TRIDUO EN HONOR
DEL MILAGROSO NIÑO CIEGUITO
Devoción de: Arq.
Rodrigo Samael Gutiérrez
ACTO DE CONTRICCIÓN
Dios
mío, mi amor, mi única esperanza, te alabo, bendigo y adoro, y mi corazón no
cesa de darte gracias por la paciencia suma con que te has dignado aguardarme,
prometiendo perdonarme mis pecados luego que mi corazón se arrepienta de ellos.
¡Oh, quién me diera que mis ojos se convirtiesen en un torrente de lágrimas
para llorar día y noche mis pasadas ingratitudes…! Pequé, Señor, escandalizando
al cielo, perdóname, Padre misericordiosísimo, dame tu poderosísima gracia para
no volverte a ofender. Recibe ¡Oh Rey inmortal! En compensación de mis
iniquidades, las alabanzas con que te glorifican los ángeles y todas las
milicias celestiales, te ofrezco por expiación de mis pecados, los tormentos
excesivos que sufrió tu unigénito Hijo en su pasión dolorosa, la sangre y agua
que vertió de su Corazón Santísimo para salvar al mundo, la muerte ignominiosa
que tan gustoso recibió para abrirnos con ella las puertas de la inmortalidad.
Merezca
yo, ¡Oh Dios de clemencia! Por esos méritos infinitos, oír de tus omnipotentes
labios la misma sentencia que el paralítico del evangelio: “hijo, tus pecados te
son perdonados”. Amén.
Credo.
ORACIÓN PARA TODOS
LOS DÍAS
Amoroso
Jesús, dulce encanto de mis ojos, luz de mi entendimiento y tesoro riquísimo de
mi corazón, ¿Cómo estoy tan atribulado amándome tu tanto? ¿Me has desamparado?
¿Hasta el consuelo de tu paternal cariño me ha de faltar? No, mi Jesús, pues,
aunque es cierto que he pecado y por eso me hallo en tal desolación, también es
cierto que tú has permitido que todo aquel que tocase a las puertas de tu amor,
al instante le sean abiertas, heme aquí ¡Oh buen Jesús! Llamado a ellas y
pidiendo misericordia, mira ¡Oh médico divino! Que al que tanto ama tu corazón,
está enfermo y tan solo el bálsamo precioso de tu amor le puede sanar. Concédeme
unir mi alma a la tuya por medio de ese amor y cúbreme con tu diestra poderosa
para que queden burlados los que buscan mi alma para perderla. Tú, que llenas
de bienes nuestro deseo, cúmpleme el que hoy con tanta vehemencia me insta, y
es que enciendas mi corazón en tu ardiente amor, para que no ame a ninguna otra
criatura sino solo a ti, en nada piense sino solo en ti, ni desee yo nada, sino
agradarte y cumplir tu divina voluntad en todo el resto de mi vida mortal y de
este modo consiga el irte a alabar a la mansión de los justos por toda la
eternidad. Amén.
Credo.
DÍA PRIMERO
HIMNO
Jesús dulce
memoria, fiel consuelo
Que das gozo y placer
al alma pura,
Más dulce que la
miel es la dulzura
De tu dulce
presencia, Rey del cielo.
Nada se oye que dé
más regocijo
Nada puede la voz
cantar más suave,
Nada pensar más
dulce el hombre sabe
Que Jesús amoroso,
de Dios Hijo.
Jesús, nuestra
esperanza, que piadoso
Eres al que te
pide humildemente,
Que bueno es el
que te busca diligente
Y el que logra el
hallarte, dichoso.
Ni la voz el
decirlo es practicable,
Ni llegarlo a
explicar puede la letra,
Solo por
experiencia se penetra,
Que es amar a
Jesús, bien inefable.
Sed pues, nuestro
placer, Jesús amado,
Que has de ser
galardón del alma pía,
Sea en ti nuestra
gloria y alegría,
Por los siglos y
tiempo interminado. Amén.
