martes, 2 de junio de 2020

DIA OCHO DE MES A LA INMACULADA CONCEPCIÓN



DÍA OCHO DE CADA MES DEDICADO AL OBSEQUIO Y HONRA DE MARÍA SANTÍSIMA EN EL MISTERIO DE SU INMACULADA CONCEPCIÓN

Por un indigno siervo de esta Señora, hijo de S.P.S.S. Francisco. Puebla, 1833. Imprenta del ciudadano José María Campos, calle de la Carnicería núm. 13.

 

MODO DE PRACTICAR ESTA DEVOCIÓN

Puesto de rodillas ante alguna Imagen de María Santísima se persignarán y con todo el afecto de su corazón dirán el acto de contrición siguiente:

 

Señor Dios Omnipotente,

En tu presencia humillado

Tienes al que te ha agraviado

Y te ha sido inobediente

Mas pues fuiste tan clemente

Con quien tanto te ofendió

Y tras su pasión corrió

Tan desenfrenadamente,

Perdónale, que obediente

A tu llamado volvió.

Y en prueba de mi dolor

Estoy a tus pies postrado,

Y conozco que inclinado

Estás a hacerme favor:

No me trates con rigor

Pues que vengo arrepentido,

Y tú tienes prometido

Recibirás con agrado,

Al que aborrezca el pecado

Y lo llore compungido.

De mis culpas la cadena

Romperás, Jesús amante,

Mi propósito es constante,

Y mi contrición es buena:

Si el pecado me enajena

De tu gracia y amistad,

Yo lo detesto, en verdad,

Y lo aborrezco de suerte,

Que quiero mejor la muerte

Que volver a su maldad.

¡Oh purísima María!

A ti me acojo rendido,

A mi Jesús he ofendido,

No se pierda el alma mía:

Mi miseria en ti confía

Que ha de alcanzar el perdón:

Si te mueve a compasión

Haberme visto perdido

Para no ser confundido

Aumenta mi contrición.

 

ORACIÓN A LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Santísima, misericordiosísima, amabilísima Trinidad, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, ante vuestra soberana y augusta presencia se postra el pecador más abominable, que la tierra sustenta y el sol alumbra, por vuestra infinita piedad. En esta pues, confiado, y en el poderoso patrocinio de vuestra dilectísima Hija, amantísima Madre y castísima Esposa María Santísima mi Señora, me atrevo a mover en vuestro divino acatamiento mis labios, para daros cuantas gracias puedo por la excepción y privilegios que concedisteis a esa sagrada Emperatriz, haciéndola libre del común contagio, y preservándola en el mismo primer instante de su ser de la fatal desgracia que por el pecado de Adán contraemos todos sus miserables descendientes. Yo Señor, me lleno de regocijo al contemplar a esta augustísima Reina adornada con la preciosa investidura de la gracia, en el mismo instante de su Purísima Concepción, en el que cediendo sus fueros la naturaleza, triunfó nuestra Reina del inmenso diluvio de la culpa, y elevada sobre los más encumbrados montes de la santidad, se nos presenta ciudad de refugio seguro a todos los pecadores. Yo te suplico por esta tan magnífica obra de tu poderosa diestra, me concedas una cordial, verdadera y afectuosa devoción a esta suprema Emperatriz en el misterio de su Purísima Concepción, para que venerándola rendido, e imitando sus singulares virtudes en todo lo posible en esta vida, consiga, por su poderosa intercesión, el ir después de mi muerte a darte en su compañía eternas alabanzas en las celestiales mansiones de tu gloria. Amén.

