DÍA OCHO DE CADA MES DEDICADO AL OBSEQUIO Y HONRA DE MARÍA SANTÍSIMA EN EL MISTERIO DE SU INMACULADA CONCEPCIÓN
Por un indigno siervo de
esta Señora, hijo de S.P.S.S. Francisco. Puebla, 1833. Imprenta del ciudadano
José María Campos, calle de la Carnicería núm. 13.
MODO DE PRACTICAR ESTA
DEVOCIÓN
Puesto de rodillas ante alguna Imagen de
María Santísima se persignarán y con todo el afecto de su corazón dirán el acto
de contrición siguiente:
Señor Dios Omnipotente,
En tu presencia humillado
Tienes al que te ha agraviado
Y te ha sido inobediente
Mas pues fuiste tan clemente
Con quien tanto te ofendió
Y tras su pasión corrió
Tan desenfrenadamente,
Perdónale, que obediente
A tu llamado volvió.
Y en prueba de mi dolor
Estoy a tus pies postrado,
Y conozco que inclinado
Estás a hacerme favor:
No me trates con rigor
Pues que vengo arrepentido,
Y tú tienes prometido
Recibirás con agrado,
Al que aborrezca el pecado
Y lo llore compungido.
De mis culpas la cadena
Romperás, Jesús amante,
Mi propósito es constante,
Y mi contrición es buena:
Si el pecado me enajena
De tu gracia y amistad,
Yo lo detesto, en verdad,
Y lo aborrezco de suerte,
Que quiero mejor la muerte
Que volver a su maldad.
¡Oh purísima María!
A ti me acojo rendido,
A mi Jesús he ofendido,
No se pierda el alma mía:
Mi miseria en ti confía
Que ha de alcanzar el perdón:
Si te mueve a compasión
Haberme visto perdido
Para no ser confundido
Aumenta mi contrición.
ORACIÓN A LA SANTÍSIMA
TRINIDAD
Santísima, misericordiosísima, amabilísima
Trinidad, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, ante vuestra soberana y
augusta presencia se postra el pecador más abominable, que la tierra sustenta y
el sol alumbra, por vuestra infinita piedad. En esta pues, confiado, y en el
poderoso patrocinio de vuestra dilectísima Hija, amantísima Madre y castísima
Esposa María Santísima mi Señora, me atrevo a mover en vuestro divino
acatamiento mis labios, para daros cuantas gracias puedo por la excepción y
privilegios que concedisteis a esa sagrada Emperatriz, haciéndola libre del
común contagio, y preservándola en el mismo primer instante de su ser de la
fatal desgracia que por el pecado de Adán contraemos todos sus miserables
descendientes. Yo Señor, me lleno de regocijo al contemplar a esta augustísima
Reina adornada con la preciosa investidura de la gracia, en el mismo instante
de su Purísima Concepción, en el que cediendo sus fueros la naturaleza, triunfó
nuestra Reina del inmenso diluvio de la culpa, y elevada sobre los más
encumbrados montes de la santidad, se nos presenta ciudad de refugio seguro a
todos los pecadores. Yo te suplico por esta tan magnífica obra de tu poderosa
diestra, me concedas una cordial, verdadera y afectuosa devoción a esta suprema
Emperatriz en el misterio de su Purísima Concepción, para que venerándola
rendido, e imitando sus singulares virtudes en todo lo posible en esta vida,
consiga, por su poderosa intercesión, el ir después de mi muerte a darte en su
compañía eternas alabanzas en las celestiales mansiones de tu gloria. Amén.