ORACIÓN
¡Oh
Jesús, centro de mi amor! Bendito seas, porque en todas tus perfectísimas
acciones, me has presentado el modelo precioso que debe normar mi conducta, si
deseo llegar a gozarte: en esta ocasión, divino Niño, permitiste que un hombre
impío te arrancara tus hermosísimos ojos, para enseñarme la conducta con que
debo caminar en el mundo, esto es, ciego a todas sus vanidades y
concupiscencias, porque los ojos son las ventanas del alma, y es imposible que
permaneciendo abiertas, dejen entrar por ellas la disipación, la tibieza y en
su seguimiento el pecado. ¡Males terribles que le darán la muerte, impidiendo
que tú, su creador, puedas habitarla! Hasta aquí siempre he sido arrastrado en
pos de las vanas quimeras de los mundanos, sus locos desvaríos han traído
cautiva mi alma, por mucho tiempo, y esto me manifiesta que tú, Jesús mío, no
habitabas en ella, que yo siempre he estado en contra de ti, que he despreciado
tu sangre preciosísima, y que, habiendo sido creado para ser tu hijo y heredero
del reino de los cielos, yo mismo he trabajado en mi eterna condenación, he
arrebatado mi alma de tus brazos santísimos para siempre.
¡Oh
alma mía! ¿Cómo es posible que puedas vivir tranquila teniendo a tu Dios
ofendido? ¿Cómo no lloras día y noche una conducta tan criminal? ¡Ay mi amoroso
Padre! Desde este momento, en que me hallo ante tu soberana presencia, te
prometo dar un eterno adiós al mundo, cerrando mis ojos a sus necias vanidades,
para abrirlos tan solo a ver tu santa imagen, mientras tanto, concédeme la gracia
de mostrarme tu humanidad adorable tal como es en sí, cuando despojada mi alma
de este saco de gusanos que hoy la viste, vuelve a tomar posesión de la feliz
hermandad que por tus méritos me conseguiste. Amén.
Credo.
ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA PARA TODOS LOS DÍAS
Dios te
salve, blanco lirio, siempre hermoso y apacible, Dios te salve, fragante rosa
de sempiterna amenidad, Dios te salve ¡Oh Virgen María! Dignísimo templo de la
Augusta Trinidad, esclarecida Reina del cielo, de ti ¡Oh Doncella Inmaculada! Quiso
nacer el omnipotente Rey que te dio el ser, de tu leche virginal se alimentó, aquel
que es manjar divino de los ángeles, y vivó sujeto a ti aquel Señor, que es el
esplendor de la gloria del Padre: por estos favores, pídele Madre mía, se digne
apacentar mi alma con las dulzuras inefables de su amor, convierte hacia mi
esos tus ojos de misericordia, alcanzándome el perdón general de todas mis
iniquidades, transforma este mi corazón de piedra, en un corazón humilde,
benigno y conforme en todo al de nuestro amante Jesús, desde ahora, para
siempre, te ofrezco mi corazón para que vengas a ser en el tu morada y
humildemente te pido seas mi amparo y consuelo en todo este tiempo de amarguras
y destierro, pero principalmente a la hora de mi muerte. Amén.
DÍA SEGUNDO
HIMNO
Oh piadoso Jesús,
Rey admirable,
Excelso
triunfador, noble y plausible
Dulzura de las
almas indecible,
Todo con afecto
deseable.
Cuando el alma
visitas amoroso
La ilustra la
verdad y la esclarece,
La vanidad del
mundo se envilece
Y abraza su
interior tu amor hermoso.
Jesús del corazón,
dulce recreo,
Luz pura de las
almas, fuente viva,
Que con ventaja
vences excesiva
Todo gozo y
placer, todo deseo.
Conoced a Jesús
todos rendidos
Pedid su ardiente
amor todo del cielo,
Y al buscarle, sed
todos encendidos
Suspiran con Jesús
con todo anhelo.
A ti la voz te
nombra reverente,
A ti te dan a
entender nuestras acciones,
Amen a Ti, Jesús,
los corazones,
Por los siglos
eternamente. Amén.
