martes, 2 de junio de 2020

QUINCE DE MES A LA ASUNCIÓN DE MARÍA



DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA EN HONRA DE SU TRÁNSITO Y GLORIOSA ASUNCIÓN PARA EL DÍA 15 DE CADA MES

Dispuesto por uno de los menores hijos de nuestro padre San Francisco.

México 1877, Librería de Francisco Abadiano, calle de La Escalerilla núm. 17

 

PRÓLOGO

Así como el día diez y nueve de cada mes, está dedicado a obsequiar al Patriarca santísimo Señor San José, para alcanzar de su Hijo putativo una buena muerte, mediante su eficaz patrocinio; con el mismo fin se le canta a María Santísima una misa en su santuario de Guadalupe, el día quince de cada mes, en honra de su dichosísimo tránsito y gloriosa Asunción. Y así, si deseas tener buena muerte, acude a María Santísima, que ya sabes que es la que reparte los tesoros de Dios, y ninguno sale sin consuelo que llega a sus plantas a pedirlo. Granjéala con hacer todo cuanto puedas en honra de su Tránsito y Asunción a los cielos, que yo te aseguro lo conseguirás, por lo cual te aconsejo, entre muchas cosas, que tú harás, hagas lo siguiente:

 

MODO

El día quince de cada mes comulgarás, habiéndote dispuesto con la confesión, preparándote con fervorosos actos de amor de Dios, de contrición, humildad y caridad de tu prójimo; con la fe viva de a quien vas a recibir, y la esperanza de conseguir la bienaventuranza. Oye misa, y si pudieres, ve a oír la que se canta a nuestra Señora todo el año el día quince de cada mes en su Santuario de Guadalupe. Rézale el rosario de siete o quince misterios, enciéndela una candela, y haz cuanto puedas a fin de pedir a nuestra Señora una buena muerte, y a lo menos haz la súplica siguiente:

 

ACTO DE CONTRICIÓN

¡Señor mío, Jesucristo! Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.

 

SÚPLICA PARA EL DÍA QUINCE DE CADA MES.

Augustísima y Divinísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, verdadero, único y Trino Dios, en quien creemos y esperamos, a quien amamos sobre todas las cosas: te damos infinitas gracias por habernos dado a María Santísima por Madre, Señora y Abogada nuestra, llena de tantas gracias, prerrogativas, dones y privilegios con que la adornaste para que tuviéramos los mortales el asilo, amparo y refugio que  necesitamos, alcanzando de tu bondad por su intercesión, el buen despacho en nuestras peticiones; y pues todas tus liberalidades y magnificencias las comunicas por su intercesión, te suplicamos, Dios y Señor de misericordia, tengas esta de nosotros, concediéndonos por sus méritos y por su Tránsito y gloriosa Asunción, una feliz y santa muerte, dándonos gracias para merecerla con la reforma de nuestras costumbres, para que como verdaderos hijos de tal Madre, la obsequiemos, venerando toda nuestra vida su Tránsito y dichosísima Asunción, empleándonos en su servicio, para que, agradándote por su medio, consigamos, mediante una buena muerte, gozarte en su compañía en la gloria. Amén.

Aquí se reza un Padre nuestro y diez Ave Marías, que es un misterio, para que los ángeles formen rosarios con que coronar a María Santísima.

 

OFRECIMIENTO

Sacratísima Virgen María, Reina de los cielos y tierra, Madre y Abogada nuestra: contemplándote asunta al Cielo con mayor gloria, después de Cristo, que todos los santos, se alienta mi tibieza a esperar mi buena muerte por tu intercesión; y así, Señora y Madre de pecadores, ¿quién se llega a tus veras a pedir consuelo que no lo consigue? Ninguno, porque todos por tu mano alcanzan favores del Altísimo para bien de sus almas. Si yo por mis muchas culpas no merezco me atiendas, como delincuente desvalido, me acojo a tu sagrado, como enfermo a la fuente de salud y como pobre, a quien puede socorrerme. El verme tan necesitado te ha de mover a compasión, pues siendo mi miseria grande, se ostentará mayor tu piedad. Por pecador, enfermo, pobre y necesitado, me has de favorecer, aunque tal, soy tu hijo y tú eres mi Madre. Si te coronaste en tu Asunción al cielo, recibiendo de todo un Dios la corona y cetro sobre todos los ángeles y santos, a ti se te entregó el señorío y mando para ser Madre, Señora y Abogada de pecadores, y por tu mano se reparten las misericordias de un Dios y ninguno que llega tus puertas sale sin consuelo. Tu misma grandeza y gloria te han de empeñar a socorrerme, y más en la hora de mi muerte; pues en esta, si a ti no te hallo, pereceré; y una Madre tan piadosa, caritativa y liberal, no porque vea los deméritos de sus hijos se ha de desdeñar de ampararlos. Y así, Señora y Madre mía, recibe de mis súplicas, suspiros y oraciones con que te venero, ofreciéndote cuanto en este día he hecho e intento hacer en honra de tu dichosísimo Tránsito y Asunción gloriosa, reconociéndote por mi Madre y Señora, proponiendo el servirte toda mi vida, y granjear tu protección para la hora de mi muerte, para que me la alcances feliz a mí y a todos los mortales: para todos la pido, y espero que todos la conseguiremos por tu intercesión. Admítenos, Señora, y ruega a Dios por nosotros, ahora para que le sirvamos y nos perdone, y en la hora de nuestra muerte, para que le gocemos en tu compañía. Amén.

Aquí se reza una Ave María a los Corazones de Jesús, María y José, en desagravio de las culpas del género humano.


Todos los días se dirá con gran devoción esta oración, que la Reina de los ángeles hacía hincada de rodillas, según refiere la V. M. María de Agreda, a quien se la dio la Señora.


ORACIÓN

Altísimo Señor y Dios Eterno: ante vuestro acatamiento postrado, se presenta este vil gusanillo de la tierra y la menor de vuestras criaturas, y os doy infinitas gracias y alabanzas por vuestro ser inmutable y perfecciones infinitas y porque me criaste de la nada, y reconociéndome criatura y hechura vuestras, os bendigo y alabo, dándoos honor, magnificencia y dignidad, como a Supremo Señor, Criador mío y de todo lo que tiene ser. Yo, Señor, levanto mi espíritu a ponerme vuestras manos, y con profunda humildad y resignación me ofrezco, y os pido y suplico hagáis de mí vuestra voluntad en este día y en todos los que me restan de mi vida, y me enseñéis lo que fuere del mayor agrado vuestro; y para decir esto mejor, es mi intención repetirlo muchas veces en las obras exteriores de este día, y en las interiores consultar primero a vuestra divina Majestad, pediros licencia, consejo y bendición para todas mis acciones. Amén.


Colaboración de Carlos Villaman

 


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