martes, 14 de abril de 2020

TRIDUO AL SANTO NIÑO CIEGUITO




TRIDUO EN HONOR DEL MILAGROSO NIÑO CIEGUITO

 

Devoción de: Arq. Rodrigo Samael Gutiérrez

 

ACTO DE CONTRICCIÓN

Dios mío, mi amor, mi única esperanza, te alabo, bendigo y adoro, y mi corazón no cesa de darte gracias por la paciencia suma con que te has dignado aguardarme, prometiendo perdonarme mis pecados luego que mi corazón se arrepienta de ellos. ¡Oh, quién me diera que mis ojos se convirtiesen en un torrente de lágrimas para llorar día y noche mis pasadas ingratitudes…! Pequé, Señor, escandalizando al cielo, perdóname, Padre misericordiosísimo, dame tu poderosísima gracia para no volverte a ofender. Recibe ¡Oh Rey inmortal! En compensación de mis iniquidades, las alabanzas con que te glorifican los ángeles y todas las milicias celestiales, te ofrezco por expiación de mis pecados, los tormentos excesivos que sufrió tu unigénito Hijo en su pasión dolorosa, la sangre y agua que vertió de su Corazón Santísimo para salvar al mundo, la muerte ignominiosa que tan gustoso recibió para abrirnos con ella las puertas de la inmortalidad.

 

Merezca yo, ¡Oh Dios de clemencia! Por esos méritos infinitos, oír de tus omnipotentes labios la misma sentencia que el paralítico del evangelio: “hijo, tus pecados te son perdonados”. Amén.

 

Credo.

 

 

 

 

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Amoroso Jesús, dulce encanto de mis ojos, luz de mi entendimiento y tesoro riquísimo de mi corazón, ¿Cómo estoy tan atribulado amándome tu tanto? ¿Me has desamparado? ¿Hasta el consuelo de tu paternal cariño me ha de faltar? No, mi Jesús, pues, aunque es cierto que he pecado y por eso me hallo en tal desolación, también es cierto que tú has permitido que todo aquel que tocase a las puertas de tu amor, al instante le sean abiertas, heme aquí ¡Oh buen Jesús! Llamado a ellas y pidiendo misericordia, mira ¡Oh médico divino! Que al que tanto ama tu corazón, está enfermo y tan solo el bálsamo precioso de tu amor le puede sanar. Concédeme unir mi alma a la tuya por medio de ese amor y cúbreme con tu diestra poderosa para que queden burlados los que buscan mi alma para perderla. Tú, que llenas de bienes nuestro deseo, cúmpleme el que hoy con tanta vehemencia me insta, y es que enciendas mi corazón en tu ardiente amor, para que no ame a ninguna otra criatura sino solo a ti, en nada piense sino solo en ti, ni desee yo nada, sino agradarte y cumplir tu divina voluntad en todo el resto de mi vida mortal y de este modo consiga el irte a alabar a la mansión de los justos por toda la eternidad. Amén.

Credo.

 

 

 

DÍA PRIMERO

 

HIMNO

Jesús dulce memoria, fiel consuelo

Que das gozo y placer al alma pura,

Más dulce que la miel es la dulzura

De tu dulce presencia, Rey del cielo.

 

Nada se oye que dé más regocijo

Nada puede la voz cantar más suave,

Nada pensar más dulce el hombre sabe

Que Jesús amoroso, de Dios Hijo.

 

Jesús, nuestra esperanza, que piadoso

Eres al que te pide humildemente,

Que bueno es el que te busca diligente

Y el que logra el hallarte, dichoso.

 

Ni la voz el decirlo es practicable,

Ni llegarlo a explicar  puede la letra,

Solo por experiencia se penetra,

Que es amar a Jesús, bien inefable.

 

Sed pues, nuestro placer, Jesús amado,

Que has de ser galardón del alma pía,

Sea en ti nuestra gloria y alegría,

Por los siglos y tiempo interminado. Amén.

