EJERCICIO DE LOS CUARENTA AVE MARÍAS
Yo
os ofrezco, Virgen Purísima, estas cuarenta Ave Marías y otras tantas bendiciones
con que voy a saludaros, con la intención de ganar las muchas indulgencias que
por ellas hay concedidas. Haced, Señora, que salgan de un corazón contrito y
fervoroso, para que mi oración suba con olor de suavidad hasta el trono de
gloria en que estáis sentada. Aceptadlas en memoria de la dicha que os cupo,
cuando os visteis elegida por Madre del Verbo Eterno, de la alegría cuando le
visteis nacido, del gozo con que le estrechasteis en vuestros soberanos brazos,
y de la ternura con que le alimentasteis con vuestra leche sagrada. Hacedme
participante de aquellos vivos deseos con que Vos esperabais su nacimiento, y alcanzadme
que, preparando mi alma para recibirle con pureza, merezca celebrar su venida y
alabarle con los Ángeles en el pesebre. Amén.
PRIMERA DECENA
Al fin de cada una de estas diez Ave Marías, con afecto cordialísimo, se dirá la siguiente bendición:
Bendita sea, ¡oh María! la hora en la cual fuisteis consagrada Madre de Dios.
Y en obsequio de su virginal esposo San José puede añadirse:
Y
bendita sea, ¡oh José! la hora en la cual fuisteis constituido Esposo de la
Santísima Virgen, Madre de Dios.
SEGUNDA DECENA
Al fin de cada una de estas diez Ave Marías se dirá:
Bendita
sea, ¡oh María! la hora en la cual paristeis al Hijo de Dios.
Y
bendita sea, ¡oh José! la hora en la que visteis nacido al Niño Jesús, Hijo de
Dios.
TERCERA DECENA
Al
fin de cada una de estas diez Ave Marías, se dirá:
Bendito
sea, ¡oh María! aquel primer abrazo que disteis al Niño Jesús Hijo de Dios.
Y
bendita sea, ¡oh José! la primera adoración que tributasteis al Niño Jesús, Hijo
de Dios.
CUARTA DECENA
Al fin de cada una de estas diez Ave Marías, se dirá:
Bendita
sea, ¡oh María! la primera gota de leche que de vuestro purísimo y virginal
pecho gustó el Hijo de Dios.
Y
benditos sean, ¡oh José! los sudores y afanes que empleasteis en alimentar a
vuestra castísima Esposa y al Niño Jesús, Hijo de Dios.
ORACIÓN
Misericordiosísima
Virgen María, piadosísima abogada de los pecadores, firmísima esperanza de
nuestra eterna felicidad, ayudadnos, Madre clementísima, a rogar al Omnipotente
Señor por la paz y concordia entre los Príncipes cristianos, extirpación de las
herejías, conversión de todos los pecadores, salud y prosperidad de nuestros
católicos Monarcas y su Real familia y sucesos felices del Estado; pero con
especialidad por las necesidades, exaltación y fines piadosos de nuestra Santa
Madre la Iglesia. Oíd, Padre amorosísimo, nuestras súplicas, y concedednos
estas gracias, particularmente la de adoraros eternamente en la gloria por los
ruegos de María y por los méritos de vuestro unigénito Hijo y Señor nuestro
Jesucristo, que con Vos vive y reina en unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos
los siglos de los siglos. Y Vos, poderosísimo José, unid vuestros ruegos a los
de vuestra Inmaculada Esposa, para que por vuestra intercesión podamos algún
día cantar las divinas alabanzas al divino Jesús en la Patria celestial. Amén.
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