DEVOTO EJERCICIO DE LOS NUEVE MARTES EN HONOR A LA SEÑORA SANTA ANA
Tomado del libro
“Esercizio del cristiano di S. Anna per li suoi nove martedi”, Por D. Gabriel
María Gálvez de Valenzuela S.S.P., impreso en Roma, Italia, año 1736.
ADVERTENCIA
A LOS DEVOTOS DE SANTA ANA
Por haber sido
Santa Ana predestinada para ser Madre de la gran Madre de Dios María, y
pariente según la carne del Verbo Encarnado Jesucristo, es un fuerte estímulo
al corazón de todos los fieles el procurar ser sus devotos en todos los días
del año, especialmente en los nueve martes que preceden a Su Fiesta, siendo aquel
día en el cual ella nació y también murió, y para ella tan agradable que sea
celebrado dignamente por las personas que le son devotas. Su propia hija la
Virgen María Santísima se lo dijo a un devoto suyo, como lo refiere el Abate
Tritemio monje benedictino, “Si me amáis no dejéis de honrar a mi Madre Ana, y
esto es tan cierto que cuanto hagáis por honrar su culto, me será infinitamente
grato” (Tritem. “De Laud. S. Anne”, cap. 9, pag. 160)
Aquí entonces
presentamos un breve método para obsequiar a la Madre Santa Ana en estos nueve
martes, presentando su vida expuesta ante tus ojos por nueve martes, para que
tu corazón se encienda en deseos de amarla e imitarla. Cada martes te
confesarás, y comulgarás con la mayor diligencia, devoción y preparación, lo
cual debes hacer siempre, y le harás el primer obsequio a la gran Santa,
pidiéndole en primer lugar la salvación de tu alma, fuerza para superar tus
pasiones y todo aquello que te impida el mayor servicio a Dios, y vuestro mayor
provecho espiritual. En segundo lugar le pedirás a la Santa aquella gracia
temporal que más deseas obtener, que sea de acuerdo al fin primario que es la
salvación del alma, como se ha dicho antes, como por ejemplo la sanación de una
enfermedad, auxilio en la pobreza, prole en la esterilidad, liberación de los
peligros del parto, y cualquier necesidad corporal, sometiéndola siempre a la
voluntad Divina, como lo hizo la gran Santa.
El segundo
obsequio será la mortificación de los sentidos del cuerpo, el emplearse en
cualquier obra de piedad, dispensar la limosna a los pobres siempre que puedas,
y finalmente, demostrar con palabras y con obras, que deseas ser verdadero
devoto de Santa Ana, principalmente honrándola los días Martes, para hacerte
digno de la protección de tan gran Santa, que fue: “Per omnia placens Deo”,
como dice su devoto Lanspergio Certosino, y con tanto poder de intercesión ante
Dios (como lo atestigua el Abate Tritemio) que todo aquello que ella pide para
sus devotos lo obtiene prontamente. “Tante apud Deum potestatis est, ut
quidquid ab eo petierit pro nobis, sine mora valeat obtinere” (Trit. Cap. 3, de
Laud. S. Anne)
Finalmente por tercer obsequio debes recitar las Siete Alegrías, y cuanto por imitación se ha puesto en este primer martes, terminando todos tus obsequios a la gran Abogada Santa Ana, con un propósito de alejarte de cualquier pecado y ofensa a Dios, y al prójimo, y este será el obsequio más querido, más noble y más grato a la gloriosa Santa Ana, como asegura Lanspergio: “In hoc se extimat S. Anna maxime honorata, si ejus exempla inducti fugiendo peccata timuerimus, et amaverimus Deum” (Ser. 3). Damos entonces principio a esta Devoción con la confesión sincera y verdadera contrición de nuestros pecados y con la Santa Comunión, practicando como se detalla cada martes.
PARA TODOS LOS MARTES
LAS SIETE ALEGRÍAS DE SANTA ANA
PRIMERA ALEGRÍA
Alégrate Ana
Santísima, porque Dios Omnipotente entre todas las mujeres te eligió para ser
Madre de su Madre. Oh cuanto gozo, cuanta alegría te inunda, al verte siendo
Madre de la Reina del Cielo; por este vuestro inmenso gozo, te pido que me
obtengas de vuestro amadísimo Jesucristo el perdón de mis pecados, luz para
reconocerlos, contrición para llorarlos, fuerza para enmendarlos, el don de
penitencia en la vida y la perseverancia en la muerte. Amén.
