sábado, 27 de junio de 2020

SEISENA A SAN LUIS GONZAGA


SEIS DOMINGOS AL ANGÉLICO SAN LUIS GONZAGA

PROPUESTO POR MODELO DE UNA VIDA SANTA Y EJEMPLAR, COMPRENDIENDO LO QUE ESCRIBIERON EL ABATE GALPIN, EL P. CAPELLUCHI Y EL V. P. PADIAL.

BARCELONA, 1842


ACTO DE CONTRICIÓN

Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador y Redentor mío, por ser Vos quien sois y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; propongo firmemente nunca más pecar, y apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, confesarme y cumplir la penitencia que me fuera impuesta. Ofrézcoos, Señor, mi vida, obras y trabajos, en satisfacción de todos mis pecados, y, así como lo suplico, así confío en vuestra bondad y misericordia infinita, que los perdonaréis, por los méritos de vuestra preciosísima sangre, pasión y muerte, y me daréis gracia para enmendarme, y perseverar en vuestro santo amor y servicio hasta la muerte. Amén.


 

DOMINGO PRIMERO

¡Oh grande y amable abogado mío, San Luis! vos que teniendo tan poco de que llorar, con todo llorasteis tan continua y amargamente, aquí tenéis a vuestros pies un alma, que teniendo tanto de que llorar, no sabe arrepentirse. Dadle, os ruego, a este mi insensible corazón un poco de aquella contrición vuestra que lo hiera, y de una vez lo derribe a los pies de Cristo crucificado. Sino lo merezco yo, lo merece un Dios por mí ofendido; el cual pide la satisfacción a lo menos de mi llanto. Haced, Santo mío, que yo tenga siempre delante de los ojos mis muchas culpas, y en mi corazón un vivo y verdadero dolor de haberlas cometido, para lograr la remisión que a esto corresponde. Cor contritum, et humiliatum Deus non despides. Amén.

Seis Padres nuestros, Ave Marías y Glorias.

 

GOZOS

Ejemplar de perfección,

De toda virtud modelo.

Sed en todo desconsuelo,

Luis Gonzaga, nuestro patrón.

 

De Gonzaga en noble cuna

Fue Castellón vuestro oriente,

Que en Vos nobleza eminente

Con la santidad se aduna:

De la gracia en posesión

Entráis antes que del suelo.

 

«Jesús, María» dijeron

Luego al hablar vuestros labios,

Que nunca en ellos resabios

De otro lenguaje cupieron:

A Dios diste el corazón

Desde niño sin recelo.

 

Siempre a más favor aspira

La virtud de vuestro pecho,

Que publicó con despecho

El padre de la mentira:

Burla de la noche el hielo

Vuestra alta contemplación.

 

Cuando rendido en la cama

Estabais al dulce sueño

Os respetó como dueño

La actividad de la llama:

Os libró del agua el Cielo

Atento a vuestra oración.

 

Aunque como ángel voláis

De la virtud a la altura,

Por cilicio a la cintura

Espuelas os aplicáis;

Alas vuestro corazón,

Tiene para tanto vuelo.

 

Siendo niño, a María ofrecisteis

Con voto virginidad,

Y de cualquier liviandad

A la menor sombra huisteis:

Con todo, en la confesión

Surcáis mar de llanto y duelo.

 

De ángeles por el sustento

Anheláis con tal deseo,

Que os le dio el gran Borromeo

Con indecible contento;

Se os abrasó el corazón

Hecho un Etna, un Montivero.

 

De la juventud espejo,

Para que fueseis un día,

Os llamó a la compañía

La Virgen del Buen Consejo:

Buscasteis la religión

Con ansias, afán y anhelo:

 

Con angélico recato,

Del mundo ya retirado,

Aun desde el noviciado,

Con Dios solo es vuestro trato:

Absorto en contemplación

Erais de ángeles modelo:

 

En las ciencias Querubín

Luego os mostráis estudiando,

Y al Dios de amor contemplando

Sois teólogo Serafín:

Toma el cielo por blasón

Sacaros luego del suelo.

 

De dolencias la Piscina

Ángel de vida os publica,

Vuestro poder multiplica

Aceite, vino y harina:

De ajenas deudas razón

Dais con dinero del cielo.

