MEDIA HORA
ANTE LA SAGRADA IMAGEN
DEL
SEÑOR DE SANTA TERESA
Afectos propios para alcanzar su misericordia,
puestos por el Presbítero José María Sánchez Espinosa.
ORACIÓN
QUE EL ALMA DIRIGE AL SEÑOR
Si este infeliz que se halla en vuestra presencia, alcanza que le otorguéis un momento de oírle escuchareis, Señor, más bien sus sollozos que sus palabras, porque al recuerdo que va a hacer, necesariamente sus ojos se convertirán en mares, y el llanto entorpecerá sus labios: no podrá hablar. ¿Me oís, Señor? Pero ¿cómo pregunto, cuando sé que siempre estáis dispuesto a escuchar a vuestras criaturas? Pues escuchadme, amante Padre.... ¿me veis? Aun no me arrojéis de vuestra presencia: ¡merezco el castigo! Pero, piedad, Dios mío; piedad con el infeliz; misericordia con el desgraciado. Un pecador es el que espera. . . atendiendo a su iniquidad, la muerte; pero mirando vuestra piedad, la vida. Sí, buen Jesús, yo viviré: yo cantaré vuestras misericordias: yo publicaré vuestras ternuras, y las acciones generosas que hacéis conmigo. Padre, Padre, ¿desecháis mis ruegos? Padre Jesús, ¿no miráis mis lágrimas? ¡Qué miseria, qué infelicidad es la mía! ¿No soy digno de vuestras gracias? . . . Señor, yo soy la oveja perdida: habéis dicho que dejareis las noventa y nueve por buscar una: pedís el parabién por la conversión del pecador; pues Señor, daos la enhorabuena, porque yo he de morir en vuestra presencia, al recuerdo de haberos ofendido. Yo estoy cierto de alcanzarla, pues sois Dios de clemencia; y esta media hora que aquí estoy reflexionando mi ser, y vuestra presencia, me hará conocer quién sois vos y quién soy yo... Yo, pobre criatura concebido en pecado, nacido en pecado, todo lleno de miseria y fatalidad; y vos... ¡ah! ¡Hablen los cielos y la tierra, y se publicará lo que mudos dicen. . . Vuestro poder. . . vuestra majestad. . . vuestra misericordia! Mi entendimiento. . . se halla en otra esfera. Quiero acercarme a vos… Espíritu divino, ilumíname, aliéntame, confórtame... ¡Oh abismo de la bondad de Dios! Sostén mi debilidad. Dios mío, no me abandones . . . Yo me siento arrobar. . . Luz divina, Luz santa.... Padre. . . Padre Jesús, piedad. . . ¿Quién soy yo? ¿Quién sois vos?
(Se
medita)
¡Alma mía! . . . Dios. . . el Criador. . . Tú… ¡la criatura! . . . ¡Alma mía! ¡Dios conservándote! . . . tú viviendo. . . ¡Alma mía! Dios llenándote de favores... tú recompensando con ultrajes sus finezas. . ..
Al terminar la meditación.
¿Me atreveré, Señor a negar los favores que nuevamente he recibido? No: yo siento un dulce y suave bálsamo que corre por mis venas: yo he sentido vuestro espíritu: él me ha hecho ver todo mi deber: él me ha hecho conocer vuestros afanes en hacerme salvo. Cristo Renovado, renueva mis entrañas. No apartes tu Espíritu de mí. ¡Yo soy feliz! Señor, te renovaste, y todo lo que pasó en tu admirable Renovación, me enseña el amor que tienes a tus pobres criaturas. Pobre corazón mío, ¿cómo es posible que no nos haya amado? No debió separarse un solo instante de vos. . .. Tantos años de ofenderos, y tantos años de tolerarme. ¡Por qué conservar mi existencia! ¡Por qué no haberme confundido eternamente! ¿Por qué? Porque no queréis la muerte del pecador, queréis que se convierta y viva; porque queríais estos treinta minutos en que yo he estado postrado delante de vuestra adorable Imagen; porque queríais hacer las paces con mi rebelde pecho. Gracias, Señor, gracias porque aún concedes lágrimas a mis ojos y suspiros a mi corazón. Yo en debida gratitud, vendré todos tos días; y si me es posible, todos los instantes, a rendiros los afectos de mi pecho. Yo bañaré con lágrimas vuestros altares, y yo no cesaré de publicar y decir; Esta Soberana Imagen de Jesús Crucificado, ha sido mi felicidad. Señor, con vuestra licencia me retiro; pero vos no os apartéis de mí. En el momento en que me dejéis, perezco: acordaos, Señor, que no tengo otro Dios: y si bien os he ofendido, siempre os he llamado mi Dios y mi Señor: siempre os he pedido, como hoy, piedad, misericordia. Compasión, Señor, compasión: cubridme, Señor, sostenedme. Decid al aire contagiado que no turbe mi aliento: decid a mis enemigos que vos sois mi fortaleza. Temblores, rayos, tempestades, incendios, muertes repentinas, hambres, miserias, todo parará y me respetará, porque os he invocado, porque os he dicho poderoso, compasivo, misericordioso: y porque con lágrimas os he demostrado mi infelicidad, y estoy cierto que no os podéis negar al llanto de vuestras criaturas. Aquí, al pie de vuestro altar, hallé la vida; aquí hallaré lágrimas, aquí tendré la dulzura de llamaros Padre y de repetir: Misericordia, misericordia, piedad con este infeliz. Amén.