 

 

ORACIÓN

¡Oh Jesús, centro de mi amor! Bendito seas, porque en todas tus perfectísimas acciones, me has presentado el modelo precioso que debe normar mi conducta, si deseo llegar a gozarte: en esta ocasión, divino Niño, permitiste que un hombre impío te arrancara tus hermosísimos ojos, para enseñarme la conducta con que debo caminar  en el mundo, esto es, ciego a todas sus vanidades y concupiscencias, porque los ojos son las ventanas del alma, y es imposible que permaneciendo abiertas, dejen entrar por ellas la disipación, la tibieza y en su seguimiento el pecado. ¡Males terribles que le darán la muerte, impidiendo que tú, su creador, puedas habitarla! Hasta aquí siempre he sido arrastrado en pos de las vanas quimeras de los mundanos, sus locos desvaríos han traído cautiva mi alma, por mucho tiempo, y esto me manifiesta que tú, Jesús mío, no habitabas en ella, que yo siempre he estado en contra de ti, que he despreciado tu sangre preciosísima, y que, habiendo sido creado para ser tu hijo y heredero del reino de los cielos, yo mismo he trabajado en mi eterna condenación, he arrebatado mi alma de tus brazos santísimos para siempre.

 

¡Oh alma mía! ¿Cómo es posible que puedas vivir tranquila teniendo a tu Dios ofendido? ¿Cómo no lloras día y noche una conducta tan criminal? ¡Ay mi amoroso Padre! Desde este momento, en que me hallo ante tu soberana presencia, te prometo dar un eterno adiós al mundo, cerrando mis ojos a sus necias vanidades, para abrirlos tan solo a ver tu santa imagen, mientras tanto, concédeme la gracia de mostrarme tu humanidad adorable tal como es en sí, cuando despojada mi alma de este saco de gusanos que hoy la viste, vuelve a tomar posesión de la feliz hermandad que por tus méritos me conseguiste. Amén.

Credo.

 

 

ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA PARA TODOS LOS DÍAS

Dios te salve, blanco lirio, siempre hermoso y apacible, Dios te salve, fragante rosa de sempiterna amenidad, Dios te salve ¡Oh Virgen María! Dignísimo templo de la Augusta Trinidad, esclarecida Reina del cielo, de ti ¡Oh Doncella Inmaculada! Quiso nacer el omnipotente Rey que te dio el ser, de tu leche virginal se alimentó, aquel que es manjar divino de los ángeles, y vivó sujeto a ti aquel Señor, que es el esplendor de la gloria del Padre: por estos favores, pídele Madre mía, se digne apacentar mi alma con las dulzuras inefables de su amor, convierte hacia mi esos tus ojos de misericordia, alcanzándome el perdón general de todas mis iniquidades, transforma este mi corazón de piedra, en un corazón humilde, benigno y conforme en todo al de nuestro amante Jesús, desde ahora, para siempre, te ofrezco mi corazón para que vengas a ser en el tu morada y humildemente te pido seas mi amparo y consuelo en todo este tiempo de amarguras y destierro, pero principalmente a la hora de mi muerte. Amén.

 

 

 

 

DÍA SEGUNDO

 

HIMNO

Oh piadoso Jesús, Rey admirable,

Excelso triunfador, noble y plausible

Dulzura de las almas indecible,

Todo con afecto deseable.

 

Cuando el alma visitas amoroso

La ilustra la verdad y la esclarece,

La vanidad del mundo se envilece

Y abraza su interior tu amor hermoso.

 

Jesús del corazón, dulce recreo,

Luz pura de las almas, fuente viva,

Que con ventaja vences excesiva

Todo gozo y placer, todo deseo.

 

Conoced a Jesús todos rendidos

Pedid su ardiente amor todo del cielo,

Y al buscarle, sed todos encendidos

Suspiran con Jesús con todo anhelo.

 

A ti la voz te nombra reverente,

A ti te dan a entender nuestras acciones,

Amen a Ti, Jesús, los corazones,

Por los siglos eternamente. Amén.

