DEVOTÍSIMO OFRECIMIENTO DE LA SAGRADA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO POR LAS BENDITAS ALMAS DEL PURGATORIO DISTRIBUIDO EN LOS SIETE DÍAS DE LA SEMANA
Tomado del Devoto del Purgatorio,
Por el R. P. Antonio Donadoni de la
Compañía de Jesús
México
D.F. 1951
DOMINGO
Ofrece
los gravísimos afanes, tormentos, angustias y dolores que padeció el Señor en
el huerto, diciendo:
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, uno por uno, todos
los tormentos de tu Pasión santísima, la muerte penosísima de cruz y la
Preciosa Sangre que derramaste por la salvación eterna de nuestras almas.
Padre nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellos grandes
pasmos y terrores que asaltaron tu angustiado corazón en el huerto; porque
representándose en tu imaginación todos los martirios que al día siguiente
habías de padecer, Tú sufriste en el cuerpo y el alma un mortal dolor.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio aquella tan fiera
tristeza que te ocasionó el horror de la muerte que te amenazaba, faltándote
muy poco para expirar de dolor, como lo expresaste a tus amados discípulos con
aquellas palabras: “Triste está mi alma hasta la muerte”; esto es, afligida con
tristeza mortal.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel acto humilde y
devoto con que, en las más graves angustias, queriendo orar a tu Eterno Padre,
te pusiste de rodillas postrado sobre la tierra por reverencia al Padre, y por
las mortales ansias y congojas que oprimían tu Purísimo Corazón.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella oración
resignada con que pediste a tu Padre que si era posible te dispensase el amargo
cáliz de tu muerte y conformando tu humana voluntad con la divina, dijiste:
“Cúmplase tu voluntad y no la mía”.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella ardiente
caridad con que visitaste a tus amados discípulos, estando anegado en un mar de
angustia, exhortándolos a la vigilancia y a la oración para que dé la tentación
no fuesen vencidos.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella confortación
misteriosa que te hizo el Ángel, hallándose tu alma santísima llena de tantas
congojas y dolores, que bastaban a quitarte la vida.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las lamas del Purgatorio, aquel gran conflicto
que te puso en mortales agonías, explicando tu grande aflicción con aquellas
palabras: “El espíritu está pronto; pero la carne lo resiste”.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella firme
perseverancia en la oración, estando en el colmo de tus aflicciones, agonizando
en mortales angustias, por el remedio y salvación eterna de los pecadores.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella Sagrada y
Preciosa Sangre que, a fuerza de intenso dolor, sudaste en tanta abundancia que
corrió hasta la tierra.
Padre nuestro, Ave María, Gloria.
LUNES
Ofrece
las penas y tormentos que el Señor padeció desde que fue preso hasta que lo
presentaron al pontífice Anás, diciendo:
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella prontitud de
ánimo que mostraste para morir cuando, levantándote de la oración bañado del
sudor de sangre, saliste a encontrar a tus enemigos, diciendo que Tú que eras
aquél a quien ellos buscaban.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, el gran dolor que
sentiste por la gravísima culpa de la traición de Judas, vendiéndote a los
judíos por treinta dineros, y con el fingido ósculo de paz entregándote en manos
de tus enemigos; dolor tan agudo y sensible, que es uno de los mayores que
atravesaron tu piadosísimo Corazón.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellos actos de
heroica piedad con que diste lugar a tus crueles enemigos que se levantasen de
la tierra, y curaste la oreja que tu fervoroso discípulo había cortado con celo
de tu defensa al indigno siervo del Pontífice que te venía a prender.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella gravísima
tribulación que padeciste cuando fuiste embestido en el huerto por tanto número
de soldados que te prendieron y ataron con tan inhumana crueldad, que es
imposible comprenderla con humano discurso.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella admirable
paciencia con que sufriste tantos golpes, oprobios y baldones, hasta arrancarte
los cabellos te tu Sacrosanta Cabeza, están Tú como cordero humildísimo sin
responder palabra alguna.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellos actos
internos que en medio de las opresiones hacías de amor a Dios, de tolerancia y
resignación, ofreciendo siempre al Eterno Padre todos aquellos malos
tratamientos que te hacían, en satisfacción de nuestros pecados.
