viernes, 24 de abril de 2020

NOVENA AL SEÑOR DE LA COLUMNA




NOVENA A CRISTO NUESTRO SEÑOR EN SU DOLOROSO PASO ATADO A LA COLUMNA

Compuesto por un religioso de la Compañía de Jesús
Año 1952

ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Criador y Redentor mío, a quien adoro bañado en sangre, al cruel impulso de más de cinco mil azotes. Ya conozco Señor, la gravedad de mis culpas, pues no tuvieron otro remedio, que la sangre derramada de un Hombre Dios, de todas ellas me arrepiento con todo mi corazón por ser ofensas a Vos, y porque os amo sobre todas las cosas, y con vuestra divina gracia, propongo firmemente la enmienda, y nunca más pecar. Y confío en vuestra misericordia infinita, que, por los méritos de vuestra sangre derramada, me habéis de perdonar y darme gracias para perseverar en vuestro santo servicio hasta la muerte. Amén.


ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Oh Jesús, Redentor mío, que os dignasteis derramar copiosamente vuestra preciosa sangre en el paso tiernísimo de los Azotes, para fecundar con ella la tierra estéril de mi alma y corazón. Haced Señor, que yo me aproveche de esta celestial lluvia, para arrancar de raíz las malezas de mis vicios y pecados, y producir abundantes flores y frutos de virtudes, con las cuales consiga por vuestra misericordia una buena muerte, y después gozaros por toda la eternidad en la gloria. Amén.


DÍA PRIMERO
Amabilísimo Señor, que, movido del amor de vuestro Eterno Padre, y del celo de su mayor honra y gloria, feamente vulnerada con la culpa de nuestros primeros padres, y demás pecados de los hombres, ofrecisteis en satisfacción copiosa, el tesoro infinito de vuestra sangre derramada con la cruel carnicería de los azotes, que padeciste en vuestro delicado y virginal cuerpo: Concédeme Señor, que valiéndome de este infinito tesoro, vuelva también por la honra de vuestro Padre, arrepintiéndome de corazón de todas mis culpas, y atendiendo en todas las cosas, a buscar solamente su mayor gloria, y el favor que os pido en esta novena, si fuere para el provecho de mi alma. Amén.
Tres Padres nuestros, Aves Marías y Glorias.


Lloroso y muy afligido
en un Huerto estás orando,
a tu Padre suplicando,
y a su voluntad rendido.
Por tanto, yo arrepentido
exclamo con gran dolor:
Por tus crueles azotes,
Misericordia, Señor.

Preso, atado con cadenas
¡Oh Jesús! Te considero,
y como manso cordero
te conducen ¡oh qué pena!
del Cedrón en las arenas
te arrojan con gran rigor:

Ante Anás te han presentado
como reo conducido,
tu hermoso rostro es herido
de la mano de un malvado;
Mansa respuesta le has dado
lleno de piedad y amor;

En la casa de Caifás
tu discípulo querido
dirá, no te ha conocido
ni nunca te vio jamás.
Más tú te condolerás
de su miseria y temor.

A Pilatos te han llevado
a ejecutar la sentencia,
más mirando tu inocencia
y en que nada estás culpado,
ante Herodes te han mandado,
sufriendo tu gran rubor

Como loco os han tratado
y de blanco os han vestido,
la burla del pueblo has sido,
a Pilatos vas atado.
¡Oh Jesús! que te he costado
de fatigas y sudor.

Con Barrabás sedicioso
¡Oh mi Dios! te han comparado,
mejor que vos, lo ha juzgado
ese pueblo revoltoso;
Más tú lo sufres con gozo,
de mi alma Redentor.

A una columna ligado
por seis feroces sayones,
con cadenas y cambrones
tu cuerpo es despedazado.
Perdón te pido postrado
de mi culpa y de mi error;

De espinas es coronada
tu sacrosanta cabeza,
Se burlan de tu grandeza
con una ropa encarnada;
Recibes mil bofetadas
en tu semblante ¡qué horror!


ORACIÓN FINAL
Oh Virgen Dulcísima, por los gemidos y lágrimas que lloraste, cuando viste a tu Santísimo Hijo, presentarse ante el juez y cruelísimamente azotado, alcánzanos dolor de nuestros pecados y ayúdanos Señora, para que el enemigo no pueda a su voluntad, azotarnos con las tentaciones, y presentarnos vencidos al Juez terrible y supremo, si no que acusemos y juzguemos a nosotros mismos de nuestros excesos, y nos castiguemos con la disciplina de la verdadera penitencia, y así consigamos el perdón y gracia en el tiempo de la necesidad y tribulación, por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.



