lunes, 25 de mayo de 2020

DEVOCIÓN A SANTA MARÍA MAGDALENA



PIADOSA DEVOCIÓN A SANTA MARÍA MAGDALENA

Bélgica. 1930

Colaboración de Miguel Morales

 

RESPONSORIO

Junto a la cruz desolada

Y anegada en honda pena,

Contemplaba Magdalena

Del Redentor la pasión.

 

R/: Alcánzanos, Magdalena,

De nuestras culpas perdón.

 

De cruel angustia agobiada,

Su corazón agoniza

Cuando al Salvador divisa

Preso como malhechor.

 

¡Qué acerbo fue su tormento

Cuando vio a su dulce Amado

En una cruz enclavado

Por salvar al pecador!…

 

Al ver de agudas espinas

Su cabeza coronada,

Magdalena desolada

No halla alivio en su dolor.

 

Al ver que de pies y manos

Corre la sangre a torrentes,

Sus ojos son dos fuentes

De lágrimas de dolor.

 

Al ver que su Dios expira

En medio de los tormentos,

Su corazón sin alientos

Desfallece de aflicción.

 

Junto al sepulcro llorosa

No cabe en su alma consuelo,

Y en vano un ángel del cielo

Viene a templar su dolor.

 

Y ¿quién podrá consolarte

Triste tórtola sin nido?

Si no hallas el bien perdido,

Te hará morir el dolor.

 

Si alguna vez, Magdalena,

Por el pecado perdemos

A Dios, haz que te imitemos

En tu sincero dolor.

 

ORACIÓN

¡Oh ilustre y admirable penitente María Magdalena! por aquel ardiente amor con que tan amargamente lloraste a los pies de Jesús, alcánzame te ruego, una contrición tal, que en la hora de mi muerte merezca oír de la boca de mi Soberano Juez aquellas consoladoras palabras que le oíste postrada a sus pies: Te son perdonados muchos pecados, porque has amado mucho. Así sea.

 

Gracias os doy infinitas, Jesús benignísimo,

por aquella obra de piedad que con Vos

hizo Santa María Magdalena,

cuando con sus lágrimas regaba vuestros pies,

con sus cabellos los limpiaba y enjugaba,

con sus labios amorosamente los besaba

y con ungüento precioso los ungía.

Por todo lo cual infundisteis en su alma y corazón

tanta copia de vuestro divino amor,

que no podía amar sino a Vos solo.

Os ruego que, por los méritos de esa gloriosa Santa,

os dignéis concederme lágrimas de verdadera penitencia,

he inflaméis mi alma y corazón

en las purísimas llamas de vuestro santo amor.

Amén.

 

 


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