 

 

ORACIÓN

¡Oh amorosísimo Jesús! San Bernardo dice, que es señal de que tu me amas, cuando me reprendes y castigas, imponiéndome la cruz de mis padecimientos, sentencia que aún mas antes habías tu pronunciado por boca del amado discípulo San Juan, que a los grandes premios solo se pueden llegar, pasando muchos crecidos trabajos, y esto es lo que significa esta insignia adorable de la cruz con tu imagen santísima  me presenta, por otra parte, tu mes has enseñado que será una señal de tu mayor enojo, cuando se cumpla en mi aquella terrible amenaza que pronunciaste por el profeta Ezequiel: será mi indignación contra ti, y se apartará mi cielo de ti, y descansaré, y no me enojaré más. En medio de la ceguedad con que hasta aquí he caminado siempre, he preferido las señales de tu ira en aparente bonanza del pecador, haciéndoseme insoportables las demostraciones de tu amor en los gloriosos padecimientos del justo, pero ¡Amantísimo Padre! Ten paciencia de mí, concédeme unos días más de vida en tu santísima gracia y será satisfecha mi deuda, sí, Jesús mío, concédemela, y en ella, quema, corta, no tengas compasión de mi para que cuando comparezca al tribunal de tu justicia, encuentre abiertos los tesoros de tu misericordia, nútreme con tu divino amor, y manda a tu siervo cuantas cruces tu santísima voluntad disponga, que yo, en todas ellas me gloriaré, porque se que son los regalos más ricos de tu amor. Amén.

 

 

 

DÍA TERCERO

 

HIMNO

Jesús, angélica honra y consuelo

Cántico en los oídos armoniosos,

En la boca, panal maravilloso,

En nuestro corazón, néctar del cielo.

 

Hambre tiene de ti quien te ha gustado

Aún desean más los que te beben,

A desear no asistan ni se atreven

Sino a ti buen Jesús, que eres su amado.

 

Oh Jesús, dulce dueño de mi vida,

Esperanza del alma que a ti clama

Con lágrimas te busca que derrama,

Con ayes que despide arrepentida.

 

Señor, sea en nosotros tu morada,

Ilústrenos tu luz hermosa y pura,

Llena, Jesús, el mundo de dulzura,

La obscuridad del alma desterrada.

 

Jesús, flor de una madre Virgen tierna,

Amor cuya dulzura anhela el hombre,

Sea en ti la alabanza de tu nombre,

Y el reino de la gloria sempiterna.

 

ORACIÓN

Divino Niño, aquí me tienes traspasado mi corazón de dolor, al ver tu efigie santa maltratada y hecha el oprobio de un hombre sacrílego, pero ¡ay! Aquel se aumenta cuando veo en este hombre criminal, una representación tan exacta mía, porque ¿Qué otra cosa hago cuando peco mortalmente?... no solo conculco tu imagen sacrosanta, sino que en la realidad vuelvo a sacrificarte, y crece más mi pesar, considerando que cualquiera de mis crímenes, supera en mucho a los de aquel desgraciado hombre, porque quién sabe si el no recibiera las gracias abundantísimas que tu misericordia me ha prodigado, pero basta ya, Jesús mío, si hasta aquí el día y la noche pasaron escandalizando de ver mis iniquidades, ayudado por ti, ellos en adelante solo me servirán para ejercitar las virtudes, si la aurora hasta ese día vino a impedir las ofensas que contra ti en mis sueños cometía, cuando de nuevo aparezca, vendrá a sorprenderme en los dulces ensueños de tu amor. Desde este momento consagro a ti en cuerpo y alma, para que, en todo el resto de mi vida, si respiro, sea tu divino amor, si vivo, sea vivificando mi alma la fortaleza de tu constante amor, si muero, sea desfallecida mi alma en los deliquios de tu amor, ¡Oh Jesús, mi único amor! Hoy quiero que cuantas sean mis respiraciones, otras tantos sean las alabanzas que mi corazón dirija, y cuantas inspiraciones, otros tantos los actos de amor con que me consagro a ti. Reciba la entrega, que para siempre hago de todo mi ser, y no me deseches de tu amoroso Corazón, porque esto me haría eternamente infeliz. Amén.

 

 

 

Puede imprimirse

+ Ernesto, arzobispo de Puebla.

Puebla, Puebla. Julio de 1977

 


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