jueves, 25 de junio de 2020

CORONILLA A SANTA FILOMENA VIRGEN Y MÁRTIR


DEVOTA CORONA EN HONOR DE SANTA FILOMENA VIRGEN Y MÁRTIR

 

Tomada del libro “Coroncina in onore di Santa Filomena, Vergine e Martire”, Dispuesta por Fray Giuseepe da Lione, Nápoles, Italia, año 1837

 

L/: Dios mío ven en mi ayuda

R/: Señor apresúrate a socorrerme.

 

L/: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo

R/: Como era en un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

 

I.

Virgen beatísima, Santa Filomena,  asistida, y defendida desde tus años más tiernos por el brazo omnipotente de aquél Dios que sólo se complace de habitar entre los castos lirios de las almas enamoradas de su Santo Amor: Vos, que elevasteis vuestros afectos sobre todo el mundo para exaltarlos hacia el cielo, hacia donde vuestra alma suspiraba; Vos, que generosamente rechazasteis la flecha venenosa que el mundo armado de la triple concupiscencia arrojó contra vuestro inocente corazón; Vos, que renunciasteis con la más heroica constancia a la propuesta de matrimonio más halagadora que os ofreció uno de los emperadores idólatras más poderosos, por mantener la castidad de vuestro corazón jurada al Esposo Celestial; Vos, que enseñasteis a todo el mundo católico, cómo en la plena flor de la edad se puede imitar en un cuerpo frágil la vida elevadísima de aquellos espíritus benditos, que hoy os acompañan en el cielo; Vos, que cerrasteis santamente todos vuestros sentidos del cuerpo a los himnos infames, a las pinturas indecentes, a las fiestas brutales, a los impuros misterios, que se celebraban en público en los templos de la Roma idólatra, y de los cuales estaban exentas la inocencia y la vergüenza; Oh! No dejéis de postraros ante el trono de vuestro amantísimo Esposo a rogar por nosotros miserables, que vivimos en medio de los más impíos enemigos, que son la pasión y la sensualidad, en los cuales vemos una ley muy contraria a los deseos del alma; y obtenednos con vuestra potente intercesión la gracia victoriosa de no sucumbir en un juicio tan fatal. ¡Ah!, si te vuelves al cielo, y mostrando los méritos de tu pureza, imploras al Dios de la pureza aquél alto don de gracia, con el cual el apóstol pudo vencer las tentaciones violentas del ángel oscuro, nosotros estaríamos seguros de mantener nuestro corazón inmaculado contra el desafío insolente de esas pasiones malvadas, que se encienden por la corrupción en los ejemplos y por la tiranía de los escándalos que nos arrastran a las desgracias más temidas. Que si a veces la prepotencia de las ocasiones perversas, que se encuentran a cada paso para aquellos que viven en este exilio más doloroso, nos hizo caer en un afecto oscuro y lúbrico; oh Santa Filomena!, tú ven y ábrenos el camino para aprovechar esos medios oportunos que la gracia de Dios nos ofrece para liberarnos de las manos del ángel maldito Satanás, que con un río de tentaciones no deja de inducirnos a correr por un camino donde a cada paso se encuentran tropiezos continuos y donde, sin vuestra protección y sin la gracia de Dios, no se pueden poner los pies seguros y francos. Obtenednos, Virgen bendita Santa Filomena, esta gracia, que con lágrimas en los ojos, y con suspiros en el pecho te pedimos por aquella grandeza con que fuiste ensalzada en glorioso desposorio, que desde la tierna edad de diez años contrajiste con vuestro Esposo Celestial. Un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.

Un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.

 

CORO

Riqueza y fasto real

Despreciaste oh Santa Virgen,

Ni el más airado tirano

Te pudo doblegar;

Fue sólo el Dios amable

Tu hermosa heredad.

 

PUEBLO

De la maligna insidia

Sálvanos por piedad.

 

CORO

En la mansión etérea

Donde habita el Sumo Bien

Allá debemos recurrir

Cada uno ante sus pies:

Porque sólo el Dios amable

Es nuestra heredad

 

PUEBLO

De la maligna insidia

Sálvanos por piedad.