 

MEDITACIÓN

Punto primero: Considera, alma devota, con la debida atención los grandes y singulares privilegios y favores que Dios hizo a María Santísima en el instante primero de su Concepción. Mira como en este mismo instante que crió Dios aquella bendita alma de la Virgen Santísima nuestra Señora, y la infundió en el cuerpo formado en las entrañas de su madre Señora Santa Ana, en ese mismo punto y momento la enriqueció y hermoseó con su soberana gracia, santificándola desde ese mismo instante y deteniéndola para que no cayese en el pecado original, como de su naturaleza había de caer por ser hija de Adán pecador. Pondera como habiendo quedado la humana generación hecha esclava del demonio y de la culpa por el pecado de Eva, y por tanto rebelde a su legítimo Señor y dueño, quiso el divino Padre reparar tan lamentable pérdida, y para esto crió a esta Hija suya, Hija especialísima por gracia; para que por su medio tomase el Verbo Divino el hábito de nuestra naturaleza en sus virginales entrañas, y que así como la muerte entró en el mundo por Adán y Eva cuando pecaron, entrase la vida de la gracia por Jesús y María que nunca cayeron, a los cuales acudiesen los hombres por remedio de sus necesidades. Saca de aquí un deseo grande de amar a Dios nuestro Señor que por tales medios y remedios quiso restituirte a su gracia y amistad, haciéndote, como dice S. Pablo (1. Corint. 6, núm. 15) hijo suyo y miembro de Cristo y heredero del cielo.

 

Punto segundo: considera como habiendo criado Dios a la Virgen Santísima a más de aquella gracia primera (que arriba dijimos) de la preservación del pecado y santificación de su alma, la dotó, así entonces como después, en tiempo de nuevas prerrogativas y privilegios singulares, como el darla el honor de ser Madre de su unigénito Hijo, que para el tiempo señalado lo guardó. Lo segundo, que no sintiese ningún género de mala inclinación ni apetito desordenado. Lo tercero, confirmarla en gracia, de tal suerte, que nunca jamás cometiese ni un solo pecado, ni por pensamiento. Lo cuarto, la hizo impecable aun venialmente, que es cosa que sobrepuja a toda admiración. Pondera cuan conveniente fue que Dios nuestro Señor honrase y sublimase con todas estas gracias y privilegios y muchas más a esta Purísima Virgen, porque condición es de este Señor hacer las cosas tales, cual es el fin para que las hace; y como esta Señora fue escogida para la mayor dignidad que hay después de la humanidad del Hijo de Dios, que es ser Madre suya, así la fueron concedidas las mayores gracias y privilegios, y la mayor santidad y perfección que hay después de él. Saca de aquí deseos muy ardientes de alegrarte y complacerte de los infinitos y soberanos bienes que Dios ha dado a esta Señora, y pídele te conceda su verdadera devoción con un eficaz y vivo deseo de servir, amar y obsequiar a tan amante Madre y a tan benigna abogada, y ofrécete por su humilde esclavo, que aunque es tan alta y esclarecida, no se desdeñará de admitirte por su siervo, como tú te le ofrezcas con veras de tu corazón, porque su condición es muy afable, su corazón muy piadoso, y el amor que nos tiene muy excesivo: no desea de nosotros más, sino que le pidamos, y está pronta a darnos su patrocinio para que alcancemos la gracia de su Santísimo Hijo. Mira que es el arcaduz por donde corren a nosotros todos los bienes espirituales y temporales, y que ningún verdadero devoto suyo deja que se pierda cuando de veras le clama.

 