Padrenuestro,
Avemaría, Gloria.
SEGUNDA
Recuérdate Ana
Santísima de aquel consuelo que recibiste, cuando Dios compadeciéndose por tu
invicta paciencia y considerando tu esterilidad, escuchó tu plegaria y por
medio de su santo Ángel te consoló, prometiéndote una Hija, que llegaría a ser
Madre de Dios; por aquella íntima alegría, que en ese momento sentiste, te
ruego compadecerte de mi esterilidad en hacer buenas obras, y obtenedme la
gracia de la oración, de una íntima y sólida devoción y prontitud para hacer el
bien. Amén.
Padrenuestro,
Avemaría, Gloria.
TERCERA
Quién podrá comprender
aquél gozo que tuviste en tu corazón en aquel momento que puesta en manos más
de la gracia que de la naturaleza concebiste a la Virgen Santísima, no solo sin
mancha de pecado, si no con inefable pureza. Oh si San Juan Bautista en el
vientre de su madre fue santificado y le transmitió a su madre en la mente y en
el corazón tanta luz, ¡qué no habrá comunicado a tu Alma tanta luz, tanto
fervor, tanta gracia, tanto amor María en vuestro vientre siendo ella tan
ilustrada, tan clara y tan iluminada! Por aquél gozo, que en aquellos nueve
meses en ti se multiplicó y se acrecentó, te suplico que tengas misericordia de
mi alma, y si bien es indigna, recíbela como hija, sostenla, socórrela,
ilumínala, ayúdala siempre, más singularmente en el tiempo de la tentación, de
la tribulación y de la muerte. Amén.
Padrenuestro,
Avemaría, Gloria.
CUARTA
Quién podrá medir
tu alegría, y el inefable gozo que sentiste, oh abogada mía, en aquella hora en
que pariste a María, si por palabra de la Santa Iglesia, su nacimiento llenó de
gozo el mundo entero. Cuál no sería vuestro gozo al saber que has sido tú la
fuente y la mina de donde ella surgió. Por aquél indecible gozo te pido que
hagas renacer mi alma, que ha estado muerta a la gracia y a la virtud; siempre
morir a mí mismo para vivir en Dios, tenerle odio al Mundo, tedio a la vida y
poner mis ojos en la eternidad y poner a Dios en mi corazón. Amén.
Padrenuestro,
Avemaría, Gloria.
QUINTA
Cuán felices y
alegros, oh poderosa protectora mía, fueron aquellos años en que criaste a
María y como bálsamos del paraíso eran vuestros pechos con los que amamantaste
a la Reina del Cielo; ¿con cuánta gracia y santo afecto y don celestial
suministraste tu leche que alimentaba a la Tesorera de Dios, con cuanto
regocijo serviste de Trono en tu regazo a la Esposa del Altísimo? Que delicia
de gozo fue para ti el nutrir, amamantar, educar, custodiar y servir, así
también el dirigir y mandar a la Señora de los Ángeles, la cual observaba,
admiraba y reconocía tu ministerio. Oh hazme servir así a Jesús en la Santa
Iglesia, como tú serviste a María en vuestra casa. Por aquella fidelidad, y por
aquel gozo, con que serviste a María, hazme su verdadero hijo, obtenedme un
perfecto apego a las leyes divinas y una perfecta observancia de la santa
instrucción, en el estado en que me encuentro y en el cual Dios me ha colocado.
Amén.
Padrenuestro,
Avemaría, Gloria.
SEXTA
Muy ciega es mi
mente, muy estrecho es mi corazón para saber enumerar todos los gozos que
tuviste al conversar con María. El mundo no lo puede saber, y ninguna pluma
mortal lo puede describir, sólo lo sabe aquel Dios, que te lo concedió, y
nosotros no podemos nada más que adorarle humildemente por esto. Por todos
aquellos gozos que con Dios y con María tú sola supiste conocer y probaste, te
ruego hacerme digno ministro de Jesús, saber dignamente recibirlo, fielmente
servirlo, ardientemente amarlo, para disfrutarlo prontamente en el Cielo. Amén.
Padrenuestro,
Avemaría, Gloria.