MEDITACIÓN
Punto primero:
Considera, alma devota, con la debida atención los grandes y singulares
privilegios y favores que Dios hizo a María Santísima en el instante primero de
su Concepción. Mira como en este mismo instante que crió Dios aquella bendita
alma de la Virgen Santísima nuestra Señora, y la infundió en el cuerpo formado
en las entrañas de su madre Señora Santa Ana, en ese mismo punto y momento la
enriqueció y hermoseó con su soberana gracia, santificándola desde ese mismo
instante y deteniéndola para que no cayese en el pecado original, como de su
naturaleza había de caer por ser hija de Adán pecador. Pondera como habiendo
quedado la humana generación hecha esclava del demonio y de la culpa por el
pecado de Eva, y por tanto rebelde a su legítimo Señor y dueño, quiso el divino
Padre reparar tan lamentable pérdida, y para esto crió a esta Hija suya, Hija
especialísima por gracia; para que por su medio tomase el Verbo Divino el
hábito de nuestra naturaleza en sus virginales entrañas, y que así como la
muerte entró en el mundo por Adán y Eva cuando pecaron, entrase la vida de la
gracia por Jesús y María que nunca cayeron, a los cuales acudiesen los hombres
por remedio de sus necesidades. Saca de aquí un deseo grande de amar a Dios
nuestro Señor que por tales medios y remedios quiso restituirte a su gracia y
amistad, haciéndote, como dice S. Pablo (1. Corint. 6, núm. 15) hijo suyo y
miembro de Cristo y heredero del cielo.
Punto segundo:
considera como habiendo criado Dios a la Virgen Santísima a más de aquella
gracia primera (que arriba dijimos) de la preservación del pecado y
santificación de su alma, la dotó, así entonces como después, en tiempo de
nuevas prerrogativas y privilegios singulares, como el darla el honor de ser
Madre de su unigénito Hijo, que para el tiempo señalado lo guardó. Lo segundo,
que no sintiese ningún género de mala inclinación ni apetito desordenado. Lo
tercero, confirmarla en gracia, de tal suerte, que nunca jamás cometiese ni un
solo pecado, ni por pensamiento. Lo cuarto, la hizo impecable aun venialmente,
que es cosa que sobrepuja a toda admiración. Pondera cuan conveniente fue que
Dios nuestro Señor honrase y sublimase con todas estas gracias y privilegios y
muchas más a esta Purísima Virgen, porque condición es de este Señor hacer las
cosas tales, cual es el fin para que las hace; y como esta Señora fue escogida
para la mayor dignidad que hay después de la humanidad del Hijo de Dios, que es
ser Madre suya, así la fueron concedidas las mayores gracias y privilegios, y
la mayor santidad y perfección que hay después de él. Saca de aquí deseos muy
ardientes de alegrarte y complacerte de los infinitos y soberanos bienes que
Dios ha dado a esta Señora, y pídele te conceda su verdadera devoción con un
eficaz y vivo deseo de servir, amar y obsequiar a tan amante Madre y a tan
benigna abogada, y ofrécete por su humilde esclavo, que aunque es tan alta y
esclarecida, no se desdeñará de admitirte por su siervo, como tú te le ofrezcas
con veras de tu corazón, porque su condición es muy afable, su corazón muy
piadoso, y el amor que nos tiene muy excesivo: no desea de nosotros más, sino
que le pidamos, y está pronta a darnos su patrocinio para que alcancemos la
gracia de su Santísimo Hijo. Mira que es el arcaduz por donde corren a nosotros
todos los bienes espirituales y temporales, y que ningún verdadero devoto suyo
deja que se pierda cuando de veras le clama.