 

Mayor en lo celestial

Es aún vuestra asistencia;

Quien de virtud pida ciencia

Seguro tiene el caudal:

Milagros de devoción

Son fruto de vuestro celo.

 

ANTÍFONA: Lo hicisteis poco inferior a los Ángeles, y le coronasteis de gloria y honor.

 

L/:  Rogad por nosotros, bienaventurado San Luis Gonzaga.

R/: Para que seamos dignos de las promesas de nuestro Señor Jesucristo.

 

ORACIÓN: Oh Dios, dispensador de los dones celestiales, que habéis unido en el angélico Luis, una admirable inocencia de vida con un gran espíritu de mortificación, haced, por sus méritos y oraciones, que, si no hemos imitado su pureza, por lo menos imitemos su penitencia. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

 

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Angélico joven, amable protector mío y poderosísimo abogado, San Luis, yo indigno siervo y devoto vuestro, reconociendo la mucha privanza en que estáis delante de Dios, humildemente postrado ante el trono de vuestra gloria, os adoro con la más profunda veneración, y me gozo de que hayáis sido colocado en el sublimísimo grado que corresponde a vuestros grandes merecimientos, y también de que vuestro nombre se haga de cada día más glorioso en la tierra con tantos y tan estupendos milagros, como obráis de continuo. Ensalzada sea y glorificada millares, de veces la Trinidad beatísima, que así adornó vuestra alma con la riquísima vestidura de una inocencia incomparable; y con el adorno de todas las demás virtudes que os concedió en grado excelentísimo. Gracias sean dadas al eterno Padre, que se complacen en vos, como en hijo muy de su cariño. Gracias sean dadas al hijo divino, que os reconoce por fruto de la sangre con que blanqueó la vestidura de vuestra alma purísima. Gracias sean dadas al Espíritu Santo, que encendió en vuestro corazón la ardiente llama de una perfecta caridad. Ruegos, humildemente, por tantos dones sobrenaturalísimos con que os enriqueció el sumo bien, por aquella inocencia y penitencia que en vos fueron tan admirables, por aquel amor intensísimo que a Dios tuvisteis, que me concedáis una verdadera contrición de mis pecados, con que quede mi corazón limpio y para siempre unido con mi Dios. Suplicoos seáis mi protector en todas las acciones de mi vida, y que no me desamparéis en la hora de mi muerte, ea que confío experimentar los efectos de vuestra protección. Y finalmente os pido esta gracia particular, que por vuestros méritos espero de las piadosas entrañas de la divina misericordia. (Pida la gracia) Y vos, reina del cielo, María, que tanto amasteis y favorecisteis a mi protector San Luis ya desde sus más tiernos años, interponed por mí el gran poder que tenéis para con Dios, para que sean eficaces estas mis súplicas. Oídlas vos, Señora, amorosísima madre mía, no por mis méritos, sino por los de vuestro hijo San Luis. Conozcan todos que le amáis glorificado, y que amparáis a los que recurren a él, para que crezca el número de vuestros devotos y los suyos, y que a él y a vos os alaben ahora en la tierra y por toda una eternidad en el cielo. Amén.

 

 

DOMINGO SEGUNDO

¡Oh inocentísimo y penitentísimo abogado mío, San Luis Gonzaga! ¡Cuán confuso quedo al contemplaros tan rígido contra vos mismo, y a mí tan lejos de imitar vuestros ejemplos! ¡Cuánta más razón seria, que yo hubiese usado con mi cuerpo estos rigores, pues han sido tanto mayores mis pecados! ¡Oh Santo mío! vos lo entendisteis en macerar con tanto rigor vuestras inocentes carnes; y yo soy el necio que no atendiendo sino a mi gusto, condesciendo tan frecuentemente con mis brutales apetitos. Concededme, os ruego, ejemplar de penitencia, un santo odio de mí mismo con que merezca caminar por el camino estrecho que guía al Cielo. No permitáis que por condescender con los halagos y blanduras de los sentidos siga el camino ancho que lleva a la perdición. Hacedme conocer de una vez, que el mayor y más peligroso enemigo que tengo, no es otro que yo mismo, y que me tenga y trate como a tal; domando de continuo mis apetitos, y mortificando mis inclinaciones con vuestra ayuda y ejemplo. Amén.