SÉPTIMA
Oh Madre Santísima,
quién podrá conocer el gozo y la dulzura de vuestra muerte y la grandeza de
vuestra gloria: morir en brazos de María, y también es creíble que en brazos de
Jesús; pero lo cierto es que en el Cielo Jesús y María son la primera fuente de
vuestro inefable gozo y de vuestra indecible gloria. Después de la gloria de
María, la vuestra es la primera, porque fuiste su Madre, y de ti provino todo
lo que Dios tenía de María; por aquella singularísima gloria vuestra, te ruego
que me protejas a la hora de mi muerte, en aquel momento obtenedme verdadera
contrición de mis pecados, viva confianza en Dios, la protección de vuestra
poderosísima Hija, y misericordia, perdón y gracia de su Divino Hijo. Recibe tú
al salir del cuerpo esta alma, preséntala a los brazos de María, suplícale que
la esconda de la ira justísima de Dios en el costado de su Unigénito, único
refugio y seguridad para los grandes pecadores. Amén.
Padrenuestro,
Avemaría y Gloria.
Alabados y
ensalzados sean siempre los nombres de Jesús, Joaquín, Ana, José y María. Amén.
HIMNO DE ALABANZA
A SANTA ANA.
(Que se encuentra
en el Breviario de los Padres de la Orden Premostratense, devotísimos de Ella.)
Ave Mater Anna,
Dei Matris Alma
Semper benedicta,
Felix Caeli Porta.
Sumens de Abrahae
Ortum Patriarchae,
In partu Mariae
Mutas Evae Nomen.
Solve primae
Matris
Vincla maledictae
Contra vim
serpentis
Bona cuncta posce.
Monstrate ese
Matrem
Benedictionis,
Ut sis Mater
Matris
Nati Dei Patris.
Amen.
ANTIFONA (puesta
en el Breviario de los Padres Carmelitanos en el Magnificat)
Anna parens
sublimis Dominae
Queae est Mater
Misericordiae,
Tu gemma lucens
Caelestis Curiae,
Tu Vena viva
divinae gratiae.
Te salutamus,
Te amamus amore
Filiae.
V. Ora pro nobis Beata Mater Anna.
R. Ut digni efficiamur promissionibus Christi.
OREMUS. Deus qui Beata Annae gratiam conferre dignatus es, ut Genitricis
Unigeniti Filii tui Mater effici mereretur: concede propitious, ut cujus
memoriam celebramus, ejus apud Te patrociniis adjuvemur. Per eumdem Dominum
Nostrum Jesum Christum Filium tuum, qui tecum vivit et regnat in saecula
saeculorum. Amen.
NUEVE
MEDITACIONES PARA HACERLAS EN CUALQUIER MARTES DEL AÑO, Y QUE PUEDEN RECITARSE
EN HONOR DE NUESTRA GLORIOSA SANTA ANA EN SUS NUEVE MARTES.
PRIMERA
Contemplad la
estima que tiene el Padre Eterno de esta criatura, eligiéndola entre tantas
mujeres, y distinguiéndola por toda la eternidad como Madre de la Madre de
Dios.
Padrenuestro,
Avemaría, Gloria.
SEGUNDA
Contemplad la
universal alegría que han tenido los ángeles del Paraíso por el nacimiento de
esta gran Señora, a quien reconocieron como espejo lucido de la Divina esencia,
al contemplar luego cómo ella dio a luz a María, su muy respetada Señora y
Madre del Redentor del mundo.
Padrenuestro,
Avemaría, Gloria.
TERCERA
Contemplad el
cuidado Paterno que Dios tuvo al desposarla con privilegio especial para
compañera y esposa de un hombre de tanto mérito y virtud, como lo era San
Joaquín.
Padrenuestro,
Avemaría, Gloria.
CUARTA
MEDITACIÓN
Contemplad el
favor totalmente nuevo concedido a Ana, de concebir una Hija, que fuera del
orden natural, permaneciese singularmente exenta de toda mancha de pecado.
Padrenuestro,
Avemaría, Gloria.
QUINTA
Contemplad, como
habiendo quedado embarazada Santa Ana de María Virgen, Dios con especialidad
singular atendía el cuidado de la Celeste Infante que llevaba en su seno.
Padrenuestro,
Avemaría, Gloria.
SEXTA
Contemplad cuán
abundantes fueron las bendiciones que cayeron del Cielo sobre esta feliz madre
en los nueve meses que llevó en su vientre a María, Virgen benditísima sobre
todas las demás criaturas.
Padrenuestro,
Avemaría, Gloria.