Padre nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel dolor vivísimo
que te atravesó el Corazón cuando, en medio de tales tribulaciones, te hallaste
solo y abandonado de tus más caros amigos, los cuales, cuando te vieron preso y
atado, huyeron todos.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellas aflicciones
y dolores que sufriste desde el huerto hasta la casa de Anás, por tantos golpes
que te daban y las blasfemias que te decían los verdugos, haciéndote aminar con
tanta prisa y desprecio por fuera y dentro de la ciudad.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel acto de
humildad y mansedumbre cuando delante del pontífice Anás estuviste con las
manos atadas en forma de reo, oyendo los cargos que te hacías y las falsas
acusaciones que daban contra Ti, como si fueras el más facineroso y más malo
del mundo.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella cruelísima
bofetada que te dio aquel hombre vilísimo con tan infernal furia, que te
desfiguró la mejilla, y la indecible paciencia y mansedumbre con que hablaste a
aquel indigno pontífice.
Padre nuestro, Ave María, Gloria.
MARTES
Ofrece
los tormentos que el Señor padeció en la noche de su Pasión en la casa de
Caifás, diciendo:
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel grande ultraje
con que fuiste llevado y puesto en la presencia del pontífice Caifás, quien te
recibió con una infernal indignación, hecho blanco de sus iras y de los
ministros y soldados que estaban con él.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, las acusaciones
inicuas y falsos testimonios que te levantaron aquellos hombres vilísimos, no
habiéndose testificado cosa alguna contra tu inocencia.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel admirable
silencio tuyo, no respondiendo ni una palabra para defenderte de tantas
falsedades, injurias y calumnias como te imponían; dejándonos ese ejemplo
admirable para seguirte en nuestras adversidades.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel tormento y escandaloso
conjuro que te hizo el soberbio Caifás para que respondieras si eras Hijo de
Dios, a quien, con profundísima humildad, por reverencia al Padre, respondiste
que sí, y que con grande majestad vendrías a juzgar al mundo.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella injuriosa
afrenta que te hicieron aquellos ministros infernales, después de haber oído tu
respuesta, y debiendo postrarse y adorarte como verdadero Dios, te publicaron
por blasfemo y hombre merecedor de una afrentosa muerte.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel rabioso furor
con que los pérfidos judíos te embistieron después que confesaste ser Hijo de
Dios vivo, hiriendo con crueles bofetadas tu Divino Rostro y maltratando tu
Cuerpo Santísimo con fieros golpes, llevando con tanta mansedumbre estas
ofensas horribles, que no se te hoyó la menor queja.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel oprobio
vilísimo de escupirte en tu Soberano Rostro con tantas y tan hediondas salivas,
que no se hallan palabras para explicar tan gran desprecio.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella injuriosa
burla y mofa con que te trataron los pérfidos judíos, cuando te vendaron los
ojos con un paño muy sucio, y dándote muchos golpes, decían: “Profetiza y
adivina quién te ha herido”, pues te preciaban por profeta.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, las tres negaciones
ingratas de tu apóstol San Pedro, y la grande compasión que de él tuviste
cuando con tanta piedad le miraste, que volvió en sí, se dolió y comenzó a
llorar amargamente su pecado.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, todas aquellas penas
y ultrajes que padeciste en toda aquella tristísima y funesta noche, habiendo
quedado al arbitrio de tus enemigos y de gente vilísima, para ser atormentado a
su voluntad, no cesando de afligirte con todos aquellos géneros de tormentos,
afrentas y desprecios que te hicieron con su diabólica crueldad.
Padre nuestro, Ave María, Gloria.
MIÉRCOLES
Ofrece
los tormentos y desprecios que el Señor padeció en casa de Pilato y Herodes,
hasta el grande tormento de los crueles azotes y dirás con devoción lo
siguiente:
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellas falsas
acusaciones que los judíos dieron contra Ti a Pilato; esto es, que engañabas a
los pueblos, que mandabas no se pagase tributo al César y que te hacías rey de
los judíos.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella grande
humildad con que te dejaste llevar atado por las calles públicas de Jerusalén,
y presentarte como malhechor al rey Herodes, quien hizo burla y escarnio de tu
inocencia y grandeza divina.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel vilísimo
desprecio con que te trató aquel soberbio rey, cuando mandó ponerte a vestidura
blanca como a un loco, y presentarte así delante de los príncipes, escribas y
fariseos, y de un concurso muy grande.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellos gravísimos
escarnios que sufriste de todo el pueblo, cuando en las calles de Jerusalén te
llevaban con la vestimenta blanca y te llenaban de injurias y baldones.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellas horribles
voces de los impíos judíos cuando decían: “¡Muera, muera; crucifícale!”; y
daban por libre a Barrabás hiriendo con tan cruel sentencia tu purísimo Corazón
y el de tu Santísima Madre.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, por aquellos pasos
que diste hacia la columna donde habías de ser azotado, y aquella grandeza de
amor y humildad con que te ofreciste a tan cruelísimo tormento.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel gran rubor y
vergüenza que tuviste cuanto te desnudaron para el tormento, y así mismo
aquellos vivísimos dolores que te causaron las ligaduras de los brazos y las
manos fueron de fuerte mortificación.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, uno por uno, todos
aquellos fuertes azotes que dieron a tu Sacratísimo Cuerpo aquellos verdugos
infernales, rompiendo tus carnes santísimas y derramando con grande copia tu
Preciosísima Sangre.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel imponderable
dolor que tuvo tu Santísima Madre por este tormento; pues cuantos golpes dieron
en tu delicadísimo Cuerpo, tantos puñales atravesaron sus purísimas entrañas.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellos horribles
dolores que te causaron por todo tu Cuerpo Santísimo, y las llagas que te
hicieron con más de cinco mil azotes, y aquel desmayo tan grande que al último
tuviste por el intenso dolor y falta de sangre, cayendo en tierra como difunto.
