NOVENA DE LA BIENAVENTURADA SANTA MARÍA
MAGDALENA
DISPUESTA POR UN OBISPO DE YUCATÁN,
MÉXICO.
PUEBLA DE LOS ÁNGELES. 1819
ORATORIO DE SAN FELIPE
El Ilmo. Sr. Obispo de Mérida de Yucatán,
concede cuarenta días de indulgencia por cada oración de esta novena.
ACTO DE CONTRICCIÓN
Clementísimo
Dios y Señor mío, Padre amorosísimo, dulcísimo Jesús de infinita misericordia,
a vuestros pies Señor, llegó a pediros una gracia que creo firmemente no me
habéis de negar una gracia, Señor, que Vos mismo deseáis que os la pida, y
vengo con tanta seguridad como humillación. No me acordaba, benignísimo Padre y
Señor mío, la multitud y fealdad de mis culpas, antes, estas mismas me arrojan
a vuestros pies, con el grande aliento de encontrar en ellos a una gran
pecadora que en mismos alcanzó el perdón de muchos pecados, porque mucho amó. Si,
tiernísimo Padre de misericordia, el perdón que alcanzó Santa María Magdalena,
esta dichosa mujer, esta feliz pecadora alienta mi esperanza, y quiero con los
auxilios de vuestra gracia, y por la intercesión de esta amada discípula,
permanecer a vuestros pies, y no levantarme de ellos hasta conseguir el perdón
de mis pecados por una verdadera contrición. Esta es, clementísimo Padre mío,
la gracia que vengo a pediros, y es la única cosa que quiero me concedáis. No
deseo, Señor, ni quiero pediros otra cosa que una contrición como la de Santa
María Magdalena, y el perdón que alcanzó esta dichosísima pecadora. Bien
conozco Dios mío, que no eh logrado el grado de amor y arrepentimiento de esta
dicho santa y que por esto no merezco aun la absolución que ella mereció, pero
ella misma me lo alcanzará de vos ¡Oh Padre de misericordia! Y por esto ¡ay de
mí! Quiero mezclar mis lágrimas con las suyas y lavar con unas y otras vuestros
sagrados pies. ¡Ay dulcísimo Jesús mío! Ya mis suspiros y gemidos se confunden
con los de Santa María Magdalena, concédeme por ella lo que por mí no merezco,
me pesa Señor, de haberos ofendido, y con vuestros auxilios y la intercesión de
esta gloriosa santa, os doy palaba de no ofenderos más, lavando con mis
lágrimas en la fuente sacramental de la penitencia las culpas cometidas, con lo
que espero firmemente el perdón de ellas y la perseverancia en vuestro divino
amor y servicio. Amén.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Dichosísima
y especialísima abogada mía, Santa María Magdalena, a vos llego lleno mi
corazón de confianza, apoyado en el gran valimiento que tenéis ante la
presencia divina: a vos me acojo, para que como tan amada de vuestro divino
Maestro y mi señor Jesucristo, le presentéis mi humilde súplica, intercediendo
para que yo consiga por medio de una verdadera contrición, el perdón y
absolución de mis pecados, y si mi dolor y arrepentimiento de haberos cometido,
no son suficientes para alcanzar que se me perdonen, conseguidme vos, un
auxilio eficaz como el que vos conseguisteis en el sermón en que vuestro
amabilísimo Maestro os convirtió a su gracia. ¡Oh Bienaventurada Magdalena! Vos
que habéis experimentado los horrorosos males de la culpa, y que necesitasteis
para vuestra conversión de los ruegos y suplicas de vuestros hermanos Lázaro y
Marta, que os consiguieron aquel eficacísimo auxilio de la divina gracia,
sabéis muy bien cuanta necesidad tengo de vuestra protección y vuestros ruegos
para alcanzar el perdón de mis pecados, y así como Lázaro y Marta rogaron al
Divino Salvador por vos, os suplico roguéis o intercedáis por mí, con tanta
confianza de conseguirlo, cuanta seguridad me inspira la calidad de mi suplica,
pues en pedir lo que pido, yo no puedo errar, ni vos os podéis excusar.
Conseguidme pues, un verdadero dolor de contrición que me vuelva a la amistad y
gracia de mi Señor Jesucristo, y esto me basta. Amén.
