jueves, 7 de mayo de 2020

CORONILLA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA





CORONILLA EN HONOR DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA


Para que los fieles tengan siempre más fervorosa devoción al sagrado é inmaculado Corazón de la Virgen María, la Santidad de Pio IX, accediendo a las instancias del Obispo de Verona, concedió al que rezare contrito de corazón la siguiente Coronilla, 300 días de indulgencia que puede ganar diariamente; y al que tuviere la piadosa costumbre de rezarla todos los días, le concede indulgencia plenaria, una vez al mes, el día en que, confesado y comulgado, visite una iglesia u oratorio público, rogando allí por algún tiempo según la intención de Su Santidad; con forme se desprende del decreto de la sagrada Congregación de Indulgencias, de 11 de diciembre de 1854.


I. ¡Oh Virgen Inmaculada, que, concebida sin pecado, dirigisteis todos los movimientos de vuestro purísimo Corazón a aquel Dios que fue constantemente el objeto de vuestro amor, siempre sumisa a su divina voluntad! alcanzadme, que aborreciendo de todo corazón la culpa, aprenda de Vos a vivir resignado a la voluntad del Señor.
Un Padre nuestro y siete Ave Marías.

¡Oh Corazón traspasado de dolor! Haz que el mío se abrase de amor.

II. Admiro ¡oh María! aquella profunda humildad con que se turbó vuestro bendito Corazón, al oír el anuncio honroso que os hizo el arcángel san Gabriel, dé que estáis escogida por Madre del Hijo del Altísimo, protestando Vos que erais su más humilde esclava; y confuso yo en vista de mi soberbia, os pido la gracia de un corazón contrito y humillado, para que conociendo mi miseria, pueda llegar a conseguir aquella gloria que está prometida a los verdaderos humildes de corazón.

III. ¡Oh Corazón dulcísimo de María, precioso tesoro en que la Virgen bendita conservaba las palabras al considerar los sublimes misterios que oía de su Hijo Jesús, porque no sabía vivir sino por Dios! ¡cuánto me confunde la tibieza de mi corazón! ¡Ah Madre muy amada! Alcanzadme que meditando en mi corazón la ley santa de Dios, me esfuerce en imitaros en el fervoroso ejercicio de las virtudes cristianas.

IV. ¡Oh gloriosa Reina de los Mártires, cuyo sagrado Corazón en la pasión de vuestro Hijo fue acerbamente traspasado de aquella espada que os había profetizado el santo viejo Simeón! alcanzad a mi corazón una verdadera fortaleza y una santa paciencia en sufrir las tribulaciones y adversidades de esta miserable vida, a fin de que, crucificando mi carne con su concupiscencia, y siguiendo la mortificación de la cruz, muestre ser vuestro verdadero Hijo.

V. ¡Oh mística rosa, María, cuyo amabilísimo Corazón, ardiendo en las llamas más vivas de caridad, nos aceptó por hijos al pie de la cruz, llegando a ser de este modo nuestra más tierna Madre! ¡oh! Hacedme sentir la dulzura de vuestro maternal Corazón y la fuerza de vuestro poder delante de Jesús en todos los peligros de mi vida, y particularmente en la hora terrible de mi muerte, á fin de que, unido mi corazón al vuestro, ame siempre a Jesús ahora
y por los siglos de los siglos. Así sea.

Dirijámonos ahora al santísimo Corazón de Jesús para que nos inflame en su santo amor.

¡Oh divino Corazón de mi Jesús! me consagro á Vos, y lleno de gratitud por tantos beneficios como he recibido y recibo de vuestra caridad infinita, os doy gracias de todo corazón por haberme dado a vuestra santísima Madre, encomendándome a ella como á hijo suyo en la persona de vuestro discípulo amado. ¡Oh! haced que mi corazón esté siempre inflamado en vuestro amor, y que halle en vuestro dulcísimo Corazón su paz, su refugio y su felicidad.






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