COLOQUIO Y PETICIÓN
Dulcísima y poderosísima Virgen María, Madre de Dios y Madre de misericordia, para con nosotros pecadores. Si vos, Señora, fuisteis criada en gracia y enriquecida de todos los privilegios y dones del Espíritu Santo; y nosotros con todo el corazón os confesamos digna Madre de Dios, Purísima desde el primer instante de vuestro ser, y siempre Virgen, ¿cómo es posible, oh Madre nuestra, que vos Reina y Señora de todo lo criado, podáis negaros a los obsequios de estas pobres y vilísimas criaturas? Vos sois nuestra Madre, y llena de misericordia hacia nosotros: tal debéis mostraros, pues no tenemos otra esperanza sino en vuestro poderoso patrocinio. Es verdad que no hacemos nada en vuestro servicio que sea digno de vuestra soberana atención; más con todo os es agradable que mostremos deseo de honraros y serviros: esto es lo que hacemos, Madre amantísima, aunque nos reconocemos indignos de nombrarnos hijos vuestros, por ésta misma causa nos habéis de oír, por nuestra misma miseria somos más acreedores a vuestra misericordia y piedad. En esta, pues confiados, os suplicamos, Purísima Reina, os dignéis de impetrar de vuestro precioso Hijo el socorro para todas las necesidades de nuestra Madre la Santa Iglesia, la exaltación del Santo Nombre de Dios, la paz y la victoria de nuestro gobierno y de todos los Príncipes cristianos, contra los infieles, idólatras y herejes, la conservación de las sacratísimas Religiones, Justos y Congregaciones espirituales, la salud del Romano Pontífice y de nuestro Ilustrísimo Pastor, el acierto de todos los jueces y magistrados que nos gobiernan, el remedio de las presentes necesidades que nos afligen y de todas las que en particular padecemos: también os pedimos por los que se hallan en el miserable estado de culpa mortal, por los que están en el terrible trance de la muerte, por la redención de los pobres cautivos y encarcelados, por el descanso de las almas del Purgatorio; y finalmente, Señora, nos alcancéis del Padre de las misericordias, que por vuestra intercesión y singular pureza, nos sean perdonados todos nuestros pecados, y que por medio de una verdadera penitencia los paguemos en esta vida, para que en la hora de nuestra muerte nos reciba en el seno de sus misericordias, y en compañía de todos los cortesanos del cielo demos eternas alabanzas a la Santísima Trinidad por los privilegios y gracias que os concedió, y porque nos dio a vos misma para nuestro refugio y amparo, y también por Madre nuestra. Dignaos, Señora, de hacer que nos portemos como verdaderos hijos vuestros, para que después de esta vida os vayamos a besar vuestras sagradas plantas en la gloria. Amén.
Rezarás doce Ave Marías en honra de las
doce excelencias de la Imperial Corona de María Santísima, en la forma que
sigue:
1. Es
la primera excelencia
de tu corona imperial
que sea de Real descendencia
y sin culpa original.
Ave María.
2. ¡Qué
gran singularidad,
María, en vos se considera!
Pues que fuisteis la primera
que votó Virginidad.
Ave María.
3. ¡Oh
María, en tu anunciación,
cuanto te miro exaltada!
Pues que fuiste saludada
con nueva salutación.
Ave María.
4. Que
concibierais, Señora,
del Espíritu Divino,
os concedió el uno y trino
al oír vuestra voz sonora.
Ave María.
5. Aunque
le pese al infierno,
escogida de Dios fuiste,
y en tu seno concebiste,
al Hijo de Dios Eterno.
Ave María.
6. ¡Que
la Sacra Majestad
a tu virtud concediera
concebir, quedando entera
tu Santa Virginidad!
Ave María.
7. Vos
cargáis con grande gozo
a vuestro Hijo celestial
en el vientre virginal
y sin que os fuese gravoso.
Ave María.
8. Vos
paristeis sin dolor
y siempre Virgen quedasteis,
la integridad no quebrasteis,
¡oh qué singular favor!
Ave María.
9. Leche
disteis sola vos
a aquel que de todo es dueño,
y le guardasteis el sueño,
al Hijo Eterno de Dios.
Ave María.
10. La
más profunda humildad
se admira en ti, Virgen Pura:
ninguna otra criatura
tuvo contigo igualdad.
Ave María.
11. Mayor
y más firme fe
tuviste, que todo el resto
de los Santos y por esto
tan grande gloria posees.
Ave María.
12. Fuiste
la Mártir mayor:
tu martirio es excelente:
nadie habrá que experimente
igual pena a tu dolor.
Ave María.