ORACIÓN A NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
(PARA TODOS LOS DÍAS)
Amabilísimo
Jesús de mi corazón, Dios de las misericordias, piadoso Redentor de mi alma, a
vuestros pies, Jesús mío, estoy humildemente postrado, siendo ocasión de mayor
motivo de escándalo al fariseo que cuando este tomo en otro tiempo, por haber
Vos admitido en ellos a la pecadora Magdalena, pues bien conozco que son
mayores y más graves mis culpas que lo fueron las de esta feliz y dichosa
pecadora, pero por una parte se, que por mucho que sean mis pecados, vuestra
misericordia es infinita, y por otra traigo por medianera y abogada a la misma
que se levantó de vuestros pies perdonada y salva. Ea, Jesús benignísimo y mansísimo, inclinad
vuestros piadosos ojos, y encontrareis a vuestros sagrados pies dos pecadores
bien diferentes a la Magdalena y a mí, yo (es verdad y con dolor lo confieso)
objeto de toda la indignación del cielo, pero Magdalena, objeto de sus
complacencias y de vuestro más tierno amor, yo merezco, ¡Ay de mí! Todos los
suplicios eternos, pero ella merece que me concedáis el perdón que espero de todos mis pecados, si para
conseguirlo, mis lagrimas no bastan, atended Jesús mío, que corren por vuestros
pies mezclados con las de vuestra amada discípula Magdalena, y aunque sea por
no despreciar las suyas, recoged buen Jesús, las mías, escuchad Señor mis
voces, si quiera porque van de concierto con las de vuestra amada, y pues ella
se interesa por mí, concédeme por ella el perdón de mis pecados que es el único
favor que os pido. Amén.
VERSOS
Prodigiosa Magdalena
Digno objeto del amor,
De Jesús tu amado dueño,
Imán de mi corazón:
Alcanzadme Santa mía
Lágrimas de contrición.
Magdalena penitente,
Pues tu ejemplo me movió
A pedir humildemente
De mis pecados el perdón.
A los pies de Jesucristo
En vuestra compañía estoy,
Y quiero llorar mis culpas
Con el más vivo dolor.
¿Qué cosa podrás pedir,
Magdalena, al Salvador?
Para mí, que no consigas
De tan liberal Señor?
No pretendo, Santa mía,
Por vuestra interposición
Otra cosa que llorar
Mis pecados como vos.
Yo te imité en la culpa,
Quiero con vuestro favor,
Imitar tu penitencia
Tus lágrimas y fervor.
Presentad ¡Oh Magdalena!
Al Señor mi petición,
Solo quiero me conceda
Lo que a vos os concedió.
PRIMER DÍA
Felicísima
pecadora, nobilísima Magdalena, a ti acudo como diestrísima de arrepentidos,
prontitud en dejar el mundo y sus falsas delicias en el momento feliz que oíste
aquel venturoso sermón del Verbo de Dios, me estimula a no detener un instante más
mi conversión, la resolución con que atropellaste los aparentes obstáculos de
la razón de estado, y te arrojaste a los pies de tu amado Jesús, me compele a
seguir tu ejemplo. Pero ¡ay de mí! ¿Cómo podré comparar mi fervor con el tuyo?
¿Cómo podré imitar tu resolución y firmeza? ¿Quién me dará a mis ojos la
abundancia de tus lágrimas? ¿Quién a mi corazón la ternura del tuyo? ¿Quién a
mi arrepentimiento y contrición la virtud dé? ¿Qué se me perdonen mis pecados,
como se te perdonaron los tuyo? Pero ¡que dudo! Tú Magdalena, tú conseguirás
para mí lo mismo que lograste para ti. Si, gloriosa Magdalena, tú eres maestra
de lágrimas de contrición y de penitencia, únicamente por lograr estas
virtudes, te elijo desde ahora y para siempre por mi especial devota y abogada,
en cuyo testimonio concurro a esta novena, mi petición es grata a Dios, solo me
falta que me acompañes en ella, pues considerándome a los pies de Jesucristo en
tu compañía, mi corazón deshecho en lágrimas saldrá por las dos fuentes de mis
ojos, inflamado con el fuego de tus suspiros, arderá en el amor que ardió el
tuyo ¡ay generosa Magdalena! No perdamos más tiempo, corramos al convite del
fariseo que allí está Jesús, allí le encontraste para tu remedio, llévame ahora
para el mío, que en tu compañía y con tu ejemplo espero el buen despacho que
sacaste. Tuya será la victoria de mi conversión y de Dios la honra y la gloria.
Amén.