Padre nuestro, Ave María, Gloria.
JUEVES
Ofrece
el acerbísimo tormento de la coronación de espinas como sigue:
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellos pasos
dolorosos que diste cuando te llevaban al puesto y lugar de la coronación de
espinas, todo lleno de heridas y llagas que destilaban tu Sangre Preciosísima,
después de la áspera y cruel flagelación.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel vivo dolor que
sentiste cuando te desnudaron por segunda vez, renovando las llagas de los
azotes al despegar la túnica de tu Santísimo Cuerpo con una inhumana crueldad.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella rigurosa
crueldad con que los soldados asentaron sobre tu Santísima Cabeza una tirana
corona, apretándola con fieros golpes, para que penetrasen las espinas
causándote tan intenso dolor, que se deja a la piadosa consideración.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella Sangre Preciosa
que salió de tu Divina Cabeza, corriendo hasta la tierra, estando Tú con
humildad profundísima sujeto a esos cruelísimos tiranos, ofreciendo al Eterno
Padre, por nuestra salvación eterna, tan atroz tormento.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellos afrentosos
golpes que te dieron sobre la corona de espinas con la misma caña que te
pusieron por cetro para que penetrasen más sus puntas y fuesen más profundas
las heridas.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellos oprobios,
injurias y baldones que te hicieron los soldados cuando, puesto de rodillas, te
dieron tantas bofetadas, saludándote tan ignominiosamente con aquellas
irrisorias palaras: “¡Dios te salve, rey de los judíos!”, como si fueses rey de
burlas.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella grande
afrenta, cuando con sucias y hediondas salivas mancharon los soldados
insolentes tu Divino Rostro, con tanta copia, que te desfiguraron del todo.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella virginal y
angelical erubescencia que sentiste cuando en aquella lamentable forma, casi
desnudo, te mostró Pilato al numeroso pueblo, diciendo: “Ecce homo”.
Padre nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel grito
diabólico del pueblo judaico cuando clamó diciendo: “¡Crucifícale,
crucifícale!”, llenado de pavor y espanto mortal a tu Purísimo Corazón con la
sangrienta muerte a que te condenaban.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
VIERNES
Ofrece
lo que padeció Nuestro Señor con el grave peso de la Cruz, hasta ser en ella
crucificado, y dirás:
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella grande
fatiga de llevar la Cruz, tan pesada, que te hizo una grande llaga en el
hombro, sobre las muchas que tenías en tu Santísimo Cuerpo.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellas mortales
congojas que tuviste y te ocasionaron los saldados en el camino al Calvario,
tirando cruelmente de la soga, y los desprecios que te hicieron con las
injurias, baldones y blasfemias del ingrato pueblo, y con tan malos
tratamientos como si fueras el hombre más malvado del mundo que llevaban al
suplicio.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellas tres caídas
que tuviste con el grave peso de la Cruz, como debilitado y sin fuerzas, y
asimismo te ofrezco aquella grande impiedad con que te levantaron del suelo,
tirando de las sogas con que te llevaban atado.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel sumo desprecio
con que fuiste sacado de la ciudad, cargando con la Cruz, atado, escarnecido y
vituperado de todo el pueblo, y acompañado de unos ladrones, como el más
facineroso del mundo.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella pena y dolor
con que tu Santísima Madre te iba buscando por las calles de Jerusalén, y
habiéndote hallado, la apartaron luego de tu presencia, haciéndote caminar
aprisa al monte Calvario.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella gran
flaqueza y desmayo que sentiste, y no pudiendo por ellos cargar el grave peso
de la Cruz, te dieron al Cirineo, para que te ayudase a llevarla hasta el
Calvario.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel intenso dolor
que sentiste cuando con tanta impiedad te arrancaron y quitaron la túnica, que
estaba pegada a las llagas de tu Santísimo Cuerpo, y se renovaron todas las
heridas, arrojando por todas ellas mucha copia de sangre, y en especial de la
cabeza, por haberse movido la corona de espinas.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellos mortales
dolores que sentiste en las manos en los pies, cuando te clavaron en la Cruz, y
asimismo los dolores de tu Santísima Madre, cuando veía poner los clavos y
sentía los golpes.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella oferta
sacrosanta que Tú mismo hiciste al Eterno Padre en el altar de la Santísima
Cruz, para redimir al hombre y abrirnos las puertas del cielo.
