DEVOTA CORONA EN HONOR DE SANTA FILOMENA
VIRGEN Y MÁRTIR
Tomada
del libro “Coroncina in onore di Santa Filomena, Vergine e Martire”, Dispuesta
por Fray Giuseepe da Lione, Nápoles, Italia, año 1837
L/: Dios mío ven en mi ayuda
R/: Señor apresúrate a
socorrerme.
L/: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu
Santo
R/: Como era en un
principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.
I.
Virgen
beatísima, Santa Filomena, asistida, y
defendida desde tus años más tiernos por el brazo omnipotente de aquél Dios que
sólo se complace de habitar entre los castos lirios de las almas enamoradas de
su Santo Amor: Vos, que elevasteis vuestros afectos sobre todo el mundo para
exaltarlos hacia el cielo, hacia donde vuestra alma suspiraba; Vos, que
generosamente rechazasteis la flecha venenosa que el mundo armado de la triple
concupiscencia arrojó contra vuestro inocente corazón; Vos, que renunciasteis
con la más heroica constancia a la propuesta de matrimonio más halagadora que
os ofreció uno de los emperadores idólatras más poderosos, por mantener la
castidad de vuestro corazón jurada al Esposo Celestial; Vos, que enseñasteis a
todo el mundo católico, cómo en la plena flor de la edad se puede imitar en un
cuerpo frágil la vida elevadísima de aquellos espíritus benditos, que hoy os
acompañan en el cielo; Vos, que cerrasteis santamente todos vuestros sentidos
del cuerpo a los himnos infames, a las pinturas indecentes, a las fiestas
brutales, a los impuros misterios, que se celebraban en público en los templos
de la Roma idólatra, y de los cuales estaban exentas la inocencia y la
vergüenza; Oh! No dejéis de postraros ante el trono de vuestro amantísimo
Esposo a rogar por nosotros miserables, que vivimos en medio de los más impíos
enemigos, que son la pasión y la sensualidad, en los cuales vemos una ley muy
contraria a los deseos del alma; y obtenednos con vuestra potente intercesión
la gracia victoriosa de no sucumbir en un juicio tan fatal. ¡Ah!, si te vuelves
al cielo, y mostrando los méritos de tu pureza, imploras al Dios de la pureza
aquél alto don de gracia, con el cual el apóstol pudo vencer las tentaciones
violentas del ángel oscuro, nosotros estaríamos seguros de mantener nuestro
corazón inmaculado contra el desafío insolente de esas pasiones malvadas, que
se encienden por la corrupción en los ejemplos y por la tiranía de los
escándalos que nos arrastran a las desgracias más temidas. Que si a veces la
prepotencia de las ocasiones perversas, que se encuentran a cada paso para
aquellos que viven en este exilio más doloroso, nos hizo caer en un afecto
oscuro y lúbrico; oh Santa Filomena!, tú ven y ábrenos el camino para
aprovechar esos medios oportunos que la gracia de Dios nos ofrece para
liberarnos de las manos del ángel maldito Satanás, que con un río de
tentaciones no deja de inducirnos a correr por un camino donde a cada paso se
encuentran tropiezos continuos y donde, sin vuestra protección y sin la gracia
de Dios, no se pueden poner los pies seguros y francos. Obtenednos, Virgen
bendita Santa Filomena, esta gracia, que con lágrimas en los ojos, y con
suspiros en el pecho te pedimos por aquella grandeza con que fuiste ensalzada
en glorioso desposorio, que desde la tierna edad de diez años contrajiste con
vuestro Esposo Celestial. Un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Un
Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.
CORO
Riqueza y fasto real
Despreciaste oh Santa Virgen,
Ni el más airado tirano
Te pudo doblegar;
Fue sólo el Dios amable
Tu hermosa heredad.
PUEBLO
De la maligna insidia
Sálvanos por piedad.
CORO
En la mansión etérea
Donde habita el Sumo Bien
Allá debemos recurrir
Cada uno ante sus pies:
Porque sólo el Dios amable
Es nuestra heredad
PUEBLO
De la maligna insidia
Sálvanos por piedad.
