CORONILLA EN HONOR DEL INMACULADO CORAZÓN
DE MARÍA
Para
que los fieles tengan siempre más fervorosa devoción al sagrado é inmaculado
Corazón de la Virgen María, la Santidad de Pio IX, accediendo a las instancias
del Obispo de Verona, concedió al que rezare contrito de corazón la siguiente
Coronilla, 300 días de indulgencia que puede ganar diariamente; y al que
tuviere la piadosa costumbre de rezarla todos los días, le concede indulgencia
plenaria, una vez al mes, el día en que, confesado y comulgado, visite una
iglesia u oratorio público, rogando allí por algún tiempo según la intención de
Su Santidad; con forme se desprende del decreto de la sagrada Congregación de
Indulgencias, de 11 de diciembre de 1854.
I.
¡Oh Virgen Inmaculada, que, concebida sin pecado, dirigisteis todos los
movimientos de vuestro purísimo Corazón a aquel Dios que fue constantemente el
objeto de vuestro amor, siempre sumisa a su divina voluntad! alcanzadme, que
aborreciendo de todo corazón la culpa, aprenda de Vos a vivir resignado a la
voluntad del Señor.
Un
Padre nuestro y siete Ave Marías.
¡Oh Corazón traspasado de dolor! Haz que
el mío se abrase de amor.
II.
Admiro ¡oh María! aquella profunda humildad con que se turbó vuestro bendito Corazón,
al oír el anuncio honroso que os hizo el arcángel san Gabriel, dé que estáis escogida
por Madre del Hijo del Altísimo, protestando Vos que erais su más humilde esclava;
y confuso yo en vista de mi soberbia, os pido la gracia de un corazón contrito
y humillado, para que conociendo mi miseria, pueda llegar a conseguir aquella
gloria que está prometida a los verdaderos humildes de corazón.
III.
¡Oh Corazón dulcísimo de María, precioso tesoro en que la Virgen bendita conservaba
las palabras al considerar los sublimes misterios que oía de su Hijo Jesús,
porque no sabía vivir sino por Dios! ¡cuánto me confunde la tibieza de mi corazón!
¡Ah Madre muy amada! Alcanzadme que meditando en mi corazón la ley santa de
Dios, me esfuerce en imitaros en el fervoroso ejercicio de las virtudes
cristianas.
IV.
¡Oh gloriosa Reina de los Mártires, cuyo sagrado Corazón en la pasión de vuestro
Hijo fue acerbamente traspasado de aquella espada que os había profetizado el santo
viejo Simeón! alcanzad a mi corazón una verdadera fortaleza y una santa paciencia
en sufrir las tribulaciones y adversidades de esta miserable vida, a fin de
que, crucificando mi carne con su concupiscencia, y siguiendo la mortificación de
la cruz, muestre ser vuestro verdadero Hijo.
V.
¡Oh mística rosa, María, cuyo amabilísimo Corazón, ardiendo en las llamas más
vivas de caridad, nos aceptó por hijos al pie de la cruz, llegando a ser de
este modo nuestra más tierna Madre! ¡oh! Hacedme sentir la dulzura de vuestro
maternal Corazón y la fuerza de vuestro poder delante de Jesús en todos los
peligros de mi vida, y particularmente en la hora terrible de mi muerte, á fin
de que, unido mi corazón al vuestro, ame siempre a Jesús ahora
y
por los siglos de los siglos. Así sea.
Dirijámonos
ahora al santísimo Corazón de Jesús para que nos inflame en su santo amor.
¡Oh
divino Corazón de mi Jesús! me consagro á Vos, y lleno de gratitud por tantos beneficios
como he recibido y recibo de vuestra caridad infinita, os doy gracias de todo corazón
por haberme dado a vuestra santísima Madre, encomendándome a ella como á hijo
suyo en la persona de vuestro discípulo amado. ¡Oh! haced que mi corazón esté
siempre inflamado en vuestro amor, y que halle en vuestro dulcísimo Corazón su
paz, su refugio y su felicidad.
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