lunes, 1 de junio de 2020

DEVOCIÓN AL SEÑOR DE LA SENTENCIA



EJERCICIO DEVOTO EN DESAGRAVIO DE LA SENTENCIA DE MUERTE QUE CONTRA EL INOCENTÍSIMO JESÚS PRONUNCIÓ PONCIO PILATOS

Compuesto por una religiosa devota del Señor de la Sentencia

Habana, Cuba. 1855


ACTO DE CONTRICCIÓN

Amabilísimo Jesús misericordioso, Redentor de nuestras almas, en los amorosos brazos de tu paternal bondad, vengo a arrojarme desde las lejanas regiones donde mis extravíos me habían conducido cual otro pródigo. Llego a tu presencia lleno de dolor, confesando no soy digno de llamarme hijo tuyo, pero confiado en la ternura de tu corazón, espero ser contado en el número de tus siervos. Ten Señor, compasión del estado miserable a que me han reducido mis culpas, y escuche de esos labios divinos la sentencia del perdón. Por el amor y caridad infinita con que aceptaste la injusta sentencia de muerte que contra ti pronuncio Pilatos, merezca yo por tus méritos santísimos, que juzgándome según la muchedumbre de aquellas antiguas misericordias con que perdonaste al penitente Rey, a una Magdalena que amorosa se arrojó a tus divinos pies, y a tanta multitud de penitentes que supieron lavar sus yerros por la contrición, te dignes poner en mi tus divinos ojos, y no despreciéis mis lágrimas con que lloro arrepentido mis culpas, que ofendieron tu bondad, y consiga la favorable sentencia del perdón, para que limpio y puro por tu gracia, pueda dignamente entonar tus alabanzas en la Sión Santa de la Gloria. Amén.

 

ORACIÓN PREPARATORIA

Pacientísimo Jesús, Cordero Inocente, obediente Isaac, que escuchas la sentencia de tu sacrificio sin mover los labios para la queja, porque ese corazón todo caridad y dulzura, ardía en deseos de morir por nuestra salvación. ¿Qué Amor será semejante al vuestro? Todas las aguas de tormentos, penas y aflicciones, no eran suficientes a extinguir el fuego de este amor, y diste por esta caridad con que nos redimiste, no solo las inmensas riquezas de tus tesoros, sino también esa vida preciosísima, queriendo ser sentenciado a una infamen muerte de cruz porque yo viva. Bendita sea tu paciencia, bendito sea ese corazón, fragua del amor divino, oficina riquísima de donde salieron los tesoros de un rescate. Por este amor te suplico, ilustres mi entendimiento para contemplar tus finezas, e inflames mi voluntad, para que, derretida la dureza de mi corazón en tiernos afectos de agradecimiento, perpetuamente cante tus alabanzas en compañía de los santos. Amén.

 

ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA

Madre de piedad y del amor ¡quien será capaz de penetrar el agudo dolor que traspasó tu virginal corazón al oír que tu dulcísimo Hijo estaba sentenciado a la más afrentosa muerte! Por este dolor que como espada penétrate os hirió tan profundamente, os suplicamos nos alcancéis de tu santísimo Hijo, una favorable sentencia en el terrible juicio que nos espera en el día de la cuenta. Preséntale entonces estas preciosas lágrimas que derramaste por nuestra salud eterna, para que, intercediendo por nosotros, seamos absueltos con piedad por el amor con que tu inocente Hijo quiso ser condenado a muerte para que vivieran los pecadores. Intercede por nosotros, purísima Señora, para que, aplicándose los méritos santísimos de Jesús, por ello y tus dolores, seamos libres de las penas eternas que tenemos merecidas por nuestras culpas, alcánzanos esta gracia, Virgen dolorosísima, para que, alabando tus misericordias en la vida, te bendigamos por una eternidad en la gloria. Amén.


MEDITACIÓN

Contempla alma la paciencia

Del dulcísimo Jesús,

Al oír de muerte en Cruz,

La rigurosa sentencia.


Hazte presente, alma mía, al pretorio de Pilatos, y verás en el a tu Jesús, burlado y escarnecido. Contempla al mas amable de todos los hijos de los hombres, aquel esposo cándido y rubicundo, cuya hermosura arrastraba los afectos de las hijas de Jerusalén, y el que es adorado de los ángeles, desnudo de su sagrada piel, azotado cruelmente, vestida de una púrpura vieja por escarnio, coronado de espinas y con una caña por cetro, tan maltratado, que moviera a compasión a las piedras, sin figura de hombre aquel cuerpo tan perfecto, formado por el Espíritu Santo en las entrañas purísimas de María, desecha toda a tormentos aquella belleza candidísima en quien su pura Madre se deleitaba. Y en este estado tan miserable cuando no le faltaba más que morir al Autor de la vida, clama y vocea aquel ingrato pueblo, sea sacrificado Jesús. Contempla como intimidado el tribuno Pilatos, y poseído de un temor político, se sienta en su tribunal, y teniendo delante de si al mansísimo Cordero, maniatado, lavándose las manos para protestar no tenía parte en la muerte de aquel justo. Con estulta ignorancia pronuncia la injusta sentencia de muerte contra el Autor de la vida. Admira la humildad con que la acepta el Redentor por librarte de la sentencia de eterna condenación que tenias merecida por tus pecados. Considera los afectos tiernísimos de su corazón al verse llegado el momento para el tan deseado de consumar su sangriento sacrificio, por la salud de los hombres. Jesús admite la sentencia de muerte que le da un juez pagano, como intimada por su Eterno Padre, y mira en ella satisfecha la Divina Justicia, y pagada la deuda que sobre si había tomado por rescatar a los cautivos hijos de Adán. Aprende en este paso aquella cristiana resignación que debes tener en los trabajos con que la sabiduría de tu celestial Padre corrige tus defectos, y no te quejes de su sabia providencia con que amoroso descarga alguna vez el azote sobre ti, para que te enmiendes. Admira el silencio y mansedumbre de aquella inocente víctima, pronta a ser sacrificada por la más impía barbarie. Alza los ojos al hermoso rostro de Jesús, y verás en él, pintado el amor con que admite la sentencia más cruel que se dio jamás contra el reo más infame. Compadécete de tu Señor, y procura imitar las virtudes que te enseña este paso. Asómbrate de la ingratitud Judaica, a quien tantos beneficios había hecho, y más de la tuya, que, rindiéndote a costa de su sangre preciosa, le has pagado con innumerables ingratitudes y pecados, pídele con humildad, te perdone, preséntale tu arrepentimiento, y lleno de gratitud le dirás compasivo:


ORACIÓN

Amabilísimo Redentor de nuestras almas, Jesús inocentísimo, que, oyendo de la boca de un juez impío la inicua sentencia en que te condenaba a morir crucificado, la aceptaste humilde y ofreciste lleno de caridad por la salud de los hombres. Dígnate Señor amorosísimo, volver esos ojos llenos de bondad sobre nosotros, miserables pecadores, que imploramos tu clemencia para merecer el perdón, inclina ese benignísimo rostro hacia tus delincuentes hijos, para que logremos por esta tu ignominiosa sentencia, la misericordia de nuestra salvación. Derrama sobre nosotros, ese bálsamo precioso de tu sangre, con que seamos purificados, para comparecer dignos en tu divina presencia, a tributarte un homenaje de alabanzas en desagravio de las injurias y desprecios que padeciste, por librarnos de la eterna confusión que tan merecida teníamos por nuestras culpas. Por la humildad profundísima con que oíste el infame pregón en que se publicaba tu muerte, danos Señor, con la resignación cristiana en los trabajos, la paciencia y la humildad con que abracemos las penas que tan merecidas tenemos por nuestros pecados. Sea fructuosa esta dolorosa muerte que sufriste por nosotros, a tantas almas que ciegas corren por los caminos de la perdición, y no se pierda en nosotros el fruto de tanta sangre vertida, para que, santificados con su divina virtud, lloremos tu pasión y nuestras culpas que le causaron, observemos tu ley y santos preceptos, para que, viviendo santamente en la tierra, merezcamos gozarte eternamente en el cielo. Amén.


Contra la suma inocencia

De Jesús, Dios soberano,

Un inicuo Juez tirano,

Pronuncia mortal sentencia.

 

Pondera alma la paciencia

De tu amante Redentor,

Lleno de infinito amor,

Se ofrece a morir, y olvida

El señor su propia vida,

Porque viva el pecador.


Aquí se rezan tres Padres nuestros con Gloria Patri, en reverencia de la sentencia de muerte que contra Jesús pronunció Pilatos, pidiéndole nos libre por ella de la sentencia de eterna condenación.

 

Ilumina mis potencias

Abrid, buen Jesús mis labios,

Para que admitas benigno

De mi amor el desagravio.

 

Los dolores de María,

Inmaculada Princesa,

Suavicen la cruel fiereza

De esta sentencia impía.

 

Candidísima Paloma

Virgen llena de dolores,

Recibe Reina divina

Nuestros rendidos amores.

 

Se rezan cuatro Aves Marías y Glorias, de la siguiente forma:

 

Saludo tu corazón

Madre triste y afligida,

Al ver condenado a muerte

Al mismo que os dio la vida.

Ave María y Gloria.

 

Bendita seáis Reina hermosa

En tan agudo dolor,

Al ver que tu vida muere

Por salvar al pecador.

Ave María y Gloria.

 

Te saludo reverente

En tus penas y dolores

Al ver que a tu Hijo condenaron

De mis culpas, los errores.

Ave María y Gloria.

 

Te saludo Madre mía,

En tus penas y tristezas

Pues mis culpas condenaron

Al que es suma belleza.

Ave María y Gloria.

 

Te saludo tierna Madre,

Virgen Pura, Mujer fuerte,

Al ver que tu Hijo precioso

Sufre la más dura muerte.

Ave María y Gloria.

 

ORACIÓN

Purísima emperatriz de los cielos, que traspasada de dolor al oír la cruel sentencia que condenaba a morir al inocente Hijo de tus entrañas, fue tu maternal corazón cubierto de la mas terrible amargura, nosotros os suplicamos, por este dolor que os traspasó el corazón, vuelvas tus ojos misericordiosos sobre nosotros tus desterrados hijos, y nos alcances de Jesús una tierna compasión de sus tormentos, y un fino agradecimiento a tanto como quiso padecer por nosotros. Preséntale, Virgen dolorosísima, tus lágrimas, para que borre por ellas nuestros pecados, y consigamos por tus ruegos, una sentencia favorable en el día de nuestra muerte, para que podamos alabarle en tu compañía eternamente en la gloria. Amén.

 

 

En ti, mi Dios esperamos

No nos confundas Señor,

Pues con tierno llanto, todos:

Te rogamos, óyenos.

 

El cielo y tierra, Dios mío,

Se pasman, viendo el amor,

Con que, por salvar al hombre,

Dais vuestra vida, Señor:

 

Sentenciado el inocente,

Por librar al pecador,

Pues con tierno llanto, todos:

Te rogamos, óyenos.

 

L/: Mira Jesús, con ojos de misericordia.

R/: A los que, con tu muerte, das la gloria.

 

Atiéndenos Señor, atiéndenos propicio

A los que hemos gozado el beneficio,

De que tu Hijo Jesús, con dura muerte,

Mejorase nuestra dura infausta suerte. Amén.

 

 


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