DÍA CATORCE EN HONOR DE SAN BUENAVENTURA. DISCIPULO DEL CRUCIFICADO, INSIGNE DE MARIANO, SERAFIN DE LAS ESCUELAS Y ORNAMENTO DE LA HUMILDE FAMILIA DE MENORES DEL GRAN FRANCISCO DE ASIS
Escrito por Juan García
Butanda, devoto suyo. Imprenta de José
M. Monzón, Calle Tercera de la Plaza de Gallos, núm. 36. León, Guanajuato,
México, año 1878.
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros
enemigos, líbranos Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Amén.
L/: Señor abrirás mis
labios.
R/: Y
mi boca anunciará tu alabanza.
L/: ¡Oh Dios! Entiende en
mi ayuda,
R/: Apresúrate Señor a socorrerme.
Gloria al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo, como era en un principio, ahora y siempre por los siglos de los
siglos. Amén.
SENTIMIENTOS DE CONTRICIÓN
¡Redentor mío crucificado, no sé cómo admirar vuestra beneficencia en tolerar mis ingratitudes! Jesús mío amorosísimo, cuando os contemplo en ese afrentoso madero, agonizando en medio de los más crueles dolores y de las angustias de vuestro espíritu; no puedo menos que contemplar los efectos que hace el pecado en la persona de un hombre-Dios. Sí, en esa cátedra sagrada es en donde dais las más altas lecciones de vuestro amor; en ese árbol de amor es donde se aprende la ciencia de los santos. Porque si dirijo la vista a vuestra persona sagrada, veo que todo vuestro cuerpo no es sino una sola herida, publica el amor que me tenéis: pues si contemplo ese apacible rostro y esa cabeza coronada de espinas, en ella veo el efecto que causan tantos pensamientos con que tantas veces os he ofendido: si miro esos brazos extendidos y traspasados con crueles y duros clavos; por una parte veo que yo mismo os he crucificado con mis propias manos; y por otra veo que si los tenéis abiertos, es para manifestarme que con ellos me esperáis para recibirme y salvarme: más si considero esos pies sacratísimos con que solícito me buscasteis cuando huía de Vos, me llena de ternura: en fin, ¿qué más veo en vuestra persona sagrada? ¡Ah!, esto no puede menos que reclamarme más amor hacia Vos, Jesús amabilísimo, veo también ese costado abierto en donde me permitís registrar vuestro corazón; ese corazón que es el objeto de las complacencias del Padre, esa joya preciosísima, ese horno de amor, en que se abrazan los corazones de los que buscan el reposo en el vuestro. Con razón Jesús divino, mi Seráfico Doctor Buenaventura al pie de vuestra cruz contemplándoos todo llagado y ensangrentado; ¿con qué lágrimas de ternura no bañaba vuestros pies? Sí, al pie de vuestra cruz con la continua meditación de vuestra pasión y muerte, fue donde aprendió aquella ciencia que fue el objeto de la admiración del Insigne Tomás de Aquino. Con razón, Jesús mío, Buenaventura, vuestro discípulo predilecto, encendido su corazón en las llamas de vuestro amor, nunca quiso separarse de Vos; de manera que exclamaba diciendo: “que todo Vos no erais sino amor, y que no exigías de los hombres sino amor”. ¡Oh Jesús mío!, quien como él contemplándoos crucificado llegará a descubrir los inmensos tesoros que ocultáis en vuestras sacratísimas llagas, de tal manera que arrebatados por vuestro amor pudiera exclamar con el Apóstol: “¿Quién podrá separarme del amor de Jesucristo?” (Romanos 8, 35). Pero ya que para esto sirven de obstáculo mis innumerables pecados, al menos me concederéis por intercesión del Seráfico Doctor tales sentimientos de contrición, que merezca por ellos vuestra amistad y gracia, y con ella, la eterna bienaventuranza. Así sea.
Ahora se rezarán cinco Padrenuestro y Ave
María con Gloria Patri, a las cinco sacratísimas llagas de Nuestro Señor
Jesucristo, pidiéndole que por intercesión del Seráfico Doctor se digne
concedernos su amor y el remedio de todas nuestras necesidades si nos conviene;
diciendo al fin de cada uno de ellos la siguiente:
JACULATORIA
Enciende mi alma en tu amor
Jesús mío crucificado,
Y quede en ella grabado
De tu pasión, el dolor;
Por tanto, como he pecado.
ORACIÓN
¡Serafín de amor! ¡Doctor Seráfico!, qué
grande os presentáis con la gloria que gozáis! ¡Discípulo del crucificado, cuán
resplandecientes son vuestras virtudes! ¡Predilecto de María!, no sé cómo
admiraros; pues cuanto más os contemplo, más admiro la beneficencia, grandeza y
sabiduría del Omnipotente que quiso constituiros no tan solo como un modelo de
virtudes, sino como una de las más preciosas margaritas en la Iglesia de
Jesucristo. ¡Oh Buenaventura, qué grande sois a los ojos de Dios! Con qué
majestad se presentan a la faz del mundo vuestras virtudes; cuando con vuestra
humildad confundís sus pompas y vanidades; con vuestra pobreza, su avaricia, y
en fin, con vuestro recogimiento, sus locuras y pasatiempos. ¡Oh Buenaventura!
¿quién será capaz de mensurar tu grandeza y virtud cuando os contemplen bebiendo
en la fuente de la verdadera ciencia, las aguas de la saludable doctrina al pie
del Crucificado? Permitidme Seráfico protector mío, que ponga en mis inmundos
labios vuestras alabanzas, para deciros que vos sois un verdadero modelo en
quien se ven como de bulto todas las virtudes. Sí, nada vacilo en decirlo,
porque no solo las enseñasteis, sino que las practicasteis; y por lo mismo sois
llamado grande muy grande en el reino de los Cielos. Cierto es que sois una de
las columnas más firmes de la Iglesia de Jesucristo la cual no solo
ilustrasteis con vuestra doctrina, sino también con vuestros ejemplos. Humilde
hijo del gran Francisco de Asís, desde la grande altura en que estáis colocado
gozando del a Patria celestial, dirigid una mirada de compasión sobre la
sagrada familia de vuestro Seráfico Padre, la cual se ve combatida por todas
partes: Vos que tanto trabajasteis para socorrer sus necesidades, ¿no
atenderéis ahora a los pesares que la oprimen? Sí, también dirigidla sobre toda
la Iglesia y sobre todos vuestros devotos, pues ved que nos acogemos a vuestra
protección, para alcanzar las gracias del cielo con que podamos practicar las
virtudes que nos son tan necesarias para la vida eterna. ¡Oh Santo mío! No
despreciéis nuestros humildes votos, acogedlos benignamente; para que siendo en
esta vida fieles imitadores de vuestras virtudes, pasemos llenos de
merecimientos a haceros compañía en la Patria celestial. Así sea. –Petición.
Después concluirá con un Padrenuestro,
Avemaría y Gloria Patri, diciendo la siguiente:
Oh Doctor esclarecido, luz de la
Santa Iglesia, bienaventurado Buenaventura, amante de la ley de Dios; intercede
por nosotros a Jesucristo nuestro Señor.
L/: Este es el que
despreció la vida del mundo, y llegó al reino de los cielos.
R/: Este
es el que ante Dios ha practicado grandes virtudes, y de su doctrina está llena
toda la tierra.
ORACIÓN: Oh Dios, que te
dignaste darnos por ministro de nuestra eterna salvación al bienaventurado
Buenaventura; concédenos que sea nuestro intercesor en el cielo el que
merecimos tener por nuestro Doctor en la tierra. Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
A.M.D.G.
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