 

II

Afortunadísima esposa del Santo Rey del Cielo, Santa Filomena, que con tu corazón seguro y con intrépido valor para no traicionar la fe jurada a Dios, despreciaste la grandeza del trono, y la delicia de una fortuna sonriente: Vos, que os conformaste con sufrir por amor suyo los horrores de un encierro aflictivo y terrible, en donde por cuarenta días no recibiste alimento nada más que migajas de pan negro enmohecido y sorbos de agua podrida y fangosa; Vos, que vencedora de cuánto puede hacer temblar la naturaleza, y debilitar al más firme valor, confundiste con vuestra constancia a aquel vil perseguidor, que neciamente alardeaba de fuerza para hacerte doblegar tu frente ante su voluntad y ante sus caprichos; Vos, que con vuestro ejemplo luminoso diste a conocer al mundo entero cómo se desprecia a aquellos bárbaros con una cara plácida y serena, quienes después de haber dado muerte a tu cuerpo, ya no sabían cómo alardear de su poderío; Vos, que nunca te aterraste ante el anuncio fatal, que os señaló una lucha mucho más triste y despiadada, porque te atreviste a rechazar la propuesta de boda de un emperador idólatra; Oh Santa Filomena! Por tantos triunfos, que generosamente revelaste sobre miles de afectos diversos que aquél malvado impío os pretendía tentar el corazón con insidiosas promesas de matrimonio, corona, deleites, y de su propio imperio, obtenednos la gracia de resistir las prestigiosas tentaciones del mundo corrupto, de sus seducciones, sus placeres, sus riquezas, y renunciar generosamente a cuanto ha de parecernos valioso en esta vida miserable, cuando se trata de hacer un sacrificio a Dios y de enfrentar con ánimo siempre dispuesto las amenazas, los tormentos, y hasta la muerte, cuando el enemigo infernal nos exponga a la horrible prueba de perder el alma y a Dios. Por lo tanto, tú castísima esposa de Jesucristo, por aquella perfección eminente, que alcanzaste en la flor más bella de la edad y entre las tentaciones lisonjeras del mundo, obtenednos ayuda y consíguenos fortaleza para imitar vuestros ejemplos admirables, para que podamos triunfar con gloria de aquellos tantos enemigos, internos y externos, que intentan hacernos su presa. ¿Qué sería de nosotros, si con los homenajes que te rendimos ante el altar, vos no quisieras correspondernos con la práctica de aquellas virtudes, que a vos os merecieron tanta gloria y tanta grandeza? Por esto, interponed ante Dios vuestro potente patrocinio, para que nosotros asistidos de la virtud de vuestra protección no nos avergoncemos de confesar, en un siglo depravado e indolente, la grandeza de ese Dios, que supo infundir en vuestro corazón tanto valor como fue suficiente para triunfar de un tirano impío y despiadado.

Un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.

 

CORO

Riqueza y fasto real

Despreciaste oh Santa Virgen,

Ni el más airado tirano

Te pudo doblegar;

Fue sólo el Dios amable

Tu hermosa heredad.

 

PUEBLO

De la maligna insidia

Sálvanos por piedad.

 

CORO

En la mansión etérea

Donde habita el Sumo Bien

Allá debemos recurrir

Cada uno ante sus pies:

Porque sólo el Dios amable

Es nuestra heredad

 

PUEBLO

De la maligna insidia

Sálvanos por piedad.


III.

