloria con la luz de la divinidad, te pido, que me alumbres
con los dones del Espíritu Santo, para que pueda cumplir tu voluntad todos los días
de mi vida, pues que vives, y reinas por todos los siglos de los siglos. Amén.
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