ORACIÓN
¡Oh
amorosísimo Jesús! San Bernardo dice, que es señal de que tu me amas, cuando me
reprendes y castigas, imponiéndome la cruz de mis padecimientos, sentencia que
aún mas antes habías tu pronunciado por boca del amado discípulo San Juan, que
a los grandes premios solo se pueden llegar, pasando muchos crecidos trabajos,
y esto es lo que significa esta insignia adorable de la cruz con tu imagen santísima
me presenta, por otra parte, tu mes has
enseñado que será una señal de tu mayor enojo, cuando se cumpla en mi aquella
terrible amenaza que pronunciaste por el profeta Ezequiel: será mi indignación
contra ti, y se apartará mi cielo de ti, y descansaré, y no me enojaré más. En
medio de la ceguedad con que hasta aquí he caminado siempre, he preferido las
señales de tu ira en aparente bonanza del pecador, haciéndoseme insoportables
las demostraciones de tu amor en los gloriosos padecimientos del justo, pero
¡Amantísimo Padre! Ten paciencia de mí, concédeme unos días más de vida en tu
santísima gracia y será satisfecha mi deuda, sí, Jesús mío, concédemela, y en
ella, quema, corta, no tengas compasión de mi para que cuando comparezca al
tribunal de tu justicia, encuentre abiertos los tesoros de tu misericordia,
nútreme con tu divino amor, y manda a tu siervo cuantas cruces tu santísima
voluntad disponga, que yo, en todas ellas me gloriaré, porque se que son los
regalos más ricos de tu amor. Amén.
DÍA TERCERO
HIMNO
Jesús, angélica
honra y consuelo
Cántico en los
oídos armoniosos,
En la boca, panal
maravilloso,
En nuestro
corazón, néctar del cielo.
Hambre tiene de ti
quien te ha gustado
Aún desean más los
que te beben,
A desear no
asistan ni se atreven
Sino a ti buen
Jesús, que eres su amado.
Oh Jesús, dulce
dueño de mi vida,
Esperanza del alma
que a ti clama
Con lágrimas te
busca que derrama,
Con ayes que
despide arrepentida.
Señor, sea en
nosotros tu morada,
Ilústrenos tu luz
hermosa y pura,
Llena, Jesús, el
mundo de dulzura,
La obscuridad del
alma desterrada.
Jesús, flor de una
madre Virgen tierna,
Amor cuya dulzura
anhela el hombre,
Sea en ti la
alabanza de tu nombre,
Y el reino de la
gloria sempiterna.
ORACIÓN
Divino
Niño, aquí me tienes traspasado mi corazón de dolor, al ver tu efigie santa
maltratada y hecha el oprobio de un hombre sacrílego, pero ¡ay! Aquel se
aumenta cuando veo en este hombre criminal, una representación tan exacta mía,
porque ¿Qué otra cosa hago cuando peco mortalmente?... no solo conculco tu
imagen sacrosanta, sino que en la realidad vuelvo a sacrificarte, y crece más
mi pesar, considerando que cualquiera de mis crímenes, supera en mucho a los de
aquel desgraciado hombre, porque quién sabe si el no recibiera las gracias
abundantísimas que tu misericordia me ha prodigado, pero basta ya, Jesús mío,
si hasta aquí el día y la noche pasaron escandalizando de ver mis iniquidades,
ayudado por ti, ellos en adelante solo me servirán para ejercitar las virtudes,
si la aurora hasta ese día vino a impedir las ofensas que contra ti en mis
sueños cometía, cuando de nuevo aparezca, vendrá a sorprenderme en los dulces
ensueños de tu amor. Desde este momento consagro a ti en cuerpo y alma, para
que, en todo el resto de mi vida, si respiro, sea tu divino amor, si vivo, sea
vivificando mi alma la fortaleza de tu constante amor, si muero, sea
desfallecida mi alma en los deliquios de tu amor, ¡Oh Jesús, mi único amor! Hoy
quiero que cuantas sean mis respiraciones, otras tantos sean las alabanzas que
mi corazón dirija, y cuantas inspiraciones, otros tantos los actos de amor con
que me consagro a ti. Reciba la entrega, que para siempre hago de todo mi ser,
y no me deseches de tu amoroso Corazón, porque esto me haría eternamente
infeliz. Amén.
Puede imprimirse
+ Ernesto, arzobispo de Puebla.
Puebla, Puebla. Julio de 1977
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