viernes, 12 de junio de 2020

SEMANA DEVOTA POR LAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO


DEVOTÍSIMO OFRECIMIENTO DE LA SAGRADA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO POR LAS BENDITAS ALMAS DEL PURGATORIO DISTRIBUIDO EN LOS SIETE DÍAS DE LA SEMANA

Tomado del Devoto del Purgatorio,

Por el R. P. Antonio Donadoni de la Compañía de Jesús

 México D.F. 1951

 

DOMINGO

Ofrece los gravísimos afanes, tormentos, angustias y dolores que padeció el Señor en el huerto, diciendo:

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, uno por uno, todos los tormentos de tu Pasión santísima, la muerte penosísima de cruz y la Preciosa Sangre que derramaste por la salvación eterna de nuestras almas.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellos grandes pasmos y terrores que asaltaron tu angustiado corazón en el huerto; porque representándose en tu imaginación todos los martirios que al día siguiente habías de padecer, Tú sufriste en el cuerpo y el alma un mortal dolor.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio aquella tan fiera tristeza que te ocasionó el horror de la muerte que te amenazaba, faltándote muy poco para expirar de dolor, como lo expresaste a tus amados discípulos con aquellas palabras: “Triste está mi alma hasta la muerte”; esto es, afligida con tristeza mortal.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel acto humilde y devoto con que, en las más graves angustias, queriendo orar a tu Eterno Padre, te pusiste de rodillas postrado sobre la tierra por reverencia al Padre, y por las mortales ansias y congojas que oprimían tu Purísimo Corazón.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella oración resignada con que pediste a tu Padre que si era posible te dispensase el amargo cáliz de tu muerte y conformando tu humana voluntad con la divina, dijiste: “Cúmplase tu voluntad y no la mía”.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella ardiente caridad con que visitaste a tus amados discípulos, estando anegado en un mar de angustia, exhortándolos a la vigilancia y a la oración para que dé la tentación no fuesen vencidos.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella confortación misteriosa que te hizo el Ángel, hallándose tu alma santísima llena de tantas congojas y dolores, que bastaban a quitarte la vida.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las lamas del Purgatorio, aquel gran conflicto que te puso en mortales agonías, explicando tu grande aflicción con aquellas palabras: “El espíritu está pronto; pero la carne lo resiste”.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella firme perseverancia en la oración, estando en el colmo de tus aflicciones, agonizando en mortales angustias, por el remedio y salvación eterna de los pecadores.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella Sagrada y Preciosa Sangre que, a fuerza de intenso dolor, sudaste en tanta abundancia que corrió hasta la tierra.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

 

 


LUNES

Ofrece las penas y tormentos que el Señor padeció desde que fue preso hasta que lo presentaron al pontífice Anás, diciendo:

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella prontitud de ánimo que mostraste para morir cuando, levantándote de la oración bañado del sudor de sangre, saliste a encontrar a tus enemigos, diciendo que Tú que eras aquél a quien ellos buscaban.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, el gran dolor que sentiste por la gravísima culpa de la traición de Judas, vendiéndote a los judíos por treinta dineros, y con el fingido ósculo de paz entregándote en manos de tus enemigos; dolor tan agudo y sensible, que es uno de los mayores que atravesaron tu piadosísimo Corazón.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellos actos de heroica piedad con que diste lugar a tus crueles enemigos que se levantasen de la tierra, y curaste la oreja que tu fervoroso discípulo había cortado con celo de tu defensa al indigno siervo del Pontífice que te venía a prender.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella gravísima tribulación que padeciste cuando fuiste embestido en el huerto por tanto número de soldados que te prendieron y ataron con tan inhumana crueldad, que es imposible comprenderla con humano discurso.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella admirable paciencia con que sufriste tantos golpes, oprobios y baldones, hasta arrancarte los cabellos te tu Sacrosanta Cabeza, están Tú como cordero humildísimo sin responder palabra alguna.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellos actos internos que en medio de las opresiones hacías de amor a Dios, de tolerancia y resignación, ofreciendo siempre al Eterno Padre todos aquellos malos tratamientos que te hacían, en satisfacción de nuestros pecados.

 Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel dolor vivísimo que te atravesó el Corazón cuando, en medio de tales tribulaciones, te hallaste solo y abandonado de tus más caros amigos, los cuales, cuando te vieron preso y atado, huyeron todos.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellas aflicciones y dolores que sufriste desde el huerto hasta la casa de Anás, por tantos golpes que te daban y las blasfemias que te decían los verdugos, haciéndote aminar con tanta prisa y desprecio por fuera y dentro de la ciudad.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel acto de humildad y mansedumbre cuando delante del pontífice Anás estuviste con las manos atadas en forma de reo, oyendo los cargos que te hacías y las falsas acusaciones que daban contra Ti, como si fueras el más facineroso y más malo del mundo.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella cruelísima bofetada que te dio aquel hombre vilísimo con tan infernal furia, que te desfiguró la mejilla, y la indecible paciencia y mansedumbre con que hablaste a aquel indigno pontífice.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

 


 

MARTES

Ofrece los tormentos que el Señor padeció en la noche de su Pasión en la casa de Caifás, diciendo:

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel grande ultraje con que fuiste llevado y puesto en la presencia del pontífice Caifás, quien te recibió con una infernal indignación, hecho blanco de sus iras y de los ministros y soldados que estaban con él.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, las acusaciones inicuas y falsos testimonios que te levantaron aquellos hombres vilísimos, no habiéndose testificado cosa alguna contra tu inocencia.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel admirable silencio tuyo, no respondiendo ni una palabra para defenderte de tantas falsedades, injurias y calumnias como te imponían; dejándonos ese ejemplo admirable para seguirte en nuestras adversidades.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel tormento y escandaloso conjuro que te hizo el soberbio Caifás para que respondieras si eras Hijo de Dios, a quien, con profundísima humildad, por reverencia al Padre, respondiste que sí, y que con grande majestad vendrías a juzgar al mundo.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella injuriosa afrenta que te hicieron aquellos ministros infernales, después de haber oído tu respuesta, y debiendo postrarse y adorarte como verdadero Dios, te publicaron por blasfemo y hombre merecedor de una afrentosa muerte.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel rabioso furor con que los pérfidos judíos te embistieron después que confesaste ser Hijo de Dios vivo, hiriendo con crueles bofetadas tu Divino Rostro y maltratando tu Cuerpo Santísimo con fieros golpes, llevando con tanta mansedumbre estas ofensas horribles, que no se te hoyó la menor queja.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel oprobio vilísimo de escupirte en tu Soberano Rostro con tantas y tan hediondas salivas, que no se hallan palabras para explicar tan gran desprecio.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella injuriosa burla y mofa con que te trataron los pérfidos judíos, cuando te vendaron los ojos con un paño muy sucio, y dándote muchos golpes, decían: “Profetiza y adivina quién te ha herido”, pues te preciaban por profeta.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, las tres negaciones ingratas de tu apóstol San Pedro, y la grande compasión que de él tuviste cuando con tanta piedad le miraste, que volvió en sí, se dolió y comenzó a llorar amargamente su pecado.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, todas aquellas penas y ultrajes que padeciste en toda aquella tristísima y funesta noche, habiendo quedado al arbitrio de tus enemigos y de gente vilísima, para ser atormentado a su voluntad, no cesando de afligirte con todos aquellos géneros de tormentos, afrentas y desprecios que te hicieron con su diabólica crueldad.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

 



MIÉRCOLES

Ofrece los tormentos y desprecios que el Señor padeció en casa de Pilato y Herodes, hasta el grande tormento de los crueles azotes y dirás con devoción lo siguiente:

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellas falsas acusaciones que los judíos dieron contra Ti a Pilato; esto es, que engañabas a los pueblos, que mandabas no se pagase tributo al César y que te hacías rey de los judíos.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella grande humildad con que te dejaste llevar atado por las calles públicas de Jerusalén, y presentarte como malhechor al rey Herodes, quien hizo burla y escarnio de tu inocencia y grandeza divina.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel vilísimo desprecio con que te trató aquel soberbio rey, cuando mandó ponerte a vestidura blanca como a un loco, y presentarte así delante de los príncipes, escribas y fariseos, y de un concurso muy grande.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellos gravísimos escarnios que sufriste de todo el pueblo, cuando en las calles de Jerusalén te llevaban con la vestimenta blanca y te llenaban de injurias y baldones.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellas horribles voces de los impíos judíos cuando decían: “¡Muera, muera; crucifícale!”; y daban por libre a Barrabás hiriendo con tan cruel sentencia tu purísimo Corazón y el de tu Santísima Madre.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, por aquellos pasos que diste hacia la columna donde habías de ser azotado, y aquella grandeza de amor y humildad con que te ofreciste a tan cruelísimo tormento.

