lunes, 8 de junio de 2020

CINCO MIÉRCOLES A SANTA CATALINA DE SIENA


PRÁCTICA DEVOTA PARA EJERCITARSE EN CINCO MIÉRCOLES EN HONOR DE LOS SAGRADOS ESTIGMAS DE LA SERÁFICA VIRGEN SANTA CATALINA DE SIENA

 Tomado del libro “Breve Ristretto della vita della seráfica vergine Santa Caterina da Siena dell´ordine de Predicatori”, Roma, Italia, año 1728


DEVOTO LECTOR.

Es apropiada esta devoción para los miércoles, porque los religiosos en este mismo día le tributan honor a Santa Catalina de Siena en muchos Conventos de la Religión Dominicana con Oficios Divinos. Se proponen cinco miércoles en honor de las cinco llagas del Salvador, impresas con los Sagrados Estigmas en la carne purísima de la Santa.


Veni Sancte Spritus, reple tuorum corda Fidelium, et tui amoris in eis ignem accende.

Det Catharina frui nos vero lumine Christi.

Et iociet superis Virgo Beata Chroris.

 

V. Emitte Spiritum tuum, et creabuntur

R. Et renovabis faciem terrae

V. Ora pro nobis, Beata Catharina.

R. Ut digni, efficiamur promissionibus Christi.

OREMUS: Adsit nobis, quaesumus Domine, Virtus Spiritus Sancti, quea et corda nostra clementer expurget, et ab omnibus tueatur adversis, Deus, qui Beatae Catharinae Virginitatis et patientiae speciali privilegio decoratae malignantium spirituum certamina vincere, et in amore tui nominis inconcusse permanere tribuitti, concede quaesumus, ut ex ejus imitation, calcata mundi nequitia, et omnium hostium superatis infidiis, ad tuam secure gloriam transeamus, Per Christum Dominum nostrum. Amen.



PRIMER MIÉRCOLES

Santa Catalina llora inconsolablemente el error, que temía de haber cometido por adornarse por breve tiempo a instancia de su hermana mayor, conforme a la moda de otros, y se quejaba a su Confesor cuando le parecía que por consolarla no fuera a disminuirle la culpa.


CONSIDERACIÓN

Pecador, haz de las abundantes lágrimas de Catalina sean la regla para juzgar la gravedad de la culpa que ella llora. El error fue tan ligero, que su mismo confesor no bien iluminado apenas alcanzaba a discernirlo. No consiste, más que en una ligerísima vanidad, sin otro fin, que el de complacer a la importunación de su hermana; y los adornos que si es posible hayan sido moderados, que no pasaban del límite de la modestia, podría decirse casi inadvertidos, le hicieron llorar prontamente. De qué temple es entonces vuestra alma, mientras así eres insensible a tanta disipación, ¿que ni siquiera derramas una lágrima? Vemos como gracia todo aquello que es un error de pecado. Si aquella obscenidad nos condujera (Dios nos libre) al Infierno, ah cuántas lágrimas, se derramarían podría decirse casi hasta derramar lágrimas de sangre, y los suspiros serían como gritos desesperados. Que si estuvieras allí llorarías con tantos deseos, entonces porqué aquí donde experimentas poco dolor, ¿porque al menos no exhalas un suspiro? Si en el Infierno nunca dejarás de llorar, si no que siempre estarás blasfemando y maldiciendo junto con aquellos que fueron la causa de tu caída, porqué ahora lloras tan poco, ¿como si no fueses confundido por nada? Pero meditemos un poco mejor. Debes estar tan agradecido con Dios, que, hasta los huesos, los nervios, y los músculos de tu cuerpo están plegados a Su Voluntad, destinados a Su Servicio; y aun así con tantas obligaciones te has atrevido a desobedecer sus Mandamientos, y mandamientos íntimos con tanta preocupación que desobedecerlos es pena del Infierno. ¿Una gran desobediencia así sale de tu corazón y te parece poco? Aún hay más: si grande afrenta hiciste con tanta osadía, que ante El, en Su cara, ante Sus Ojos pecaste aun sabiéndolo, ¿qué pensabas? ¿Y te parece poco? Hay aún peor. Hiciste estos errores aun cuando él te había hecho más beneficios, en tu edad temprana de inocencia, hasta antes de tú nacer, e incluso más tarde, cuando ya sabías, que por tu amor murió entre dolor y espasmos en una cruz. Si es enorme la ingratitud hacia un amigo querido, entonces hacia un Dios tan bueno, a un Señor tan liberal, ¿te parece poco? Cierto que no pecas con intención de ir al Infierno, así que, aunque estés pecando esperas poderte salvar, lo cual quiere decir, que crees en un Dios tan bueno, que después de haberte dejado revolcarte a expensas de sus advertencias, debería correr detrás de ti para ofrecerte el perdón, con el perdón la gracia y con la gracia sus dulces abrazos en el Paraíso. ¿Pero si crees en un Dios tan bueno y lo ultrajas de tantas y tantas maneras te parece poco error? Si tanta impiedad no te hace llorar, ¿qué mal te hará llorar? Por lo tanto, si tu corazón no tiene lágrimas para llorar un error, el más grande que podría haber en el mundo, recurre a vuestra Santa Abogada, Santa Catalina, a fin de que te obtenga el arrepentimiento necesario a tus pecados y excesos tan detestables. Arrepentimiento que te dure hasta el fin de tu vida.