Se
rezan siete Aves Marías…
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
Gloriosa
y bienaventurada Magdalena, discípula amada de Jesús, compañera inseparable de
María Santísima, y alivio de sus dolores, primera evangelista de la
resurrección de Jesucristo. Yo, y cuantos estamos congregados en esta novena,
permanecemos aun a tus pies, como tu estuviste en los pies de tu divino Maestro
Jesús, no hemos venido a pretender por tu intercesión ningún género de bienes
temporales, a más noble objeto se dirige nuestra solicitud, despreciamos como
tú lo hiciste, todo cuanto el mundo pueda darnos, y solo pedimos, lo que tu
pediste, que es la gracia y amistad de nuestro ofendido Redentor. ¿será posible
que lo que su bondad te concedió generoso, nos niegue severo? ¿se habrá mudado tu tiernísimo corazón? ¡Ay
dulce Jesús mío! Vos sois inmutable por esencia. Pues Magdalena amada, amante
Magdalena, si el mismo que te dio lágrimas para llorar y ternura para amar, es
a cuyos pies estamos, ¿Por qué no se deshacen nuestros ojos y nuestro corazón
en lágrimas? ¡ay de mil culpas me sobran que llorar! pues haz Magdalena, los
mayores esfuerzos, habla por mí, duplica tus lágrimas, anegando con ellas los
sagrados pies de tu maestro, empeña en tu súplica al glorioso Apóstol San
Pedro, cuyas lágrimas fueron tan apreciables al Señor, haz la última
diligencia, pues el caso no es para menos, presenta las lágrimas amarguísimas
de María Santísima y oirás en el momento, que tu amado Maestro te dice tierno y
compasivo: Magdalena ya basta, ya está concedida la gracia que te pides para
todos tus devotos. ¡Oh clausula feliz! Ya me parece que suena en mis oídos, y que,
penetrado hasta lo más íntimo de mi corazón, le enternece, le liquida, le
purifica y le convierte todo en lágrimas, que, derramándose por las dos fuentes
de mis ojos, van a ser el más agradable baño a los pies de mi Jesús, que vive y
reina con Dios Padre, en unidad del Espíritu Santo, Dios por todos los siglos
de los siglos. Amén.
SEGUNDO DÍA
Finísima
Magdalena y constantísima amante de Jesucristo, por aquel grande amor y
perseverancia con que siempre tierna y amorosa serviste a tu amado Maestro, y
le acompañaste, oyendo siempre de su divina boca la doctrina que quedó grabada
en tu corazón, e ilustró tu alma cada día más enamorada del dulcísimo Jesús, y
por el valor y ardiente caridad con que le seguiste en medio de los mayores
oprobios y persecuciones, hasta el monte Calvario, y por la grande dicha que
tuviste de sellar con tus labios, teñidos en su preciosa Sangre, el sagrado
madero de la Cruz, te suplico humildemente, consigas de tu amante crucificado
una sola gota de aquella preciosa Sangre, para que cayendo sobre mi corazón, le
reduzca a penitencia, y le resuelva en lágrimas de contrición que me alcance su
santa gracia. Amén.
TERCER DÍA
Amorosísima
y generosísima Magdalena, que en testimonio de lo mucho que amabas al Divino
Salvador, quisisteis para dar mayor esplendor al convite que se le hizo en la
casa del Leproso, derramar sobre sus pies un bálsamo de inestimable valor, cuya
fragancia llenó toda la casa, y que, no saciándose tu corazón con esta demostración
de un afecto, le difundiste tierna y generosamente por los ojos, mereciendo con
esta ocasión la dicha de estampar sobre aquellos sagrados pies tus reverentes y
devotos labios. Dadme, te ruego, parte de tu felicidad y dicha, y concédeme uno
de esos divinos pies, que quiero estrecharle en lo más íntimo de mi alma, para
que su contacto, purificado mi corazón le haga exhalar el más agradable olor de
las virtudes cristianas, que por tu medio espero fructifiquen en mí, regadas
con las lágrimas de una verdadera contrición. Amén.
CUARTO DÍA
Diligentísima
amante de Jesús, que habiéndote obligado la necesidad y decencia a retirar del
Sepulcro en que quedaba depositado el único objeto de tu encendido amor, y no
pudiendo sufrir tu abrasado corazón más que una noche de usencia, madrugaste diligente
y apresurada aquel venturoso sábado, llegando antes que ninguno de los otros
discípulos al Sepulcro, en que desecha en lágrimas por no haber hallado el
cuerpo de tu Divino Maestro, a quien ibas a hacer el último obsequio de embalsamar,
más con tus tiernas lágrimas, que con los preciosos bálsamos que llevabas
prevenida, Ruégote Santa mía devotísima, que por la honra con que te distinguió
tu divino amante, apareciéndote primero resucitado primero a que otro alguno de
sus discípulos , y por el inexplicable gozo que inundó tu corazón, al oír de su
divina boca pronunciar tu nombre, y darte la honrosa comisión de llevar la
nueva de la Resurrección a los Apóstoles, me consigas el don de las lágrimas de
una verdadera contrición, para que mediante ella, alcance el perdón de mis
pecados y resucite a la gracia con nuestro adorado Jesús. Amén.