SÉPTIMA
Contemplad el gran
gusto y ternura espiritual que habrá sentido en su corazón Santa Ana, cuando
estrechaba en su seno, nutría con su propia leche, y devotamente acariciaba a
su inocentísima Hija.
Padrenuestro,
Avemaría, Gloria.
OCTAVA
Contemplad la
alteza y la dignidad de Santa Ana, a quien le fue dada la potestad de dirigir
aquí en la tierra a la Reina de los Ángeles, y de verse obedecida por la
Patrona del Universo.
Padrenuestro,
Avemaría, Gloria.
NOVENA
Contemplad cuánta sublime
gloria gozará en el Cielo esta Santa Matrona, que tiene tan estrecha parentela
con Jesús, y que dio a luz para el Eterno Padre una Hija sobre todas preferida,
al Divino Hijo una Madre incomparable, y al Espíritu Santo una purísima Esposa.
Padrenuestro,
Avemaría, Gloria.
Demos gracias a la
Santísima Trinidad que ha colmado a Santa Ana de tantas prerrogativas para
hacer de ella nuestra potentísima Abogada. Gloria al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo, como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de
los siglos. Amén.
OBRAS DE PIEDAD PARA PRACTICAR EN LOS DÍAS O EN LOS NUEVE MARTES ASIGNADOS AL CULTO DE SANTA ANA.
I.
Comulgar en todos y cada uno de los nueve
martes.
II.
Visitar cualquier Iglesia o Capilla donde
se venere su imagen.
III.
Hacer penitencia de ayuno o cualquier
penitencia parecida.
IV.
Dar limosna en nombre y honra de ella.
V.
Rezar las Siete Alegrías de Santa Ana.
VI.
Repetir cualquier jaculatoria dirigida a
ella.
VII.
Leer la vida de cualquier santo o santa en
su honor, o cualquier libro que trate sobre la gloria de María Santísima su
Hija.
VIII.
Abstenerse de cualquier defecto o falta
ordinaria.
IX.
Escuchar toda prédica o misa dedicada a
Santa Ana, o frecuentar cualquier obra piadosa en su honor.
PRIMER
MARTES
Habiendo recibido la Santa Comunión y luego recitado las Siete Alegrías con las nueve meditaciones, el himno, antífona y la oración, según la disposición que tengas de acuerdo a tu estado, puedes ahora ejercitarte en esta devoción; practica este primer Obsequio.
OBSEQUIO
PARA EL PRIMER MARTES
Cuando rezamos la
Salutación Angélica, después de las palabras “y bendito es el fruto de tu
vientre” podemos añadir “y bendita sea Santa Ana, Madre tuya”. Así le enseñó la
misma Virgen a un devoto suyo a rezar el Ave María de esta forma, según lo
testimonia una antigua tabla en la Iglesia Catedral de Reims, que dice: “Baron.
Orat. Apert. Ex Virg. C. 7”. Lee
finalmente para tu espiritual entretenimiento lo siguiente:
EJEMPLO
I.
Se relata que un antiguo romano dedicado a honrar a la Virgen con varios obsequios, fue un día avisado por Ella, en una aparición suya, que honrara junto con ella a su santísima Madre, Santa Ana. Esto hizo él, y a partir de ahí se volvió tan devoto de Santa Ana con tanta ventaja que obtuvo que en el momento de su muerte la gran Madre de Dios le honrara con el título de hermano suyo, y agradecida le recompensó con la promesa del Paraíso, diciéndole: “Soror tua ego sum, quia Matrem meam honorasti Semper” (Sab. Mar. 12. March. Diar. 26. Julii). Oh qué bello consuelo para los devotos de la Madre y de la Hija, que para obtenerlo tú también imitarás a aquel ciudadano.
SEGUNDO
MARTES
Se hará
todo igual que el primer martes y luego practicarás este:
SEGUNDO
OBSEQUIO
Dar cualquier limosna en honor de Santa Ana. Así lo hacía un joven, como lo refiere el Padre Auriemma (“Grazie di Santa Anna, cap. II) el cual empleó veinte escudos que eran todo lo que tenía para darlos en limosna en una capilla de Santa Ana, y ella le congració multiplicándole su caudal junto a muchos otros favores que le concedió; Oh si supieras cuanto agrada a Dios y a los Santos la limosna que se da en honor suyo, y también de muchos santos, no solamente de quien lo puede hacer sin gran incomodidad sino también de aquél que esto le haga privarse de cualquier satisfacción o placer.
