DÍA VEINTICUATRO
EJERCICIO CRISTIANO PARA IMPLORAR CADA MES
LA PROTECCIÓN DEL SANTÍSIMO Y GLORIOSÍSIMO PRÍNCIPE
SAN RAFAEL ARCÁNGEL
DISPUESTO
POR EL R. P. FR. JOSÉ FRANCISCO VALDÉS,
RELIGIOSO DESCALZO DE LA SANTA PROVINCIA DE SAN DIEGO
AÑO DE 1807
ADVERTENCIAS
Para
acordarle al Gloriosísimo San Rafael que estamos bajo su amparo y protección, parece
conducente dedicarle cada mes el día veinticuatro, que es día correspondiente al
veinticuatro de octubre, en que lo celebra la Iglesia, no por que el Santo
Arcángel se considere olvidado o descuidado en el negocio que se le encomienda,
sino porque este con este obsequio cristiano y religioso nos hacemos en alguna
manera, acreedores a su protección y abogacía. Será también muy agradable a Dios y a su Santo
Arcángel, hacer alguna obra de misericordia en este día a honra y gloria suya,
en particular alguna limosna.
Puestos
de rodillas en tierra, y hecha la señal de la Cruz, se dice el siguiente:
ACTO DE CONTRICCIÓN
Amorosísimo
Señor y Dios mío, si tus providencias van siempre arregladas a la equidad y la
razón, ¡que grado tan alto de caridad, y que celo tan fervoroso del bien de las
almas, verías en el corazón del Príncipe glorioso y Soberano Arcángel Señor San
Rafael, cuando lo destinaste para el consuelo de la triste familia del Santo
Tobías, para remedio de sus males, y para que fuese la alegría de toda su casa!
Seas bendito por la eternidad, y canten tus misericordias los bienaventurados
del cielo, y los hombres todos en la tierra. Yo entre tanto guiado de este
conocimiento y fiado de tu piedad de este glorioso protector de los hombres,
vengo a ponerme a su sombra, y valerme de su amparo, espero de tu bondad
inmensa, apruebes mi resolución y le des licencia para que haga conmigo los
oficios caritativos que ejecutó con aquellos santos hombres, no se desdeñó entonces
para abrirse al humilde empleo de conductor y guía de unos hombres, siendo tan
superior en la naturaleza, porque el celo del bien de las almas y de la honra y
la gloria tuya, lo obligaba a tan bajo ministerio, y ¿Qué? ¿he de padecer yo la
desgracia de llamarlo, y que se haga desatendido a mis clamores? ¿se ah apagado
aquel celo que ardía en su pecho del bien de las almas? ¿ha de ser embarazo mis
pecados a su misericordia y compasión? No, no Jesús mío, tu sangre preciosísima
es la que aboga por mí; ve a este Santo Arcángel a mi alma bañada con tu
sangre, y no atienda a mi maldad, mándale que me acompañe, que me guíe y que
inspire en mi corazón un dolor verdadero de mis culpas, un arrepentimiento eficaz
de ellas, solo porque son ofensas de un Dios a quien amo con todo el corazón, a
quien deseo agradar, servir y amar por toda la eternidad. Amén.
ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA
Purísima
María, Madre de Dios y abogada de los pecadores, si de tanta gloria es para los
espíritus angélicos que los mortales te invoquemos con el título de Reina de
los Ángeles, ¿con cuanto gusto, con cuanto empeño y con cuata eficacia se
emplearán en ejecutar tus ordenes, en obedecer tus mandatos? Pues ea, ilustrísima Princesa, Reina de los
Ángeles, dale al Santo Arcángel Rafael el gusto, y a mí hazme el beneficio de
mandarle que se encargue de mí, que me tome a su cuidado, que no me pierda de
vista mi un instante. Hazlo Señora, por la vida de tu Divino Hijo, óyeme, atiéndeme,
porque ¿Qué será de mí, si no me miras como Madre? El título de Reina te da
autoridad para mandar lo que quieras, y el título de Madre te inspira compasión
hacia tus hijos, pues manda como Reina al Santo Arcángel Rafael, que acompañe a
este hijo tuyo, que arrepentido de sus pasados extravíos, clama por el perdón y
no tiene que alegar a su favor, sino la Sangre de aquel Hijo tuyo divinísimo,
que a la hora de su muerte, pendiente de una Cruz, y agonizando entre mil
atroces penas y dolores, te encargó me mirases como hijo. Amén.
Tres
padres nuestros, aves Marías y glorias.
HIMNO
No cese nuestra lengua
De repetir devota
A nuestro Dios el Himno
Que en el Cielo le entonan
Los angélicos coros
Diciendo una y otra vez:
Dios Santo, Santo, Santo
A quien el mundo adora,
Cielo y tierra están llenos
De tu alta Majestad y de tu gloria.
ORACIÓN A SAN RAFAEL
Nobilísimo
espíritu Angélico, ministro fidelísimo del Monarca Omnipotente, y asistente
glorioso de su trono: sea para bien, que logres la indecible grandeza de estar
cercano a ese augusto Trono de donde se derivan hacia las criaturas las gracias
y favores, sea para bien que tu naturaleza humana, tenga por particular honor a
obedecer a Dios nuestro Señor, cuando te ordena hacer oficio de médico de los
hombres, de conductor y guía en sus caminos, y de consuelo de sus trabajos y
tribulaciones, todo esto lo contemplo yo como efecto de la ardiente caridad que
arde en tu pecho del santo celo de la honra y gloria del Señor, y de la compasión
generosa con que nos miras. Y ¿en quien puedes emplear esa misericordiosa
compasión, esa piedad, mejor que en mí? ¿Quién mas necesitado que yo, a quien
estas mirando en el funesto riesgo de perder para siempre a Dios, en castigo de
sus gravísimas culpas y pecados? Pues a ti clamo, a ti recurro, para que,
repitiendo en mi persona, los piadosos oficios que hiciste con San Tobías, de
guía en su camino, agente en sus negocios, y de médico en sus enfermedades, me
acompañes y guíes en esta peregrinación mortal, me saques con bien de los negocios
y obligaciones de mi estado, cures mis enfermedades de cuerpo y alma. Amén.
LAVS DEVS
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