OFRECIMIENTO
¡Oh Purísima y siempre Virgen María! Esclarecida Reina, Madre de Dios y Señora nuestra, humildemente postrado y rendido ante tu incomparable Majestad y grandeza, te ofrezco estas doce Ave Marías en honra, memoria y reverencia de las doce excelencias de tu sagrada corona, y por ellas te suplico que ruegues e intercedas con tu precioso Hijo mi Señor Jesucristo, a fin de que me conceda el perdón de mis pecados, y la gracia santificante y final, para que por medio de tu sagrada devoción y por tus méritos, consiga después de mi muerte ir a gozarle en tu compañía por toda la eternidad en los celestiales alcázares de la gloria. Amén.
GOZOS A LA PURÍSIMA CONCEPCIÓN
Para dar luz inmortal
Siendo vos alba del día
Sois concebida, María,
Sin la culpa original.
A vos, Reina esclarecida
Que vestida estáis del sol,
Y en tu primer arrebol
Fuiste en gracia concebida:
Mi afecto a todos convida
Que me ayuden a alabar
Tu pureza singular,
Diciendo con alegría:
Mi alma de que seas se goza
Hija tierna de Dios Padre,
De Dios Hijo amante Madre,
Del Santo Espíritu Esposa:
En tu tálamo reposa
Por tu gracia sin igual;
Pues por tu dicha tan cabal
Repitan con melodía:
Templo y Sagrario, Señora
Eres de Dios uno y trino,
Y por eso tu amor fino
Sus mercedes atesora:
Repártelas, bella Aurora,
Con tu m ano liberal:
Líbranos de todo mal!
Pues cantamos este día:
De virtudes un portento
Te admiro, divina Aurora;
Y yo quisiera, Señora,
Servirte en todo momento:
Pero aunque soy cual jumento,
Y el pecado me ha hecho tal,
Has por tu amor maternal
Que publique noche y día,
Libre del pecado fuiste
Por gracia preservativa,
Siéndote preparativa
A la que luego adquiriste:
Siempre en pie te mantuviste
Contra el dragón infernal;
Y de este monstruo fatal
Sujetaste la osadía:
Al que te crió concebiste,
Lo cargaste sin tormento
Lo diste a luz con contento,
Y en todo singular fuiste:
En tus brazos lo tuviste
Como Madre natural,
Dándole prueba total
De la llama que en ti ardía:
Vos sois la corredentora,
De todos los hijos de Eva,
Porque a vuestro amor se deba
Nuestra libertad, Señora:
Todo lo criado te adora
Por su Reina en general,
Y así confiesa en señal
De que solo en vos confía:
¡Oh Sacra y divina Ester,
Refugio de pecadores!
Atiende a nuestros clamores
No nos dejes perecer:
Pues en ti hemos de tener
De gracias un manantial,
Haz que en pecado mortal
No caiga, como solía:
A Dios, Reina sublimad
A Dios, Princesa divina
A Dios, Niña peregrina
A Dios, Madre muy amada:
De mi muerte en la jornada
Harás que libre de mal
Pase aquel trance fatal
Y cante sin cobardía:
ANTÍFONA:
Esta es la vara en la cual no hubo ni el nudo del pecado original, ni la
corteza de la culpa actual.
L/: En tu Concepción, oh
Virgen, fuiste Inmaculada;
R/: Ruega por nosotros al Padre, cuyo Hijo diste a luz.
ORACIÓN: ¡Oh, Dios!, que
por la Inmaculada Concepción de la Virgen preparaste digna morada para tu Hijo;
rogámoste que, así como preservaste a Ella de toda mancha por la muerte
prevista de tu mismo Hijo, así también nos concedas que, mediante tu
intercesión, lleguemos limpios de toda culpa a tu presencia. Por el mismo
Jesucristo Nuestro Señor, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
(Por la anterior antífona y oración, el
Papa Pablo V, mediante decreto del 10 de Julio de 1615, concede 100 días de
Indulgencia.)
Colaboración de Carlos Vilaman
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