EJEMPLO
II
En Villanueva,
ciudad de España, vivía una monja carmelita descalza, muy devota de Santa Ana,
a quien invocaba diariamente y le daba gracias por haber sido elegida para ser
madre de la gran Madre de Dios. Quiso la Santa recompensarla por su afecta y
obsequio, enviándole del cielo una estatua, que la representaba con semblante
devoto y majestuoso. Fue grande el júbilo de la buena religiosa, que hizo de
aquella imagen el centro de sus más tiernos afectos; y no contenta con
venerarla privadamente, quiso hacerlo también públicamente. Para esto hizo
construir un bello templo donde colocó la estatua, que recibió el obsequio,
cariño y adoración del pueblo. Y deseando ella colocar una bella inscripción
bajo aquella estatua, sintió escuchar un coro de ángeles que le sugerían
cantándole con bello concierto: “O ANNA, que Semper regnas cum Angelis, hic
nostri fis memor, ut tibi mereamur sociari.” (Tomado de la Crónica de los
Padres Carmelitas)
TERCER
MARTES
Se hará todo igual que el primer martes y luego practicarás este:
TERCER
OBSEQUIO
Elegid a Ana en modo especial por vuestra Protectora y Abogada, poniendo vuestra alma, vida y vos mismo entero en sus manos. Esto nos sugiere el mayor devoto suyo Tritemio, que nos insiste hacer semejante promesa con estas palabras: “Iesus, Anna et Maria, adesto nobis in omni via, et in mortis agonía” (Apud Auriem, Divozione a Sancta Anna)
EJEMPLO
III
Nos narra Giacomo Pelli acerca de un cierto Chierico que era devotísimo de Santa Ana, que cuantas veces saludaba a María, lo cual hacía con frecuencia, otras tantas veces invocaba a Santa Ana. El, cercano a la muerte, se encontraba muy angustiado por los escrúpulos, e inquieto por su vida pasada, dudando de su salvación, por lo cual se desesperaba. El demonio no dejaba de espantarlo con tentaciones y también con horribles visiones, con las cuales suele tentar a los moribundos. Pero se le apareció Santa Ana y lo tranquilizó y lo consoló del todo, y después de haberle asistido en su tránsito, llevó su alma al Paraíso para hacerle gozar del premio por las atenciones que tuvo hacia ella en vida. El paso de la muerte es muy terrible, pero todos tenemos que pasarlo, por lo tanto te aconsejo pío devoto que te recomiendes a esta gran Santa, para que te ayude a dar este paso bien en gracia de Dios, y te asegures la eternidad, pensando en aquella eternidad que infaliblemente te debe tocar.
CUARTO
MARTES
Se hará todo igual que el primer martes y luego practicarás este:
CUARTO
OBSEQUIO
Visitar cualquier iglesia en honor del Santísimo Sacramento y de Santa Ana, haciendo allí tres actos de Fe, de Adoración y de Contrición, para pedir al Señor en honor de Santa Ana tres gracias: “Veniam, Gratiam et Gloriam”, esto es, el perdón de tus pecados, la perseverancia en la gracia de Dios, y finalmente la salvación de tu alma. El Venerable Francisco de Jesús, carmelita descalzo, haciendo esto recibía muchos favores.
EJEMPLO
IV
En Sicilia, en
Chiusa Terra, vivía una mujer, que no podía parir, y teniendo la criatura
muerta por tres días en su vientre, le salía fuera de su boca un aliento tan
pútrido por causa del cadáver nonato, acompañada de terribles dolores y de
continuos desmayos, esta pobre mujer recurrió en este estado a su santa
abogada, para que se dignase de mantenerla en vida ya que la de su criatura se
había perdido. Apenas hizo la petición cuando alumbró a la criatura bastante
fétida y muerta; y animada la madre por tal gracia recibida, le pide también le
de la vida a su criatura, y de pronto ésta empezó a moverse, a dar señales de
vida y a llorar. Vivió y fue bautizada con asombro y alegría universal. Petrus
Fagnolett, Apud Auriem, “in vita Pat. De Chiusa”, nos dice: “De este prodigio
obrado por Dios por medio de la Santa en muchas partes del mundo, y de mujeres
agravadas que alumbran milagrosamente a criaturas muertas en el vientre materno
puedo dar testimonio yo que predico desde hace casi veintidós años y siendo
pecador indigno dispenso los Santísimos Sacramento de nuestra Iglesia a todos,
y he sido llamado de todas partes, para llevar Su Reliquia o cualquier otro
medio religioso, no pudiendo (como Procurador de la Capilla de esta Santa, y su
siervo infinitamente obligado por la gracia, que cada día me hace junto con su
Esposo Joaquín padre de mi universal Señora nuestra Inmaculada Madre María, que
me protege) por la ocasión digo que les he llevado la Reliquia Auténtica de la
Santa a mayor gloria de Dios, de la Hija y de la Madre”.