Generosa e invicta mártir de la religión, Santa Filomena, que afrontaste una muerte por miles razones espantosa y horrenda, en lugar de entregarte a un afecto menos heroico, vencedora de cuanto supo inventar la cruel barbarie, generosamente moriste en el campo de la dura batalla: Vos, que en aquél templo adornado de múltiples triunfos, os resististeis gloriosamente a las lisonjas de los placeres, a los artificios de la vanidad, e incluso al amor por la vida misma, junto con miles de coros de ángeles pasaste de esta tierra al cielo para gozar por la eternidad de aquel Dios que te mantuvo firme ante la voz aterradora de aquél tirano feroz, que quiso intimidarte con sus horribles palabras a tus oídos: “O dejas de amar a Dios, o inclina inmediatamente tu cabeza bajo esta hacha que espera caer sobre ti”. ¡Oh Santa Filomena!, por aquella gloria inmortal que disfrutas tras salir invicta y esplendorosa de tantos martirios, segura de vuestra victoria y de la bendita unión vuestra con el Celestial Esposo, obtenednos de Él aquella gracia de imitar los ejemplos de vuestra virtud, vuestra pureza, vuestra fe, vuestra invicta constancia contra las lisonjas tentadoras y amenazas de este mundo. Él a la vista de las sangrientas cicatrices de vuestro lacerado cuerpo, y por los méritos de vuestro atroz y prolongado martirio, no se negará de infundir en nuestros frágiles pechos y en nuestras almas una chispa de aquel incendio que sabe despertar valor y firmeza incluso en los corazones más tímidos y cobardes. Seremos así por la eternidad trofeos gloriosos de aquella gracia vencedora, que no sabe conocer como obstáculo la debilidad del hombre. Bajo vuestro patrocinio aquí en la tierra, símbolo perpetuo del patrocinio celestial, nosotros te declararemos por cuán vasta es la tierra, como la auxiliadora de los afligidos, como la protectora de los cristianos, como un escudo fuerte que nos defiende de los castigos de Dios. El no negará cosa alguna a vuestra oración, cuantas veces nosotros recurramos a vuestra intercesión para obtener gracia con qué resistir los halagos y lisonjas que intentan arrebatarnos de Su lado. Vos comprendéis bien el gemido de vuestros devotos, ¡Oh Santa Filomena!, vos los escuchas, que no cesamos de pedirte por vuestros méritos un respiro a nuestras penas, confortación a nuestros afanes, ayuda para resistir, luz para conocer, fuerzas para combatir y gracia para conseguir la gloria del Cielo. Si vos cerrasteis los ojos a un sueño de muerte tranquilo y sereno para no ver la cara sombría de vuestro perseguidor; si vos cerrasteis la boca para no responder más a los halagos engañosos de quienes intentaron hacerte perder el alma y a Dios; si finalmente inclinaste tu cuello de marfil bajo el filo del hacha cortante para no inclinarlo al férreo yugo del mundo; ahora que estás en el Cielo, eleva a Dios tus piadosas pupilas, abre tu boca en nuestra intercesión, levanta tus santas manos que fueron una vez lastimadas y oprimidas por el bárbaro hierro, y obtened para nosotros la victoria aquí en la tierra donde estamos siempre expuestos a las pruebas cotidianas, así como también la dicha eterna en el cielo.

Un Padrenuestro, un Ave María y un Gloria.

 

CORO

Riqueza y fasto real

Despreciaste oh Santa Virgen,

Ni el más airado tirano

Te pudo doblegar;

Fue sólo el Dios amable

Tu hermosa heredad.

 

PUEBLO

De la maligna insidia

Sálvanos por piedad.

 

CORO

En la mansión etérea

Donde habita el Sumo Bien

Allá debemos recurrir

Cada uno ante sus pies:

Porque sólo el Dios amable

Es nuestra heredad

 

PUEBLO

De la maligna insidia

Sálvanos por piedad.

 

