DEVOCIÓN COTIDIANA A LAS BENDITAS ALMAS
DEL PURGATORIO
Tomado del Devoto del Purgatorio,
Por el R. P. Antonio Donadoni de la
Compañía de Jesús
México D.F. 1951
ORACIÓN
Esposas
muy queridas del Señor, que, arrojadas en la cárcel de indecibles penas,
carecen de la presencia del Amada hasta que sean purificadas, como el oro en el
crisol, de las reliquias que dejaron sus culpas; ustedes que desde esas voraces
llamas claman con mucha razón a sus amigos “¡Misericordia!”, yo que me
compadezco de su dolor, y quisiera tener caudal suficiente para satisfacer su
deuda; pero ya que soy más pobre que ustedes mismas, apelo a la piedad de los
justos, a los ruegos de los bienaventurados, al tesoro de las indulgencias, a
la intercesión de María Santísima y a la preciosa Sangre de Jesucristo, para
que por este medio logren el deseado consuelo, y yo, por su intercesión,
gracias para arrepentirme de mis culpas, y al fin de la vida eterna gloria.
Amén.
Oh
Jesús, siempre justo en la sentencia! Por las almas benditas yo te ofrezco todo
ayuno, vigilia o abstinencia, y cualquier obra buena en que merezco; todo el
rezo, el trabajo, la indulgencia, los trabajos que sufro y que padezco, y
ofrezco por alivio de sus quebrantos los méritos de Cristo y de sus Santos.
ORACIÓN
¡Dios
mío! Tú me has llevado a la persona que más amaba en este mundo; me has privado
de ella para siempre; pero Tú lo has dispuesto de esta suerte, cúmplase en toda
tu santísima voluntad, así sobre ellas como sobre mí. El grande consuelo que me
queda es la esperanza de que Tú la has recibido en el seno de tu misericordia,
que te dignarás, algún día, de unirme con ella. Si la entera satisfacción de
sus pecados la detiene aún en las penas sin que haya ido todavía a unirse
contigo, yo te ofrezco por ella todas mis oraciones y buenas obras, y más
principalmente mi resignación en el sentimiento de su pérdida; haced, Señor,
que esta resignación sea entera y digna de Ti.
¡Arbitrio supremo de nuestra suerte, dueño absoluto de nuestro destino! Dispón soberanamente de nosotros y de nuestros días. No somos de nosotros mismos, sino de Ti sólo; no has hecho sino tomar lo que te pertenecía y me has prestado por algún tiempo. Sean benditas a doradas las disposiciones de tu providencia.
Esta
muerte que me hace derramar tantas lágrimas, debe producir en mí un efecto más
sólido y saludable; ella misma me advierte que llegará mi hora, que debo
prepararme sin dilación y estar pronto en todos los instantes de mi vida; haz
¡oh Dios de bondad! que cuando llegue mi último momento, me encuentre en estado
de poder presentarme delante de Ti, y de reunirme a la persona que he perdido,
para bendecirte y alabarte eternamente con ella. Amén.
Jaculatoria
Si con tu Sangre preciosa,
Señor, las has redimido,
que las perdones te pido
por tu Pasión dolorosa.
Colaboración de Wiliam Gómez Pot
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