JACULATORIA
Permitid a un pecador
Que á vuestras plantas se arroje,
Y que con lágrimas moje
Vuestros pies, Padre y Señor.
Misericordia. . . favor:
No desechéis á mi pecho,
Miradme en llanto deshecho;
Y pues sois Dios de clemencia,
Beso con vuestra licencia
La llaga del pie derecho.
Padre nuestro.
JACULATORIA
En el pie izquierdo tenéis
Otra llaga. . . á ella llego,
Porque en ella encuentro el fuego
Que me alienta; . . . ¿y negareis
Lo que os pido, cuando veis
Que me hallo en mi sano acuerdo,
Que á vuestras plantas recuerdo
El hecho de Magdalena?
Pues sea bálsamo a mi pena
Esta llaga del pie izquierdo.
Padre nuestro.
JACULATORIA
Esa Mano poderosa
Que todo crió de la nada,
En la cruz se vió clavada
Por mi alma infiel, orgullosa.
Pero hoy esa alma llorosa
Aquella mano se estrecha,
Esta mano sea la flecha
Que me hiera el corazón:
Piedad, Señor, compasión,
Por vuestra mano derecha.
Padre nuestro.
JACULATORIA
Y pues a esa mano izquierda
También mi arrojo clavó,
Me acojo a esa mano yo,
Porque mi alma no se pierda.
Dulce Jesús, hoy recuerda
Que un infeliz pecador,
Llorando alcanzó el favor
De que lo hayas perdonado.
Jesús, Cristo Renovado,
Misericordia, Señor.
Padre nuestro.
JACULATORIA
La llaga de tu costado
Ya es mi eterna habitación,
Y pues, de la eterna Sión,
Habitante soy nombrado,
Repito, en ese costado,
Donde hallé mi reducción,
Morará mi corazón
En vuestro amor en la cruz,
Duélete de mí… Jesús,
Padre Jesús, compasión.
Padre nuestro.
Señor,
ya que me habéis permitido oírme y acercarme a vuestras preciosísimas llagas,
ya que eh tenido la felicidad de humedecerlas con más lágrimas, otorgadme otra
gracia, de levantar mis ojos para ver vuestro Rostro. ¡Que apacible! ¡Que
afable! Solo respira piedad, y en cada una de sus facciones, parece se
encuentra esta palabra… no temas, soy tu Dios: ven a mí, serás salvo. ¡Ah,
seré salvo! Rostro de mi Jesús, líbrame de todo mal. Rostro de mi buen Jesús, cubre
con tu poder mi pobre existencia. . . Padre Eterno, por ese hermoso rostro de
tu Hijo santo, perdóname: ya no recuerdes mi maldad: soy tu pobre barro, tu
miserable barro: misericordia. Y por este rostro divino, muda mi corazón. Amén.
Una Salve…
Madre de Jesús, he dado
Palabra a vuestro Hijo santo,
De no ofenderle. . . y mi llanto
A su bondad ha obligado.
Desde hoy quedo a tu cuidado:
Ampárame, Madre mía,
Sé tú mi norte, mi guía,
Pues siendo Jesús mi Padre,
Y tú Madre mía, mi Madre,
Soy feliz en todo día.
Una súplica al Señor, por el autor de este Devocionario.
LAUS DEO
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