QUINTO
MARTES
Se hará todo igual que el primer martes y luego practicarás este:
QUINTO
OBSEQUIO
Ofrecerle a Santa Ana y a su bendita Hija María un propósito de cuidar tus sentidos, particularmente los ojos, no mirando intencionalmente objeto alguno con curiosidad, (Giannot, part. 25), en especial aquellos que pueden representar peligro. Así lo practicaban el Beato Ermano y la Beata Lucia de Narni, ambos de la Sagrada Orden de Santo Domingo.
EJEMPLO
V.
Una mujer llamada María, esposa de un ciudadano de Viena en Austria, por un gravísimo accidente le sobrevino la pérdida del habla, y estuvo muda por siete años, durante los cuales visitaba una Iglesia en la Montaña de Suecia para pedirle a la Virgen que le hiciera la gracia de sanarla. Pero esta vez María quiso conceder a la Madre Santa Ana la gloria de sanar a la enferma, que desconsolada por no haber recibido el favor se regresaba a casa, hizo señas al marido para que la llevara a una Iglesia de Austria dedicada a Santa Ana, célebre por los milagros que allí se producen; al encomendarse a la Santa se le soltó la lengua y comenzó a hablar claramente, bendiciendo como Zacarías a quien dejó mudo el Señor, por su gran benefactora. (Malaquías Rosentol, según el padre Tomas de San Cirlo, carmelitano). Yo deseo pedirle a la santa que me conceda la gracia de saber en qué momento debo hablar y en qué momento debo callar para mantener la paz con Dios, y con Vos y con nuestro prójimo, para decir con David: “ut non delinquas in lingua tua” (Sal. 28)
SEXTO MARTES
Se hará todo igual que el primer martes y luego practicarás este:
SEXTO OBSEQUIO
Harás particular
diligencia en recitar devotamente las oraciones vocales, y particularmente
aquella que sean dirigidas en honra de Santa Ana o de María Santísima. Una
persona consagrada, que cuando iba al templo se distraía en mirar con
curiosidad, fue vista después de muerta en el mismo lugar, padeciendo gran
tormento, sobre todo en los ojos y en la lengua porque con ellos había
especialmente pecado.
EJEMPLO
VI
Vivía en el reino de Nápoles una persona, muy educada, que a causa de sus propios interesas tuvo que abandonar la Patria, y mudarse a otro lugar, y porque veía que le faltaban los medios humanos para el buen éxito de su empresa, se fue a la Capilla de Santa Ana, a quien cálidamente se encomendó, e hizo voto de encender nueve luces en su honor por nueve martes, dedicándolas a ella ante su imagen. La santa fue presta a escucharla, pues en el primer martes en que según su voto le encendió la luz en su honor, obtuvo cuanto deseaba, y vio en un solo día terminado con gran ventaja aquel compromiso afectuoso; pero no sólo continuó alumbrando a la santa el siguiente martes, sino también los ocho martes restantes. Yo deseo, que encomiendes a esta santa la mayor empresa de todas: la salvación de tu alma, tan combatida por sus enemigos, visibles e invisibles. Encomiéndate a Santa Ana, y que arda en tu corazón el amor a Dios y la imitación de las virtudes de la santa, para que puedas esperar alcanzar la victoria y conseguir aquello que deseas obtener por su intercesión. Amén.
