miércoles, 1 de julio de 2020

DÍA VEINTISEIS DE MES A SEÑORA SANTA ANA


DÍA VEINTISÉIS DE CADA MES DEDICADO A LA GLORIOSÍSIMA SEÑORA SANTA ANA

EN MEMORIA Y REVERENCIA DE SU FELICÍSIMA MUERTE

 

Delante de alguna estampa o hechura de la Señora Santa Ana, se hará el ejercicio que sigue:

¡Oh Trinidad Beatísima, en quien creo, en quien espero, a quien adoro, amo y deseo servir con todas mis fuerzas! Infinitas gracias te den todas tus criaturas, porque después de haber elegido entre millares a mi Señora Santa Ana para teatro y paraíso de tus mayores deleites, dispuso tu misericordia que, con el caudal de su continuo llanto, nos negociase un tesoro de tanta monta, como María, y en ella la vida y el consuelo a los que gemimos en este valle de lágrimas. Suplícote humildemente, que, para no desmerecer su patrocinio al tiempo de morir, no cesen nuestros ojos de llorar nuestras culpas.

Aquí se rezan tres Padre nuestros y tres Ave Marías con Gloria Patri.

 

ORACIÓN: ¡Poderosísima Señora Santa Ana, madre de María, abuela dignísima del Redentor del mundo! Desde esta hora para la de mi muerte; te elijo por mi especial abogada, y te ruego por aquel respeto y admiración, con que los serafines cerraron tu castísimo vientre al dar a luz a la verdadera Madre del sol de justicia; por aquellos sagrados éxtasis que padeció tu espíritu cuando te hallaste con ella entre los brazos; por aquellos dulces ojos con que te embelesaba al ministrarle tú la leche de tus pechos: que pues estás mirando en la gloria lo mucho que pierde quien pierde a Dios, empeñes todo lo que vales para que nuestra alma salga en paz de esta vida, y el favor que ahora te pido, si ha de ser para gloria de Dios, honra tuya y provecho mío. Amén.

Aquí alentando la confianza cuanto se pueda, hace cada uno su petición especial a Santa Ana.

 

ORACIÓN: Amabilísima Virgen María, Reina y Señora de los ángeles, para comparecer en tu presencia no tengo más mérito que ser un pobre de los muchos que pedían limosna a las puertas de la casa santa de Nazaret. Tú, Señora, muchísimas veces por tus manos las repartiste. A ti, por el siglo de tus padres te la pidieron.  Ea, pues, niña de mis ojos, una limosna por el Señor San Joaquín, que te dio el ser que tienes, después de Dios: un socorro por las entrañas y pechos de Señora Santa Ana, una gota de miel que me haga la muerte dulce, y antes de ella una migaja de aquel Pan que Tú misma amasaste en tu purísimo vientre y así Dios te conceda que todos se derritan en la devoción de tu madre. Por último, te ruego, que como a ella le cerraste los ojos en su felicísimo tránsito, a todos los que la amemos nos los cierres desde ahora para disponernos así a gozar eternamente de tu hermosura. Amén

 

Colaboración de Carlos Villaman

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