 

ORACIÓN

Mi seráfica y potentísima Madre, Santa Catalina, muévete a piedad este corazón petrificado, por esos pecados que justo después de la muerte me llevarán ante el Tribunal de Dios, aunque ahora poco, pero al punto me causan dolor. El propósito tan grande de renunciar a todas las pretensiones que la gracia me daba para el Paraíso, para disfrutar de un sórdido deleite, poco o nada me duele. La mayor injuria en dejar de amar a Dios sumo bien, y sumamente amable, para amarme, que no soy amable, a sabiendas que al morir habrá gusanos que solo esperan para devorarme, poco o nada me duele. Ah mi dulcísima Madre, si la sola conversión de los pecadores te hizo amable la tierra, ayúdame a romper la dureza de este corazón tan insensible a tanta miseria. Provoca en mí, al menos, tanto dolor de mi grave iniquidad, igual al que tú sentiste por unas pocas cintas que adornaban tu cabeza.

 

Después de comulgar y haber recibido a Jesús, dile con gran dolor: he aquí, qué Bondad he visto, un Dios tan bueno conmigo que después de yo haber renunciado a su amistad, sin tomarle en cuenta, tanto me ama, que me alimenta con su carne y me hace vivir de su vida.

Después de haber manifestado tales sentimientos a Jesús, dirás cinco Padrenuestro, y cinco Avemarías en honor de sus Santísimas Llagas, especialmente de aquella de Pie izquierdo, abierta para retirarnos del camino de la iniquidad, que nos conduce a la parte siniestra del Divino Tribunal, aquella reservada a los réprobos, agradeciéndole el haber favorecido a nuestra Santa con la impresión de sus Santos Estigmas, comprometiéndolo a grabarlos en tu corazón para que se mantengan vivos en tu memoria.

Por último, ruega a la Santa, que haga que, así como es verdad que has obedecido a Dios, así siempre sea cierto que cada día ofrecerás frecuentes actos de contrición por tu arrepentimiento; y terminarás con el siguiente:

 

HIMNO

Pia mater, et humilis

Nature memor fragilis,

In hujus vitae fluctibus,

Nos rege tuis precibus,

Glori tibi, Domine,

Qui natus es de Virgine.

Cum Patre, et Sancto Spiritu

In sempiterna saecula. Amen.

 

V. Ora pro nobis Beata Catharina.

R. Ut digni efficiamur promissionibus Christi.

OREMUS: Aeternitatem nobis, Domine, conferat, qua pasti sumus, mensa caelestis, quae Beatae Catharinae Virginis vitam etiam aluit temporalem. Per Christum, Dominum nostrum. Amen.


 

 

SEGUNDO MIÉRCOLES

Estaba orando Santa Catalina, cuando Jesús le presentó dos coronas: una corona de gozo, hecha de flores, y la otra hecha de espinas; entonces ella eligió la que más le gustó, para poder después alcanzar la otra por toda la eternidad. La santa con ánimo digno de su gran corazón, se aferró a la de espinas, y con mayor voluntad se la puso en su cabeza, presionándola con fuerza a sus sienes.