DÍA SEGUNDO
Amabilísimo Señor, que compadecido de la miseria de los hombres y movido de ardientísimo amor que les teníais, ofrecisteis de grado por su salvación y remedio todo el tesoro infinito de vuestra sangre, atado ignominiosamente a una columna: Concededme por esta misma sangre preciosa, que, si amor con amor se paga, os retorne yo con un amor fino y verdadero, cuya prueba sea la perfecta observancia de vuestros Santos Mandamientos, y el amar a mis prójimos como hermanos, y el favor que os pido en esta novena si fuera para mayor gloria vuestra y provecho de mi alma, Amén.


DÍA TERCERO
Amabilísimo Señor, que, aborreciendo infinitamente el pecado, no reparasteis para borrarlo, en derramar atado a una columna copiosamente vuestra sangre. Gravad, oh buen Jesús en mi corazón un semejante aborrecimiento, con el cual este siempre dispuesto a derramar toda la sangre de mis venas, y aún a perder la vida, antes que cometer un pecado mortal, y concédeme también el favor que os pido en este septenario, si fuere para mayor gloria vuestra, y provecho de mi alma. Amén.


DÍA CUARTO
Amabilísimo Señor, que desnudo en el atrio de Pilatos, y atado a una columna no disteis maravillosas lecciones de verdadera humildad; sustentando, siendo Rey y Señor del Universo, al castigo vil y afrentoso de los azotes. Ya veo que así lo merecía mi soberbia y ambición; pero por vuestra preciosa sangre os pido, me concedáis la humildad de corazón, que es la señal y marca de vuestros escogidos y el favor que os pido en este septenario, si fuere para mayor gloria vuestra y provecho de mi alma. Amén.


DÍA QUINTO
Amabilísimo Señor, que despojado de vuestras sagrados vestidos, y a vista de todo el pueblo, manifestáis el desprecio que hacéis de la honra y bienes del mundo; concededme, Señor, por vuestra desnudez y afrenta, que solamente aprecie la cándida vestidura de la gracia, que me merecisteis con vuestros azotes, y que solo ponga mi honra en serviros de veras, y el favor que os pido en este septenario, si fuere para mayor gloria vuestra y bien de mi alma. Amén.

DÍA SEXTO
Amabilísimo Señor, que, por darnos ejemplo de invicta paciencia, sufristeis el doloroso tormento de los azotes, tanto más terrible cuanto eran vuestras sagradas carnes más tiernas y delicadas, sin queja alguna, ni señal de impaciencia o turbación. Haced oh Jesús mío, que aprendiendo de vos esta doctrina celestial, lleve con paciencia y fortaleza todos los trabajos de esta vida, dolores, injurias y desprecios, uniéndolos con los vuestros, y concededme el favor que os pido en este septenario, si fuese para mayor gloria vuestra, y bien de mi alma. Amén.


DÍA SÉPTIMO
Amabilísimo Señor, que junto con el dolor intensísimo, que en el exterior del cuerpo padecisteis, con el rigor y crueldad de tanto azotes, padecías en lo interior del alma y corazón, mucho mayor dolor y mortificación por los pecados de los hombres, conociendo, cuan poco se habían de aprovechar de vuestra misma sangre para el remedio de sus almas: concededme, Señor, que por medio de una heroica mortificación de mi carne, apetitos y pasiones, consiga vuestra perfecta imitación: y el favor que os pido en este solemne septenario, si ha de ser para mayor gloria vuestra y provecho de mi alma. Amén.


DÍA OCTAVO
Amabilísimo Señor, que os sujetásteis a la afrenta, y dolor de los azotes, por saber que esta era la voluntad absoluta de vuestro Eterno Padre, que así lo quería para satisfacción de la Divina Justicia y redención del género humano: Concededme Señor, una perfecta resignación en vuestras divinas manos y conformidad con vuestra Santísima voluntad en todos mis trabajos, recibiéndolos todos con paciencia y alegría, por ser así vuestro gusto; y el favor que os pido en este septenario, si fuera para mayor gloria vuestra y bien de mi alma. Amén.


DÍA NOVENO
Amabilísimo Señor, que bastando una gota de vuestra sangre para el remedio de millones de mundos, la derramasteis a arroyos perseverando constante mucho tiempo atado a la Columna, hasta que se cumpliese el número de azotes determinado por vuestro Eterno Padre: Concededme Señor, por vuestras afrentas y dolores la virtud de la perseverancia en vuestro divino servicio: pues ella es perfección y corona de todas las virtudes; y el favor que os pido en este septenario, si fuere a mayor gloria vuestra y bien de mi alma. Amén.



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