SÉPTIMO MARTES
Se hará
todo igual que el primer martes y luego practicarás este:
SÉPTIMO OBSEQUIO
Rezar el Rosario de la Santísima Virgen, honrando a la Madre también, mejor si le añades la invocación a Santa Ana al terminar. El Beato Giacomo de Venecia rezando el Rosario en honor de su santo patrono vio abrirse delante de sus ojos una bella rosa del paraíso. (P. Giannot, Prat. 24)
EJEMPLO
VII
En Sicilia un personaje de mucha distinción y riqueza se encontraba muy afligido por la esterilidad de su esposa. Fue exhortado a recurrir a Santa Ana, y hacer voto de reparar y adornar una capilla de ella misma. Se dispuso pronto a prometer a la santa con mucho fervor que, si le concedía más de un hijo, además de la Capilla, iba a restaurar la Iglesia, y la casa que le quedaba junta. Hecho este voto de promesa en poco tiempo la esposa tuvo tres hijos, más como suele suceder, hecha la promesa no se cumple. Cayó enfermo el primer hijo, y desesperado por los médicos, el hombre recurre a la santa, prometiéndole nuevamente; sanado el niño, volvió el padre a incumplir su promesa y quería dar solamente cien escudos, que no eran suficientes para reparación de la Capilla. Entonces en breve se arrepintió, porque se enfermó su hijo que murió en poco tiempo, y sucesivamente los otros dos hijos también, con extremo dolor del padre y de la madre. Salió para distraerse olvidar la gran tristeza y fue a jugar con otro señor y perdió jugando seis mil escudos; así como fue avaro con la santa con pocos centavos, perdió en breve los millares, y también los hijos; y la mencionada Capilla de Santa Ana fue reparada por la piedad del Duque de Ozuna, Grande de España de Primer Rango, Virrey de Sicilia, que sanó por intercesión de la santa, de una fiebre maligna. Hombre, mujer que lees este ejemplo, aprende a mantener aquello que prometes a Dios y a sus santos, y no faltes a tu palabra, como se practica ordinariamente con los hombres, advirtiéndonos el Espíritu Santo que cumplamos las promesas que con votos hemos hecho a Dios, y para esto se nos aconseja que cuando hagamos una promesa debemos confrontarlo primero con nuestro Confesor. (In Vita Innocent a Clusa, pág 240)
OCTAVO
MARTES
Se hará
todo igual que el primer martes y luego practicarás este:
OCTAVO
OBSEQUIO
Invocar varias veces al día con dulce afecto a Santa Ana, y pedirle que nos asista especialmente en el momento de la muerte. El venerable Enrico Certolino vió en el momento de su muerte a Santa Úrsula con sus compañeras, que lo acompañaron al Cielo, porque a tal fin él se encomendaba a ella en vida. (Giannot, Prat 24)
EJEMPLO
VIII
En Lorena vivía una señora largo tiempo estéril y persuadida por una pobre mujer que le agradecía su fecundidad a la Santa, recurrió a Santa Ana con ayunos, oraciones y limosnas y pronto consiguió la esperada gracia: fue bendecida con un embarazo, pero viéndose favorecida dejó de hacer las prácticas piadosas en obsequio de su Benefactora. Dios quiso castigarla, y estando en ya en el noveno mes esperando el parto con alegría, abortó y echó fuera la criatura deforme y muerta. El marido ante tal accidente levantó sus manos contra Dios y contra la Santa, y su esposa lo reprende diciéndole que era ella la culpable por haber dejado de hacer las prácticas piadosas que hacía en honor a Santa Ana, la cual siendo invocada con fe por la señora, le concedió devolverle la vida a la criatura abortada, cosa admirable!, comenzó la niña a llorar y a procurar el seno con estupor y júbilo de todos los circunstantes, y más aún de los padres, que por gratitud le pusieron por nombre Ana a la criatura en su bautismo. Es tan cierto que la virtud de la perseverancia en todas las cosas referentes al honor de Dios, de los Santos y de la Virtud Moral, es la corona de todas las virtudes. (Barni pag. 2, cap. 10)
NOVENO
MARTES
Se hará todo igual que el primer martes y luego practicarás este:
NOVENO
OBSEQUIO
En honor a Santa Ana ejercítate en la virtud que más te hace falta, y esa misma virtud la pedirás con fe y confianza. Apareciéndosele a la venerable Sor Francisca de Viterbo le dijo que le pidiese todo lo que deseara y que ella le ayudaría a conseguirlo. (Cronica Franciscana).
EJEMPLO
IX.