CONSIDERACIÓN

Para nuestra querida Madre Santa Catalina, hija dulcísima vuestra oh Jesús, no fue otro el camino hacia la gloria, que el camino de espinas y de sufrimientos; por lo tanto, es vanidad pretender salvarse lleno de comodidades y adornado de flores. No conviene, que para ti se invente un nuevo Evangelio, y que se dispensen las leyes practicadas con todos los santos, hasta con la misma Madre de Dios. No es justo, que después de tantos pecados, pretendas que te traten como a un niño inocente. Y aun cuando fuiste inocente, cuánto desdén tuviste, que, viendo Dios a su Hijo colgado en una cruz, tenía que velar por ti en tu lecho de rosas, sin tú preocuparte por ningún dolor ni desventura. Si a ti te diera la gloria del Cielo y el Paraíso Mahoma con su ley toda de carne, podrías esperarlo por medio de la comodidad y de los placeres; pero quien debe darte el Cielo es Jesucristo todo adolorido, capital enemigo de tu delicadeza, es mejor que cambies de opinión para que no te equivoques en un asunto tan importante. Pero conforta tu espíritu en aquellas penas que tanto nos afligen, considerándote ya con pie en el camino al Paraíso, para ir directamente a la Gloria. ¿Es cierto que, si bien tus impaciencias no estallan en excesos de ira, de odio, de blasfemias, etc., no es menos cierto que te alejarán del camino del Cielo, y bien debes saber que te guiarán por el camino más doloroso del Purgatorio, y esto te parece menos mal? Una mala satisfacción que aquí recibes, te aflige, y hará mucho más doloroso tu encuentro con Jesucristo que estará poco satisfecho con tu ingratitud, y te mandará por largo tiempo a las cuevas del Abismo. Si ahora tú te retrasas con esto, qué grandemente lo lamentarás: te traerá pena, y cuanto más grande, intentarás con retraso de años y años entrar al Cielo para disfrutar de Dios. Créeme que no tienen nada que ver los ardores de la fiebre, con los de un fuego muy ardiente que quemará tu alma. Cuánto te lamentas ahora por tus sufrimientos, pero ¡cuánto peor será fruncir el ceño entre las llamas abrasadoras! ¿Es cierto que la repugnancia al sufrimiento proviene de la carne, que ansía sus comodidades y no tiene temor del Purgatorio, mientras el cuerpo no debe ir allí, pero que Dios te perdone, acaso el alma no es tuya? ¿No es la parte mejor que tienes? ¿Y las penas del alma no son comparablemente más dolorosas que aquellas del cuerpo? Poca caridad en verdad, desear, que se queme el Alma, que siempre vive, para que no sufra la carne, que pronto muere. Así, ten piedad de ti mismo y recurre a Santa Catalina, para que te obtenga coraje para sufrir, y gracia para no desear tanto mal, como lo es el quemarse.


ORACIÓN

Mi seráfica Madre, Santa Catalina, ten piedad, de mis tantas necedades. Yo me tengo un odio tan grande, que mi mayor enemigo no me tiene ventaja, mientras mi odio me conduce hacia el fuego, y mi mayor estupidez es que cuando con mi impaciencia enciendo mi fuego, que me debe quemar, más parece gustarme. Oh consígueme el verdadero bien Vos, que eres tan amorosa, el efecto del amor sea obtenerme un verdadero deseo de sufrir por la satisfacción de mis pecados. Haz que a imitación tuya, que siendo inocente te coronaste de espinas, y pobre de ti, te quejarías eternamente si te hubieses coronado de flores: como yo después de tantos y tan grandes pecados pretenderé salvarme solamente dedicado siempre al deleite? Haz, que verdaderamente yo entienda, que debería sufrir, porque así lo hizo también Jesucristo, que fue crucificado por causa mía, y porque así lo merecen mis pecados, que me han ganado el Infierno.

 

Después de comulgar y haber recibido a Jesús dile de corazón: Jesús mío, ten piedad de mí. Amo tu cruz y a la vez la aborrezco. Si tú te crucificas por mí, me parece bien y me gusta; pero si soy yo crucificado, me molesta. Sé que debo sufrir, pero lo huyo. Jesús mío, ten piedad de mí.

Después de comulgar y haber recibido a Jesús, dirás cinco Padrenuestro, y cinco Avemarías en honor de las Cinco Santísimas Llagas de Jesús, especialmente de la del Pie derecho, con la cual ha endulzado el camino del sufrimiento facilitándonosla con su ejemplo, para que nos dirijamos a gloria, agradeciéndole por haberle dado a la Santa sus Sagrados Estigmas; pídele que la imprima también en tu corazón, para que se mantenga más viva y más grata tu memoria.

Por último, ruega a la Santa que te conceda la gran misericordia de satisfacer a la Divina Justicia, con la penalidad de esta vida, y termina la Devoción como en el primer miércoles.

 

 

 


TERCER MIÉRCOLES

Fue la Santa, un día favorecida por Dios de ver un Alma con grandes pecados mortales ser retornada a la gracia de Dios mediante la Confesión, y le pareció tan bella, que embelesada en éxtasis exclamó: “Oh Sangre de mi Señor bien utilizada, Oh Pasión bien empleada del Redentor, felicísima apertura del Costado de Jesús, de donde han manado los Sacramentos que hacen que el alma sea tan bella”. Sus sacerdotes invitan a las Almas a la Confesión para que logren tanta belleza. Así también lo hace Catalina.