ORACIÓN A LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Santísimo Dios, Trino en personas, pero Uno en esencia, que reinas sobre la tierra y en el Cielo, y que a veces te vales de los instrumentos más débiles para llevar a cabo tus designios, que determinado en los secretos de Tu sabiduría nos admiras con sorpresa por los tratos estupendos de Tu omnipotencia, por la cual le diste tanto valor y tanta virtud a una tierna doncella, la cual después de quince siglos de profundo olvido, adoramos hoy sobre los altares. Te alabamos, te bendecimos, te glorificamos y te damos gracias por habernos manifestado en ella Tu gloria para que todos podamos aprender de ella cómo debe despreciarse al mundo en su adulación, a rechazar los dardos venenosos del fulminador de los abismos, y a destruir la triple concupiscencia, que es el arma más segura de sus victorias. Oh Señor!, bendícenos por los ruegos fervientes de Santa Filomena, vuestra humilde sierva, por la eficacia de su patrocinio, y por los méritos de su santidad, dispénsanos aquellas gracias, que nos son necesarias para permanecer lejos del camino de la falsedad que nos conduce hacia la perdición, y para seguir el camino que nos conduce al reino de la gloria, como continuamente el santo rey profeta imploraba diciendo “Tu camino muéstrame, oh Señor, y tu  estrecho sendero enséñame”. Así después de haber pasado nuestros días imitando aquí en la tierra las heroicas virtudes de Santa Filomena, a quien adoramos, llevando siempre impresas en nuestros corazones las lecciones que ella nos dejó muriendo bajo el bárbaro hierro del verdugo, amándote con infinita bondad con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, con la chispa de aquel incendio que vos pusiste en su corazón, y así podamos por  medio de ella y de sus fervientes oraciones hacernos dignos de ganar el gozo de la permanente gloria del cielo. Entonces, absortos en las delicias del gozo eterno, nos fundiremos en un himno festivo de aplausos para ella, quien con su gloriosa muerte nos dejó ejemplos admirables, para aprender a no dejarnos llevar de la vanidad de este mundo y sus falsos halagos, cuando se trata de mantenerse fiel a la santidad del nombre cristiano; y un himno de agradecimiento a Vos Señor, que nos has concedido su patrocinio aquí en la tierra, para conducirnos un día a gozar el fruto precioso de su intercesión, de sus ejemplos, de nuestra imitación de sus virtudes, y de la gloria vuestra.

Tres Gloria Patri.


Honor por siempre y gloria

Tribute todo mortal

A la augusta Trinidad

Solo a sí misma igual

 

Admítenos Trinidad

Por los méritos de Filomena

Poder gozar un día

De la inmortal alegría.

 

ANTIPHONA: Veni sponsa Christi, accipe coronam, quam tibi Dominus praeparavit in aeternam.

 

L/: Ora pro nobis Sancta Philumena.

R/: Ut digni efficiamur promissionibus Christi.

 

OREMUS: Indulgentiam nobis, quaesumus Domine, Beata Philumena Virgo, et Martyr imploret; queae tibi grata semper extitit, et merito castitatis, et tuae professione virtutis. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

 

HIMNO A LA CASTÍSIMA VIRGEN Y MÁRTIR SANTA FILOMENA

En vano el sólido Imperio

Con fúlgido esplendor

Pretendía lisonjear

Filomena tu corazón

 

A la grandeza falsa

Renunciaste constante,

Y únicamente viviste

Para El Sumo Bien amante.

 

El mundo triste y falaz

Contaminado y vil

Supiste rechazar

Con valor varonil

 

En tu edad más tierna

Supiste con alma fuerte

Intrépida sufrir,

Cárcel, martirio y muerte

 

Presa en prisión horrible

Languideciste Esposa

De Dios, con tu fe firme

Y la esperanza ardiente.

 

Varas y estribos de hierro

Cadenas duras y penosas

No le dieron temor alguno

A tu alma valerosa.

 

Saetas bárbaras de acero

En tu sangre se bañaron

Pero vano fue su intento

Pues tus virtudes aumentaron

 

Si caíste como víctima

Al duro suelo tirada,

Caíste, pero  hasta el cielo

Se elevó tu alma santa.

 

Quisiste participar

Así del dolor atroz

Que en el leño de la Cruz

Sufrió nuestro Redentor.

 

En aquél dichoso Imperio

Sede de toda la gloria

Lejos de todo tormento

Gozas de inmortal memoria.

 

En aquél excelso reino

Entre la celeste hueste

Nunca más se cambiará

Vuestra bendecida suerte.

 

Desde allí senos benigna

Vuelve a nosotros tu vista

Y envíanos desde luego

Destellos del santo fuego.

 

Los viles sórdidos afectos

De nosotros alejad

Y nuestra alma haz de alumbrar

Con rayos de santidad.

 

Ahora tú en el Empíreo

Donde reinas bendecida

Protégenos desde el cielo

Y haz más digna nuestra vida.

 

Nuestro voto más ferviente

Te gemimos con dolor

Que allá arriba lo presentes

Ante el Trono del Señor.

 

Ven y haz, oh Santa Virgen

Que llenos de tu mismo celo

Podamos nosotros también

Lograr el camino al cielo.

 

Y así con este homenaje

De tributo en tu honor

Llevaremos tu martirio

Grabado en el corazón.

 

 Colaboración de Carlos Villaman.

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