DOCE
BREVES SALUTACIONES A SAN JOAQUÍN
1.
Yo espero verdaderamente, oh serenísimo
patriarca San Joaquín, que tú seas no sólo mi abogado escogido ante el Trono de
la Divinidad, si no también mi padre, y por esto como tal te elijo y saludo con
el decoro de todas tus prerrogativas, excelencias y acciones heroicas, que
ejercitaste en el mundo a gloria eterna de Dios. Avemaría.
2.
Yo te saludo por la nobleza de vuestra
Sangre Real acompañada de la alegría de las más distinguidas virtudes. Avemaría.
3.
Yo te saludo por vuestra infancia
prevenida por Dios con profusión de sus gracias y de bendiciones divinas. Avemaría.
4.
Yo te saludo por la contemplación de la
Divina Grandeza, cuando tu espíritu no encontraba ningún gusto, cuando
sumergido en ti mismo no dejabas de alabar a Dios con toda la potencia de tu
alma. Avemaría.
5.
Yo te saludo por el celo que ardía en tu
pecho por la salvación de tu alma y en la costumbre de tu continua oración
pidiendo la venida del Salvador del Mundo. Avemaría.
6.
Yo te saludo por la pureza y santidad
excelentísima de tu corazón, convertido en Trono de la Misericordia de Dios, y
delicia sagrada de tu amor. Avemaría.
7.
Yo te saludo porque en el correr de todos
tus años con destino hacia el Cielo, fuiste acompañado en Matrimonio con Santa
Ana, alma también privilegiada e inflamada en seráficos ardores. Avemaría.
8.
Yo te saludo por el ejercicio de vuestra
heroica paciencia y perfectísima resignación, cuando por espacio de muchos años
aún no había dispuesto Dios el darte descendencia. Avemaría.
9.
Yo te saludo y te felicito porque
finalmente con júbilo indecible de tus entrañas nació la Santísima Infanta
María, y recibiste en tus brazos aquel tesoro de belleza, y aquel Paraíso de
amor divino. Avemaría.
10.
Yo te saludo por aquel acto magnánimo que,
de común acuerdo con Santa Ana, habías dedicado al honor sempiterno de Dios en
su Sagrado Templo llevando allí a vuestra única Hija María. Avemaría.
11.
Yo te saludo por tu santísima muerte,
muerte grandemente preciosa a los ojos de Dios, y honrada, como piadosamente
creemos, por miríadas de Espíritus Celestiales. Avemaría.
12.
Yo te saludo, por último, por aquella gran
nobleza y alteza de la gloria que disfrutas en el Cielo, y te ruego junto a tu
Santísima Esposa Santa Ana, que siempre te acuerdes de mi en todos mis trabajos
y necesidades, hasta que por la eficacia de vuestra potente intercesión pueda
tener la gracia yo también de encontrarme contigo para alabar por toda la
eternidad a nuestro común Creador y Señor. Avemaría.
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