COLOQUIO Y PETICIÓN

Dulcísima y poderosísima Virgen María, Madre de Dios y Madre de misericordia, para con nosotros pecadores. Si vos, Señora, fuisteis criada en gracia y enriquecida de todos los privilegios y dones del Espíritu Santo; y nosotros con todo el corazón os confesamos digna Madre de Dios, Purísima desde el primer instante de vuestro ser, y siempre Virgen, ¿cómo es posible, oh Madre nuestra, que vos Reina y Señora de todo lo criado, podáis negaros a los obsequios de estas pobres y vilísimas criaturas? Vos sois nuestra Madre, y llena de misericordia hacia nosotros: tal debéis mostraros, pues no tenemos otra esperanza sino en vuestro poderoso patrocinio. Es verdad que no hacemos nada en vuestro servicio que sea digno de vuestra soberana atención; más con todo os es agradable que mostremos deseo de honraros y serviros: esto es lo que hacemos, Madre amantísima, aunque nos reconocemos indignos de nombrarnos hijos vuestros, por ésta misma causa nos habéis de oír, por nuestra misma miseria somos más acreedores a vuestra misericordia y piedad. En esta, pues confiados, os suplicamos, Purísima Reina, os dignéis de impetrar de vuestro precioso Hijo el socorro para todas las necesidades de nuestra Madre la Santa Iglesia, la exaltación del Santo Nombre de Dios, la paz y la victoria de nuestro gobierno y de todos los Príncipes cristianos, contra los infieles, idólatras y herejes, la conservación de las sacratísimas Religiones, Justos y Congregaciones espirituales, la salud del Romano Pontífice y de nuestro Ilustrísimo Pastor, el acierto de todos los jueces y magistrados que nos gobiernan, el remedio de las presentes necesidades que nos afligen y de todas las que en particular padecemos: también os pedimos por los que se hallan en el miserable estado de culpa mortal, por los que están en el terrible trance de la muerte, por la redención de los pobres cautivos y encarcelados, por el descanso de las almas del Purgatorio; y finalmente, Señora, nos alcancéis del Padre de las misericordias, que por vuestra intercesión y singular pureza, nos sean perdonados todos nuestros pecados, y que por medio de una verdadera penitencia los paguemos en esta vida, para que en la hora de nuestra muerte nos reciba en el seno de sus misericordias, y en compañía de todos los cortesanos del cielo demos eternas alabanzas a la Santísima Trinidad por los privilegios y gracias que os concedió, y porque nos dio a vos misma para nuestro refugio y amparo, y también por Madre nuestra. Dignaos, Señora, de hacer que nos portemos como verdaderos hijos vuestros, para que después de esta vida os vayamos a besar vuestras sagradas plantas en la gloria. Amén.

Rezarás doce Ave Marías en honra de las doce excelencias de la Imperial Corona de María Santísima, en la forma que sigue:

 

1.      Es la primera excelencia

de tu corona imperial

que sea de Real descendencia

y sin culpa original.

Ave María.

 

2.      ¡Qué gran singularidad,

María, en vos se considera!

Pues que fuisteis la primera

que votó Virginidad.

Ave María.

 

3.      ¡Oh María, en tu anunciación,

cuanto te miro exaltada!

Pues que fuiste saludada

con nueva salutación.

Ave María.

 

4.      Que concibierais, Señora,

del Espíritu Divino,

os concedió el uno y trino

al oír vuestra voz sonora.

Ave María.

 

5.      Aunque le pese al infierno,

escogida de Dios fuiste,

y en tu seno concebiste,

al Hijo de Dios Eterno.

Ave María.

 

6.      ¡Que la Sacra Majestad

a tu virtud concediera

concebir, quedando entera

tu Santa Virginidad!

Ave María.

 

7.      Vos cargáis con grande gozo

a vuestro Hijo celestial

en el vientre virginal

y sin que os fuese gravoso.

Ave María.

 

8.      Vos paristeis sin dolor

y siempre Virgen quedasteis,

la integridad no quebrasteis,

¡oh qué singular favor!

Ave María.

 

9.      Leche disteis sola vos

a aquel que de todo es dueño,

y le guardasteis el sueño,

al Hijo Eterno de Dios.

Ave María.

 

10.    La más profunda humildad

se admira en ti, Virgen Pura:

ninguna otra criatura

tuvo contigo igualdad.

Ave María.

 

11.    Mayor y más firme fe

tuviste, que todo el resto

de los Santos y por esto

tan grande gloria posees.

Ave María.

 

12.    Fuiste la Mártir mayor:

tu martirio es excelente:

nadie habrá que experimente

igual pena a tu dolor.

Ave María.