QUINTO DÍA
Fervorosísima
Magdalena, cuyas lágrimas y ruegos acompañados de una fe viva, y confianza
alcanzaron del divino Redentor la prodigiosa resurrección de tu hermano Lázaro:
Suplícote abogada mía, que así como te interesaste por la resurrección temporal
de tu hermano Lázaro, empeñes todo tu valimiento, para que con las lágrimas de
una verdadera contrición, pueda yo conseguir mi resurrección espiritual, y si
aquella atrajo contra tu Divino Maestro, todo el odio y la envidia de los
fariseos y escribas, la mía le dé gloria, y yo bendiga las misericordias del
Señor en esta vida, y repita en tu compañía sus eternas alabanzas en la otra. Amén.
SEXTO DÍA
Constantísima
y valerosísima Magdalena, que, habiendo acompañado y servido, con reverente y
tierno amor, al amado dueño de tu alma, mientras permaneció en este mundo, y
publicando con firme entereza su triunfante Resurrección y doctrina, atrajiste
contra ti toda la indignación de los enemigos de Jesucristo, que furiosos por
el testimonio que dabas del Hijo de Dios, te abandonaron con tus santos
hermanos a las procelosas ondas del mar mediterráneo, en una nave sin velas ni
timón: Ruégote santa mía, que así como tu amado Maestro te preservó de ser
sumergida y ahogada en el mar, conduciéndote al Puerto de Marsella, consigas
que yo sumergido en un dolor de contrición de mis pecados, para que anegado en
mis lágrimas, sus corrientes me conduzcan al puerto seguro de la gloria. Amén.
SÉPTIMO DÍA
Fervorosísima
Magdalena y celadísima predicadora evangélica, que inflamada del amor divino, redujiste
a la fé de Jesucristo a los gentiles en la ciudad de Marsella, anunciando y
propagando entre ellos, como testigo ocular el Evangelio, predicando todos los días
en la plaza más cercana al templo de Diana, que convertiste en el Templo del
Señor, dedicado hasta el día, a tu amada maestra María Santísima: te suplico
humildemente, por el gozo que sintió tu corazón al ver el fruto de tu
predicación, que pidas a tu amado Maestro y Redentor Jesucristo, continúe sus
bendiciones sobre todos sus devotos, para que así, como lograron aquellos
gentiles su conversión por tu medio, consiga yo por el mismo la mía, empezando
por un arrepentimiento tan vivió de mis culpas, que resuelva mi corazón en
lágrimas de una verdadera contrición. Amén.
OCTAVO DÍA
Arrepentidísima
penitente Santa María Magdalena, devota tiernísima de mi alma, que siendo
maestra de penitencia y de contrición, alcanzaste de tu amado Maestro y
Redentor Jesucristo, el perdón de muchos pecados, mereciendo por el rigor de
las maceraciones con que afligiste a tu cuerpo por treinta años en la gruta de
Marsella, que tu espíritu fuese consolado muchas veces al día con celestiales
músicas e íntimas comunicaciones con tu amado Jesús y su Santísima Madre: Ruégote
devotísima y amadísima de mi alma, consigas de nuestro Señor Jesucristo, los
auxilios más eficaces para que mi corazón inflamado de caridad, abrace con resolución
y esfuerzo la vida mortificada y penitente, y desecho en lágrimas de
contrición, merezca la absolución de mis culpas y la remisión de todos mis
pecados. Amén.
NOVENO DÍA
Dichosísima
y felicísima Santa María Magdalena, anacoreta favorecida de Dios, fervorosa
penitente, que después de treinta años de rigurosas penitencias, alternadas con
los consuelos celestiales y contemplaciones altísimas de tu divino y amado
Jesús, mereciste que el mismo te revelara el día y la hora de tu dichosa
muerte, y que ibas a recibir el premio de tus penitencias y virtudes, y a gozar
del fruto que regaste con tus abundantes y fecundas lágrimas: te suplico,
devotísima Santa mía, ruegues a tu adorado amante Jesús, conceda a mis ojos las
abundantes lágrimas de los tuyos, nacidas de un verdadero dolor y contrición de
mis pecados, para que, borradas las manchas que han afeado mi alma, me hagan
con tu ejemplo, abrazar la cruz del Salvador, conduciéndome por el camino de la
penitencia, hasta llegar a la vida eterna. Amén.
LAVS DEVS
El
devoto que ha experimentado maravillosos efectos de la devoción de Santa María
Magdalena, desea que los pecadores imploren su protección para conseguir del
Señor la gracia de una verdadera contrición, y que todos los fieles propaguen
la devoción de esta gran Santa.
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