II
Afortunadísima
esposa del Santo Rey del Cielo, Santa Filomena, que con tu corazón seguro y con
intrépido valor para no traicionar la fe jurada a Dios, despreciaste la
grandeza del trono, y la delicia de una fortuna sonriente: Vos, que os
conformaste con sufrir por amor suyo los horrores de un encierro aflictivo y
terrible, en donde por cuarenta días no recibiste alimento nada más que migajas
de pan negro enmohecido y sorbos de agua podrida y fangosa; Vos, que vencedora
de cuánto puede hacer temblar la naturaleza, y debilitar al más firme valor,
confundiste con vuestra constancia a aquel vil perseguidor, que neciamente
alardeaba de fuerza para hacerte doblegar tu frente ante su voluntad y ante sus
caprichos; Vos, que con vuestro ejemplo luminoso diste a conocer al mundo
entero cómo se desprecia a aquellos bárbaros con una cara plácida y serena,
quienes después de haber dado muerte a tu cuerpo, ya no sabían cómo alardear de
su poderío; Vos, que nunca te aterraste ante el anuncio fatal, que os señaló
una lucha mucho más triste y despiadada, porque te atreviste a rechazar la
propuesta de boda de un emperador idólatra; Oh Santa Filomena! Por tantos
triunfos, que generosamente revelaste sobre miles de afectos diversos que aquél
malvado impío os pretendía tentar el corazón con insidiosas promesas de
matrimonio, corona, deleites, y de su propio imperio, obtenednos la gracia de
resistir las prestigiosas tentaciones del mundo corrupto, de sus seducciones,
sus placeres, sus riquezas, y renunciar generosamente a cuanto ha de parecernos
valioso en esta vida miserable, cuando se trata de hacer un sacrificio a Dios y
de enfrentar con ánimo siempre dispuesto las amenazas, los tormentos, y hasta
la muerte, cuando el enemigo infernal nos exponga a la horrible prueba de
perder el alma y a Dios. Por lo tanto, tú castísima esposa de Jesucristo, por
aquella perfección eminente, que alcanzaste en la flor más bella de la edad y
entre las tentaciones lisonjeras del mundo, obtenednos ayuda y consíguenos
fortaleza para imitar vuestros ejemplos admirables, para que podamos triunfar
con gloria de aquellos tantos enemigos, internos y externos, que intentan
hacernos su presa. ¿Qué sería de nosotros, si con los homenajes que te rendimos
ante el altar, vos no quisieras correspondernos con la práctica de aquellas
virtudes, que a vos os merecieron tanta gloria y tanta grandeza? Por esto,
interponed ante Dios vuestro potente patrocinio, para que nosotros asistidos de
la virtud de vuestra protección no nos avergoncemos de confesar, en un siglo
depravado e indolente, la grandeza de ese Dios, que supo infundir en vuestro
corazón tanto valor como fue suficiente para triunfar de un tirano impío y
despiadado.
Un
Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.
CORO
Riqueza y fasto real
Despreciaste oh Santa Virgen,
Ni el más airado tirano
Te pudo doblegar;
Fue sólo el Dios amable
Tu hermosa heredad.
PUEBLO
De la maligna insidia
Sálvanos por piedad.
CORO
En la mansión etérea
Donde habita el Sumo Bien
Allá debemos recurrir
Cada uno ante sus pies:
Porque sólo el Dios amable
Es nuestra heredad
PUEBLO
De la maligna insidia
Sálvanos por piedad.
III.