OFRECIMIENTO

¡Oh Purísima y siempre Virgen María! Esclarecida Reina, Madre de Dios y Señora nuestra, humildemente postrado y rendido ante tu incomparable Majestad y grandeza, te ofrezco estas doce Ave Marías en honra, memoria y reverencia de las doce excelencias de tu sagrada corona, y por ellas te suplico que ruegues e intercedas con tu precioso Hijo mi Señor Jesucristo, a fin de que me conceda el perdón de mis pecados, y la gracia santificante y final, para que por medio de tu sagrada devoción y por tus méritos, consiga después de mi muerte ir a gozarle en tu compañía por toda la eternidad en los celestiales alcázares de la gloria. Amén.

 

GOZOS A LA PURÍSIMA CONCEPCIÓN

Para dar luz inmortal

Siendo vos alba del día

Sois concebida, María,

Sin la culpa original.

 

A vos, Reina esclarecida

Que vestida estáis del sol,

Y en tu primer arrebol

Fuiste en gracia concebida:

Mi afecto a todos convida

Que me ayuden a alabar

Tu pureza singular,

Diciendo con alegría:

 

Mi alma de que seas se goza

Hija tierna de Dios Padre,

De Dios Hijo amante Madre,

Del Santo Espíritu Esposa:

En tu tálamo reposa

Por tu gracia sin igual;

Pues por tu dicha tan cabal

Repitan con melodía:

 

Templo y Sagrario, Señora

Eres de Dios uno y trino,

Y por eso tu amor fino

Sus mercedes atesora:

Repártelas, bella Aurora,

Con tu m ano liberal:

Líbranos de todo mal!

Pues cantamos este día:

 

De virtudes un portento

Te admiro, divina Aurora;

Y yo quisiera, Señora,

Servirte en todo momento:

Pero aunque soy cual jumento,

Y el pecado me ha hecho tal,

Has por tu amor maternal

Que publique noche y día,

 

Libre del pecado fuiste

Por gracia preservativa,

Siéndote preparativa

A la que luego adquiriste:

Siempre en pie te mantuviste

Contra el dragón infernal;

Y de este monstruo fatal

Sujetaste la osadía:

 

Al que te crió concebiste,

Lo cargaste sin tormento

Lo diste a luz con contento,

Y en todo singular fuiste:

En tus brazos lo tuviste

Como Madre natural,

Dándole prueba total

De la llama que en ti ardía:

 

Vos sois la corredentora,

De todos los hijos de Eva,

Porque a vuestro amor se deba

Nuestra libertad, Señora:

Todo lo criado te adora

Por su Reina en general,

Y así confiesa en señal

De que solo en vos confía:

 

¡Oh Sacra y divina Ester,

Refugio de pecadores!

Atiende a nuestros clamores

No nos dejes perecer:

Pues en ti hemos de tener

De gracias un manantial,

Haz que en pecado mortal

No caiga, como solía:

 

A Dios, Reina sublimad

A Dios, Princesa divina

A Dios, Niña peregrina

A Dios, Madre muy amada:

De mi muerte en la jornada

Harás que libre de mal

Pase aquel trance fatal

Y cante sin cobardía:

 

ANTÍFONA: Esta es la vara en la cual no hubo ni el nudo del pecado original, ni la corteza de la culpa actual.

 

L/: En tu Concepción, oh Virgen, fuiste Inmaculada;

R/: Ruega por nosotros al Padre, cuyo Hijo diste a luz.


ORACIÓN: ¡Oh, Dios!, que por la Inmaculada Concepción de la Virgen preparaste digna morada para tu Hijo; rogámoste que, así como preservaste a Ella de toda mancha por la muerte prevista de tu mismo Hijo, así también nos concedas que, mediante tu intercesión, lleguemos limpios de toda culpa a tu presencia. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

(Por la anterior antífona y oración, el Papa Pablo V, mediante decreto del 10 de Julio de 1615, concede 100 días de Indulgencia.)

 

Colaboración de Carlos Vilaman


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