CONSIDERACIÓN

Ahora, ¿cómo está tu alma después de la Confesión que has hecho? ¿Está tan bella que, al observarla, pueda sorprenderse Catalina por ella? ¿Será el adorno de la gracia, que adquiriste en la confesión, alguna vez tan grande que mereciera ser comprado con toda la Sangre del Redentor? Aunque, al comprar almas, Jesús las tomó para sí mismo, es decir, como un gran y liberal señor, pero no como un hijo pródigo ni como un derrochador; Si, por lo tanto, para restaurar la gracia en ti, él empleó bien su Sangre, y utilizó todo, tu Alma, que está adornada con ella, a tan alto precio, cuán noble será, cuán hermosa será, ¿cuán preciosa será? Este ornamento se llama convenientemente la Gracia de Dios, no solo porque es un regalo gratuito, que excede todos nuestros méritos, sino porque hace que el Alma sea bella, vaga y graciosa a los ojos Divinos. Entonces piensa cuán grande será esa belleza, de la cual se satisfacen los mismos ojos de Dios. Los ojos de un etíope acostumbrado a mirar caras deformadas son tan brillantes para esos brutos que no saben cómo gustar lo que es realmente hermoso. Pero las pupilas Divinas acostumbradas a anhelar la inmensa belleza, que en Dios se adora, no pueden aceptar sino aquello que es realmente hermoso. Si entonces se detienen a admirar vuestra alma, la aprueban tanto por la belleza, que se complacen en ello, sería necesario confesar que la belleza, que le ha dado la gracia, es muy superior. ¿Qué gracias le debes a Dios y cuánta preocupación debes tener para conservarla? El Alma vista por Catalina acababa de salir de la fealdad de los grandes pecados, y si su belleza la arrebató tanto, que habría hecho, si hubiera visto su propia alma, siempre inocente, cada día más santa y tan santa, ¿que incluso en esta vida mortal vivía con el corazón del mismo Jesús? Pero tú, ¿por qué no aspiras a esta mayor belleza? La belleza, que da gracia, consiste en una similitud con Dios, cuyas bellezas son infinitas, para hacerte más y más parecido a un Ejemplar tan noble, ¿siempre que puedes te preocupas por avanzar para embellecer tu Alma? El modo de hacerlo, si lo deseas, siempre ha estado al alcance de tus manos; Una tolerancia a la injusticia, un olvido de los errores recibidos, una mortificación en los ojos o en el lenguaje, una renuncia a alguna vanidad, un ahogamiento de la voluntad puede contribuir en gran medida a embellecer el Alma y hacerla más grata a Dios. Tú que pretendes ir al Cielo y estar en compañía de esos grandes príncipes de la Gloria. Pero, no te arrepientes de que, por otro lado, ansías compartir con otros, ¿con deseos de verte en esa Corte menos bella y menos grata? Por lo tanto, te suplico por la Sangre de Jesús, nuestro bien, que donde veas una oportunidad para la virtud, la aceptes, porque al final tienes que morir, y eso es lo único que te dará consuelo en ese punto, las obras que hiciste para embellecer tu Alma. Por lo tanto, pídele a la Santa, que obtenga para tí la gracia de aplicarte cada vez más a este santo interés.


ORACIÓN

Mi seráfica Madre, Santa Catalina, os mueva a piedad mi tanta miseria, que con tan poco juicio tengo bien custodiado bajo llave poco dinero, y tengo expuesta mi alma tan noble, y en los ojos, en las orejas y en la lengua a todos los ladrones, que desean robarla. Ten misericordia de mí. La belleza me complace, me preocupo más por el vestir y por la hacienda, pero ¡qué poco me preocupo de mi alma! De nuevo te pido que tengas piedad de mí. Anhelo tanto como puedo la comodidad y la belleza de este mundo, y me preocupo poco o nada de cómo puedo procurar el Paraíso. Soy un desgraciado miserable. Voy a estar en este mundo por poco tiempo, y pienso más en mi comodidad, y poco me preparo para la otra vida, donde tengo que estar por la eternidad, sin importarme. Oh madre querida, hazlo por mí, tú que eres una verdadera amante de los pecadores, ya que Jesús cambió tu corazón, haz que mi corazón cambie también, haz que me enamore de la Gracia Divina; haz que con poca gracia no me baste, que con mucha no me conforme, más que conociendo el valor de ésta, cuanto más tengo, más quiero y más consigo.

 

Después de comulgar y haber recibido a Jesús, exprésale tus palabras ejerciendo los afectos del Padre San Agustín hacia Jesús: “Oh, ¿qué tan tarde te conocí, ¿qué tan tarde te amé, oh bondad eterna, oh belleza antigua, oh por qué, mi Jesús, tanto me tardé?” ¿Son siglos infinitos que has sido amable, y amabilísimo, y tanta bondad infinitamente bella sólo hoy me place buscar? Jesús mío, perdón por tantos errores cometidos contra vuestra amabilidad con tan poca preocupación por ello, permíteme demostrar ahora la eficacia de tu Sangre, para que en el poco tiempo que me resta de vida, te ame con todo mi corazón, y nunca más me descuide de tu amor.

Saluda ahora con cinco Padrenuestro y cinco Avemarías, las cinco Llagas de Jesús, especialmente aquella de la mano izquierda, con la cual nos ha obtenido gracia para que podamos desprendernos de los bienes perecederos, para mejor apegarnos a los bienes eternos. Agradécele el favor hecho a Santa Catalina de haberle imprimido los Santos Estigmas, suplícale que también las imprima en tu corazón para que seas más agradecido y lo conserves en tu memoria.