Padre nuestro, Ave María, Gloria.
SÁBADO
Ofrece
los que padeció Nuestro Señor en la Cruz mientras en ella estuvo vivo y pendiente.
Dirás como sigue:
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella suma de
todos los grandes dolores que en tu Divino Cuerpo padeciste, desde los pies a
la cabeza, sin haber parte que no padeciese y fuese atormentada con pena vehementísima.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellas tres horas
que estuviste vivo pendiente en la Cruz, con aquellos sumos dolores de las
manos, pies y cabeza por las heridas de los clavos y las espinas.
Padre nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellos terribles
dolores que te ocasionaban las principales llagas de tu Divino Cuerpo, como la
del hombro, del espinazo, de las espaldas, de las rodillas, de los ojos y de
algunos huesos fuera de sus lugares.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellos dolores
mortales que atormentaban tu piadosísimo Corazón singularmente viendo a tu
Santísima Madre al pie de la Cruz, al amado discípulo y a la penitente y
amorosa Magdalena.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellas palaras
injuriosas que te gritaban los judíos ingratos, estando clavado en el madero
santo de la Cruz.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquellas fervientes
lágrimas con que estando en la Cruz rogabas al Eterno Padre que perdonase a tus
enemigos.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella sed
ardientísima que te atormentaba las entrañas, cuando exclamaste diciendo:
“Tengo sed”.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquella bebida
amarga de hiel y vinagre que te dieron en una esponja, y gustándole, llenaste
de amargura tu santísima boca.
Padre nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel doloroso
clamor que diste viéndote desamparado del Padre, de los amigos y discípulos
amados, explicando tu dolor con aquellas palabras: “¡Dios mío, Dios mío! ¡¿Por
qué me has desamparado?!”
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, la amorosa queja que
diste a tu Eterno Padre, fundada en no te enviaba algún consuelo y alivio para
entretener más tu vida, para que los tormentos y penas que padecías no la
acabasen de quitar, por el ardiente amor y deseo que tenías de estar más tiempo
padeciendo en el sagrado leño de la Cruz, en servicio de tu Padre y provecho de
los hombres.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, aquel sumo y último
dolor que sentiste al separarse tu alma santísima del Cuerpo, encomendando el
espíritu en las manos del Eterno Padre, con aquellas palabras: “Padre mío, en
tus manos encomiendo tu espíritu”.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Yo
te ofrezco, dulcísimo Jesús, por las almas del Purgatorio, todos los dolores,
angustias y trabajos que padeció nuestra Madre Santísima al pie de la Cruz, en
su soledad, en la herida del costado y en tu entierro, hasta que te vio
resucitado.
Padre
nuestro, Ave María, Gloria.
Para
cada día después de los ofrecimientos para ganar las santas indulgencias
concedidas por cada una de ellos.
ORACIÓN
Dios
Eterno, por tu inmensa clemencia, y en nombre de tu Hijo Jesucristo, y por los
méritos de su Pasión Santísima, te suplico concedas eterno descanso a las
afligidas almas que están detenidas en las acerbísimas penas del Purgatorio,
para que cuanto antes gocen de la bienaventuranza eterna, como lo desean.
También te pido humildemente, Dios mío, en nombre del mismo Jesucristo, Hijo
tuyo y Redentor del mundo, que perdones los pecados que yo y todos los
vivientes hemos cometido; que a todos nos des verdadero arrepentimiento, para
enmendarnos y observar tu divina ley, con los auxilios de tu gracia que
necesitamos, para mejor servirte en esta vida y alabarte por tu infinita
misericordia. Amén.
Padrenuestro,
Avemaría y Gloria Patri.
ORACIÓN
Oh
Dios, Criador y Redentor de las almas! Concede a las de tus siervos y de tus
siervas la remisión de todos sus pecados, para que consigan, por las piadosas
oraciones de tu Iglesia, la indulgencia y el perdón que siempre necesitarán.
Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Colaboración de Wiliam Gómez Pot
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