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel gran rubor y vergüenza que tuviste cuanto te desnudaron para el tormento, y así mismo aquellos vivísimos dolores que te causaron las ligaduras de los brazos y las manos fueron de fuerte mortificación.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, uno por uno, todos aquellos fuertes azotes que dieron a tu Sacratísimo Cuerpo aquellos verdugos infernales, rompiendo tus carnes santísimas y derramando con grande copia tu Preciosísima Sangre.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel imponderable dolor que tuvo tu Santísima Madre por este tormento; pues cuantos golpes dieron en tu delicadísimo Cuerpo, tantos puñales atravesaron sus purísimas entrañas.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellos horribles dolores que te causaron por todo tu Cuerpo Santísimo, y las llagas que te hicieron con más de cinco mil azotes, y aquel desmayo tan grande que al último tuviste por el intenso dolor y falta de sangre, cayendo en tierra como difunto.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

 


 

JUEVES

Ofrece el acerbísimo tormento de la coronación de espinas como sigue:

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellos pasos dolorosos que diste cuando te llevaban al puesto y lugar de la coronación de espinas, todo lleno de heridas y llagas que destilaban tu Sangre Preciosísima, después de la áspera y cruel flagelación.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel vivo dolor que sentiste cuando te desnudaron por segunda vez, renovando las llagas de los azotes al despegar la túnica de tu Santísimo Cuerpo con una inhumana crueldad.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella rigurosa crueldad con que los soldados asentaron sobre tu Santísima Cabeza una tirana corona, apretándola con fieros golpes, para que penetrasen las espinas causándote tan intenso dolor, que se deja a la piadosa consideración.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella Sangre Preciosa que salió de tu Divina Cabeza, corriendo hasta la tierra, estando Tú con humildad profundísima sujeto a esos cruelísimos tiranos, ofreciendo al Eterno Padre, por nuestra salvación eterna, tan atroz tormento.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellos afrentosos golpes que te dieron sobre la corona de espinas con la misma caña que te pusieron por cetro para que penetrasen más sus puntas y fuesen más profundas las heridas.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellos oprobios, injurias y baldones que te hicieron los soldados cuando, puesto de rodillas, te dieron tantas bofetadas, saludándote tan ignominiosamente con aquellas irrisorias palaras: “¡Dios te salve, rey de los judíos!”, como si fueses rey de burlas.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella grande afrenta, cuando con sucias y hediondas salivas mancharon los soldados insolentes tu Divino Rostro, con tanta copia, que te desfiguraron del todo.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella virginal y angelical erubescencia que sentiste cuando en aquella lamentable forma, casi desnudo, te mostró Pilato al numeroso pueblo, diciendo: “Ecce homo”.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel grito diabólico del pueblo judaico cuando clamó diciendo: “¡Crucifícale, crucifícale!”, llenado de pavor y espanto mortal a tu Purísimo Corazón con la sangrienta muerte a que te condenaban.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

 

 

 

VIERNES

Ofrece lo que padeció Nuestro Señor con el grave peso de la Cruz, hasta ser en ella crucificado, y dirás:

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella grande fatiga de llevar la Cruz, tan pesada, que te hizo una grande llaga en el hombro, sobre las muchas que tenías en tu Santísimo Cuerpo.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellas mortales congojas que tuviste y te ocasionaron los saldados en el camino al Calvario, tirando cruelmente de la soga, y los desprecios que te hicieron con las injurias, baldones y blasfemias del ingrato pueblo, y con tan malos tratamientos como si fueras el hombre más malvado del mundo que llevaban al suplicio.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellas tres caídas que tuviste con el grave peso de la Cruz, como debilitado y sin fuerzas, y asimismo te ofrezco aquella grande impiedad con que te levantaron del suelo, tirando de las sogas con que te llevaban atado.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel sumo desprecio con que fuiste sacado de la ciudad, cargando con la Cruz, atado, escarnecido y vituperado de todo el pueblo, y acompañado de unos ladrones, como el más facineroso del mundo.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella pena y dolor con que tu Santísima Madre te iba buscando por las calles de Jerusalén, y habiéndote hallado, la apartaron luego de tu presencia, haciéndote caminar aprisa al monte Calvario.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella gran flaqueza y desmayo que sentiste, y no pudiendo por ellos cargar el grave peso de la Cruz, te dieron al Cirineo, para que te ayudase a llevarla hasta el Calvario.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel intenso dolor que sentiste cuando con tanta impiedad te arrancaron y quitaron la túnica, que estaba pegada a las llagas de tu Santísimo Cuerpo, y se renovaron todas las heridas, arrojando por todas ellas mucha copia de sangre, y en especial de la cabeza, por haberse movido la corona de espinas.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellos mortales dolores que sentiste en las manos en los pies, cuando te clavaron en la Cruz, y asimismo los dolores de tu Santísima Madre, cuando veía poner los clavos y sentía los golpes.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella oferta sacrosanta que Tú mismo hiciste al Eterno Padre en el altar de la Santísima Cruz, para redimir al hombre y abrirnos las puertas del cielo.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