Por último, recurre a Santa Catalina, con el himno y la oración final tal como el primer miércoles.

 

 


CUARTO MIÉRCOLES

Estando los sieneses entretenidos en la alegría del Carnaval, Santa Catalina repugnaba esta diversión; estaba parada en su celda al pie del Crucifijo, pero con ventaja tan grande, que ella ardía en deseos hacia Jesús. Y Jesús, que también anhelaba por ella, vino del cielo a su encuentro, y con los aplausos de María y de la comitiva Celestial de los Santos, le puso a Santa Catalina un anillo en el dedo declarándola su Esposa.


CONSIDERACIÓN

Y bien, ¿qué Carnaval crees que es el más feliz: el de los ciudadanos de Siena entre sus diversiones y banquetes, ¿o el de Catalina en su vida mortificada y retirada? ¿Compara entre las alegrías de un teatro, o de una fiesta, y la boda, que Catalina disfrutó al verse desposada por el dulce Hijo de María, aunque no hay proporción entre los placeres del alma, y la alegría del Cuerpo, entre los contentos, que Jesús presenta, cuando lo sostiene en su seno con caricias del Paraíso, y cuanta diversión puede dar el mundo a sus seguidores? Es cierto que el rico Epulón con mejor discernimiento pensaba que con una sola gota de dulzura, que solamente puede darla Dios, iba a poder endulzar su amargo infierno. Ahora reflexiona, ¿qué dulce miel has pisoteado hasta ahora, para entregarte a saciar tus gustos, mismos que solo disfrutan las bestias? Oh por amor de Dios, si te amas a ti mismo, procura buscar la verdad, que no puede darte el mundo, pero que solo tú puedes encontrar al acercarte a Jesús. Y Jesús, fidelísimo en sus promesas, a quien deja algo por amor suyo le promete devolverle los dones multiplicados en esta vida y eternos en la otra; Ciertamente no se irá sin consuelo verdadero y firme, quien, por su amor, a ejemplo de nuestra Santa, deja atrás las vanidades de este mundo. No hay Padre, que no haga mil caricias para recuperar a su pequeño hijo que huye de brazo en brazo de uno a otro hasta lograr tenerlo entre sus brazos; por lo tanto, ¿no crees que Jesús, el Padre más amoroso, que te ama tanto, que murió por ti en la Cruz, te iría a abandonar cuando, ¿por amor suyo huyes de los peligros de disgustarlo? Si cada Madre, a fuerza de tiernos besos, limpia las lágrimas de su Hijo, mucho más Jesús, que lo ha hecho contigo más que como Madre, alimentándote incluso de su Carne, no dejará de consolarte, cuando por deseo de amarlo te encuentres en alguna desolación. Y el buen Jesús Dios de todo consuelo, que por deseos de hacernos felices invita a todos a calmar su sed de la fuente viva de sus bienaventuranzas. “Si quis sitit veniat ad me, et bibat”, De modo que al servir a Jesús, se encuentra el consuelo en cada trabajo, mientras que su dulzura lo mantiene en la palabra de restaurar a cualquiera que en esta vida sea afligido por causa del amor suyo. “Reficiam vos”, Reflexiona, qué gran felicidad tener un Consolador seguro, tenerlo listo en cualquier momento. Por lo tanto, resuelve huir de las ataduras de aquellos que desean verte en el Infierno, y sigue navegando con Aquel que solo te quiere ver en el Cielo, y te promete un consuelo seguro cada vez con esta expresión: “Reficiam vos”, por lo tanto, recurre a Santa Catalina con la siguiente oración:


ORACIÓN

Recurro a vuestra suma caridad, piadosísima Madre Santa Catalina, no solo por vuestro ejemplo, sino que también todos los Siervos de Dios me aseguran con el Profeta David, que, sin comparación, la alegría de un día solo con Dios vale más que el de miles de años con el Mundo: “Mellior est diez una in atriis tuis super millia”, y aun así casi no confío en Dios, todavía no me entrego completamente a su amor. Asísteme, entonces, oh Madre querida, mientras mi alma se mantiene en el constante peligro de perderse, cuantas veces la he expuesto a las conversaciones y los escándalos del Mundo, siendo esto un error por sí sólo, el tenerla segura en las manos de Jesús, con temor de perderse, es un placer que no tiene igual; a esta verdadera sabiduría aspiro mediante vuestra intercesión, Oh Madre Santísima Catalina, para discernir bien, y aferrarme a la verdadera felicidad. Porque si vos al aborrecer los placeres y alegrías de este Mundo viviste incomparablemente muy feliz, más que todos los Reyes de la Tierra, yo espero que imitando vuestro ejemplo en despreciar todo lo que complace a la carne poder abrir para mí el camino hacia el verdadero gozo del espíritu. Obtenedme vos, oh dulcísima Madre, esta gracia, mientras yo, con la ayuda de la misma, resuelvo dejar la amistad con aquellos que desean desviarme hacia el Diablo por la senda del Infierno.