Generosa
e invicta mártir de la religión, Santa Filomena, que afrontaste una muerte por
miles razones espantosa y horrenda, en lugar de entregarte a un afecto menos
heroico, vencedora de cuanto supo inventar la cruel barbarie, generosamente
moriste en el campo de la dura batalla: Vos, que en aquél templo adornado de
múltiples triunfos, os resististeis gloriosamente a las lisonjas de los
placeres, a los artificios de la vanidad, e incluso al amor por la vida misma,
junto con miles de coros de ángeles pasaste de esta tierra al cielo para gozar
por la eternidad de aquel Dios que te mantuvo firme ante la voz aterradora de
aquél tirano feroz, que quiso intimidarte con sus horribles palabras a tus
oídos: “O dejas de amar a Dios, o inclina inmediatamente tu cabeza bajo esta
hacha que espera caer sobre ti”. ¡Oh Santa Filomena!, por aquella gloria
inmortal que disfrutas tras salir invicta y esplendorosa de tantos martirios,
segura de vuestra victoria y de la bendita unión vuestra con el Celestial
Esposo, obtenednos de Él aquella gracia de imitar los ejemplos de vuestra
virtud, vuestra pureza, vuestra fe, vuestra invicta constancia contra las
lisonjas tentadoras y amenazas de este mundo. Él a la vista de las sangrientas
cicatrices de vuestro lacerado cuerpo, y por los méritos de vuestro atroz y
prolongado martirio, no se negará de infundir en nuestros frágiles pechos y en
nuestras almas una chispa de aquel incendio que sabe despertar valor y firmeza
incluso en los corazones más tímidos y cobardes. Seremos así por la eternidad
trofeos gloriosos de aquella gracia vencedora, que no sabe conocer como
obstáculo la debilidad del hombre. Bajo vuestro patrocinio aquí en la tierra,
símbolo perpetuo del patrocinio celestial, nosotros te declararemos por cuán
vasta es la tierra, como la auxiliadora de los afligidos, como la protectora de
los cristianos, como un escudo fuerte que nos defiende de los castigos de Dios.
El no negará cosa alguna a vuestra oración, cuantas veces nosotros recurramos a
vuestra intercesión para obtener gracia con qué resistir los halagos y lisonjas
que intentan arrebatarnos de Su lado. Vos comprendéis bien el gemido de
vuestros devotos, ¡Oh Santa Filomena!, vos los escuchas, que no cesamos de
pedirte por vuestros méritos un respiro a nuestras penas, confortación a
nuestros afanes, ayuda para resistir, luz para conocer, fuerzas para combatir y
gracia para conseguir la gloria del Cielo. Si vos cerrasteis los ojos a un
sueño de muerte tranquilo y sereno para no ver la cara sombría de vuestro
perseguidor; si vos cerrasteis la boca para no responder más a los halagos
engañosos de quienes intentaron hacerte perder el alma y a Dios; si finalmente
inclinaste tu cuello de marfil bajo el filo del hacha cortante para no
inclinarlo al férreo yugo del mundo; ahora que estás en el Cielo, eleva a Dios
tus piadosas pupilas, abre tu boca en nuestra intercesión, levanta tus santas
manos que fueron una vez lastimadas y oprimidas por el bárbaro hierro, y
obtened para nosotros la victoria aquí en la tierra donde estamos siempre expuestos
a las pruebas cotidianas, así como también la dicha eterna en el cielo.
Un
Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.
CORO
Riqueza y fasto real
Despreciaste oh Santa Virgen,
Ni el más airado tirano
Te pudo doblegar;
Fue sólo el Dios amable
Tu hermosa heredad.
PUEBLO
De la maligna insidia
Sálvanos por piedad.
CORO
En la mansión etérea
Donde habita el Sumo Bien
Allá debemos recurrir
Cada uno ante sus pies:
Porque sólo el Dios amable
Es nuestra heredad
PUEBLO
De la maligna insidia
Sálvanos por piedad.
ORACIÓN A LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Santísimo
Dios, Trino en personas, pero Uno en esencia, que reinas sobre la tierra y en
el Cielo, y que a veces te vales de los instrumentos más débiles para llevar a
cabo tus designios, que determinado en los secretos de Tu sabiduría nos admiras
con sorpresa por los tratos estupendos de Tu omnipotencia, por la cual le diste
tanto valor y tanta virtud a una tierna doncella, la cual después de quince
siglos de profundo olvido, adoramos hoy sobre los altares. Te alabamos, te
bendecimos, te glorificamos y te damos gracias por habernos manifestado en ella
Tu gloria para que todos podamos aprender de ella cómo debe despreciarse al
mundo en su adulación, a rechazar los dardos venenosos del fulminador de los abismos,
y a destruir la triple concupiscencia, que es el arma más segura de sus
victorias. Oh Señor!, bendícenos por los ruegos fervientes de Santa Filomena,
vuestra humilde sierva, por la eficacia de su patrocinio, y por los méritos de
su santidad, dispénsanos aquellas gracias, que nos son necesarias para
permanecer lejos del camino de la falsedad que nos conduce hacia la perdición,
y para seguir el camino que nos conduce al reino de la gloria, como
continuamente el santo rey profeta imploraba diciendo “Tu camino muéstrame, oh
Señor, y tu estrecho sendero enséñame”.