 


 

SÁBADO

Ofrece los que padeció Nuestro Señor en la Cruz mientras en ella estuvo vivo y pendiente. Dirás como sigue:

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella suma de todos los grandes dolores que en tu Divino Cuerpo padeciste, desde los pies a la cabeza, sin haber parte que no padeciese y fuese atormentada con pena vehementísima.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellas tres horas que estuviste vivo pendiente en la Cruz, con aquellos sumos dolores de las manos, pies y cabeza por las heridas de los clavos y las espinas.

 Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellos terribles dolores que te ocasionaban las principales llagas de tu Divino Cuerpo, como la del hombro, del espinazo, de las espaldas, de las rodillas, de los ojos y de algunos huesos fuera de sus lugares.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellos dolores mortales que atormentaban tu piadosísimo Corazón singularmente viendo a tu Santísima Madre al pie de la Cruz, al amado discípulo y a la penitente y amorosa Magdalena.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.


Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellas palaras injuriosas que te gritaban los judíos ingratos, estando clavado en el madero santo de la Cruz.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellas fervientes lágrimas con que estando en la Cruz rogabas al Eterno Padre que perdonase a tus enemigos.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella sed ardientísima que te atormentaba las entrañas, cuando exclamaste diciendo: “Tengo sed”.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella bebida amarga de hiel y vinagre que te dieron en una esponja, y gustándole, llenaste de amargura tu santísima boca.

 Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel doloroso clamor que diste viéndote desamparado del Padre, de los amigos y discípulos amados, explicando tu dolor con aquellas palabras: “¡Dios mío, Dios mío! ¡¿Por qué me has desamparado?!”

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, la amorosa queja que diste a tu Eterno Padre, fundada en no te enviaba algún consuelo y alivio para entretener más tu vida, para que los tormentos y penas que padecías no la acabasen de quitar, por el ardiente amor y deseo que tenías de estar más tiempo padeciendo en el sagrado leño de la Cruz, en servicio de tu Padre y provecho de los hombres.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel sumo y último dolor que sentiste al separarse tu alma santísima del Cuerpo, encomendando el espíritu en las manos del Eterno Padre, con aquellas palabras: “Padre mío, en tus manos encomiendo tu espíritu”.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Yo te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, todos los dolores, angustias y trabajos que padeció nuestra Madre Santísima al pie de la Cruz, en su soledad, en la herida del costado y en tu entierro, hasta que te vio resucitado.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

 

Para cada día después de los ofrecimientos para ganar las santas indulgencias concedidas por cada una de ellos.

 

ORACIÓN

Dios Eterno, por tu inmensa clemencia, y en nombre de tu Hijo Jesucristo, y por los méritos de su Pasión Santísima, te suplico concedas eterno descanso a las afligidas almas que están detenidas en las acerbísimas penas del Purgatorio, para que cuanto antes gocen de la bienaventuranza eterna, como lo desean. También te pido humildemente, Dios mío, en nombre del mismo Jesucristo, Hijo tuyo y Redentor del mundo, que perdones los pecados que yo y todos los vivientes hemos cometido; que a todos nos des verdadero arrepentimiento, para enmendarnos y observar tu divina ley, con los auxilios de tu gracia que necesitamos, para mejor servirte en esta vida y alabarte por tu infinita misericordia. Amén.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria Patri.

 

ORACIÓN

Oh Dios, Criador y Redentor de las almas! Concede a las de tus siervos y de tus siervas la remisión de todos sus pecados, para que consigan, por las piadosas oraciones de tu Iglesia, la indulgencia y el perdón que siempre necesitarán. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

 

Colaboración de Wiliam Gómez Pot


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