 


DOMINGO TERCERO

Angélico joven y purísimo abogado mío, San Luis, Gozóme de ver en vos un candor de pureza tan sobrehumana y celestial, que no admitió en sí la menor mancha de culpa, ni se expuso al pestífero aliento de la sugestión del enemigo. ¡Oh cuanto me confundo al verme delante de una azucena tan hermosa! ¡Y cuanto temo que por mis culpas pareceré en vuestra presencia abominable! Vos, Santo prodigioso, podéis alcanzarme gracia para curar de todas ellas, pues me arrepiento de haberlas cometido. Alcanzadme de Dios y de su santísima madre una perfecta pureza, así en el cuerpo como en el alma, y así en la voluntad como en el entendimiento. Haced que conciba yo un odio capital contra el vicio contrario, de manera que no solo lo abomine, sino que le tenga cerrados todos los caminos por donde pudiese tener entrada en mi alma, pues de mi parte estoy resuelto a practicarlo con la gracia de vuestra protección. Amén.

 

 

DOMINGO CUARTO

Amabilísimo abogado mío San Luis, si os dignáis poner los ojos en vuestro siervo, os admirareis y doleréis de verme tan desemejante á vos. Vos tan desasido del mundo, y yo tan metido en él; vos tan unido con Dios, y mi corazón tan lejos de su infinita amabilidad. ¡Ah! ¡Y cuanto me confundo de esto y me avergüenzo en vuestra presencia! Veo que todo mi mal me proviene de no acordarme de Dios; y por esto os suplico me alcancéis una estrecha unión con él, que es sumo bien y con quien vos la tuvisteis tan familiar. Haced, Santo mío, que yo fije todos mis pensamientos en las cosas eternas, de manera que logre el no ser uno de aquellos que se dejan llevar ciegamente de las cosas de la tierra, sino que siga la luz de las verdades eternas. Amén.

 

 

DOMINGO QUINTO

¡Oh amabilísimo Santo y amantísimo abogado mío, San Luis! Si es cierto que la caridad que nace en la tierra, se perfecciona en el cielo, bien puedo yo esperar, que desde el cielo os dignareis de abrazar con vuestra caridad este vuestro siervo, que se pone bajo vuestro patrocinio. Recurro a vos, Santo mío, lleno de confianza, rogándoos me concedáis la verdadera caridad para con el prójimo; pues siendo como soy cristiano, no sé amarlo como Dios quiere y únicamente por Dios, sino que mis pasiones son la regla de mis afectos. Enderezad pues en mí el amor, para que sea amor santo y conforme al que ardía en vuestro corazón. Y si por él alcanzasteis una muerte tan dichosa, ordenad, os ruego, mis acciones de tal suerte, que sea para mí dichoso aquel último trance del cual depende la eternidad, para alabaros y daros las gracias en el cielo. Amén.


 

DOMINGO SEXTO Y ÚLTIMO

¡Oh prodigio de amor y grande abogado mío, San Luis! ¡Cuánto desearía tener un corazón como el vuestro, el cual no supo vivir sino de amor, en amor y por amor de Dios! Veo cuán lejos estoy de esta perfección; más por esto mismo tengo por más necesario poner delante de vos que sois un serafín en caridad, este mi corazón frio hasta ahora, y que deseo encendáis en el fuego del divino amor. Bien conozco que soy insensible a las divinas finezas, y que no correspondo a la obligación que tengo de amar a un Señor, que tanto lo merece y que tanto ha hecho por mí; y lo peor es, que, aunque lo conozco, no sé encenderme en la llama de su amor. Téngalo para criaturas vilísimas, y no le tengo para mí criador, para mi redentor, para mi padre y para mi Dios. Lleno de confusión, pues, os ruego, Santo mío, por aquel amor que vos le tuvisteis y que deseasteis en todos, que lo encendáis en mí, y me alcancéis gracia, para que todos mis alientos sean amor de Dios, y que yo viva y muera amando al sumo bien, que es el mayor don que puedo pedir y alcanzar de vos. Amén.

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