Después de comulgar y haber recibido a Jesús, háblale con afecto diciéndole: Jesús mío, te deseo, porque sólo Tú puedes consolarme. Si la sola presencia vuestra basta para alegrar a tantos millones de Ángeles en el Cielo, si Vos mismo sois el Paraíso de la Gloria, mas no dejas de consolarme hasta que yo esté más cerca de Vos. No permitas Señor, entonces, que me aleje de Vos, haz conmigo lo que sea tu santa voluntad, lo que Vos verdaderamente quieras, porque con Vos sólo seré feliz, fuera de Vos nada me satisface.

Dirás ahora cinco Padrenuestro y cinco Avemarías en honor de las Cinco Llagas de Jesús, especialmente aquella de la mano derecha, con la cual Él te ha preparado las verdaderas alegrías que probarás al servirlo. Agradeciéndole el favor que hizo a Santa Catalina imprimiendo en ella los Sagrados Estigmas, suplícale que también los imprima en tu espíritu para que siempre mantengas viva y grata memoria de sus Santas Llagas.

Al final saluda a la Santa con el mismo Himno y oración como hiciste el primer miércoles.



 

QUINTO MIÉRCOLES

Existía una correspondencia de amor entre Jesús y Catalina tan grande, que casi parecían estar compitiendo entre sí,  por un lado los ardientes deseos de Catalina de recibir a Jesús, y por el otro, los de Jesús por comunicarse con Catalina; tanto así, que si ella iba a la Iglesia para recibir al Divino Esposo, no esperaba éste que la Santa se acercara, si no que Él mismo la detenía, separándose de los dedos de los sacerdotes que iban a darle la Comunión y volando de las manos mismas del Celebrante, iba a caer directamente a la boca de Catalina.


CONSIDERACIÓN

Bien por ti, si al comulgar te hiciste merecedor de que Jesús viniese voluntariamente a ti, tal como lo hacía con Catalina. Mas, cuánto me temo. Lo que más tenía Catalina a su disposición para que Jesús pudiera comunicarse de tal forma con ella, era ese anhelo tan grande que no le impedía decirle al Confesor: “Padre, tengo mucha hambre”.  Pero me temo que tú no tienes esa misma hambre, y esa es tu perdición. ¡Es verdad que estás dispuesto a comulgar, y pobre del Confesor si dijese que no es cierto!, pero me temo que lo hacías sin tener hambre de Dios. El apetito que esta Santa sentía por Dios era tal, que cuando comulgaba no deseaba otra cosa que vivir completamente en Dios, en gloria de Dios, según la voluntad de Dios: Si quieres saber lo poco que tienes de este apetito, considera lo poco que te complacen los designios de Dios. Cuando Jesús está dentro de ti, si con una luz interna te dice que detestes esos pecados, o esas vestimentas malas, que te son tan familiares, que no pruebes esas cosas, que tanto te gustan, ¡oh qué tanto me exige!, dices; entonces, acepta sus justos reproches. Si lo piensas bien, con lo que debes alimentarte para no morir, es la Santa Comunión para mantenerte en gracia de Dios y no caer en pecado mortal. ¿Y esta hambre es digna de tantas comuniones? ¿Qué más puede pretender un alma descuidada que si acaso comulga una vez al año y no más? ¡Cuán grande es tu error! De un alimento que si lo deseas podría hacerte como un Serafín, solo esperas que no te deje vivir como un Demonio. ¿Qué padre es tan cruel con un tierno hijo suyo, que cuando está en la mejor etapa de su crecimiento, sólo le da la mínima cantidad de comida que sea suficiente para no morir? Esa misma crueldad usas tú contra ti mismo cuando alimentándote frecuentemente con la Comunión sólo pretendes no morir en pecado mortal, sin preocuparte por crecer en el Amor de Dios, ni en la práctica de las santas virtudes. ¡Oh por caridad!, ensancha tu corazón, aspirando a esas mayores ventajas, que puedes esperar de este Divino Alimento; Y, por lo tanto, disipa de tu espíritu todo lo que pueda evitar que avances en su Amor Santo. Es cierto que será doloroso separarte de lo que te deleita, pero este Pan Celestial te dará la fuerza para superarlo. Mira a los niños como se alimentan con avidez, y alimentándose crecen, así tú te acercas con verdadera hambre a este Alimento con que recibes el vigor para crecer, y este crecimiento te alejará de todo pecado, con la práctica de las santas virtudes y el avance hacia el Santo Amor de Dios. Que este sea tu deseo, que esta sea el hambre de tu espíritu, y para que crezca cada día más, recurre a tu Santa Abogada con la siguiente oración:


ORACIÓN

A vuestros pies, oh Seráfica Madre, se postra esta alma ingrata, que tan mal ha tratado hasta ahora a su Dios. Fui solícito, es cierto, en recibir la Comunión, pero ¡cómo he pasado por alto el alejarme de aquello que desagrada a mi Dios! He buscado el alimento del Paraíso, mientras llevo una vida mundana y terrena, he comulgado deseando una vida en común con Dios, pero le he correspondido mal, dándole muchos disgustos, y lo que es peor lo hice a propósito, sabiendo el mal que hacía. Mi dulcísima Madre, Santa Catalina, si Dios quisiera hacerme buena justicia, incluso en el momento de mi  muerte, debería darme la Comunión, pero Vos piadosísima Madre ten piedad de mí, obtenedme la gracia de comulgar bien, y si para hacerlo bien debo desear vivir según la voluntad de Dios, entonces pongo en vuestras manos el corazón, la mente y toda mi alma, y deseo, que por vuestra intercesión mi corazón cambie, se encienda,  y se inflame tanto como sea posible, para que se alimente de Dios y viva por Dios. Esto te pido, oh mi dulcísima Madre Santa Catalina, y esto espero de vuestro potentísimo Patrocinio.

 

Después de comulgar y haber recibido a Jesús, pídele perdón de corazón por las afrentas hechas a menudo al recibir Su Sacramento, y cuidar tan poco de Él, y ya que él puede hace cambiar el corazón, pídele por los méritos de Santa Catalina, que se digne cambiar tu corazón, y que cambie el hambre que hasta ahora has tenido de los placeres del mundo por un vivo deseo de complacerle a Él solamente.

Hecha la Comunión con los anteriores afectos y sentimientos, saluda con cinco Padrenuestro y cinco Avemarías las Sacratísimas Llagas de Jesús, especialmente aquella de su Santísimo Costado, en la cual como una viva llama puede siempre encendernos en el amor y anhelo de Dios, gozando el verla impresa por singular favor en el cuerpo de Santa Catalina, y agradeciendo por este don al Sumo Bien. Ruégale, que por los méritos de la Santa la imprima también en tu corazón para que se mantenga viva y continua en tu memoria.

Finalmente, saluda a la Santa con el Himno y la Oración habituales, como el primer miércoles, y ruega por la continuación de su Patrocinio, para que disfrutes del fruto de esta Devoción que has terminado.


LAUS DEO

El devoto Responsorio a la Gloriosa Virgen de Siena, que cantan los religiosos de la Orden de Santo Domingo en Santa María Sopra Minerva cada martes de la semana, después de Completas en la Capilla del Santísimo Rosario, donde se venera el cuerpo de dicha Santa.

 

AD SANCTAM CATHARINAM SENENSEM.

R E S P O N S O R I U M

Degnum mundi, et omne ornatum saeculi contempli propter amorem Domini mei Jesu Christi, quem vidi, quem amavi in quem credi, quem dilexi.


V. Pia Mater, et humilis

Naturae memor fragilis,

In hujus vitae fluctibus

Nos rege tuis precibus.

Quem vidi, quem amavi,

In quem credidi, quem dilexi.

Gloria Patri, etc.

In quem credidi, etc

 

V. Ora pro nobis Beata Catharina

R. Ut digni efficiamur promissionibus Christi.

 

OREMUS: Deus, qui Beata Catharinae Viginitatis, et patientiae speciali privilegio decoratae, malignantium Spirituum certamina vincere et in amore tui nominis inconcusse permanere tribuisti: concede quaesumus, ut ejus imitation, calcata mundi nequitia, et omnium hostium superatis infidiis ad tuam secure gloriam transeamus. Per Dominum nostrum Jesum Christum, etc.


DEVOTÍSIMA ORACIÓN A LA SERÁFICA VIRGEN SANTA CATALINA DE SIENA PARA IMPLORAR SU EFICACÍSIMO PATROCINIO PARA ADQUIRIR EL DIVINO AMOR

