AFECTOS DEVOTOS AL GLORIOSO PATRIARCA SAN JOAQUÍN
I.
Oh
cuanto me alegro, mi dulcísimo abogado San Joaquín, por vuestra excelencia y
perfección. Yo deseo que todo el mundo te conozca y venere, y que por vuestra
causa sea alabado y glorificado todos los días el nombre de Dios. Oh mi
Altísimo Padre Dios, yo te presento todas aquellas puras y amorosas alabanzas,
que te están dando el en Paraíso sin cesar toda la Corte Celestial para
agradecerte por los privilegios y gracias que vuestra voluntad ha dotado
generosamente a San Joaquín; pidiéndote que me hagas digno de poderle amar, y
vivir bajo el orden y deseo de vuestra Divina Voluntad todos los días, y todas
las horas de mi vida.
Gloria
Patri, etc.
II.
Me
alegro grandemente, oh mi veneradísimo Santo, que te haya tocado a ti la buena
suerte de ser el Padre de la Divina Madre de Jesús, y el feliz conductor de
aquella mística Nave, que ha traído al mundo una infinidad de tesoros. OH qué
gloria para ti frente a todos los Grandes del Cielo, y de toda la eternidad,
¡con un honor tan magnífico! Yo te agradezco, oh mi soberano Dios y Señor, con
todo el afecto de mi corazón, y deseo poder exaltar mayormente la dulzura de
vuestro divino amor hacia San Joaquín, y prometo que deseo tener tantas
palabras para tal efecto cuanto se hayan las estrellas en el firmamento y
cuantos son los granos de la arena del mar. Te suplico humildemente que yo
pueda imitarlo en la ternura de aquel afecto, que condujo esta gran obra de tu
brazo su Santísima Hija.
Gloria
Patri, etc.
III.
Me
alegro e incluso me complace verte en aquella elevadísima gloria, oh ínclito
Patriarca, que conseguiste por los méritos de vuestra virtud, que eminentemente
disfrutas en el Cielo por siempre; como parece aquel gozo inefable, al ver a
vuestra hija exaltada por sobre los nueve coros angélicos, y con la corona de
emperatriz de todo el universo. ¿Y quién no estaría lleno de felicidad si
pudiera entrar en el grupo de tus humildes siervos y devotos? Oh mi sumo
adorable Dios, recibe nuestro agradecimiento por el Cordero Inmaculado del
Altar, primer objeto de vuestra divina complacencia y víctima de valor
infinito. Recíbelo como la mayor de todas las ofrendas que podemos haber hecho,
y por la gracia de aquel inocentísimo Cordero y la del Santo Patriarca tan querido
por ti, haz que nosotros por medio de una fiel correspondencia a vuestras
internas inspiraciones podamos ser partícipes de vuestra gloria celestial.
Gloria
Patri, etc.
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