Así después de haber pasado nuestros días imitando aquí en la tierra las
heroicas virtudes de Santa Filomena, a quien adoramos, llevando siempre
impresas en nuestros corazones las lecciones que ella nos dejó muriendo bajo el
bárbaro hierro del verdugo, amándote con infinita bondad con todo el corazón,
con toda el alma, con todas las fuerzas, con la chispa de aquel incendio que
vos pusiste en su corazón, y así podamos por
medio de ella y de sus fervientes oraciones hacernos dignos de ganar el
gozo de la permanente gloria del cielo. Entonces, absortos en las delicias del
gozo eterno, nos fundiremos en un himno festivo de aplausos para ella, quien
con su gloriosa muerte nos dejó ejemplos admirables, para aprender a no
dejarnos llevar de la vanidad de este mundo y sus falsos halagos, cuando se
trata de mantenerse fiel a la santidad del nombre cristiano; y un himno de
agradecimiento a Vos Señor, que nos has concedido su patrocinio aquí en la
tierra, para conducirnos un día a gozar el fruto precioso de su intercesión, de
sus ejemplos, de nuestra imitación de sus virtudes, y de la gloria vuestra.
Tres
Gloria Patri.
Honor por siempre y gloria
Tribute todo mortal
A la augusta Trinidad
Solo a sí misma igual
Admítenos Trinidad
Por los méritos de Filomena
Poder gozar un día
De la inmortal alegría.
ANTIPHONA:
Veni sponsa Christi, accipe coronam, quam tibi Dominus praeparavit in aeternam.
L/: Ora pro nobis Sancta Philumena.
R/: Ut digni efficiamur
promissionibus Christi.
OREMUS:
Indulgentiam nobis, quaesumus Domine, Beata Philumena Virgo, et Martyr
imploret; queae tibi grata semper extitit, et merito castitatis, et tuae
professione virtutis. Per Christum Dominum nostrum. Amen.
HIMNO A LA CASTÍSIMA VIRGEN Y MÁRTIR SANTA FILOMENA
En vano el sólido Imperio
Con fúlgido esplendor
Pretendía lisonjear
Filomena tu corazón
A la grandeza falsa
Renunciaste constante,
Y únicamente viviste
Para El Sumo Bien amante.
El mundo triste y falaz
Contaminado y vil
Supiste rechazar
Con valor varonil
En tu edad más tierna
Supiste con alma fuerte
Intrépida sufrir,
Cárcel, martirio y muerte
Presa en prisión horrible
Languideciste Esposa
De Dios, con tu fe firme
Y la esperanza ardiente.
Varas y estribos de hierro
Cadenas duras y penosas
No le dieron temor alguno
A tu alma valerosa.
Saetas bárbaras de acero
En tu sangre se bañaron
Pero vano fue su intento
Pues tus virtudes aumentaron
Si caíste como víctima
Al duro suelo tirada,
Caíste, pero
hasta el cielo
Se elevó tu alma santa.
Quisiste participar
Así del dolor atroz
Que en el leño de la Cruz
Sufrió nuestro Redentor.
En aquél dichoso Imperio
Sede de toda la gloria
Lejos de todo tormento
Gozas de inmortal memoria.
En aquél excelso reino
Entre la celeste hueste
Nunca más se cambiará
Vuestra bendecida suerte.
Desde allí senos benigna
Vuelve a nosotros tu vista
Y envíanos desde luego
Destellos del santo fuego.
Los viles sórdidos afectos
De nosotros alejad
Y nuestra alma haz de alumbrar
Con rayos de santidad.
Ahora tú en el Empíreo
Donde reinas bendecida
Protégenos desde el cielo
Y haz más digna nuestra vida.
Nuestro voto más ferviente
Te gemimos con dolor
Que allá arriba lo presentes
Ante el Trono del Señor.
Ven y haz, oh Santa Virgen
Que llenos de tu mismo celo
Podamos nosotros también
Lograr el camino al cielo.
Y así con este homenaje
De tributo en tu honor
Llevaremos tu martirio
Grabado en el corazón.
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