¡Oh purísimo Lirio que has germinado en la Ciudad virginal! Oh esposa castísima del dulcísimo Jesucristo Señor mío, que, adoctrinada por el Espíritu Santo, supiste generosamente despreciar la vanidad del Mundo, ¡cuando en la tierna edad apenas lo pudiste conocer! Oh ardentísima Serafina, que, viviendo en la tierra, ¡no amaste nada más que al Cielo! Oh Virgen purísima como aquel candidísimo Lirio en medio de estos valles nuestros coronados de espinas, por cuya modestia siempre conservada nunca pudiste ser contaminada por las sugestiones de los espíritus inmundos! Catalina Santísima, a vuestros venerables pies, a semejanza de aquellos de vuestro Celestial Esposo llagados, yo mísera criatura postrada con viva solicitud te ruego, que presentes ante vuestro dilecto Esposo esta humildísima súplica, que sea concedida a mi corazón una chispa de aquella flama amorosa, con las cuales arden los Serafines en el Cielo; donde yo, tal vez no tanto como Él se merece, al menos pueda amarlo y amándolo le sirva dignamente. Oh si por vuestra intercesión Serafina del Cielo, se derritiera en mi pecho este corazón de carne, de hielo, de piedra, y en su lugar colocara Jesús Cristo uno nuevo lleno de espíritu, de fuego, ¡de ternura! A vos fue concedida esta gracia y por vuestra intercesión la pido para mí. Consigue esta gracia para mí porque tú puedes, oh piadosísima Santa Catalina, y alcánzame una dulcísima saeta del Divino Amor, que hiera mi alma de suerte tal que yo todo enamorado de Jesús lo ame con todo mi espíritu, lo contemple con toda mi mente, lo sirve con todas mis potencias, lo siga con todas mis fuerzas y sentimientos; y que no sepa yo hablar de otra cosa que no sea de Jesús, que no sepa yo pensar en nadie más que no sea Jesús, que no pueda yo obrar nada sino por Jesús. Si obtengo esto por la súplica y méritos vuestros, oh mi Seráfica Abogada, te prometo reconocerte siempre por mi Benefactora, y llamarte mi Consoladora. Hazlo, oh Beatísima Catalina por la Sangre de Jesús, que siempre tuviste presente en tu mente. Por aquella Sangre inestimable obtenedme que yo goce del singular efecto de esta eficacísima Sangre, que es amar a Jesús Crucificado con todo mi corazón. Entonces, en premio de este amor por vuestra intercesión adquirido en esta tierra, pueda en vuestra compañía seguir y amarlo eternamente en el Cielo. Amén.


OTRA ORACIÓN A SANTA CATALINA DE SIENA, PARTICULAR ABOGADA DE LOS AGONIZANTES.

Dios te salve resplandeciente gema y Abogada mía especialísima, que unida a Vuestro Esposo Jesús con ardentísimo amor, suplicabas continuamente por los pérfidos y obstinados pecadores cercanos a la muerte para obtenerles la gracia de arrepentirse; Te ruego por aquella Gloria con que os ha honrado vuestro Esposo Celestial, y por aquel amor con el cual permaneces a El unida, que me obtengas, y más aún en el momento final de mi vida, amargas lágrimas por mis pecados y la gracia especial de un verdadero arrepentimiento, para que siendo bendecido junto contigo pueda glorificar eternamente a vuestro Divino Esposo. Así sea.


ORACIÓN AL CRUCIFICADO POR LAS ANIMAS DEL PURGATORIO

Por las entrañas de tu misericordia, y por los méritos de Catalina vuestra Esposa, mi Señor Crucificado, te ruego que extiendas una gota de tu preciosísima Sangre sobre el ardiente horno del Purgatorio, para que se extingan o mitiguen las penas que atormentan a las almas. Vos que sois la Piedad misma, moveos a compasión al verlos entre tantas llamas y atrozmente atormentados. Por los méritos de Catalina finalicen esos tormentos y comiencen a disfrutar de la eterna Gloria. Que las lágrimas derramadas por Catalina apaguen sus llamas y que su ferviente oración rompa sus cadenas; la entrega de los sufrimientos de Santa Catalina abra las puertas de sus prisiones; que sus cinco estigmas con su singular prerrogativa sirvan de consuelo a sus penas; que todas las devociones hechas en honor de esta Santa Virgen les sirvan de sufragio en virtud de tu preciosísima Sangre presentada a Dios, y por Dios sea enviada a ellos la liberación. Consolaos ánimas justas, porque si ahora estais penando, llegará el tiempo en que el piadoso Señor por medio de su Esposa secará con sus propias manos vuestras lágrimas. Nosotros nos acordamos de vosotras para sufragarlas, vosotras acordaos de nosotros para ayudarnos, para que podamos junto con vosotras llegar al anhelado puerto de la Eterna Bienaventuranza. Amén.


Su Santidad, nuestro señor el Papa Pio VI, felizmente reinante, con piadosa caridad en el intento de acrecentar la religión de los fieles, y de procurar la salvación de las almas, con su Breve emanado el día 10 de Enero de 1778, concede Indulgencia Plenaria, y remisión de todos los pecados a todos los fieles, que verdaderamente arrepentidos, habiéndose confesado y comulgado devotamente visitasen en uno  de los cinco miércoles inmediatamente antecedente al primer día de Abril, de ser preferible en una de las Iglesias ya sea de las religiosas o de los monjes de la Orden Domínica, y allí rogarán por la concordia entre Príncipes cristianos, la extirpación de las herejías, y la exaltación de la Santa Madre Iglesia; para cada uno de los Miércoles de esta devoción concede una indulgencia de siete años, y otras tantas cuarentenas a todos aquellos fieles que lleven a cabo esta devoción;  tal como aparece en este mismo Breve, el cual se conserva en el Archivo de los Padres de Santa María Sopra Minerva.

Colaboración de Carlos Villaman

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