Navegando en el 1528 un caballero español de nombre Alfonso sobre una Carabela con mucha gente hacia la Nueva España, después de muchas tempestades, de las cuales salió librado por la Virgen María, de quien era muy devoto, se encalló la nave en unos escollos donde se abrió míseramente, quedando algunos pasajeros atrapados por las olas y otros en número de cuarenta y siete a morir por las dificultades entre los escollos, por no haber comida ni víveres, pero como Dios dispuso pudieron formar una pequeña canoa como mejor pudieron, y una parte en ella y otra parte nadando unidos a ella se condujeron hacia cierto banco de arena, donde encontraron cinco tortugas, se sirvieron de ellas para alimentarse por varios días; pero de nuevo atormentados por el hambre y consumiéndose por la sed empezaron a desfallecer, entre ellos se encontraba moribunda una niña de once años llamada Agnesina, la cual les dice de pronto que se le apareció una venerable Señora que dijo ser Santa Ana, y le pidió que le aconsejara a Alfonso que fuera con ellos a una isla en el oeste, donde habrán encontrado el necesario refrigerio; y habiendo dicho esto, murió. Alfonso nadó apresurado hasta el lugar indicado y excavando la tierra encontraron agua, pero salada como la del mar, no se consternó el caballero, y exhortó a todos a arrepentirse de sus pecados e invocar a la Santísima Virgen y a su Madre Santa Ana, haciendo con ellos una devota procesión que llegó hasta el final de aquella isleta, y ahí les ordenó cavar nuevamente la tierra y esta vez encontraron agua dulcísima, contraria a la que habían encontrado antes salda, y con esta se recuperaron los lánguidos pasajeros, y gracias a la Santa fueron por tres meses provistos de alimentos, aves y peces, hasta que pudieron armar una barquita con las tablas que se salvaron de la tempestad en aquel lugar y guiados por la protección de Dios y de la santa, llegaron a puerto seguro. (Ramus, tom 3, navig.). Oh cuánto debes meditar en este hecho para acrecentar mayormente tu devoción hacia Santa Ana, quien en las tempestades de este mundo te defiende de los peligros, y de los naufragios de la inocencia; ella te conduce al feliz término, cuando al Señor Dios le plazca, de la gloria, que por los méritos de ésta pariente suya tan cercana, y gran santa para nosotros, para ti, para todos nos lo conceda.
FORMULA
DEVOTA PARA ELEGIR A LA GLORIOSA SANTA ANA POR MADRE
Y
PROTECTORA EN LA VIDA.
Obedientísima Ana,
madre de María, Madre de nuestro Señor Jesucristo, yo N.N. postrado ante la
Divina presencia, y de toda la Corte Celestial, en especial ante vuestra
Sagrada Familia, y de mi Ángel de la Guarda, con toda reverencia te elijo y
ratifico después de Jesús y de María, como mi principal Señora, Protectora,
Abogada y Madre, y como tal, firmemente propongo no desear otra cosa que
venerarte, servirte y amarte en todo el tiempo de mi vida, y no ofender más a
vuestro Divinísimo Jesús, mi Señor y Redentor, para poder acompañarte con los
aplausos perpetuos que incesantemente te dan en el cielo todos los santos.
Amén.
Aquí se dicen tres Padrenuestro, tres Avemaría y tres Gloria y se pide la gracia que se desea obtener del Señor Dios.
OTRA
ORACIÓN DEVOTA A SANTA ANA PARA IMPETRAR UNA BUENA MUERTE
Me inclino ante
vuestro gran mérito, oh Madre de la gran Madre de Dios. Ana, es vuestro nombre,
y significa “gracia”, porque habéis entregado al mundo aquella purísima Virgen,
que siendo llena de gracia, ha engendrado al autor de la gracia para la salvación
de las almas. Me alegro junto contigo, oh Ana gloriosa, que entre todas las
mujeres solo tú mereciste y disfrutaste el haber tenido por Hija a aquella que
ha sido llamada bendita entre todas las mujeres. Bendito el fruto de tu vientre, María, porque
ella dio a luz aquel benditísimo fruto Jesús, que finalmente se vio pendiente
del árbol de la Cruz para dar vida al pecador muerto a la gracia. Te suplico me
concedas que yo viva siempre en gracia, y que mi alma sea bendecida bajo tu
sombra, y dígnate de asistirme en todas mis necesidades espirituales y
temporales, más aún en la hora de mi muerte, así como tú fuiste asistida en tu
glorioso tránsito por Jesús, María y José; donde yo pueda gozar siempre del
fruto de tu protección. Amén.
Jesús, Ana y María
Sean conmigo todos
los días
Y en mi última
agonía.
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